12.22.2011

Atención Sibaritas: La Gatita abre nuevo restaurante



Por Ajenjo


Dicen que para conseguir una mesa en el ya desaparecido restaurante El Bulli de Barcelona, uno de los más famosos delmundo, había que pedir hora con seis meses de anticipación y, así y todo, existía la posibilidad de quedar afuera.
La fama de ese local era por su chef Ferrán Adria, impulsor de la cocina molecular, donde uno se embucha platos onda aire de erizos en gelatina de queso de cabra. Al parecer todo era muy rico, pero personalmente creo que es demasiado cuático, raro, rebuscado y refinado.
Yo siempre lo he dicho y nuncame he escondido de nadie: para mí el mejor restaurante de Chile es La Gatita de Concón, donde los fines de semana puedes llegar a las 13.30 y terminar almorzando a las 16 horas, por la tremenda lista de espera que existe y que se respeta al pie de la letra.
El asunto es que la otra vez, con mi brother fotógrafo, fuimos a este restaurante en busca de relajación y buenos mariscos y pescados. Partimos con unas cervezas Paceñas y unas machas a la parmesana, que traen un relleno al cual somos adictos y repasamos con pan todo el plato, hasta que brilla comoun espejo.
Después me tiré un congrio a la mantequilla y mi amigo su gran debilidad: la reineta margarita.
Estábamos trabajándonos los platos con un San Medín Sauvignon Blanc, deMiguel Torres, cuando la gentil garzona nos advirtió que el 1 de diciembre abrirían un nuevo restaurante.Nos contó que todo el equipo que labora en la actual Gatita, con chef incluido, se trasladarán arriba y al frente, en una estupenda casona (ver foto) de dos pisos, con la tremenda vista y el balcón. Abajo quedará un equipo nuevo y según sus propias palabras, “los precios y la carta quedarán igualitos”.
El nuevo restaurante se llamará “AltoMar by Gatita”y, personalmente, ya me estoy preparando para esta nueva aventura culinaria que nace en la región y que consolidará a este lugar, de camarones, locos y jaibas, como unos de los reinos gastronómicos del país.

ajenjoverde@hotmail.com

Entre el Bar de Pisco y una revisita al Cinzano en Halloween




Por Ajenjo

Decido ponerme para Halloween una máscara de curadito. Para que me quedara bien instalada fui al recién
inaugurado Bar de Pisco, del cerro Alegre, y me pedí dos tragos.Una se llamaba Manzana al Cristal y es muy rico. Obviamente lleva jugo de manzana verde y otras delicias que lo convierten en un licor con  power. Después meman dé otro llamado Menta Bitter. Con este elixir la temperatura corporal me subió a mil y mi señora me llegó a decir queme había sonrojado. Es ultrapowermetal y mi máscara de borrachín quedó casi lista.
Una compañera de trabajo de mi santa y embarazada esposa nos había invitado al Cinzano. Hacía años que no me pegaba esos carretes en el más turístico de los bares porteños. Al llegar, el mozo Juanito nos atendió amablemente (lejos el mejor garzón del Cinzano), y para afirmar mi máscara de beodo me pedí un vodka Stolichnaya con agua tónica y sin limón.
Poco a poco el grupo se fue organizando. Llegó un ciudadano argentino, muy simpático, con su bella novia y otros comensales con los que fuimos empinando el codo y riéndonos a mandíbula batiente.Nos zampamos una pichanga que tenía lengua y dos chorrillanas.
Sólo cuando tomo me dan ganas de fumar (cigarrillos, que quede claro) y decidí salir a quemar un tubo de nicotina en las afueras del local. Ahí pude observar a los jóvenes disfrazados que caminaban con rumbos a alocadas fiestas. La fila para entrar al Máscara era digna de una película de Fellini.Un gordo vestido como Candy era la estrella y todos los que pasaban le gritaban cantando: “la guatona Caaaandyyyy...”. El obeso saludaba de los más feliz.
Cuando escuche La Hiedra, interpretada por la hija del Pollito (que lucía dos cachos rojos que se iluminaban) decidí recordar los viejos tiempos y saque a mi mujer a bailar. Como llevaba mi máscara, no me importaba nada. Abrazaditos escuchamos la letra de esa potente canción y rememoramos juntos a la Carmencita Corena.
¡Pucha que te echamos de menos!

ajenjoverde@hotmail.com

La vida podría convertirse en una máquina de spinning

Por Ajenjo



Despuésde analizar la cantidad de alcohol que uno se manda para adentro los finesde semana no que da otra que buscar formas de desintoxicarse de vez en cuandoy así poder tener una vida más sana y duradera.
A esto se le suma que en unos meses más seré padre por segunda vez y ya tengo su buena cantidad de años acumulados, especialmente en el hígado.Quiero ser un papá que no se esguince un pie cuando juegue, o que quedé con lumbago al levantar a la pequeña (ya que hay 90% de posibilidades de que sea una niña y que se llame Sara).
Una de las formas que encontré fueron los baños turcos, y su sala El Toro, donde transpiras como en un desierto. Es bueno y relajante, pero necesitaba aún algo más. Fue así comopor segunda vez en mi vida
comencé mi aventura en un gimnasio, y esta vez en un sadomasoquista sistema llamado spinning. Todos losmartes y jueves, a la hora de almuerzo, estoy sentado en una bicicleta fija en el suelo, con 12 personas más, y un profesor que pedalea y pedalea como si el mundose fuera acabar.
La bicicleta tiene un mecanismo que puede endurecer los pedales y causar que se ponga “pesada”, como en una subida, y de esa forma sudas la gota gorda heavy metal.
He pensado muchas veces, mientras pedaleo como un loco, que la vida puede compararse a una bicicleta de spinning.A veces se te pone terrible de difícil todo. Hay problemas económicos, de pareja, con los hijos, en el trabajo y sales a la calle y está todo pasado a gas lacrimógeno. Lo único que queda es llorar y llorar. Ahí la bici está en su etapa más dura y apenas mueves los pedales.
Otras veces celebras y festejas. Se abren botellas, la risa cunde y la alegría es el argumento principal de la
vida. Ahí la bicicleta está suavecita y tus pies vuelan en los pedales.
Lo terrible y angustioso es que tu no puedes controlar esos momentos y el mecanismo de endurecer y aflojar la bicicleta no lo tiene la vida.
Todo eso lo pienso mientras pedaleo y pedaleo.
El profe pone música re buena, como Paradise City de los Guns y uno se dispara mentalmente. Pienso en mi hija que vendrá y que será vocalista de rock, dirigente estudiantil, no lo sé.
¡Que salga sanita no más!.

ajenjoverde@hotmail.com

¡Tome Hidromiel!




Por Ajenjo

Hace algunos años se inició todo un debate para saber si los protagonistas de la saga literaria y cinematográfica de Harry Potter bebían alcohol cuando salían de paseo a un pueblo o festejaban al interior del castillo.Harry y sus amigos beben una cerveza demanteca e hidromiel.
Aunque Ud. no lo crea, esas dos bebidas existen y el fin de semana pasado tuve la oportunidad de beber un licor llamado Hidromiel y estaba rico, rico, rico.
Todo comenzó en un departamento, donde nos invitaron a cenar.Uno de los comensales sacó una botella de un aparente vino blanco y explicó que en una visita a un hotel boutique enValparaíso, tuvo la oportunidad de probarlo y le regalaron un botellón. El licor lleva el nombre de fantasía de Luna de Miel y es dulce y rico, con una potencia alcohólica de 8 grados aproximadamente.
El comensal, que es de esos hombres vividores de tomo y lomo, nos explicó que el licor Hidromiel se estaba
fabricando en Quilpué y que era toda una novedad y muy apetecido por los europeos.
También, el sabio y carretero hombre, nos explicó que gracias a este licor las famosas lunas de miel de los recién casados adoptaron este nombre. ¿Por qué?, se puede preguntar el lector desprevenido. En el mundo antiguo las parejas debían beber Hidromiel y aumentaban considerablemente la posibilidad de tener hijos varones.
Esto científicamente tiene su base ya que se han llevado a cabo experimentos con animales y encontrado que se puede incrementar el porcentaje de nacimientos masculinos por alteración del ph del cuerpo. Es conocido que la alcalinidad o acidez del cuerpo femenino durante la concepción puede influir sobre el sexo del nuevo ser. En el fondo el nivel de azúcar en la sangre altera el ph.
Bueno, el asunto es que laHidromiel es una de las bebidas alcohólicasmás antiguas que existe. Dicen que unos panales se les quedaron destapados a unos griegos y la lluvia y con la fermentación lograron esta curiosa bebida. Esa noche nosotros bebimos Hidromiel y la conversa buena onda y las risas inundaron la cálida noche viñamarina.

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11.22.2011

¡ No es una apología al alcoholismo! (Los copetes de mi vida. Parte Final)



Por Ajenjo

La semana pasada me llamó por teléfono un caballero para demostrarme su enojo: “su columna en el diario es una apología al alcoholismo... tenga cuidado con lo que escribe ya que puede dañar a personas”.

A este hecho se le suma una simpática señora que, durante años, ha llamado a la secretaria de nuestro diario para advertirme que si sigo en la senda del trago y el carrete me moriré más temprano que tarde.
Hoy, que cierro la saga Los copetes de mi vida, les aclararé que mi intención jamás ha sido convertir este espacio en una apología al alcoholismo, que básicamente es una enfermedad crónica y habitualmente progresiva producida por la ingestión excesiva de alcohol etílico.
Primero que todo, y aunque les duela amuchas personas, hay que dejar en claro que el alcohol es una droga, igual que la marihuana, la pasta base, la cocaína y el éxtasis. La ingesta de estas sustancias cambia el estado de los seres humanos. La única diferencia es que el alcohol se consume desde los tiempos de Sócrates y es legal, por lo tanto se puede comprar en cualquier lado.
Debido a estos factores, el alcohol es la droga más evolucionada que existe y de esta manera podemos encontrar un whisky de 30 años de antigüedad, que cuesta 200 mil pesos la botella, o un pipeño de mala muerte a 150 el medio pato.
El asunto es que dentro del mundo de las drogas existen los drogadictos, y del copete, los alcohólicos. Estas personas, al parecer, traen un terrible gen de la adicción, que se les despierta con el tiempo y que los convierte en personas enfermas y que causan mucho sufrimiento en su entorno familiar.
En nuestro grupo de amigos juveniles, muchos tomaron trago desde las extremas fiestas universitarias.
Ahora la mayoría tiene su familia y su profesión y siguen bebiendo ron y tinto como verdaderos cosacos. Otros amigos, lamentablemente que tenían el gen de la adicción, terminaron presos o muertos.
Agradezco a Baco que nací sin el gen de la adicción y que me ha permitido beber sin tener los graves problemas que tiene un alcohólico. Esto es como una gran ruleta rusa y el que lo trae debe cuidarse y refugiarse. También deben protegerse los que se toman dos tragos y quieren teñir de puño el carrete, golpean a sus mujeres, a sus hijos o terminan enterrados en su automóvil, en un poste de cemento.
A mi el ron, el vino tinto, la champaña, el whisky, los pisco sour, me dejan feliz, muy feliz. Hablo, hablo y hablo, me río a carcajadas y el tiempo se pasa como en un arco iris de amistad. No sé manejar y jamás me he agarrado a combos.
En síntesis,mis queridos amigos, jamás he realizado una apología al alcoholismo.

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11.03.2011

Soy petrolero ¿y qué? (Los copetes de mi vida 9° parte)



Ser petrolero en Chile significa que uno es bueno para el vino tinto. Onda que uno funciona con esos cañones de tintolio y no de bencina (que sería el vino blanco). A mi me gusta el vino blanco, pero me declaro petrolero de tomo y lomo.
Todo comenzó con un profesor del colegio, con quien armamos uno de los grupos más entretenidos y choros en que he participado. Nos juntábamos los fines de semana a ver películas y las analizábamos.  Discutíamos de la contingencia social y hablamos en contra de la dictadura. El sacó por primera vez vasitos de vidrio y descorchó una botella de tintolio. Al tomar el brebaje todos nos pusimos más inteligentes, nuestras lenguas se activaron, las ideas se hicieron más claras y la risa llegó para quedarse.
De ahí para adelante que me dijeron... y me convertí en un fanático del vinito.
Cuando estudiaba filosofía en la Universidad Católica de Valparaíso, en el convulsionado año de 1988, mis compañeros me pedían que le sacara botellas de vino a mi padre y las llevara a la escuela. Lo hice un par de veces, hasta que mi papá reclamo por la falta de su brebaje. Después comprábamos, a 99 pesos, una botella de tinto en el supermercado, ya que tratábamos de hacerle el quite a las cajas.
Actualmente puedo dar cátedra en el vino tinto. Conozco de cepas, de marcas, de botellas, de corchos, de formas de guardarlo, de los efectos que provoca. Puedo recomendar que tomar para la comida que hay en la mesa y mis papilas reconocen el buen vinito al vinagrillo barato en solo segundos.
Una de las cosas que me da más orgullo de ser chileno es por el vino. Siempre que viajo llevo mi botellín y lo defiendo a muerte en todos lados. ¿Saben porqué en Chile está prohibido tomar alcohol en la calle y en casi toda Latinoamérica si se puede? Por el vino. Esa ley es del tiempo de la Colonia, donde los campesinos y el pueblo en general tomaban tanto vino (que era tan rico) que nadie llegaba a trabajar y todos andaban curados.
Creo que el vino tinto, en su dosis exacta, es sabiduría envasada. Tengo la certeza de que el mundo sería mejor si muchas decisiones se tomaran junto con una buena copa de mosto.
¡Salud!

ajenjoverde@hotmail.com

10.12.2011

Su majestad el ron (Los copetes de mi vida 8° parte)

 Por Ajenjo
 
“Si tuviera un hijo le pondría Ron, comoel amigo de Harry Potter”,me dice uno de mis brothers luego de pedir el segundo trago dorado en el bar Moneda de Oro.
El hecho anterior describe el fanatismo que actualmente tiene los borrachitos chilenos con este tropical destilado, que destruyó el reinado del pisco y se posicionó como una de las bebidas más tomadas en nuestro país.
Yo soy uno de los quemecambié demilitancia. Pasé del pisco al ron y lo primero que obtuve como beneficio fue que las cañas se fueron enterneciendo y los indios de mi cabeza dejaron de tocar el tambor. Actualmente es el trago quemás bebo y lomezclo con Coca-Cola light o zero, para tratar, falsamente, de cuidar un poco mi dañado cuerpo.
En la universidad tomábamos unos rones infernales. Uno se llamaba Caribbean y costaba, al principios de la década del 90, 450 pesos. Hasta lo llegábamos a mezclar con jugo en polvo para tratar de sacarle ese sabor a jarabe. También tomábamos el famoso ron Silver, que tenía ese pirata en la etiqueta y con el que muchas veces tuve trascendentales diálogos sobre mi futuro. ¡Creo que hasta el pirata me habló y me dijo cosas...!
Luego de pasar esa intoxicante etapa universitaria y empezar a ganar más morlacos, me centré en el ron y
especialmente en el Havana. Me gusta tomarlo con bebida, sin limón (ya que según un barman aumenta la caña), y con mucho hielo.
Los garzones Enrique, Fernando yAlonso, del Moneda de Oro, me sirven unos tremendos cortos que, incluso, tengo que dividir en una copa pequeña. En el fondo valen por dos y me dejan feliz,muy feliz. Cuando ya me he tomado dos (que en el fondo son cuatro) toda la vida adquiere otra tonalidad. Los problemas
se difuminan, la risa abunda, el optimismo me toma por asalto y me siento una persona plena, feliz en mi matrimonio y contento con mi trabajo. Sinceramente hablando, tomaría esa dosis todos los días, pero sé que mi hígado, mi cerebro y mi billetera no me lo permiten.
En varios viajes a los países tropicales he conocido variadas formas de tomar ron. En un resort en República Dominicana me daban un trago llamado zombie, que me dejaba muerto en vida.A pesar de todas estas mezclas me quedó con mi ron con cocacolita. ¡Me dio sed!

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10.11.2011

Las poderosas burbujas de la champaña (Los copetes de mi vida 7° parte)



Por Ajenjo

La champaña (en francés champagne) antiguamente era un trago asociado al Año Nuevo y algunos eventos sociales. Se tomaba poco y generalmente eran botellas de mala calidad, incluso le ponían fruta para disimular su mal sabor.

Ahora el panorama ha cambiado y este dorado vino espumante también forma parte de los copetes de mi vida, especialmente por el trago Kir Royal, que se prepara con champaña y licor de cassis. No tenía idea de su existencia hasta que mi bella esposa, cuando pololeabamos, lo pedía en algunos restaurantes. Es de un fuerte color rojo y es muy refrescante. Es un excelente remplazo del trillado pisco sour, que muchas veces me deja con una terrible acidez y su sabor ya me tiene cansado. Hay que diferenciarlo del Kir, que se hace con vino blanco.
Curarse con champaña es algo muy peligroso. Dicen que las poderosas burbujas se van directo al cerebro y distorsionan muy rápido la realidad. Dos copas ya se sienten de inmediato. A las mujeres hay que advertirles que la champaña puede actuar como un “catalizador erótico” y varias han pagado las consecuencias de emborracharse con este trago y terminar pololeando o de novia. Lo que pasa es que es suave y rico y pasa por el gaznate “como agua de la llave”. Yo creo que la culpa de todo la tienen las burbujas.
Una de mis primeras borracheras, siendo un adolescente, fue con una champaña que traía piña. Nos ganamos tres botellas con unos compañeros de curso en la ramada del colegio, para un 18 de septiembre, en ese popular juego donde se lanzan aros de madera. Fue una curadera espantosa, donde invoqué toda la familia Guajardo y el reto en mi casa todavía me duele (arrojé gran parte de la champaña y la piña tomada adentro del closet de mi pieza).
La champaña también ha estado asociada a la elegancia, Europa y todo lo refinado. El mito decía que en los restaurantes franceses pedir una botella de Don Pérignon (la champaña más famosa y exclusiva), podía costar más caro que los pasajes de avión.
Ahora está de los más “in” pedir una copa de champaña en los restaurantes o llegar con una botella para un cumpleaños. Pero hay que dejar en claro que si uno va llevar una champaña a una casa tiene que ser buena. Nunca, pero nunca, una que tenga piña.
Personalmente yo prefiero la champaña denominada como Brut. La encuentro más seca y con más power que las otras. Una que es bastante buena es una que tiene una etiqueta naranja, creo que de Undurraga. El año pasado un santiaguino me trajo de regalo una champaña de la marca Casillero del Diablo, para que festejáramos la llegada del Nuevo Año pero terminó tomándosela solo (conducta típica de los capitalinos).
Ahora la champaña ya no se puede llamar de esta manera en Chile, ya que los franceses lo tienen como denominación de origen exclusivo para su país. En las etiquetas de los espumantes chilenos no puede salir la palabra champaña, pero todos seguiremos llamando de esta forma a este rico y elegante vino espumante (salio verso sin menor esfuerzo).

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El dorado placer del whisky (Los copetes de mi vida 6° parte)

Por Ajenjo


Desde que tengo uso de razón que el whisky siempre ha sido uno de los tragos que más impacto causa en la gente, no sólo por su sabor, su efecto cerebral y toda la onda que lo recubre, sino que también porque su efecto cañero es casí mínimo.

En mi niñez vivía en Venezuela y recuerdo a mi padre cargando cajas de Chivas Regal que llegaban de la Isla Margarita (zona franca). En ese tiempo no tenía la noción de que ese whisky específico es uno de los más ricos que existe y, había tanto, que los venezolanos lo mezclaban con ¡Coca Cola!, que ahora sería un pecado capital. Actualmente, y gracias a mi suegra, me he hecho un poco adicto al whisky con bebida, pero del que obviamente es más baratillo que un Chivas Regal.
Como ya les había relatado, uno de los licores que probé cuando era niño era el whisky, ya que debía preparáselo a mi padre, quien me había designado como su pequeño barman. Ese sabor quedó atado a mis neuronas memoriales y ahora, cuando lo bebo, vuelvo a los tiempos en que subía por la escalera de la casa de Chorrillos, en Viña del Mar, con un vaso largo, dos hielos y la pócima favorita de papá.
Uno de los que más me gusta es el whiskey (ya que no se llama whisky por prohibición escosesa) norteamericano Jack Daniels. Cuando cumplí cuarenta años, mi brother fotógrafo me regalo una botella especial, como el diseño de una gran petaca. Recuerdo abrir la botella a las doce de la noche y empezar a tomársela altiro, a lo puritano. Es el trago de los rockeros descarriados y locos. Una vez vi a Charly García, en un íntimo recital en el House Rock que existió en Valparaíso, donde casi se bajó una botella entera.
Personalmente considero al whisky un trago noble, pero muy fuerte para el cuerpo. A veces, cuando se me pasa la mano, me salen aftas en la boca, debido a lo calórico del líquido, que llega a quemar las mucosas. Por eso he decido abandonar ese placer de chocar los hielos con el dorado líquido adentro y mezclarlo con bebida para suavizar su power.
En Chile uno de los whiskys que más se toma en momentos importantes es el Jhonny Walker (o Juanito caminante). Una vez fui a un cuco matrimonio en Santiago, donde servían a granel el que tiene la etiqueta negra. Te puedes tomar un litro y siempre mantendrás la dignidad y en la mañana no sentirás nada en tu cabeza. Jamás he probado los que tienen etiqueta verde o azul, que son licores con muchos años de guarda y que seguramente, al beberlos, te pueden curar de cualquier enfermedad.
Sin duda que el whisky siempre estará dentro de mis tragos preferidos, pero como todo lo bueno en la vida, hay que tomarlo con moderación y cuidado. ¡Donde la viste!

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9.08.2011

Esos típicos bajativos chilenos. (Los copetes de mi vida 5° parte)



Por Ajenjo


Quién no se ha tomado una menta, un amaretto, una manzanilla o un fernet en esas copitas chicas que sirven en los típicos restaurantes chilenos?

Personalmente tengo que declarar que a mí me encantan y siempre trato de exigir mi copita de menta frappé o del mítico licor Araucano, que se fabrica secretamente en la calle Yungay de Valparaíso.
Tuve un amigo reportero gráfico que terminó en una clínica de desintoxicación por el licor Araucano. Se compraba un botellón, con ese indio cara de loco en la etiqueta, y lo distribuía en petacas que guardaba en su bolso y que iba tomando a diversas horas del día para, según su versión, calmarse. Ahora ya no toma nada de nada y todos lo apoyamos.
Una vez, en el bar Inglés, tuve la oportunidad de beber una menta que cuesta 18 lucas la botella. Fue exquisito y la garzona Celia lo sirvió en copones llenos de hielo picado. La menta frappé siempre ha sido asociado con “las mujeres alegres”. Yo la encuentro bueno y refrescante.
El amaretto es bueno, pero muy dulce. En Chile lo fabrican con los cuescos de los duraznos, pero los buenos, buenos, son de almendras.
De todos estos bajativos, el que me dejaba más loco y que, hasta este momento, no le encuentro competencia, era el limonchelo del Caruso de Javi Luco. Recuerdo haber salido “en andas” de ese local, luego que Hugo Navarro (quien se pegó el tremendo viaje a Ibiza) nos sirviera tres rondas seguidas.
Mi santa y hermosa esposa no bebe estos bajativos, pero la tengo totalmente adiestrada para que siempre pida el suyo y así me lo bebo yo, sin mayores problemas.
En el último tiempo he estado abusando de la menta frappé de La Gatita, en Concón.
Si fuera millonario siempre me tomaría de bajativo un buen vaso de whisky, con un chorro de amaretto y grandes rocas de hielo, pero ahora me conformo con mi pequeño vasito de licor verde con su pajita tricolor.

ajenjoverde@hotmail.com

9.02.2011

Los peligros del vino blanco (Los copetes de mi vida 4° parte)



Por Ajenjo

Creo que existen muy pocas cosas que superen un erizo fresco sobre un pan con mantequilla y una copa de Sauvignon Blanc helado.

De los vinos blancos, esa cepa es la que más me gusta, ya que siento que tiene un punch power cerebral bastante potente y que, en cuestión de segundos, anestesia el cerebro y llama a la conversa entrete.
Me costó aprender a tomar vino y especialmente el de color blanco. Lo encontraba muy ácido, muy fuerte y creo que fueron experiencias que estaban relacionadas a malos mostos, de esos que se le echan a los melones en largos y distorsionados días de playa. Las cañas eran terribles.
Cuando el billete permitió comer y tomar mejor tuve la oportunidad de probar los J. Bouchon, que la ex dueña del Caruso (a quien ahora le llamo “la Camila Vallejos de los cerros porteños”) tenía en la carta. Esos ceviches mixtos con ese vino provocaban que los pensamientos se convirtieran en luciérnagas de placer.
Para mi los vinos blancos son peligrosos, ya que son mucho más acelerados que lo tintos. A veces llegó a un restaurante y como aperitivo me tomó un copón y quedó transmitiendo como recién operado. Muchas veces quedó con un leve dolor de cabeza que me hace arrepentir de la elección. He probado el Sauvignon Gris y es totalmente recomendable. También he pedido el Kir, que es vino blanco con licor de cassis y que si lo cambias por champaña se llama Kir Royal.
Otra de las características es que hay que mantenerlo siempre helado. No soporto cuando en los restaurantes dejan la botella solitaria, sin su correspondiente hielera, ya que el vino blanco caliente es intomable.
Ahora que se nos viene el verano es exquisito mantener una botella del año metida en el refrigerador (no en el congelador). Así se puede comprar unas machas y prepararlas a la parmesana, mientras se bebe en forma tranquila.
A pesar de los peligros, me encanta el vino blanco helado y sobre todo, su rápido y poderoso efecto.

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8.25.2011

Ese atractivo gusanito del Mezcal (Los copetes de mi vida 3° parte)



Por Ajenjo

Hace muchos años que no pruebo el tequila y el mezcal. No puedo sentir ni siquiera su olor, y cuando estuve un mes recorriendo el norte mexicano sólo me dediqué a tomar cerveza (michelada), vodka y ron. No probé jamás este fuerte licor que sale de un tipo de cactus bastante raro.

En mi época universitaria nos dio por tomar tequila en vasitos chicos, que ahora los cuicos le llaman shot. Eran los famosos golpeaditos. Mi amigo el arquitecto estaba de cumpleaños y se había comprado una botella de tequila. Llegué temprano para organizar la fiesta y su madre nos dio una once típica chilena, con mucho pan batido con palta y té. Antes de que llegaran las chiquillas hicimos una competencia de golpeaditos en su pieza, con sal y limón, como obligaba el alcohólico ritual. Cuando íbamos por el tercero se me accionó un reflujo gástrico terrible de fuerte y, como la mejor escena de Linda Blair en El Exorcista, lancé afuera medio kilo de pan con palta. Con mucho papel confort y un trapero traté de limpiar rápidamente, pero el olor era tan repugnante en la pieza que terminamos haciendo el cumpleaños en otro lado.
Antes de ese evento, que marcó mi vida con ese trago, era seco para comerme el gusano del mezcal. El barman de El Dique, un local rockero pesado que estaba al lado del Proa, siempre que me veía llamaba a sus amigos para mostrarle como me tragaba el gusano, sin antes exhibirlo en la boca. ¡Las tonteras que uno hacía!
Mi padre viajó a México y me trajo una polera y un envase negro con el famoso mezcal Gusano Rojo. La polera era muy bonita y la use hasta que le salieron hoyos en la espalda.
Un Año Nuevo en Valparaíso llegaron unos mexicanos por el Carnaval Cultural. Eran charros de un grupo de música y me topé con ellos en el Museo Lord Cochrane. Yo andaba con una petaca de pisco y les dije: “este copete es como el tequila y si son tan machos tómenlo sin bebida”. Uno de los músicos, creo que el trompetista, se bajó la petaca entera, casi de un solo trago y después andaba pintando los medios monos. No podía ni tocar.
Ahora el olor del tequila me desagrada (antes me daba arcadas) y sólo es un buen recuerdo de juventud.

ajenjoverde@hotmail.com

8.18.2011

El poderoso power del vodka (Los copetes de mi vida 2° Parte)


Por Ajenjo

A finales de los años 80 empezaron a llegar las primeras botellas del famoso vodka ruso Stolichnaya a los supermercados del país. La botella, con un diseño bastante ordinario, no era muy cara y fue la puerta de entrada para conocer este exquisito trago que, personalmente hablando, tiene un terrible punch power energético en las neuronas.

Al principio los Stolichnaya venían sin dosificador de plástico y en botellas de tres cuartos y de litro. Corrían muchos rumores de que en Paraguay se falsificaban y el mito hablaba, incluso, de gente que había quedado ciega con este trago. Puras mentiras.
Cuando estaba en la universidad nos fuimos a veranear a Maitencillo. Con mi amigo, el arquitecto, nos comprábamos, por sólo 700 pesos, un vodka chileno llamado Siberia. Era como tomar alcohol de quemar y las cosas que nos pasaron, después de vaciar esa botella, están guardadas en la memoria de la risa y la vergüenza.
Con platita en el bolsillo pude conocer el Absolut y todos sus sabores. ¡Qué botella más linda y que licor más rico! Un brother me regalo la versión rockera de este licor sueco. Venía forrado con cuero y puntas metálicas. Lo mejor es guardar la botella en el congelador (no se convierte en hielo, solo se espesa) y si uno anda medio nervioso, mandarse un trago chico. Pasa por el gaznate como el mejor remedio para el cuerpo y la mente.
Para un recital de Andrés Calamaro, en el pésimo espacio Riesco, entramos, con un brother fotógrafo, unas petacas azules de un vodka llamado Sky. Cuando fuimos a comprar alguna bebida blanca para echarle, nos encontramos que no había nada de nada para mezclar. La bebimos al puritano y fue una experiencia bastante buena y distorsionada.
Diego Maquieira, el gran poeta, casi queda ciego con tanto vodka y dicen que el suelo de su casa llego a estar lleno de botellas. Ahora ya no bebe.
Las mujeres alcohólicas lo prefieren ya que no deja aliento y les permite pasar inadvertidas frente a su adicción. Personalmente creo que el buen vodka es un trago estimulante, que te lleva a buenas conversaciones, al baile y al carrete. Último consejo: denle harto vodka a una mujer que deseen... y después me cuentan.

ajenjoverde@hotmail.com

Mi nostálgica relación con el pisco. (Los copetes de mi vida 1° parte)



Por Ajenjo


Cuando siento el dulzón olor del pisco con Coca Cola y hielo se me viene a la mente un montón de recuerdos de mi ya desaparecida juventud física, donde éramos capaces de bajarnos un Capel de 35 grados a medias con un amigo y salir a la calle pensando que estábamos súper bien (y dejábamos las medias embarradas).

Mi socio, que actualmente es un arquitecto que trabaja en la muni de Viña, vivía en la calle Quillota y tenía (todavía la tiene) una mamá súper buena onda. Ella nos advirtió que si seguíamos tomando en las escaleras de Valparaíso o en las plazas terminaríamos detenidos o asaltados por delincuentes. “Beban en la casa, si ustedes son todos estudiantes universitarios e inteligentes”, nos dijo la tía. Fue así como todos los viernes llegábamos con la roja botella de Capel o la negra botella de Control a la casa de mi brother, donde charlábamos y hacíamos la previa, antes de tomar la micro a Valparaíso y llegar al Proa al Cañaveral, lugar donde bailábamos y seguíamos bebiendo.
Recuerdo una botillería, en los alrededores de 15 Norte, en Viña, donde nos vendían los combinados preparados. Era una señora que mezclaba las botellas altiro, por un poco más de plata, y uno salía con su cantimplora lista para la foto. Muchas veces las tomábamos en la misma micro, con el vasito plástico.
Era el final de la negra década del 80 y el comienzo de los agitados 90. En los supermercados sólo se vendía pisco (a un precio alcanzable para universitarios) y era controlado por dos empresas. Pronto empezaron a subir de graduación alcohólica y terminamos tomando uno de 45 grados, que era súper doradito y que te dejaba terrible de loquito.
Desde que era niño le preparé los tragos a mi padre. El tomaba whisky, que duraba los diez primeros días del mes, y después pura piscolita. Yo se las preparaba y mientras subía la escalera a su pieza me pegaba la probada. “Está muy débil”, decía dentro de mi cerebro y bajaba a tirarle más agua de fuego.
Ahora ya no tomo pisco. Creo que si uno bebe mucho de un trago específico termina por llenar la cuota y después ya no lo puede ver más. Hace un par de año no soportaba ni el olor, pero ahora, como que me viene la nostalgia y las ganas de mandarme mi piscolita.

ajenjoverde@hotmail.com

¿Por qué La Gatita es uno de los mejores restaurantes de Chile?


Por Ajenjo

Casi la mitad de mi sueldo me la gasto almorzando y cenando en restaurantes. Es una de las cosas que más disfruto en la vida, especialmente cuando uno está acompañado de buenos amigos, bellas mujeres, conversa entrete y mucho vino y pisco sour.

Trato de ir siempre a lugares diferentes, pero cuando uno es bien atendido, la comida es rica y la boleta final es justa, uno se convierte en adicto.
Eso es precisamente lo que me pasa con La Gatita, de Concón, donde por lo menos dos veces al mes me dejo caer suavemente y me doy unos pataches exquisitos y queme llevan a asegurar que este restaurante es uno de los mejores de Chile.
Mi plato preferido se llama La Gatita. Tiene machas a la parmesana, camarones a granel, jaiba desmenuzada y loco. Las machas a la parmesana tienen una mezcla de crema y queso que jamás he logrado repetir en la cocina de la casa.
Todo está ultra fresco y muy sabroso.
Personalmente durante años no comí jaiba. Quedé traumado ya que tuve que ir a cubrir la sacada de un cadáver del mar, en la playa La Boca. El cuerpo sin vida estaba blanco transparente y de su boca salían jaibas vivas. Los pescadores me contaron que estos bichos se comían todo el interior de los cuerpos. “Son como pirañas”. Durante años recordé esta visión, pero en La Gatitas la jaiva desmenuzada es tan rica, que fue capaz de matar mi trauma.
Este plato es para compartir entre cuatro personas. De segundo me gusta el congrio a lo pobre o a la margarita. Todo es abundante y con un sabor espectacular.
Cuando uno llega a este restaurante hay que anotarse en una lista ya que siempre está repleto. Pueden pasar dos o tres horas de espera, pero a mi no me importa. He aprendido a pulir mi paciencia a la espera de los ricos manjares marinos que sirven. La atención es simple, rápida y sin atados.
Hay buenos vinos y todo tiene el precio justo, sin ridículos sobrecargos.
El secreto de La Gatita está en su humildad y excelencia.

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La noche en que el escritor Victor Rojas se llevó mi sombrero

Por Ajenjo

Hace como siete años, cuando era un fanático de Alexander De Large, el protagonista de La Naranja Mecánica, me compré un sombrero de hongo o bombín, que me lo llevaron en una gran caja al hotel donde me estaba quedando en Buenos Aires. El sombrero nunca me quedó bien, ya que lo compré a pedido por internet y, al parecer no me medí muy bien la cabeza.
El viernes pasado estábamos celebrando mi cumpleaños. Alas 2 de la mañana mucha agua había cruzado por el río (bueno, no precisamente agua). Alguien encontró el sombrero en la biblioteca y se lo puso. Era el escritor y cronista Víctor Rojas, a quien le calzó como un anillo al dedo. Por lo que supe días después, le dije que se lo llevara, ya que nunca lo había podido ocupar y a él le quedaba muy bien.
Supe de este “desprendimiento alcohólico”a través del chat de Facebook, cuando el propio escritor me dijo que tenía mi sombrero, que a todo esto es muy fino y caro.
A eso se suma que no abrí ningún regalo. A todo el mundo lo hacía pasar a la casa y dejaba en una esquina los paquetes de colores, a la espera de que en algún momento de la noche los abriera. Todos se fueron (¡este año no tuve que echarlos!), menos uno que estaba agarrado a la lavadora y no podía moverse.
Al otro día me encontré con varios libros, especialmente uno que recopila fotos y textos del cineasta Stanley Kubric. Es de la potente editorial Taschen y está de lujo. También encontré una petaca metálica con símbolos de la antigua Rusia (el martillo y la hoz) y varias botellas de licor: vodka, ron y mucho vino tinto.
Ahora, cuando la resaca del cumpleaños ya pasó, pienso en mi sombrero de hongo, que ya está en otra cabeza y que ojalá tenga un destino honorable.
Lo que se da no se quita y eso es la pura y santa verdad.

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8.16.2011

Más perdido que el Teniente Bello


Por Ajenjo

Son la una de la mañana y me encuentro afuera del local rockero La Cantera, en el corazón del barrio Chino de Valparaíso. Mi brother le pregunta al tipo de la puerta: ¿Hoy hay un homenaje a The Doors y Jimy Hendrix por Los Sombras Púrpuras? ¿Verdad? El tipo le pone una terrible cara de interrogante y le dice: “ nada que ver, está tocando Leo Quinteros y Diego Peralta”.

¿¡Cómo!?, le digo yo con cara de semi enojado y desubicado.
Al final entramos a tomarnos unas chelas. Bajé por algunos minutos a mirar al cantante. Me aburrí como una ostra, ya que ese día me había preparado mentalmente para The Doors y Hendrix, pero bueno... la vida es así.
Ese sábado comenzó con un regado almuerzo en la casa de una familia amiga. Como a las seis de la tarde, y ya con los labios morados y el cerebro entrampado en vino tinto, recorrimos la Avenida Alemania y entramos a una exposición en una casa del cerro Yungay, que en mi juventud conocí ya que era habitada por tres hermosas estudiantes de sicología de la PUCV. Ahora es una sala de arte, donde un artista presentaba dibujos y otro unos inmensos telares fabricados con jockey. Estaban bien potentes, especialmente uno de calavera.
Después seguí con rumbo a la antigua Ratonera, donde vi la obra de Teatro “Mi Marilyn Monroe”, interpretada por Carmen Barros. La octogenaria actriz se manda el tremendo papel. La señora canta, baila y actúa, convirtiéndose en todo un ejemplo para las personas de la tercera edad que se encierran en sus casas y viven quejándose todo el santo día. Si llego a los 80 años, quiero tener esa fuerza, vitalidad y claridad mental.
A la salida me encontré con mi brother que transmitía y transmitía con el recital homenaje de Los Sombras Púrpuras. El pobrecito estaba más perdido que el Teniente Bello, pero su intención igual era buena.
Al final terminé chupando cerveza como condenado, mientras batía y batía la lengua y abajo, en La Cantera, los trovadores cantaban sus temas de amor y desamor.

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Entra la locura del sicofolclor y los recuerdos del bar Mariella



Por Ajenjo

Mi esposa (que ya no es tan santa) me dice que irá a una despedida con sus compañeros de trabajo al pub “La Piedra Feliz”, que es catalogada por un brother como “La ciudad del pecado”(onda “Sin City”). Aprovechando mi viudez del viernes en la noche, me meto a Facebook, y me doy cuenta que Umbría en Kalafate tocaba en el Teatro Mauri y lanzaba su nuevo disco a los cuatro vientos.

Hago un par de llamadas y algunos socios engancharon con el carrete.
Bajo al plan para buscar un colectivo que me lleve al Teatro Mauri, cuando siento que alguien me toma de mi chaqueta y literalmente me secuestra hacia el bar “Mariella”, de la Subida Ecuador. Es mi viejo amigo Radye, quien junto a su bella novia, se tomaban unos vinos junto al dueño del local.
En la década del ’90 tuve la oportunidad de recitar poesía en ese bar. Eran tiempos de mucha locura acumulada, de tomar hasta perder la conciencia en medio de los gritos de muerte del siglo que se iba. Me bebí una chelita de litro junto a Radye y subí a las alturas de la Avenida Alemania.
El Teatro Mauri estaba repleto. Yo me aseguré con mi petaquita de ron Bacardi en el bolsillo y pagué las dos lucrecias de la entrada. Adentro estaba muy buena onda y pudimos llegar hasta adelante, donde habían sillas plásticas para ver elshow sentado.
Hace ocho años, escribí la segunda columna “Crónicas de Medianoche”, sobre este grupo. Tocaban en el Sindicato de Estibadores y el crítico musical René Cevasco se las daba deDj. Mucha agua (y vino) ha cruzado por el río desde esa época, pero sentí que los sonidos guardaban la misma potencia y energía de esos años.
A la bajista, Pax, la conocí en la universidad. Nunca fuimos amigos amigos, pero sí compinches de carretes fuertes . Ella, muy buena onda, me reconoció y me saludó.
Cuando iba a salir al escenario llevaba una vara con una gran pelota de incienso en la punta, como una sacerdotisa del sicofolclor. Al pasar por mi lado, me tocó la cabeza y me sentí bendecido por esta música que seguiré escuchando hasta que no exista ningún árbol en la tierra.

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La Cuisine o el restaurante que me gustaría tener en mi vida



Por Ajenjo


Una de mis metas es lograr montar un pequeño restaurante en algún momento de mi vida. Me lo imagino pequeño, con una seis o siete mesas, manteles cuadriculados de color azul y rojo con servilletas de género. Me gustaría servir pescados frescos y pastas, además de ricos postres. Una breve pero buena carta de vinos y cervezas. Un lugar cálido, amable, buena onda, sin grandes pretensiones, sin precios inflados, sin comida con nombres exóticos como “espuma de jaiva en aire de palta”. Un lugar don de un joven pueda pedirle formalmente a su pareja ser su novia, donde se escuchen conversas de cine, de libros, de política, de hijos, de la tele. En resumen, un restaurante donde uno vaya y diga: “pucha que estaba rica esta cuestión y no era nada de caro”.Mi proyecto no está ligado a enriquecerme. Quiero terminar mis días cocinando en mi querido restaurante.
Hay un restaurante en Viña del Mar, que conocí gracias a dos bellas mujeres (una era mi santa esposa) y que podría tener ciertas características que lo acercan a mi sueño: LaCuisine.
Aquí la onda es francesa, como estar en un pequeño local al lado del Sena. Debe tener seis mesas dentro del local, que son las que me interesaron.
Deben caber unas 20 personas. Era un martes y obviamente estaba todo lleno. Pedimos el menú.
Me llegó una palta rellena. Lamentablemente, la palta estaba más dura que una roca, pero el relleno era para llorar. Mis acompañantes pidieron una sopa, que también estaba deliciosa. Después apareció una merluza austral, acompañada de una salsa de mariscos. Todo exquisito, exquisito, exquisito.
De postre un panqueque con helado. Bueno también.
Todo debe haber salido por siete mil 500 pesos por persona, con bebida chiquitita incluida.
El restaurante te invitaba a la buena conversa, de filosofía, de la vida, de la muerte y el más allá. Megustó mucho y sentí que por ahí va la mano. Quiero algo no tanf rancés, más italiano y porteño.
Ojalá me resulte y ahora a estudiar cocina.

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Con la luz apagada en las noches luminosas de los cerros porteños



Por Ajenjo


Parece un chiste, pero es la realidad. Se me anduvo apagando la luz en una actividad denominada“NochesLuminosas”, que el fin de semana pasado se realizó en los cerros Alegre,Concepción, Bellavista y Cárcel de Valparaíso.
Todo comenzó a las 13.30 horas, en un tradicional asado hogareño.Compré empanadas de pino en Las Famosas y masa de sopaipillas congeladas en Los Ferruzola, además de un costillar y lomo vetado para la parrilla. Mientras freía las sopaipillas y esperabala llegada del pebre, que prometió traer un brother que vive en Mantagua, me encontré
con una botella de vodka Stolichnaya en el congelador del refrigerador. Ahí comenzó el error. Me tome algunos vasillos del licor ruso con aguatónica y la goma de borrar en las
neuronas comenzó su maldito efecto.
Llegarontodos los amigos, con guaguitas y niños incluidos.Yo freía y freía sopaipillas, mientras calentaba las empanadas y preparaba el carbón en la parrilla. El vodka seguía y seguía haciendo su efecto.
Almorzamos como a las cinco de la tarde y la conversa de sobremesa estaba bastante entretenida, con varias botellitas de vino incluidas, hasta que alguien dijo: vamos a una feria de diseño que hay en la sede de Balmaceda 1215, cerca de la calle LautaroRosas”. Para allá partimos.
Recuerdo,no con mucha claridad, comprar unos bombones de chocolate con diversos aromas de hierbas. También unalibreta roja que le regalé a mi hijo. Cuando nos estábamos retirando decidí bajar por una calle empedrada y me tropecé. Las risas continuaron de inmediato y me apoyé con una mano y mi rodilla derecha. Luego di
una vuelta de carnero y me paré rápidamente. Las carcajadas continuaron y cada vez eran más sonoras.
Al llegar a la casa me di cuenta que mi nuevo pantalón, que sólo llevaba dos posturas, tenía un gran hoyo. “Al zurcidor chino”, dije en forma positiva, mientras todos los invitados me miraban con cara de “la sacaste barata con esa tremenda caída”.
A veces pienso que tengo un ángel que me cuida y que debe estar hasta la coronilla de tanto trabajo.

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6.30.2011

En un tour chelero por Valparaíso



Por Ajenjo

Cuando estudiábamos en la universidad tomábamos sólo cerveza Escudo ya que tenía los buscados 5.5 grados alcohólicos que necesitaba nuestro juvenil cuerpo.

Es que en ese tiempo las monedas escaseaban y la mayoría de los estudiantes se tomaba la plata para la micro y las fotocopias y al final uno volvía a su casa a pie y con un tremendo dos en la prueba. Creo que si se pudiera cuantificar la cantidad de cerveza que bebimos con mis amigos durante los cinco años de universidad podríamos llenar fácilmente varias piscinas olímpicas.
Todo comenzaba a las 10 de la mañana, con un simple: “¿Para que vamos a entrar a clases si ese viejo habla puras estupideces? Vamos a tomar al Club Social o simplemente a las escaleras del cerro Recreo”. Siempre se compraba Escudo, ya que la Cristal tenía menos grados alcohólicos y un sabor aguachento que hasta el día de hoy no soporto.
El fin de semana pasado tuve una ilustre visita en mi casa. El amigo se declaró cervecero fino y lo llevé por un tour chelero por diversos lugares, onda cuicoide, de Valparaíso.
Primero caímos en un clásico: El Vinilo. Ahí nos mandamos unos botellines de la cerveza Cerro Alegre, que produce mi amigo personal y dueño del boliche Alan Lara. Eran rubias y estaban bastante frescas y con harto sabor a líquido artesanal.
Después de eso llegamos al paraíso de las chelas: El Irlandés. Ahí yo me tomé una cerveza norteamericana de marca Rouge, de 11 grados, que parecía que la hubieran hecho en la planta nuclear de Fukushima. Mi amigo se tomó una cerveza belga de ¡5 lucas! y también de 11 grados. La probé y era una verdadera exquisitez. Me explicó que los belgas son los maestros mundiales en el arte de hacer cervezas, ya que por cientos de años el dorado líquido estuvo bajo el mandato de los monjes, que al parecer, eran terribles de curados. Lo importante es que salimos muy felices y contentos de El Irlandés. Al otro día lo llevé a comer calugas de pescado al Caruso y probamos unas Damm, que venían de Barcelona. Simplemente una delicia.
Y le dije que no se podía ir sin probar la Cerveza del Puerto, que los hermanos argentinos hacen en la ciudad hace unos años y que ya es famosa en Chile por su power y su rico sabor.

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Los mejores: Allegretto en el Concepción y La Cocó en el Alegre


Por Ajenjo

Mi hijo es fanático de la comida italiana y decidimos ir a comer al  Allegreto” (Pilcomayo 529), uno de los lugares emblemáticos y famosos del astronómico Cerro Concepción. Hace miles de años, cuando vivía cerca de la plazuela San Luis, me tiraron una publicidad donde se ofrecían llevar pizzas a la casa. No era cualquier pizza, eran gourmet. Recuerdo que pedimos una con salsa blanca y vegetales y una rubia, acompañada de su hijito, llegaron hasta la puerta con el sabroso producto. Eran los comienzos del “Allegreto”, ahora con hostal incluido.
El ambiente exquisito. Pocas mesas, poco ruido. La conversación de unos gerentes santiaguinos, a gran volumen, entorpecieron un poco la buena onda. Con mi bella esposa nos comimos una pizza con nombre de ascensor ¿Polanco?, puede ser, pero no tengo la seguridad. Estaba para rechupetearse los dedos. Todo acompañado de grandes shop. Mi hijo se comió, para mi gran impresión, unos ñoquis con salsa blanca, tocino y vino blanco. Se lo zampó todo y cuando le dijimos que la salsa estaba cargada al vinito, se sugestionó, y se mandó una parodia de borracho que nos sacó lágrimas de las risas.
En síntesis, todo rico, bien atendido, del uno y lo mejor, que los precios son realistas, accesibles, alejado de toda esa maraña arribista, donde para que la cosa funcione los platos deben costar más de 10 lucas y, para más remate, quedan en la muela.
Lo nuevo que encontré hace poco en el Cerro Alegre fue la sanguchería “La Cocó” (Montealegre 546). Al parecer es de una santiaguina que se instaló donde funcionó, fallidamente, un salón de te estilo alemán. Aquí también el ambiente es re buena onda. Uno se siente mochilero en su propio cerro. Escuchas conversaciones de viajeros y en diferentes idiomas.
Personalmente soy adicto al pan y los sandwich. En la semana me como entre cinco o seis, incluyendo su completito loco. “La Cocó” tiene pancito amasado propio y hay miles de ingredientes, carnívoros, vegetales y marinos, para instalar en la miga.
Imagínense que hay hasta de lengua... toda una delicia. Me tomé una limonada gigante a la albahaca, que me quitó toda la sed del mundo. Lo mejor de todo es que hay ¡derecho
a corcho!, es decir que uno puede llegar con su propio vino y por 2.200 pesos tomárselo en el local, acompañando los ricos emparedados. Para ser una sanguchería, lo  precios están relativamente caros, pero vale la pena gastarse unas lucas en estas delicias.
Seguramente pronto tendré que abandonar estos cerros y creo, sinceramente, que lo único bueno es que bajaré como 20 kilos de peso y dejaré de llegar a fin de mes con mi cuenta corriente en 0 y la línea de crédito destruida. Pero en fin, ¿quién te quita lo comido, lo bailado y lo...?

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Desintoxicándose en los míticos baños turcos de Valparaíso


Por Ajenjo

En los meses de abril y mayo mi cuerpo sufre un proceso de intoxicación más profunda de lo normal. A esto hay que sumarle el recital de Slayer, en Viña del Mar, que me dejó
con el cerebro como huevo revuelto.
Siempre me llamó la atención que el guitarrista de los Rolling Stones, Keith Richards sufriera transfusiones de sangre completa para poder desintoxicar su cuerpo de la mala vida.
¿Qué puedo hacer yo?, le pregunte a mi brother del diario. “Vamos a los baños turcos que están al frente del Parque Italia”. Fue así como el martes pasado, aprovechando que hay una promoción de siete lucas, partimos por primera vez al mítico lugar del cuál muchos hablan y muy pocos conocen.
Hay que decir la verdad: cualquier sitio donde andan muchos hombres semi desnudos, da para hablar y crear rumores y mitos.
Un poco asustados llegamos a la entrada, pagamos nuestro boleto y subimos al tercer piso, donde están los famosos baños turcos. Ahí un par de dependientes nos explicaron el asunto. “Primero tiene que cambiarse de ropa en un box que quedará errado con candado. Ahí hay chalas y una sabanilla blanca. Si quiere lleva la llave o la deja aquí”. Yo llevaba mi traje de baño y mis chalas personales, por lo tanto no utilicé esos utensilios. Después nos hicieron un rápido recorrido.
Primero está el sauna seco, de madera, que adentro tiene rocas volcánicas. Después atravesamos un pasillo donde varias personas, de la tercera edad, descansaban en sillas
de plástico. Llegamos hasta una pequeña piscina de agua fría. Posteriormente atravesamos una sala donde habían un hombre desnudo que era frotado con un guante (esa parte fue cuática). Pasamos por salas de sauna con vapor y llegamos finalmente al Toro. La sala El Toro es heavy. Deben haber como 100 grados y la sensación del calor corporal es tremenda. Hay que darse una ducha fría cada un minuto para soportarlo. Ahí, en El Toro, uno se da cuenta como el cuerpo bota todo lo malo, pero que en un momento fue bueno.
Estuvimos como 45 minutos rotando de sala en sala. Los hombres circulaban con sus sabanitas en la cintura y otros simplemente desnudos. Nadie pesca y se habla muy poco, ya que el cansancio es tremendo.
Cuando salimos, nos encontramos con un bar y nos tomamos dos cervezas Corona, mientras el dependiente nos preguntaba: ¿y, como estuvo? Le dijimos que estaba bueno y que realmente nos sentíamos desintoxicados. Al lado un hombre revisaba su notebook y se comía una parrillada. Hay pantallas gigantes con noticieros y todo es organizado.
Realmente se pasó y creo que volveré en algunas semanas a botar toda la bohemía que se junta en el cuerpo...

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Día del Patrimonio o cómo debería ser Valparaíso siempre


Por Ajenjo


Para ser sinceros mi cabeza sólo piensa en el histórico recital de Slayer, que hoy se efectuará en el Gimnasio Polideportivo de Viña del Mar. Mientras leen esta crónica, yo estaré comprando pescados y unos buenos trozos de carne, ya que junto a otros brother mutantes celebraremos la previa del recital con un ceviche, un asado, litros de cerveza, vino, vodka y ron.
Pero vamos a lo nuestro. El fin de semana pasado se celebró el Día del Patrimonio y viví una jornada de excelencia, que demuestra que con organización y empeño la ciudad puede transformarse en un verdadero espejo de su pasado y mostrar a turistas y sus propios habitantes lo hermoso que alguna vez fue esta urbe puerto.
Primero fui a escuchar un concierto de órgano a la Iglesia anglicana del cerro Concepción. Mi hijo me acompañó y llevó un libro para leer. A mi casi se me caen las lágrimas cuando el organista tocó uno de los temas de la película La Misión (El Oboe de Gabriel).
Después nos fuimos a tomar un chocolate submarino en El Desayunador. Es un gran tazón de leche caliente con una gran barra de chocolate que se va deshaciendo lentamente. Eso actuó casi como una Red Bull y seguimos el recorrido tomando gratis el ascensor El Peral, que nos depositó muy cerca de la tumba de Arturo Prat, que ¡estaba abierta! Entramos a ese subterráneo lleno de mármol y salimos hacia el Edificio de la Primera Zona Naval. Para que mi hijo entendiera bien la historia, le expliqué que hasta 1973 ese hermoso e imponente edificio era la Intendencia Regional ¿Por qué
nunca lo devolvieron?, me pregunta el pequeño y yo lo miro con cara de “no tengo idea”.
Después nos subimos a un trole, también gratis, que nos llevó a la Maestranza, ubicada en un pasaje de la Avenida Colón. Ahí un trabajador nos explicó graciosamente unas fotos antiguas, donde salían los troles que llegaban hasta Chorrillos, en Viña del Mar.
Después un mecánico abrió el motor de unos de esas máquinas y nos explicó su mágico funcionamiento. Se contó una historia terrorífica sobre una anciana, que junto
al chofer del trole, murieron electrocutados en un extraño episodio en la década del 60 o 70. Los niños se subían a los trole y los manejaban. Fue espectacular.
Terminamos en la antigua ratonera. No hay palabras para describir lo que hizo el Duoc en ese lugar. Parece un milagro y es un ejemplo para todo Valparaíso y Chile sobre rehabilitación patrimonial.

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Bebiendo con puros famosos o la obsesión de parecerse a...



Por Ajenjo

No se si fue el alcohol o la sobredosis de programas de imitadores que están dando en la televisión chilena, pero en un cumpleaños celebrado en El Moneda de Oro, terminamos todos convirtiéndonos en curiosos personajes famosos y las risas estallaron durante casi toda la noche.
El asunto fue que la cuasi esposa de mi brother fotógrafo cumplía 27 años. Él, que ya está a punto de entrar a las cuatro décadas, recibía, no con mucha gracia, al calvo cantante que entonaba emocionado: “cuarenta y veinte”, en medio de nuestras sonoras carcajadas. Algunos amigos llegaron al bar sin conocer de la existencia del cumpleaños y se integraron cómodamente.
Mis socios de vida nunca han tenido mucha relación con mi edad. Puedo tomarme vinos cómodamente con jubilados y abuelitos o bajarme un Stolichnaya con energizados veinteañeros. Sólo se pide que sean buenas personas y que tengan una mediana conversa.
Esa noche la mesa abarcaba el gran espectro de la edad. La menor comensal tenía 27 años y el mayor 65. Después que salieron las chorrillanas, los vinos y el ron, la conversa empezó a ponerse picante.
Alguien encontró parecido a uno de los invitados al pianista Roberto Bravo (moreno con canas blancas) y de ahí empezó una obsesión por las comparaciones. Fue así como en la mesa estaba Manuel Bustos (dirigente fallecido de la CUT), Omar Sharif (actor), Peter Ustinov (actor), Luis Dimas (cantante), Angela Contreras (actriz), Faloon (modelo) y Carol Dance (animador). Entre todo el bullicio que teníamos apareció un hombre que hace retratos y caricaturas. Juntamos algunos billetes y el hombre dibujo a la cumpleañera. No es por ser mala onda o pesado, pero el dibujo no estaba muy acorde a la realidad y el artista instaló varias arrugas que no existían. Yo casi me caigo riéndome, mientras todos los famosos seguían brindando.

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6.02.2011

Cómo sobrevivir a la Cumbre Guachaca y no morir en el intento


Esta crónica está dedicada a todos los que hoy o mañana asistan a la Cumbre Guachaca Marinera, que se inaugura en El Huevo de Valparaíso.
Primero que todo: hay que llegar temprano, a la hora que abran las puertas. Esto es muy parecido a un matrimonio, donde uno come, toma y baila. Sin mesa la cosa se pone media fome, por lo tanto hay que asegurarse un lugar con los amigos y la familia y no moverse más.
Lo segundo y muy importante es no tomar ese licor llamado terremoto en abundancia. Esta bien uno, dos y hasta tres vasos grandes, pero después les aseguró que viene el “borrón”. Lo he experimentado varias veces con mi amigo el fotógrafo. Una vez nos tomamos varias jarras y el asunto se puso terrible de cuático. Yo desperté sin saber, todavía, como llegué a mi casa. Ese licor está fabricado con pipeño, fernet y helado
de piña, lo que envuelve todo en un dulzor muy peligroso. El año pasado también se me anduvo pasando la manito con ese tragullo y me senté en una mesa, me comí unos huevos duros que no eran míos, una vieja me pinto el tremendo mono y después me quería llevar uno de los punkis alcohólicos del Líder de Bellavista para la casa.
Mal, muy mal.
Lo tercero es ir con su señora o polola. En la Cumbre Guachaca se baila harto, por lo tanto hay que estar preparado para mover el esqueleto durante varias horas con cumbias, cuecas, boleros y lo que ponga el Dj Pebre. Si va con una amiga, lo más seguro es que pasará a ser más que amiga...
Una vez un brother terminó bailando con varias señoras curadas que le tocaban el cuerpo como si fuera un vedetto. Cuático, muy cuático y divertido.
Lo último y más importante es relajarse y no andar pintando el mono. En la cumbre todos andan arriba de la pelota y en buena onda y nadie quiere sacos de plomo o tontos serios y buenos para la aleta.
Si se encuentra con Dióscoro Rojas, abrácelo. Estuvo el miércoles pasado de cumpleaños, por lo tanto hasta le puede llevar un regalito. No le invite trago, sólo convérsele y sea amigable.
¡Salud!

ajenjoverde@hotmail.com

La caracola de Maitencillo


Por Ajenjo

Hace algún tiempo encontré, en un pequeño recuadro de una revista de diseño, una noticia relacionada con la reapertura de un restaurante en Maitencillo llamado La Caracola.
Maitencillo, o MásSencillo como lo llaman los que veranean en Zapallar y Cachagua, es uno de los balnearios que ha marcado mi vida, ya que además de ser el escenario de mis primeras borracheras juveniles, es ahora el sitio de descanso para salir de la ajetreada vida porteña.
Junto a unos amigos y mi bella esposa partimos en Semana Santa a relajarnos un poquito y entre mis planes estaba conocer el restaurante La Caracola.
El día elegido fue el Sábado Santo. Reservamos para la hora de almuerzo y nos tenían un excelente mesa con vista al mar para seis personas.
Pedimos unas machas a la parmesana y algunos mariscos para picotear. Las machas no venían en su concha, sino en el llamado “librillo” (plato de greda). Estaban ricas, pero todos reclamaron, ya que están acostumbrados a saborear ese marisco en su propio esqueleto.
La especialidad de la casa es la paella española, pero para servirla en la mesa tiene que haber dos comensales que la pidan. Aquí habían tres, por lo tanto no existió ningún conflicto.
Yo me tomé una cerveza artesanal de apertitivo que, según el mozo, provenía de la fábrica del hermano del dueño del restaurant, o algo así... Estaba bien buena.
El asunto es que la cosa se empezó a demorar. Pasó casi una hora y no llegaban nuestros platos. El mozo se empezó a poner nervioso y nos regalaron unos exquisitos
canapés de mariscos y una botella de vino blanco. ¡Ojalá todos los restaurantes tuvieran ese cuidado con sus clientes!
Nosotros obviamente nos dejamos querer y seguíamos a la espera. Al llegar la paella olvidé todo el tiempo y tomé mi vinito blanco más feliz que nunca, ya que el plato estaba de lujo.
Cuando salimos, caminé unos pasos por la arena y casi me caigo... de la felicidad. Un dato muy recomendable.

ajenjoverde@hotmail.com

Los sueños si se hacen realidad: Tom Araya en Viña del Mar

 

Jamás pensé en mi vida que tendría la oportunidad de escuchar en vivo a la extrema banda Slayer en Viña del Mar, incluso ahora, que los poster con la dorada águila romana inundan las calles de la ciudad, no lo puedo creer.
Para la gente de mi generación que pasó su juventud con una pata en los 80 y otra en los 90 el personaje de Tom Araya siempre fue un mito. Algunos decían que había nacido en Villa Alemana (la ciudad de la locura) y que había sido alimentado con sangre humana en su niñez. Otros decían que era de Quilpué y que era súper buena para jugar a la pelota. Los que se acercaba más a la realidad lo asociaban con Viña (su ciudad natal).
Lo único real y verdadero es que Tom Araya era el vocalista de Slayer, uno de los grupos de trash metal más extremos que escuché en mi vida (antes de Mortician, Nile y todo la ola negra que llegó después).
Mi grupo de amigos eran llamados los Intillimaiden, ya que fácilmente podíamos escuchar un disco de Sol y Lluvia y después azotarnos la cabeza con Sepultura y el grupo de Tom. Obviamente era una esquizofrenia musical, pero respondía claramente
a los tiempos que estábamos viviendo en esos días.
Ahora sueño con ese 3 de junio y pienso que Tom Araya saldrá al escenario con la polera del Everton y empezara con Angel of Death. Quedaría satisfecho sólo si sonara
Raining Blood y Seasons in the Abyss. Nada más.
Ese día tenemos pensado organizar un asado. Tomarnos sus buenas cervezas, su vino tintolio y su remate de ron o vodka. Después tomar la micro hacia el Polideportivo de Sausalito y ahí comenzar a concretar un sueño de muchos años.
Las chascas y las poleras negras están expectantes. El ejército de bototos y nostalgia está listo para marchar cuando Tom Araya lancé el primer grito de guerra...

ajenjoverde@hotmail.com

5.03.2011

Echando de menos al diputado René Alinco

Por Ajenjo


Estoy junto a mis brothers en mi segunda casa: El Moneda de Oro. Mientras mis amigos hablan y discuten sobre la realidad nacional, miro alrededor del bar y veo a los caballeros que juegan dominó. También escucho al cantante que entona una canción de Calamaro, mientras el garzón Ernesto sirve un tremendo congrio con papas fritas.

Sigo observando y hay algo que echo de menos. Pienso que a lo mejor sacaron las banderas gigantes o Don René, el dueño del local, realizó algún cambio estético o de diseño, pero nada. La parte física, arquitectónica y decorativa está igual. ¿Qué pasa entonces?
Veo a mis tres amigos, los mismos de siempre. Está el vendedor de gas licuado y el supuesto siquiatra de los bomberos en la barra. Están casi todos los parroquianos... y ahí se me cae recién la teja: falta el diputado René Alinco.
Durante años este popular parlamentario visitaba el local y nos alegraba la vida a todos.
Primero hay que decir que jamás lo vimos pasado de copas o en algún estado cuático. Siempre se sentaba con nosotros y nos hacía reír con sus bromas. Pelábamos de lo lindo y el tiempo corría feliz en la noche porteña.
Recuerdo que los primeros años venía acompañado del díscolo diputado Esteban Valenzuela, que actualmente vive con una tribu de indios en un país centroamericano.
Valenzuela era más serio, mientras que Alinco siempre se nos acercó a conversar y juntos fueron testigos de ese glorioso 3 de junio cuando el Everton derrotó a Colo Colo en Sausalito y salió campeón el 2008.
Estaba con mis brothers viendo la tele del Moneda de Oro y de pura alegría dimos vuelta la mesa con todos los rones encima. ¡Qué locura!
La última vez que lo vimos fue en la despedida de Bielsa. Conversamos mucho y nos sacó grandes carcajadas y después sucedió el incidente, el que ya todos olvidamos.
Que no se tome esta columna como una incitación a que el parlamentario beba, sino por el contrario, como un llamado para que vuelva a conversar sobre lo humano y lo divino con todos los amigos que dejó en ese lugar.
Cuando el parlamentario Alinco entraba al restaurante, siempre el lugar se conmovía. A veces venía acompañado por el sindicato de trabajadores del Congreso, que él mismo creó, o con amigos de la pega.
Aunque ni el mismo diputado nos crea, lo echamos de menos y esperamos que alguna vez vuelva, donde será recibido con un gran apretón de manos y un fuerte abrazo.

ajenjoverde@hotmail.com

Villa+Discurso más el eterno retorno al Roma


Por Ajenjo

Mi esposa no conocía la UPLA y sus alrededores, y la invité a ver la obra de teatro Villa+Discurso que se exhibió en el hermoso teatro de esa casa de estudios porteña. Llegamos muy temprano ya que no teníamos entradas reservadas y yo no quería perderme esta tremenda obra.

Como teníamos una hora y media para recorrer la zona la invité a degustar algo a la fuente de soda Amalfi. Caminamos entre medio de neumáticos humeantes, que fueron testigos de una violenta protesta. Ninguna novedad ya que siempre hay manifestaciones en esa zona.
En el Amalfi pedí un churrasco palta tomate. La sorpresa fue grande cuando el cocinero sacó de una despensa el pan con la carne ya lista y lo puso en un viejo microondas. Hacía años que no comía un sandwich tan mal preparado. Le dije a mi señora que conociéramos el Roma, que yo catalogaba en mi época estudiantil como "el gimnasio de los curados". Ahora está cambiado, pintado, más bonito. Ahí me comí el tremendo completo y una cerveza. Todo rico. Le hablé sobre los recitales rock que viví ahí adentro, de las tremendas borracheras a punta de cerveza, de los pololeos que duraban un día con niñas de nombres desconocidos y que estudiaban carreras desconocidas (ahí se anduvo enojando un poco).
Después partimos al teatro, donde participamos de una verdadera liturgia artística. La obra era espectacular, más aún que estaba escrita y dirigida por Guillermo Calderón, quien personalmente lo catalogo como el mejor dramaturgo chileno actual. Ver una obra escrita y dirigida por su propio autor ya es un gran premio y siento que me gané el Loto con lo que pude observar.
Villa+Discurso son dos obras de teatro. Villa se trata sobre Villa Grimaldi y la discusión de tres mujeres sobre el destino de ese centro de torturas. Uno pasa de la risa a quedarse para adentro en cuestión de microsegundos. Después viene discurso que es como ingresar al cerebro de Michelle Bachelet en tres voces.
A mi se me ocurrió ir con un chaleco de lana chilota y en la obra ironizaban muchas veces sobre los que "usaban chalequitos artesanales" (me dio un poco de vergüenza y risa).
Al final, con los ojos llenos de lágrimas, aplaudí las dos obras de teatro. La actuación soberbia y el texto era poderosísimo y te dejaba pensando mucho rato.
Ojalá llegara más teatro de esta calidad a la región.

ajenjoverde@hotmail.com

El pintor Mena

Por Ajenjo

Me encuentro con el pintor Mena cerca de la puerta de mi casa. Viene a buscar a su hijo para salir de paseo. Está leyendo La Estrella, donde aparece una entrevista y una gran foto de su última gran obra: el mural en el edificio de la Contraloría.
A Mena lo conozco superficialmente desde hace muchos años y siempre me ha proyectado una visión de un tipo muy repiola, pacífico, pensante y agradable. Tiene un tono lento de conversación, como si cada palabra fuera pensada dos o tres veces antes de salir de su boca. Bromeó con que mi perro se había comido mis libros y mis discos compactos y me sacó una sonrisa mientras bajaba al plan de la ciudad.
Yo ya había visitado la tremenda exposición que montó en el subterráneo del Consejo de la Cultura, junto al maestro Loro Coirón y un escultor. Entré con mi hijo y quedé "peinado para atrás".
A Loro Coirón le he visto muchos de sus trabajos, pero el cuadro de Carmencita Corena me voló los sesos. La desaparecida artista salé cantando con su rostro en gloria y majestad, mientras la bohemia se dispersa por los restos de la obra. ¡Que bonito homenaje Loro Coirón, muchas gracias!
Después llegué donde no sólo están los cuadros de Mena, sino que su vida escrita en las paredes por su mismo pincel. Ahí cuenta de sus primeras pinturas desaparecidas, de que después de una fiesta gitana creo una obra con los dedos y no paro más. También relata de sus profundos enamoramientos, de su hijo, de los viajes a México, y muchas cosas más.
Me quedé pegado en una pintura que muestra al desaparecido bar "Los Cotetos". Ese lugar era más tóxico que la planta nuclear de Fukushima. En sus alrededores se movía cualquier droga y adentro era un verdadero zoológico humano. Vi muchas cosas en ese lugar en mi época juvenil, que por respeto verguenza es mejor que se pierda en los intrincados laberintos de la memoria negra. El cuadro, a pesar de reflejar oscuridad, muestra el lado humano de "Los Cotetos", algo que sólo los artistas puedan descifrar de estos lugares que ya no existen.
Felicité a Mena varias veces por su trabajo y me fui pensando, con sana envidia, en el poder de decir tantas cosas con la pintura. Personalmente trato de dibujar una casa y me sale un perro y me hubiera gustado mucho tener ese power metal en mis manos y mi cerebro.
Eres grande Mena, como tu último cuadro, como la esperanza que todavía anda desparecida en esta triste ciudad llamada Valparaíso.

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En el Lollapalooza o en la juguera con el botón rojo apretado


Por Ajenjo

Nunca en mi vida había asistido a un recital de rock tan bien organizado.

La historia es la siguiente. Son las 11.30 horas de la mañana y me bajo, junto a mi brother, del auto de mi esposa, quien nos deja en el Parque O´Higgins, en Santiago, para ingresar al Loolapalloza 2011. No tenía muy claro cómo sería este evento, pero algo en el aire indicaba que sería histórico e inolvidable. Y así no más fue. La revisión de carabineros en la entrada fue normal. Después venía un largo camino donde te regalaban vasos de bebida. Nos dieron el folleto explicativo del evento, con mapa incluido, y partimos a ver a Devil Presley, como lo teníamos planeado. Mientras caminábamos por los tremendos terrenos, la cantante Francisca Valenzuela comenzó su show al aire libre. Nosotros entrábamos a La Cúpula, donde estaba "todo pasando". El sonido del grupo rockero era increíble. Uno se imaginaba que eran las dos de la mañana, ya que todo estaba oscuro, pero eran las 12.30 del día, lo que anunciaba que la cosa era maratónica. El sonido era tremendo y el escenario y la iluminación al más alto nivel. Y eso que este era el escenario más chico. Después, y para descansar el tímpano, me tiré en una sombrita para escuchar a Los Bunkers y sus canciones de Silvio Rodríguez. Más tarde apareció Cypress Hill y comenzó a quedar la embarrada. El medio show chicano hiphopero rockero rapeado potente. Terminado ese show nos fuimos a conocer la cueva de los electrónicos: El Arena Santiago. Ahí estaba Zeta, de los Soda Stereo, intentando mediocramente hacer bailar a la masa. Nos fuimos a comer unas hamburguesas, ya que eran como las 4 de la tarde, al ritmo de James y Ben Harper. Vuelta al escenario electrónico, donde un tipo con el símbolo de Space Invaders tenía a todos locos. Vino The National y Deftones, el mejor show de la noche con violencia y rock. Por un buen dato llegamos nuevamente al Arena, donde tocaba Empires of the Sun, que nos dejó arriba del techo. Eran unos locos disfrazados como animé japoneses, que bailaban como locos y hacían el medio teatro. Uno rompió una guitarra y la lanzó al público en medio de imágenes espaciales. Todo terminó con Fatboy Slim y The Killers.
No vendían copete. Algunos locos caminaban como si estuvieran en Marte. Gente linda a camionadas con la cara iluminada. Me fui contento a la casa y me tomé casi un litro de vodka. El próximo año estoy anotado para los dos días.

ajenjoverde@hotmail.com

A pocas horas de ingresar al "Lolopelusa"



Por Ajenjo

Nunca pensé que un festival como Lollapalooza llegaría Chile. Y no porque la parrilla de artistas es tremenda o porque el show es catalogado como la "escena independiente mundial".
Es por Los Simpson.
El capítulo en que Homero es contratado para la sección de los freak y debe recibir una bola de plomo en el estómago en todos los recitales de Lollapalooza en Estados Unidos es de culto. Y nunca pensé que algo de culto de Los Simpson podría llegara Chile.
¿Buenos Aires, Río de Janeiro, Sao Paulo, Ciudad de México? Esas eran opciones más viables y seguras, pero la suerte tiró los dados y cayó en Santiago de Chile, a sólo una hora y media de Valparaíso.
Yo me compré mi entradita hace varias semanas. Me aseguré para el día sábado. Sinceramente no cacho a casi nadie de los que van a tocar. Nunca los he escuchado en mi perra vida, salvo a Deftones y Fatboy Slim, que lo vi en el Muelle Barón, en un recital donde andaba más loco que una cabra.
Pero a lo que voy, más que a un recital, es a una liturgia rockera, a una misa musical extrema. Observo el mapa del evento y me imagino un Disneyworld de la distorsión. Hay una zona tibetana, con hamacas y pastito, para descansar. Habrá restaurantes... ¿venderán cerveza? No lo creo, los chilenos se ponen muy dementes con el licor.
Yo voy acompañado de un brother. Seguramente pasearemos de recital en recital, donde escucharemos hip hop, metal, electrónica, y otros ritmos actuales.
Entre los que se subirán al escenario está un viñamarino, un periodista que hizo la práctica (y con mucho orgullo) en nuestro diario La Estrella. Es el guitarrista de Devil Presley, una banda chilena que la está rompiendo. Hace poco hablé con él por un chat recordamos cuando hicimos una fiesta en su casa y terminamos todos imitando a una banda de rock.
Ahora mi amigo está cumpliendo el sueño de millones y él estará en el escenario, tocando la guitarra como los dioses, y yo estaré abajo, loco, como una cabra...

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Y se nos fue el viejito italiano del Cerro Alegre...

Por Ajenjo


Llevo varios años peregrinando entre casas del cerro Concepción y Alegre y pude conocer a Nicolás Giacomino, un viejito que se sentaba a tomar el sol en los 14 asientos y le metía conversa hasta los pajaritos.
Siempre me contaba sus historias de Italia, con ese acento que jamás abandonó. Era un admirador de Benito Mussolini y aseguraba que el escuchó por la radio “cuando anunció que pagaría sueldo a todas las amas de casa”. Al principio le discutía y si me pillaba con muchas cervezas en el cuerpo hasta le nombraba la palabra “fascista”, pero al final siempre terminábamos amigos.
Se ponía a cantar “funiculí, funiculá” y me explicaba que esa canción la habían creado cuando inauguraron un ascensor, muy parecidos a los de Valparaíso. Cuando me separé de mi primera mujer me lo encontré en la calle. Me pregunto qué me pasaba y le conté mi drama. Sus ojos se llenaron de lágrimas y me abrazó. Me relato sus historias de amor y desamor y me di cuenta que no estaba solo en el desierto de la desesperación.
Nicolás Giacomino fue testigo de la aparición de todos los boliches del cerro Alegre y se asentó en el restaurante Vinilo, donde todas las mañanas leía el diario y conversaba con los parroquianos (ver foto tomada por Alan Lara).
A veces me encontraba con él en el plan y lo usaba para una sección del diario ya desaparecida llamada “La calle opina”. El entrega sus respuestas muy serio y lúcido.
Tenía una cabeza admirable y sus recuerdos eran frescos cuadros de la antigua Italia del siglo pasado.
Cuando el chef del Vinilo me dijo que Don Nicolino había muerto me dio harta pena, pero que se diluyó en los buenos recuerdos que mantengo de su presencia. Es cosa de cerrar los ojos y verlo sentado en los 14 asientos, esperando alguna oreja conocida o desconocida y comenzar a relatar sus aventuras.
¿Con quién estarás hablando ahora Nicolino? ¿En que lugar estarás sentado?

ajenjoverde@hotmail.com