8.11.2005

Tomate



"Y aunque el olvido que todo destruye,
haya matado mi vieja ilusión,
guarda escondida una esperanza humilde,
que es toda la fortuna de mi corazón".
"Volver", Carlos Gardel y Alfredo Le Pera

Salgo de la película "Entre copas" con una sed increíble de vino y amistad. Voy al supermercado y me compro un Doña Dominga Carmenere 2003 y lo descorcho solo en mi casa, con unos cigarros y la ventana abierta, mirando a la gente pasar.

Pienso en la soledad y en la libertad, mientras la botella escupe la última copa. Saco una caja metálica llena de recuerdos del pasado y encuentro una postal de Canadá, donde un gran amigo me contaba sus experiencias en ese país del norte. Se trataba del "Tomate", antiguo reportero gráfico de la zona, quien falleció producto de un acelerado cáncer estomacal, dejándonos una lección de amistad tan profunda que perfectamente podría llevarse al cine y convertirse en un éxito.

"Tomate" llevaba ese sobrenombre porque cuando nació su familia era tan pobre que no tenía dinero para una cuna, y lo instalaron en una caja de tomates que había depositado un barco de carga venezolano. Fue en el Barrio Chino donde se crió y comenzó su larga vida en Valparaíso, cosechando muchas tristezas; sin embargo, fueron la alegría y el optimismo sus armas esenciales para enfrentar el destino.

Aprendió el oficio de la fotografía, destacando rápidamente

entre sus pares y trabajó en varios medios escritos de la región. El año 1973 fue encerrado en la Academia de Guerra, donde fue torturado y gracias a una rápida gestión de Agustín Squella, logró salir con vida.

Yo lo conocí cuando ya tenía 60 años más o menos. La primera vez que me vio les gritó a todos los demás: "Cachen, parece un brujo chico". En ese tiempo yo usaba una barba que me acercaba físicamente al Profesor Nostradamus. Terminamos en el "Mokambo Chico", en la calle Quillota de Viña del Mar, desde donde salimos con los labios morados y el estómago afectado de tanto reírnos.

No nos separamos más. Comíamos platos y platos de calugas de pescado, su manjar preferido, mientras yo le relataba mi joven visión del mundo. Él escuchaba con mucha atención y me repetía insistentemente que el tiempo y la experiencia eran los mejores profesores.

Una de sus características principales era que no utilizaba billetera. Una vez, en "El Dominó", después de una ultra regada noche llena de cervezas, vino y whisky, se cayó de una silla y un papel de diario salió disparado de su bolsillo. Lo recogí pensando que era basura y adentro habían más de 70 mil pesos. Era su billetera.

Cuando ya el vino entraba fuerte en sus venas, cantaba tangos. Podía ser "Casas viejas", pero todos esperábamos impacientes "Volver" y coreábamos a todo pulmón, mientras los ojos se mutaban en acuarios y las pupilas en peces negros.

Cuando ya no podía tomar más, le pedíamos un taxi, que se lo llevaba desde Valparaíso a Viña, mientras él descansaba en sus sueños etílicos, llenos de amores apasionados y de amistad verdadera.

Cuando jubiló me pidió consejos para invertir su dinero. "Yo no cacho nada, pero mete la plata en fondos mutuos", le dije. Llegó al banco con un cartucho de pan con seis millones de pesos. Me señaló que le había "sacado una puntita para que nos peguemos un almuercito regadito". Imagínense como terminamos.

"Tomate", te recuerdo en cada copa de vino y en cada locura que todavía cometo en la vida. Salud por ti y los tuyos.

ajenjoverde@hotmail.com

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