1.16.2012

Bajo la sombra de la cruz




Por Ajenjo

El fin de semana pasado fui a unmatrimonio en el cerro Castillo deViña del Mar.Un compañero de colegio, que hace años vive con su hermosa mujer y su pequeña hija, decidió sellar su compromiso en una delicada ceremonia religiosa.
Ahí llegamos todos yme reencontré con amigos que no veía hace muchos años. Nos fuimos a una fiesta, en un hotel ubicado a dos cuadras de la capilla, y tanta conversa me abrió una terrible sed, que fue acallada con varios vodka con tónica. Mi señora, que exhibe una gran barriga de 6 meses de embarazo, estaba un poco cansada y de una oreja me llevó a la casa. Ella manejaba y yo le hablaba en griego.
Me fui pensando en esos grandes amigos del colegio. Con uno de ellos conocí el rock. Mientras él le escribía cartas a AngusYoung de AC/DC, yo escuchaba MobyDick de los Led Zeppellin, en vinilo, y esa larga batería me trastornaba el cerebro.
Con otro de mis compañeros fuimos a misiones. Éramos católicos y en el colegio nos llevaron a Chiloé a predicar el evangelio. Lo pasábamos del uno, ya que militábamos en la religión de la cruz y nos creíamos todo el cuento.
Después me fui a estudiar filosofía y luego de tres cervezasme pusieron a Nietzsche en la cara y quedé terriblemente de ateo hasta el día de hoy.
Eso no me impidió dejar que mi hijo hiciera la Primera Comunión. El domingo, en una iglesia de la AvenidaArgentina, recibió por primera vez la hostia consagrada.
Después nos fuimos a celebrar a la casa. Llegaron tíos, primos, sobrinos y la parentela que uno no ve muy seguido.
También algunos amigos y nos comimos una flores de ají de gallina, que mi amiga personal, Lore Lara, vende en su mágica panadería del Cerro Alegre.
Nos tomamos unos vinos blancos y del otro. Estaba tan contentos que saqué unos rones y unos vodka y seguimos riéndonos y conversando de la vida. Para molestar
al pequeño le cantábamos el cumpleaños feliz y después le decíamos “¡verdad que estamos celebrando tu primera Comunión!”. El se reía conmucha paciencia, con esa
paciencia que sólo los hijos le tienen a los padres.
A veces echo demenos tener fe y pienso que a lo mejor, como un pájaro migratorio o un hijo prodigo, volverá a mi cerebro.
¿Quién sabe?

ajenjoverde@hotmail.com

¡Se vienen los nueve años con libro incluido!


Por Ajenjo

Corría el año 2003 y la rutina de los lunes en la mañana en la sección hípica del diario La Estrella deValparaíso era de la siguiente forma: rodeado de varios reporteros y fotógrafos relataba las historias del fin de semana, donde las fuentes de soda, los bares, los espectáculos culturales y esculturales y algunos excesos con el trago se convertían en entretenidas historias que hacían reír amis colegas de trabajo.
En uno de esos rituales llegó el jefe de Informaciones del periódico, Jayme González Frey, quien preguntó qué situación era lo que motivaba tan profundas y sonoras carcajadas.
“Son las historias del Pancho”, le contestaron a coro. Al jefe se le ocurrió que en un suplemento llamado “Superestrella”, que salía publicado todos los viernes, relatara en forma de crónicasmis aventuras y que fueran un espejo de la actual bohemia que estaba consolidada en la ciudad. Fue así como comenzó a escribirse la columna “Crónicas de Medianoche”.
Decidí ponerme el nombre de Ajenjo, ya que el día que Valparaíso fue nominado Patrimonio de la Humanidad nos tomamos una botella de ese licor verde llamado absenta y me gustó, no sólo todo lo que había que hacer para beberlo (terrón de azúcar quemándose sobre un cuchillo en una copa), sino toda la onda que giraba en torno al
bebestible.
Y así pasaron los años y años y la columna se fue afirmando.
Falta sólo unmespara el 2012, donde cumplirá nueve años de edad, publicándose en forma continúa y lo celebraré con un libro que estoy terminando y que no sólo reunirá
lasmejores columnas, sino que también traerá material nuevo y muchosbonus track.
El texto se llama El fondo tiene un vaso (Nueva crónica urbana deValparaíso) y se relatan varias historias, como cuando la dueña de la discoteca Pagano llegó con un
abogado para tratar de desenmascarar al autor tras las líneas, que le habían parecido muy insolentes (hablé sobre los chicos bisexuales que iban a bailar, entre otras cosas) o cuando en mi apreciado Moneda de Oro me querían puro boxear porque había dicho que el licor del vino con frutilla era un “vinagrillo” (craso error).
Al releer todas estas columnas, que son más de 350, me encuentro también con mi vida, con mis profundas tristezas que tuve que arrastrar y las inmensas alegrías que me sacaron del pantano de la desesperación.
Muchos litros de vino y ron han corrido por estas líneas.
Cientos de borracheras y carretes heavymetal. Mucha música, cine y teatro. Muchos nombres de amigos, de hermanos del alma, con los que sigo sintiendo ese hipnótico
sonido que hacen las botellas cuando se descorchan.
Falta poco para que nazca mi hija Sara. Pienso que cuando crezca y lea ese libro y las columnas, el texto actuará en su cerebro como un mapade rutas, como una cartografía mental.
¿Qué ira pensar? Que su padre era bueno para tomar, borracho dirán algunos, pero buena persona.
Ojalá.

ajenjoverde@hotmail.com

El eterno retorno a Cau- Cau



Por Ajenjo

Un hombre toma sol completamente desnudo en la playa de Cau- Cau ( en el lado sur). Observa que nosotros llegamos con quitasoles, un cooler, varias sillas y una niña pequeña y lentamente se pone su traje de baño y se retira sin mayores escándalos.
La playa, ubicada a un costado de Horcón, quedó casi solitaria y nos permitió pasar un día de playa espectacular, casi como si estuviéramos en un resort caribeño.
Mi brother sacó unos potes plásticos y empezó a llenarlos de un ceviche que estaba rico, rico, rico.Mepasó una botella de un helado vino blanco y me dijo: “Destápala”. Así, bien piolita, nos bajamos el vinacho y después nos masticamos unas cervezas para que el día se pasara más alegre y buena onda.
Decidí darme un baño de mar, pero sólo en la orillita, y en tres ocasiones llegue mojado a mi toalla, para descansar de los fuertes rayos solares. El agua estaba helada, como siempre, pero nunca tanto.
A la hora de once, y antes que saliera el helado viento costero, saqué unos pancitos, una palta y una pechuga de pollo que había asado y molido en la casa y nos mandamos
unos “ave palta”de lujo, que calmaron el hambre que produce estos días playeros.
Sinceramente creo que Cau Cau es una de las mejores playas de la zona. Su acceso, para los mortales comunes y corrientes, es algo pesado.Viejitos y guaguas seguramente no se la pueden con la larga e irregular escalera, pero también es parte del viaje.
Esta es la mejor fecha para visitarla. Hay sol y muy poca gente.Uno mira los árboles en los cerros y ese mar que poderosamente nos baña. Es un pedazo del paraíso.
Existe un restaurante en el sector que se llama Caballo de Mar, o algo así. No lo conozco, pero deben sufrir con la gente que constantemente les pide el baño o les quiere dejar bolsas de basura.
Esta prohibido, como en casi todas las playas chilenas, hacer picnic, pero si uno es educado y decente, pasa piola.
No se trata de sacar una sandía con harina tostada y unos melones con vino. Hay que ir camuflado y llevarse la basura.
No sea cochino.
Todos los años retorno a esta playa.Aquí soy feliz, alejado del los nervios que producen los fines de año.

ajenjoverde@hotmail.com

La nueva sangre de Peter Gabriel




Por Ajenjo


Desde hace varios meses que la entrada al concierto de Peter Gabriel latía en mi billetera como si fuera un animal con su sangre nueva. Sólo sabía que el concierto era sinfónico y partí, junto a una pareja de amigos, a esta nueva aventura musical en Chantiasco.
Llegamos a la capital a la hora de almuerzo. Decidimos comer en el Majestic, donde el poderoso cronista gastronómico Rodrigo Martínez se tragó uno de los platos más picantes que actualmente se preparan en Chile. El restaurante étnico de la India estaba abierto sólo en su mitad (era día de semana) y el ambiente era como de oficinistas medio cuicos que celebraban acontecimientos específicos en medio de esculturas y cuadros con dioses indú. El asunto es que nos comimos el tremendo almuerzo (merece crónica aparte) y yo me lancé una cerveza y varios copas de tinto. Después emigramos hacia el famoso bar The Clinic, en la calle Monjitas, donde al ritmo del whiskey nos preparamos para la gran noche musical.
Alas 19.30 horas ya estábamos sentados dentro del Arena. El público era en su mayoría gente pelada y canosa (entre 45 y 55 años).Algunos venían con sus hijos (¿o nietos?).
Yo llevaba camuflada entre mis ropas mi tonta petaca de ron Bacardi añejo. Me compré unas coca colas a mil pesos y las mezclaba, a la espera de que saliera el músico. Antes
de que empezara ya se me había acabado el vital elemento, sin embargo, mi brother cargaba otra y prometimos abrirla sólo cuando empezara el show.
Peter Gabriel salió y presentó a dos chiquillas con guitarra. Eran como las Camila Moreno de Inglaterra, que se mandaron las tremendas canciones acústicas y nos dejaron con la boca abierta y más sed.
Después llegaron los violines, los contrabajos, la percusión yme empezó a quedar el terremoto mental. Cuando estaba cantando “Biko”, ese tema dedicado a un líder
africano, salí a fumarme un cigarro y conversé con las niñas que cortaban los boletos. Les dije que había visto a PeterGabriel en el recital de Amnesty, cuando pololeaba
con SineadO’Connor y que Chile no había cambiado absolutamente nada desde esa época.Todo era igual. Las chiquillas se rieron y volví a mi butaca, donde el artista inglés gritaba : “en tus ojos, la luz y el calor, en tu ojos estoy completo, en tus ojos veo el umbral de mil iglesias”.

ajenjoverde@hotmail.com