12.29.2009

Recuento patachero y bebedor del 2009



Por Ajenjo


Es la hora de las conclusiones, de los recuentos y de los recuerdos, por lo tanto, me dedicaré a recorrer parte de los que comimos y chupamos en el ya casi extinto 2009.
Primero hay que mencionar al Club Cigale (Blanco 38), ese nuevo centro de carrete porteño donde se me "apagó la tele" mientras desfilaban hermosas modelos vestidas de vírgenes. Lejos el mejor local para bailar, tomarse unos tragos y no estar chocando con universitarios sedientos de tres cervezas de litro por mil pesos.
Para comer rico, la lista de lugares descubiertos es más larga. Para los de billete largo el restaurante Montealegre (Higueras 133) y el Pasta e Vino (Templeman 352), del cerro Alegre, son excelentes, pero su ambiente tan acuicado nos aleja un poco.
En el cerro Florida apareció el Oda al Pacífico (Cóndor 35), donde todo es de categoría, pero hay que estar atento a que los mozos no elijan los platos que uno va a consumir.
Dos grandes descubrimientos nos alteraron el cerebro este año, y que tienen relación con el chancho. El primero fue el costillar ahumado de la carnicería Sethmatcher (Bustamante 118). Un lujo para paladares avanzados. A esto hay que sumarle el pernil del Hamburgo (O’Higgins 1274), que se corta con el tenedor.
En restaurantes fuera de la ciudad, catalogo como lo mejor en mariscos y pescados al Bric a Brac (Isidro Gaete 25) de Maitencillo, donde se respira Francia en cada plato.
El mejor pisco sour es el del Poblenou (Urriola 476). Dos te mandan directo al ciberespacio en forma inmediata y deliciosa.
Pero el restaurante que supera a todos y que es la nueva estrella que brilla en el cielo porteño es el Caruso (Cumming 201), de Tomás Olivera.
Las mejores calugas de pescado, empanadas de cordero, cazuela de cerdo con chuchoca y una leche asada donde a uno le corren las lágrimas, son parte del festín que uno se puede mandar. La relación precio, calidad y cantidad es para sacarse el sombrero y todo preparado por la estricta mirada del mejor chef chileno, el guaripola de los cocineros nacionales.
Ahora viene Año Nuevo: ¡cómo quedarán esos hígados!


12.28.2009

La plaza Ánibal Pinto es el manicomio de los perros


Por Ajenjo


Los que caminamos por Valparaíso nocturno en busca de algún trago que nos calme esta horrible ansiedad de fin de año, podemos ver un espectáculo rarísimo: decenas de perros persiguiendo las ruedas de los autos en la Plaza Aníbal Pinto.
¿Por qué hacen estos los perros? Bebiendo una jarra de dorada cerveza Stella Artois, converso con gente y trato de resolver esta duda, que realmente me está atormentando la mente.
“Mira, un veterinario me dijo que los perros que trataban de morder las ruedas de los autos se han vuelto locos”, me asegura un experto.
La idea me gustó y me imaginé que la Plaza Aníbal Pinto era un manicomio de perros, y que todos los canes callejeros que les falta un tornillo se instalan en esa zona a esperar su demente muerte.
Entre esos locos perros hay uno al que le puse “El vampiro”, ya que se le salen los dientes por los labios, adquiriendo una apariencia bastante freak.
En la década del ‘80, en la plaza de Quillota, estaba el “perro burro”, que había sido atropellado y la rueda le
había pasado exactamente “ahí”, produciéndole una gran deformación.
Entre otras teorías sobre la obsesión de los perros con las ruedas está que los quiltros piensan que los automóviles son gigantescas bestias que en sus patas (ruedas) traen el orín de muchos perros.
Eso los hace asumir su territorialidad y tratar de expulsara estos monstruos con olores extranjeros.
Realmente no se qué pasa, pero vi a dos gringos con una botella de vino blanco en un cartucho de pan, observando durante horas a los perros y me di cuenta de que ya son parte del paisaje
y la fauna porteña.
Ojalá que el manicomio continúe.





ajenjoverde@hotmail.com

“La Mangiata" versus Pasta e Vino o David contra Goliat




Por Ajenjo




Muchos seguramente dirán que comparar el restaurante “La Mangiata” con el “Pasta e Vino” de Valparaíso es una soberana estupidez, ya que son como David y Goliat en casi todos los aspectos que se analicen, sin embargo les recuerdo que el chico y hábil David terminó derrotando al gigantón.


Celebré el cumpleaños de mi hijo en “La Mangiata”, junto a tres compañeros de escuela. Se comieron sus pizzas, ensuciaron el mantel cuadriculado y apagaron la vela de un pastel que cariñosamente uno de los dueños de la pequeña trattoria nos regaló. Después llegó el otro dueño y como es la tradición, con calculadora en mano, nos dio la cuenta de una velada llena de cariño, amor y platos de pasta como hechos en casa.


Tuve una invitación para ir a comer al famoso “Pasta e Vino”, junto a un grupo de simpáticos leguleyos. Me tomé dos pisco sour y probé unos vinos con un ensamblaje de ¡4cepas! Uno de los abogados pidió un plato que llevaba caviar. Todo era de categoría y alta calidad, sin embargo no me sentía como en Valparaíso. Perfectamente podía estar en Borderío o en el nuevo patio de restaurantes en la capitalina Bellavista. Algo faltaba y es precisamente lo que le sobra a “La Mangiata”.


No puedo decir nada en contra de la comida y los mostos del “Pasta e Vino”, pero tengo que asumir que estoy en Valparaíso, donde la basura reina en las calles, las paredes están llenas de rayados y la mitad de las cosas no funcionan.


Comer en “La Mangiata” no es degustar las mejores pastas del mundo, pero se nota cariño verdadero en cada humilde plato. Por si las moscas, está en Rodríguez 538 y pídanse los ñoquis.




12.13.2009

Adiós Yerbas Buenas, de vuelta al Cerro Alegre


Por Ajenjo


Esta es la mudanza número quince en mi vida y estoy chato de andar cargando mis libros y cuadros como un gitano de casa en casa; sin embargo, así es la vida y "solito se metió, solito salió".
Después de habitar casi tres años en un pasaje de la calle Yerbas Buenas, un vecino, con quien logré hacer buenas migas durante ese tiempo, me invitó a su casa para despedirme junto a mi novia. Le llevé de regalo un pisco "Alto del Crimen" y me encontré con una bonita recepción, con canapés de camarón, jamón-queso, pizzas y unos mostos de gran poder. Yo pensé que la recepción era para mi humilde persona, que abandonaba el pasaje, ya que también había otros vecinos; sin embargo, era el cumpleaños del dueño de casa, quien había aprovechado los festejos para invitarnos y despedirnos a nosotros.
Sin conocerme mucho, el anfitrión me puso una botella de litro de ron Havana en la mesa, lo que me transformó en un loro de siete lenguas y comencé a dar mi peculiar visión de todos los habitantes del pasaje. Todos se reían mientras hablaba. En algunas ocasiones escuchaba ooooooooo (de asombro) y en otras el cariñoso codazo de mi novia me alertaba que las
estaba embarrando.
Mi vecino se convirtió en mi amigo ya que, en algunas ocasiones, me llevaba en su furgoneta blanca desde la casa al trabajo. Su vehículo, a los que se les llama cariñosamente "pan de molde", tenía un sillón de living instalado en su parte trasera. De esta manera, muy cómodo y relajado, viajaba por la calle Yerbas Buenas hasta Esmeralda, conversando con mi vecino amigo de lo humano y de lo divino. Su esposa es encantadora y representan para mí el espíritu de la familia porteña, con un gran corazón lleno de amistad y buena onda.
Ahora vuelvo a mi cerro Alegre, donde viví diez años llenos de intensa aventura. Este fin de semana cargaré un nuevo camión con muebles y electrodomésticos y dejaré una casa y una familia vecina que me acogió siempre con cariño y amistad.
Hasta luego Yerbas Buenas y que se preparen en el Alegre...


12.11.2009

La mejor terraza de Valparaíso es de color verdoso


Por Ajenjo


He sido y siempre seré “guata amarilla” y aunque ame esta ciudad y viva hace 13 años en sus cerros, no podré cambiar al Everton por el Wanderers.
A pesar de mi corazón ruletero, me fui a meter a la terraza que instaló el local “La Vida en Verde” en plena Plaza Aníbal Pinto, epicentro carretero del sector.
La sorpresa que me llevé fue tremenda. Primero por el rico shop Torobayo que me llegó en un vaso helado (¡pucha que se agradece ese detalle cuando hay calor!) y por el grato ambiente de terraza.
Siempre he postulado que Valparaíso es una ciudad para bares en terrazas. Todo se presta para bajarse unos buenos pisco sour a la vena sintiendo el airecito primaveral.
¡Cerraría toda la calle O’Higgins (al lado de la Intendencia) a los malditos automóviles y la llenaría de sillas y mesas multicolores llenas de jarras con frutilla y buen vino!
Volviendo a la terraza de “La Vida en Verde”, me tomo mi shop heladito mirando fotos de mis “enemigos futboleros”, pero todo está tan bonito, que tampoco me molesta tanto.
Por el efecto cerveza voy al baño y me encuentro con otra sorpresa: su limpieza extrema. ¡Pucha qué agrado y qué ejemplo para los bares porteños!
Salgo contento y decido ir en la semana al “Poblenou”, un ya tradicional local de la subida Urriola, donde aprovecho unas buenas ofertas que me llegaron por correo electrónico.
Comemos un sushi, tomamos un pisco sour (de categoría cinco estrellas) y nos bebemos otros tragos.
Nos sentamos en una especie de living y con el grupo de amigos, batimos la lengua en medio de la filosofía barata y alcoholizada.
La atención era medio lenta, pero tampoco tanto, y aprovechamos una rebaja de un 30 por ciento en un vino blanco de la Viña Casablanca llamada Cefiro, que era para rechupetearselo de lo rico. ¡Pasaba como agüita de la llave!
Lástima que el_“Poblenou” no tenga terraza y que su vista panorámica sea una muralla pintada con un mural.
Tampoco hay que ponerse tan exigente, si al final estamos en Valparaíso...


ajenjoverde@hotmail.com

11.26.2009

Escuchando a Chinoy en el Danubio

Por Ajenjo


El periodista René Chevasco, alias El Chivi, quien es melómano y amigo personal, escribió que el último disco del cantante porteño Chinoy, "Que salgan los dragones" es "puro placer melódico" y que "a quien no le sale una lágrima con la canción Klara, tiene el corazón muerto".
He escuchado mucho hablar de Chinoy, sin embargo, jamás había asistido a un recital y tuve esta semana la buena ocurrencia de aparecerme en el completero local Danubio, donde el trovador se lanzó unos temas.
Antes me empipé unos rones en mi bar de siempre y con un suave daño cerebral avancé por la calle Esmeralda junto a mi novia y mi brother.
El Danubio estaba repleto y no cabían ni las moscas. Llegué a la barra donde el dueño me saludó y le pedí un ron con cocacolita para seguir cantando la misma música.
A las 10.30 llegó Chinoy con su guitarra en la mano, atravesó el local, preparó el sonido -que se cayó varias veces- y cuando estuvo todo listo se largó a cantar.
Sentado en el suelo seguía pidiendo vasos de ron, mientras el cantante hipnotizaba al público con una canción que como coro nombraba la palabra pan varias veces.
A veces el sonido guateaba y Chinoy se quedaba cantando en voz baja, mientras la gente coreaba de memoria sus temas.
Pensé en Calamaro y en Silvio Rodríguez, pensé en cuando escribía poesía y creía que podía cambiar el mundo con cuatro palabras, pensé en la mujer que amo y en los miedos que tengo, pensé en mi hijo corriendo por un cerro y pensé que necesitaba más ron en mis venas.
Al final salí a la extraña lluvia de noviembre, convertido en otro de los cientos fans de Chinoy.


11.18.2009

¿Dónde está el mejor pernil de Valparaíso?

Por Ajenjo

Debido a unos problemas de acoso de un borrachín, en mi clásico bar de siempre, tuve que salir a buscar un lugar donde poder conversar tranquilamente con mi brother oftalmólogo. Sólo una vez había entrado al restaurante Hamburgo y recuerdo haber comido unas gordas con chucrut o algo muy similar.
Nunca me he sentido muy cómodo en ese lugar, lleno de objetos navales y militares; sin embargo, esa noche fue diferente, gracias al tremendo pernil que llegó acompañado de papas con una rica salsa de tocino.
La simpática garzona nos ofreció pernil asado en horno de barro, pero optamos por el tradicional cocido en agua, con esa gruesa y lechosa piel.
Para beber nos pedimos dos cervezas rubias en jarro de loza, con una espuma de excelente textura, que ayudo a bajar el exquisito plato
Según mi socio, los perniles que se sirven en ese lugar provienen de la famosa carnicería Sethmacher, ubicada en el corazón del Barrio Puerto, pero este dato puede no ajustarse a la realidad.
Lo importante es que puedo asegurar que en el Hamburgo venden el mejor pernil preparado, donde su carne se corta con el tenedor y tiene un color rojizo espectacular.
Además, si visita este local, tendrá muchas posibilidades de observar a un grupo de famosos políticos locales, quienes reservan una mesa redonda, ubicada estratégicamente en una de las esquinas del restaurante y donde se toman las decisiones más importantes a nivel regional al ritmo de los crudos y el chucrut.


11.05.2009

¿Quién se acuerda de Cuatro Remos?


Por Ajenjo


Estoy en Santiago, en la casa de mi nuevo suegro, quien prepara un asado de esos con los que uno termina "peinado para atrás", "tocando batería" y "con el ombligo parado".
Mientras el enorme pedazo de carne se asaba en la parrilla a gas, el hermano del dueño de casa me preguntó por Valparaíso y, como casi todas las personas que hablan sobre esta ciudad, se refirió a la enorme cantidad de perros vagos que habitan junto a los porteños.
Actualmente trabajo en un proyecto literario sobre este tema, sin embargo, me "golpeó" (como se dice periodísticamente) cuando me habló sobre una novela llamada "Cuatro Remos".
Entre cerveza y cerveza y vinito y vinito, me fue contando que cuando era niño su padre tenía en la biblioteca un libro con ese nombre "y el protagonista es un perro de Valparaíso al que le pasan muchas aventuras".
El hermano de mi suegro me seguía relatando, apasionadamente, que "el libro tenía cuatro tomos y era muy bueno. Ojalá lo puedas conseguir".
Durante la conversación de sobremesa, el libro "Cuatro Remos" volvió a salir a la palestra y el nombre me quedó dando vueltas, al igual que el rico Merlot que bajaba de las copas suavemente.
Al volver a Valparaíso metí en el Google el nombre de Cuatro Remos y luego de cliquear un rato me encontré con que el sitio www.memoriachilena.cl tenía una copia del primer tomo facsimilar de 1921.
Descargué el archivo, que se demoró en bajar más que lo que uno se demora en terminar una copa de buen mosto, y apareció el libro con su tapa café incluida.
Es sólo el primer tomo, pero permite claramente tener una idea de la importancia de los perros en esta ciudad y de cómo "Cuatro Remos" es nuestro "Colmillo Blanco" y el escritor Daniel Barros Grez, el Jack London porteño.
Recomiendo, a ojos cerrados, descargar el libro gratuitamente, comprarse un buen vinito y disfrutar, en estas soleadas tardes primaverales, de las aventuras de "Cuatro Remos", en Valparaíso.


10.29.2009

Cuando llegan los hombres de blanco


Por Ajenjo


Podría contarles el excelente asado que tuve en el Jardín Botánico, donde escuché a la bella Pascuala Ilabaca interpretando canciones de la India que nuevamente me llevaron a las calles de Calcuta y Varanasi.
También podría comentarles las excelentes empanadas de cordero que cené en el Caruso; sin embargo me encontré en las calles de Viña del Mar con un brother fotógrafo que me contó la siguiente historia.
El 18 de septiembre, y motivado por algunos líos sentimentales, decidió comprarse cuatro botellas del licor Araucano y un pack de cervezas y se las tomó durante varios días en su pieza.
Por los grados de intoxicación no pudo ir a trabajar y siguió tomando licor para sentirse mejor.
Un día despertó como "escuchando una radio mal sintonizada", pero no entendía de donde provenía el ruido. Preocupado fue a ver a su polola, quien finalmente se lo llevó a un siquiatra.
El médico le dijo que estaba con alucinaciones alcohólicas y que tenía que tratarse. Le obligó a sacar todo el trago que tenía en su bolso, que era medio Araucano y una lata de cerveza, y le dijo que se las bebiera y que serían "los últimos tragos de su vida".
Después lo inyectó y le dio unas pastillas y ahí comenzó a nublarse totalmente la vida de mi amigo.
Despertó en un asilo de ancianos y después fue trasladado a una clínica de rehabilitación en Santiago.
En ese lugar vivió la parte más oscura y dura. Dos hombres de blanco se acercaron para llevarlo a un recinto y hacerse exámenes físicos. Mi amigo se asustó y le tiró un par de aletazos. Le pusieron la camisa de fuerza y despertó amarrado de la cabeza, de las manos y los pies.
Le pidió a una enfermera que lo desamarrara y esta le dijo que sólo "si se comprometía a portarse bien".
Después volvió a la clínica de rehabilitación, donde conoció a jovencitas de 16 años adictas a la cocaína y dueños de fundos sureños que eran jubilados del alcoholismo extremo.
Ahí comenzó sus trabajos de terapia y volvió a Viña del Mar.
Cuando me relataba la historia se subió la polera. Dos moretones en cada costado del estómago eran señales claras de las inyecciones que le habían colocado. Además me mostró unos envases con un remedio llamado Antabus y otro con pastillas para los nervios.
Me contó que no podía comer ciertas mayonesas, ni vinagre, ni siquiera colocarse colonias, ya que todo lo que contenga alcohol puede ocasionarle casi un ataque de epilepsia.
Me despedí dándole unos consejos de amigo, mientras pensaba en lo serio de la enfermedad del alcoholismo y las graves consecuencias que causa en algunos seres humanos.
Ojalá te mejores amigo querido.
Ojalá.


ajenjoverde@hotmail.com

10.19.2009

120 machas a la parmesana y el gran triunfo de Chile


Por Ajenjo


Cuatro bandejas de machas a la parmesana, con diversos y peculiares estilos, eran parte del menú que mi brother fotógrafo nos tenía preparado para observar el partido entre la Selección Chilena de Fútbol y Colombia, que terminó con la clasificación definitiva al Mundial de Sudáfrica 2010.
Yo le lleve de regalo una botella de vodka Stolichnaya y un buen vinito tinto, que se unió al "stock" que teníamos preparado para ver el ansiado encuentro.
Partimos almorzando un ceviche de salmón y después nos lanzamos hacia las bandejas de las machas, que las bajamos con pisco sour y varios botellines de vino blanco, que calentaron el ambiente antes de que empezara la goleada chilena.
Para amenizar el partido nos preparamos unos vasos de licor ruso con juguito de naranja y cuando el árbitro tocó el pito inicial del encuentro ya estábamos todos como el ex presidente de ArgentinaNéstor Kirchner. "con un ojo para arriba y otro para abajo".
El autogol nos produjo unos minutos de profunda depresión, donde los garabatos más profundos salieron en dirección a la pantalla de televisión.
Luego de unos momentos comenzó la máquina chilena a meter goles y cada entrada del balón al arco cafetero era celebrado con un nuevo vaso de vodka naranja.
Yo, insuflado de espíritu nacionalista, abría la ventana de la casa y me lanzaba tremendos gritos de gol. Al dueño de casa le bajaba la sobriedad y me decía que me quedara tranquilo "ya que este es un barrio residencial".
Al final nos abrazamos todos y a mi se me ocurrió tirar la idea de ir a la Plaza victoria a festejar con los flaites, sin embargo mi idea recibió una gran negativa ya que todos sabemos que esas celebraciones terminan con más de un asalto y una cabeza rota a botellazos.
Para recuperar la calma mental y corporal me fui al otro día a Reñaca, donde un tremendo día de sol primaveral acariciaba las neuronas de todos los chilenos que habían celebrado el triunfo.
Los sinvergüenzas de un local, ubicado en el quinto sector de la playa, andan vendiendo botellines minúsculos de cerveza a dos mil pesos y muchos se las tomaban como "agüita de la llave" para calmar la sed de la resaca.
¿Se imaginan si Chile ganará el Mundial?
Pienso que la gente tomaría por asalto las botillerías y la locura invadiría definitivamente las ciudades.
Soñar es gratis.

Las cicatrices son el mapa del alma


Por Ajenjo



Luego de arrendar la excelente película “Cuatro vidas y un destino” en el Blockbuster, quedé pelando cables con diversas frases que se lanzan en la cinta del director Jieho Lee y que me sirvieron para reflexionar en torno a varios ron con cocacolita.
Levanto mi vaso en el bar Moneda de Oro cuando veo llegar a un antiguo amigo al que le decíamos Lucifer, por su extravagante comportamiento.

Él es un periodista de la vieja guardia que, cuando se emborrachaba, hace ya varios años, se paraba arriba de las mesas y se bajaba los pantalones, exhibiendo una cicatriz gruesa que le atravesaba toda la pierna derecha.
Era un verdadero gusano colorado, que provocaba caras de asombro entre los bebidos presentes que tenían que soportar sus brotes de exhibicionismo freak.

Al loquito le habían pegado en Villa Alemana en un extraño episodio de “violencia espontánea callejera” y tuvieron que insertarle unos pernos de titanio para que caminara semi normalmente.

Yo tengo una cicatriz que me atraviesa la frente y que me la gané en Chorrillos, a los 15 años de edad, luego de volar en una bicicleta y caer exactamente en una división de murallas, que se transformó en un cuchillo de cemento.

El golpe fue tremendo y al levantarme el grupo de compipas me miraba aterrado y sentí un líquido helado que atravesaba mi frente. Era sangre que brotaba desde una gran boca abierta, que fue cerrada en la Posta del Gustavo Fricke con 15 puntos.

Tengo varias cicatrices en el estómago por operaciones de hernia y una en la espalda por un quiste sebáceo muy mal sacado.

Antiguamente las cicatrices de cesárea en las mujeres eran bastante llamativas y los primeros bikinis dejaron entrever esas marcas por donde salieron muchos seres humanos.
Los viejos curaditos que rodean la Plaza Echaurren están llenos de cicatrices, seguramente porque al caerse de la borrachera se golpean en el rostro y quedan bastante deformados.A eso se suma que no van a los hospitales a curarse y las marcas se agudizan por el alcohol extremo.

Hay mujeres a las que les gustan las cicatrices en los hombres, ya que los hace ver diferentes y “más duros”.

¿Serán las cicatrices el mapa del alma?

Sinceramente tengo mis serias dudas, pero que serán resueltas tomando otro roncito con cocacolita en el Moneda de Oro.


10.08.2009

El Bric a Brac de Maitencillo


Por Ajenjo

Encontrar nuevos y buenos restaurantes en la región es una situación bastante difícil, ya que no todos los días se abre algún local para beber y tomar; por lo tanto, el secreto que tengo que revelarles es bastante poderoso.
Andaba en Maitencillo pasando algunos días de descanso post 18 de septiembre, para que la química cerebral y corporal se nivelaran y el estanque neuronal volviera a la normalidad.
Me pegué un par de buenas caminatas por la costa sur de Maitencillo, encontrando pequeñas playas solitarias, donde la marea baja actúa como el guardián protector y sólo se pueden pisar cuando el mar abre su cerradura. A pesar de que la carnívora industria de edificios y condominios ya tiene en su ojo de concreto a este sector, todavía se respiran aires de libertad y naturaleza.
También anduve en Cau-Cau, en la mítica localidad de Horcón, a la que catalogo como la mejor playa de Chile y que cada vez su bajada es más peligrosa y sólo permite el paso de gente joven (lo que es bueno y malo a la vez).
En la noche, junto a mi bella novia y mi hijo, decidimos salir en busca de algunas empanadas nocturnas.
Luego de vagar por varios restaurantes cerrados, donde sólo penaban las ánimas del verano pasado, encontramos un local llamado “Bric a Brac”, que se anunciaba con un anaranjado letrero y una pizarra en la vereda.
Es una casa de dos pisos, donde una familia instaló este gran local gastronómico que tiene las mejores empanadas que he comido en los últimos años.
Me pedí de macha queso y ostión queso, encontrándome con una masa delgada, con cero gota de aceite, un cremoso queso en su interior y una dosis de frescos ingredientes. ¡Una delicia!
Al otro día decidimos volver, ya que deseaba probar algunos platos de una sorpresiva carta que tenía sopa de camarones a la naranja, avestruz y hasta jabalí.
Decidí zamparme una sopa llamada Bullavesa y que el dueño, que metía leños a la salamandra del restaurante, me contó que es un caldo que se prepara con los elementos frescos que encuentran los pescadores en sus jornadas.
Estaba exquisita y el toque de tomates deshidratados fue genial, en una sopa llena de maravillosos mariscos y pescados.
Busco información en internet sobre el local y me encuentro que en las paredes del “Bric a Brac” hay máscaras fabricadas por pacientes de un siquiátrico.
Yo fui feliz. Una atención familiar (incluso mi hijo jugo dominó con la hija del dueño... creo), unos vinos buenos (algo caros) y una comida que la recomiendo a ojos cerrados.
Voy a volver y quiero probar cada plato de ese lugar y después hacer máscaras, para que las peguen en las paredes...

ajenjoverde@hotmail.com

10.06.2009

Entre cuicos, travestis y amigos


Por Ajenjo

Con esas tres palabras, podría definir un poco lo que fue la juguera de las Fiestas Patrias de este año, donde pasé por diversas actividades dieciocheras que dejaron su dañino rastro en mi estómago y cerebro.
Todo comenzó el 17 de septiembre en la noche, cuando, en un arranque de cuiquería, me fui a meter a “La Barquera”, en el Casino de Viña, un bar restaurant de los más finoli, donde me comí unos ricos mariscos y me tomé un wiskacho con amaretto,mientras a mi novia le venía una tremenda baja de presión que casi termina con los enfermeros en el local. Después recorrí un poco las renovadas salas de juegos y quedé impactado con un tragamonedas gigante temático de “La guerra de las galaxias”. Es un armatoste lleno de luces y colores con una pantalla gigante que emite todas las películas de esa maravillosa saga.
Es como un gran sueño lúdico, donde las imágenes de Arturito, Han Solo o Darth Vader giran caóticamente en busca del gran premio mayor.
El 18, junto a mi cuasi desmayada novia, hicimos un asado personal y nos comimos un trozo de lomo a lo pobre. Nos zampamos una botellita de vino y nos largamos a las ramadas del Alejo Barrios.Ahí, después de jugar a la pesca milagrosa, los tarros, el bingo y los dardos, nos metimos a la ramada de la Zuliana, llamada “Pelotón”, donde me reí hasta las lágrimas con las groseras tallas y los bailes de estos transformistas. La Zuliana me contó que su ramada fue rodeada de policías de fuerzas especiales, quienes, junto a un funcionario de TVN, le venían a pedir explicaciones por utilizar el nombre del famoso reality televisivo sin autorización.
Por suerte la dirigente travesti había cambiado pillamente el nombre y salvó la situación,“ sin embargo creo que me dieron un trato indigno, como de hombre”, remató
entre risas.
Bastante chispeado me fui a la ramada de los guachacas, en la ex Cárcel, donde terminé dando mucho jugo y bailando cueca, twist y rock and roll como un trompo borrachín.
Hacía tiempo que no me pegaba tanto baile y a las dos de la mañana ya me percaté de que la tele neuronal comenzaba a chisporrotear, por lo tanto la cama fue bienvenida. El 19 me fui a celebrar el cumpleaños de mi brother el oftalmólogo, a la hermosa localidad de San Pedro, cerca de Quillota, donde me encontré con amigos que no veía
hace muchos años y seguimos poniéndole entre pera y bigote, además de comer ricos asados y lomitos con palta.
Ahora, que todo vuelve a la calma como una ola de locura que se repliega hacia el mar, sólo queda pensar en que habrá que comer lechuguita por varios días y desintoxicarse de tanta empanada llena de amistad y buena onda.


http://ajenjoverde. blogspot.com

¡Que calugas de pescado!


Mi amigo el oftalmólogo le tiene miedo a las calugas de pescado.
Dice que es un plato peligroso y que tiene recuerdos de haberlas engullido, con un blanco de etiqueta desconocida, en “El Dominó”, en Valparaíso.
Es la pura la verdad. Yo lo llevé a ese mítico restaurant, que frecuenté muchos años de mi vida junto a otros locos. Después de haber bebidos en diversos lugares de la ciudad, siempre terminábamos comiendo ahí, donde las tres “b” se cumplían a cabalidad (bueno, bonito y barato).
Hay que decir también que éramos jóvenes e irresponsables y que nuestros hígados también tenían esas dos características. El tiempo, los cambios de amigos y la vida en general me fueron alejando de “El Dominó” y el recuerdo de esas calugas de pescado quedó congelado en la memoria gastronómica.
El fin de semana pasado llegué, lleno de esperanzas y vitalidad, al nuevo restaurant Caruso, que maneja el gran chef Tomás Olivera.
El local tiene como especialidad la comida chilena y porteña. Hay chorrillana, calugas de pescado, cazuelas, pollo relleno, chupe de locos y nada más y nada menos que calugas de pescado.
Pedimos el plato para picotear entre varios y debo decir, sin temor alguno, que son las calugas de pescado más ricas que he engullido en mi vida.
El pescado era breca y la masa que rodeaba el trozo era delgada y crujiente. No destilaban aceite alguno y eran acompañadas por una ensalada a la chilena. Recomiendo
enterrar el tenedor en un trozo de cebolla, otro de tomate y la caluga al final y jugar con esos tres sabores.
¡Una delicia!
Los vinos están re buenos y a un precio excelente. Ojalá se mantengan. Durante la semana agarré al doctor y me lo llevé a comer calugas de pescado, para que se le pasara el miedo y conociera una de las nuevas delicias que tenemos en Valparaíso. Y ahora a prepararme para la Fogata del Pescador y comerme una buena presa frita
en paila de cobre.
¡Y que viva el 18 de septiembre mierda!
¡Viva Chile!

Maldita Caña


Por Ajenjo

“Tendrían que existir dos domingos: uno para la resaca y otro para descansar”.
(Frase popular)

Ahora que se acerca el 18 de septiembre, las posibilidades de que muchos chilenos se despierten con caña es muy alta y lamentablemente todavía no inventan un método para superarla.
Si uno se pone a bucear por internet, se encuentra con una larga lista de supuestos remedios, que se suman a todos los consejos que dan los amigos para superar estos lamentables estados sicofísicos.
Tengo un brother que cuando llega a la casa y se demora más de cinco minutos en meter la llave en la cerradura, se aplica una hidroterapia: bebe dos litros de agua. Asegura que despierta como tuna y listo para otro combate.
Hay otro que siempre tiene dos paracetamoles y dos aspirinas en el velador. Al llegar se manda las cuatro pastillas con un buen vaso de agua y jura que despierta “flor de té”.
Hay algunos que aseguran que una miga llena de aceite, antes de la fiesta, dejaría las paredes del estómago con una película que impediría la absorción del alcohol. Otros toman un vaso de leche, buscando los mismos resultados.
El asunto es que la caña, resaca o cruda, es tan antigua como la borrachera misma y hasta han aparecido remedios farmacológicos para sanarla, pero que no han dado buenos resultados.
Hay tipos que despiertan con la llamada “caña mala” y se ponen agresivos. La polola de un amigo tiene que hacerle masajes en el cuero cabelludo, por varias horas, para calmarlo.
Una de las típicas frases es “tómate una cervecita para que se te pase”, pero eso es el camino fijo para el alcoholismo.
Creo que la única solución es la disciplina y el autocontrol y de esta forma evitar quedar inservible al otro día.
Es fácil decir esto en teoría, ya que la mayoría de los chilenos sufren del llamado “calentamiento de hocico” y se toman el primer vaso de vino de lo más caballeros, pero terminan volviéndose locos y poniéndose “terrible de cuáticos”.
Sinceramente, creo que la mejor cura es quedarse en la cama, tomar juguito de naranja, comer suave y dormir mucho.
Y antes de terminar, y desde esta humilde columna, les exijo que si van a beber en
las Fiestas Patrias no manejen, ya que además de ser una terrible rotería pone en
juego la vida de muchas personas.
Yo no tengo idea de manejar y a esta altura de la vida, ni me interesa.

ajenjoverde@hotmail.com

9.10.2009

Suegras



Dentro de pocas horas iniciaré mi segunda convivencia con una mujer, a quien amo en este momento más que a nada en el mundo y con quien tengo numerosos proyectos comunes que se concretarán finalmente en un matrimonio y lo más seguro, en nuevos hijos.
Creo que las lecciones ya están aprendidas y esta nueva aventura de amor debería tener un mejor término que la primera, sin embargo, siempre hay miedo e incertidumbre sobre el futuro.
En todo este proceso hay personajes que siempre son centrales y principales, y en mi experiencia de vida, estos encantadores seres son... las suegras.
Con la madre de mi novia y otros amigos, nos zampamos el fin de semana una botella de wiskhy y hablamos de todo tipo de temas. Mi nueva suegra es una mujer chorísima, que tiene un grupo de amigos maravilloso y con quienes armamos fiestas y comidas que duran hasta las seis de la mañana.
Muchas veces mi suegra santiaguina toma el liderazgo y sale rumbo al Mercado Central, a engullir erizos y caldos de mariscos para recomponer el cuerpo luego de una maratónica noche llena de conversa, tinto, chistes, whisky con coca cola, y mucha buena onda. Yo caí parado en el grupo de mi suegra y me siento parte integrante e incluso militante de esta familia, donde la solidaridad y el carrete se amalgaman en un solo y entretenido grupo. Además de estar enamorado de quien se convertirá en mi esposa, amo profundamente a este grupo de locos y la confianza y amistad que tengo con mi suegra es bastante profunda e interesante.
Pero no puedo dejar de recordar, en todas estas reflexiones, a mi primera suegra. Ella es una persona maravillosa, de quien perfectamente podría haberme enamorado, y siempre estuvo atenta a cualquier ayuda que necesitáramos.
Ella también carretaba con nosotros y aunque nunca fue fanática de los tintos y de los licores espirituosos, siempre nos acompañaba y se reía con nuestras tonteras. Conversadora como ninguna, podíamos pasar horas y horas relatando historias y escuchando sus tiernas aventuras generadas en su vida como profesora básica.
En el amor,mi primera suegra era bastante dispersa. Se enamoraba muy rápido y tuvo aventuras y convivencias bastante diferentes desde el punto de vista conservador y tradicional.Ahora nuevamente su corazón está de fiesta y ojalá disfrute cada momento de romance.
La tradicional caricatura de la suegra es una mujer gorda, con peinados raros y que odia y trata de hacer la vida
imposible a quien se lleva a su hija. En mi caso ha sido radicalmente opuesto y mis suegras, además de ser bonitas, son amigas con las que podré contar hasta el resto de mis días.
Así sea.

Esperando a Tomás Olivera


Por Ajenjo

Valparaíso debería estar de fiesta por la noticia de que uno de los mejores chefs del país esté apostando por esta mutante ciudad y se instale con un restaurante de comida chilena.
Se trata de Tomás Olivera, quien actualmente es el chef del restaurante Adra, del hotel Ritz Carlton en Santiago.
¿Cómo les quedó el ojo?
El profesional de la gastronomía compró el restaurante Caruso, en la subida Cumming, y pronto abrirá un local que seguirá llevando el mismo nombre, pero que tendrá su sello personal y que, según los entendidos, será para chuparse los bigotes.
Personalmente no conozco al chef, pero después de escribir mi columna sobre la despedida del antiguo Caruso, me escribió un correo electrónico, donde me pedía que se me pasara la tristeza, ya que él continuaría con el espíritu forjado en ese mítico local porteño. Después hablé por celular y nos pusimos de acuerdo para una entrevista, que por las circunstancias de la vida, todavía no se puede ejecutar.
Javi Luco, la antigua dueña del Caruso, me señaló que le había vendido con mucho cariño y entusiasmo su restaurante, ya que “es un porteño que incluso tiene una historia con este local y sabe perfectamente dónde está y qué es lo que hará”.
Buceando por revistas electrónicas, confirmo que Tomás Olivera es un porteño de tomo y lomo, que estudió en el liceo La Igualdad, bajo la atenta mirada de su padre carnicero y su madre dueña de casa. Después de trabajar en una disquería y de toparse por suerte con el mundo gastronómico, decidió estudiar en el Inacap de Viña del Mar. En sus primeras labores cocinó para el Obispado de Valparaíso, el clásico Vitamin Service de Pedro Montt y de ahí al Hotel O’Higgins y después al Hotel del Mar.
Lo demás ya es historia de grandes ligas, ya que estuvo en el famoso y exótico restaurante Zanzíbar, en Santiago, para después aterrizar en el Adra.
Cubriendo la noticia de una explosión de una cañería de gas, camino por la calle Cumming y me encuentro con el restaurante y unos maestros trabajando. El nuevo letrero ya tiene su sello personal y me asomo, mientras mi nariz imaginariamente huele prietas, costillares, cazuelas y valdivianos.
Queda muy poco para recibir a Tomás Olivera y hay que estar orgullosos y sacar pecho de este gran hijo pródigo que vuelve a su ciudad lleno de sueños y triunfos.

ajenjoverde@hotmail.com

9.09.2009

A las nanas de Chile con mucho amor


“A mi me crió mi nana y todos
los valores humanitarios
que tengo se los debo a ella”
(Mi brother oftalmólogo)



Llueve sobre Valparaíso y decido irme a Viña del Mar a ver, en su fin de semana de estreno, la película chilena La Nana, que se ha ganado numerosos premios en todo el mundo.
La película es buena, especialmente la actuación, donde se destaca la porteña Catalina Saavedra, que se manda un papel como para el Oscar. Las empleadas domésticas, asesoras del hogar y actualmente nanas, han sido
para muchas generaciones de chilenos las verdaderas madres, transformándose en las reales moldeadoras de nuestras personalidades finales.
La película ha generado conversaciones sobre este tema en todos los ámbitos y desde esta humilde tribuna yo les hago un homenaje muy grande y emotivo.
Actualmente mi hijo es criado por su nana Carmen, y está más claro que el agua que ella es una de las personas que el pequeño más quiere en el mundo y que ha forjado, en gran parte, su futuro comportamiento social.
En el mundo actual, donde las madres y padres trabajan, las nanas se han convertido en los primeros amigos de nuestros hijos y eso no tiene ningún precio que se pueda pagar.
Con todos estos pensamientos en la cabeza me largo un día de furiosa lluviosa a la localidad de San Pedro, en Quillota, donde me relajo jugando al cacho y comiendo un rico bistec a lo pobre con mis brothers.
Cerca de las 20 horas decidimos irnos del lugar y los caminos de tierra, convertidos en trampas mortales, nos dejaron atrapados en una zanja barrosa. Yo trataba de empujar el auto, mientras la rueda giraba como una borracha loca, mientras me escupía gran cantidad de barro en la cara.
Nos tuvo que rescatar un señor de apellido Torrejón, que con su jeep y una cuerda, nos sacó de esa lluviosa trampa. Con la ropa totalmente mojada y la cara manchada de fango, llegamos al bar Moneda de Oro para acompañar a mi hermano, fanático de la Universidad de Chile, a observar el partido contra unos colombianos.
Tomándome un consomé de huevo con un tinto Casillero del Diablo, recordé a todas las nanas de mi historia
personal y nuevamente me emocioné pensando en su valiosa y dura tarea.


Los separados de Fulano


Por Ajenjo


Estoy haciendo la fila para ingresar a escuchar el grupo Fulano, en el Teatro Municipal de Valparaíso, que por varios años se convirtió en la banda de sonido de mi vida ochentera.
En el bolsillo de mi abrigo aprieto mi petaquita de ron, una bebida y un vasito plástico, que me servirá para endulzar los sonidos de la nostalgia. La fila es bastante larga y en la Avenida Pedro Montt se empieza a juntar una reconocida fauna de seres, donde los ojos están con arrugas, los pelos más blancos y las ideas sociales bastante más remojadas en las aguas de la tolerancia.
Una de las conversaciones más recurrentes que tuve en esa fila, con los mutantes que se me acercaron a saludar
fue: “oye, supiste que Carlitos se separó de Juanita” o “la Juanita se fue y dejo a Carlitos solo en su casa...”.
La crisis matrimonial está muy fuerte en mi generación y sólo muy pocos sobreviven a la fuerte experiencia de la vida en pareja.
A mi me tocó esto hace años y ahora tengo que recibir amigos que vienen con sus dolores y fantasmas internos, a contarme que están viviendo en casas solitarias, donde antes habían ruido de niños y de carrete y que ahora el sonido de la televisión y de la respiración es lo único que queda de una relación amorosa fulminada por el paso del tiempo.
Con uno de los separados nos vamos a mi casa para conversar, con una botella de whisky Jack Daniels, sobre
los golpes del amor, los más duros, los casi mortales. Entre vaso y vaso del dorado licor llegamos a la conclusión que el amor es como el trabajo, “a veces se puede odiar y a veces amar, pero lo importante es aguantar ya
que siempre hay una recompensa”.
Mi equipo de música tiene malo el reproductor de CD, por lo tanto desempolvé una caja de viejos cassettes de
música para alivianar la pesada conversa. Volvimos a poner Fulano y recordamos el recital, donde
la bella Arlette Jequier nos elevó con su potente y erótica voz. Con su pinta de niña cuica y loca, esta cantante
estuvo en mis sueños durante mucho tiempo y ahora también la veía más lenta, más cansada, pero más sabia.
Los músicos de Fulano reventaron sus instrumentos en el escenario, tocando solos que inundaron de calidad
y emoción el teatro porteño, mientras los separados, con sus conflictos cerebrales y emocionales, los escuchaban, tratando de encontrar un poco de paz en estos duros momentos de la vida.



8.13.2009

“Sumergidos” en el extraño mundo de Beto



Por Ajenjo

"¿Cuál es la mejor manera para hacer reír a Dios? Cuéntale tus planes sobre el futuro.
(Diálogo de la película "Bella" del director Alejandro Gómez Monteverde).

Estoy en la sala El Farol de Valparaíso deleitándome con la exposición "Sumergidos" del gran artista porteño Beto Martínez.
Sus cuadros tienen una torcedura tan especial, como si los rostros de sus modelos se estuvieran derritiendo en locura y decadencia.
Pocas veces paso a esta pequeña sala a mirar exposiciones, ya que muchas veces me he sentido perdiendo el tiempo y aburriéndome con instalaciones bastante malas.
Ahora veo la evolución de este artista y pienso que ya está entre los grandes y que su pintura es tan particular y fuerte que no deja a nadie indiferente.
A Beto lo conocí trabajando en el diario, sin embargo fue en los bares donde pude transar un par de conversaciones entretenidas. Es un tipo simpático y muy humilde, alejado de todas las convenciones sociales que podría tener un tipo que posee la genialidad en sus manos y cerebro.
Después lo vi muchas veces en el bar restaurante "Vinilo", del cerro Alegre, donde era un parroquiano más que junto a su grupo de amigos estaba todas las noches tomando ron y hablando sobre arte, política y mujeres.
Ahora veo su cuadro de una pareja desayunando desnuda y me quedo minutos tratando de buscar detalles y rincones eróticos, que fueron hábilmente escondidos.
Me dio nostalgia entrar a esta exposición y le pedí a mi novia que me invitara a almorzar al "Vinilo" para recordar esos años de largas charlas nocturnas.
Nos pegamos una media comilona ya que el menú de ese local porteño, con comida chilena de autor, está para chuparse los dedos y sólo habría que corregir un poco la carta de vinos.
Si pasa por la Sala El Farol, en Blanco 1113, péguele un vistazo a los cuadros y a lo mejor esa noche puede llegar a soñar en colores.
¡Buena Beto, te las mandaste!


Besando a un pingüino embalsamado


Por Ajenjo


Estoy en el restaurante Chiringuito de Zapallar con una corona roja y besando a un pingüino embalsamado, como parte de las festividades de mis cuarenta años. La patota que llegó al local era muy selecta y yo, como era el invitado de honor, estaba a cargo de elegir los platillos que degustaríamos en tan importante fecha.
A mi hijo, que no come mariscos, le pusieron una pechuga de pollo grillada y picada con puré. Nosotros nos lanzamos con dos dosis de machas a la parmesana, erizos, camarones, pastel de jaiba, ostiones, un congrio colorado con papas fritas y otras sabrosuras que no puedo recordar.
Mi brother oftalmólogo, que llegó cuando estábamos tomando el primer pisco sour, le vino la grandilocuencia y se pidió un plato de centolla para picar, lo que aumentó la cantidad de comida en la mesa.
Pedimos unos mostos blancos para bajar tanta delicia, mientras la conversa era talla tras talla. Cuando llegó la hora del postre mi querida y bella novia fue a buscar una torta que tenían guardada en la cocina. La torta llegó acompaña de cuatro mozos y una bolsa llena de trompetas, gorros y serpentinas. Los mozos entonaron varias canciones festivas, incluido el Cumpleaños Feliz y yo apagué las cuarenta velas,
mientras otro garzón me acercaba un pingüino embalsamado para que lo besara.
La gente que estaba almorzando se mataba de la risa del performance de los mozos, que se agradeció mucho y que le dio un toque de humor inesperado a la celebración.
Después vino un fin de semana lleno de buena gastronomía en el Punta Mai y con un inolvidable remate en el Cesar, ese restaurante que está enclavado en la playa misma de Zapallar y donde se bebe y se come en forma excelente.
Para terminar con broche de oro mi largo y celebrado cumpleaños, fui a la despedida del restaurante Caruso, donde bebí unas cervezas, pisco sour y unos remates de lemonchello que me dejaron en el ciberespacio más alejado de la realidad.
En un momento de la noche la gente que estaba también despidiendo al restaurante me pidió que hablara, sin embargo no pude entonar palabra y me corrieron unas lágrimas.
¡Parece que se nos entonó el amigo!, fue lo último que alcancé a escuchar antes de retirarme de las pistas y volvera la rutina, ahora con cuarenta años muy bien cumplidos.


ajenjoverde@hotmail.com

Adiós Caruso querido...

Por Ajenjo

Mientras usted esté leyendo estas líneas tranquilamente, yo estaré en Maitencillo celebrando mis cuarenta años de edad. Si quiero ser honesto, tengo que afirmar que sin duda estaré bastante “arriba de la pelotita”, bebiendo buenos mostos y del fuerte, para tratar de frenar el implacable paso del tiempo, ese tiempo que te hace más cauto e inteligente, pero que a la vez va corrompiendo el cuerpo y acercándote a ese aroma a gladiolo que todos sentiremos alguna vez.
A toda esta celebración, que seguramente estará llena de cánticos, abrazos y brindis, se suma una noticia triste: el cambio de dueño del restaurante Caruso de Valparaíso.
Este local se transformó en un centro histórico en mi vida, donde los ceviches, las empanaditas de marisco y los tiraditos, se mezclaron con mutaciones trascendentales en mi curriculum emocional y que me cambiaron para siempre. Recuerdo que partimos almorzando ricos menús y conociendo esa curiosa pizarra que rotaba de mesa
en mesa con todas sus sabrosuras.
Mi hijo, en esos tiempos, tenía como cuatro años (ahora tiene el doble) y su mayor travesura era borrar parte del menú, mientras los jóvenes y simpáticos mozos se reían de su pequeña picardía.
Pasé momentos de locura y varias veces salí con bastante daño cerebral, ya que siempre nos ofrecían un
rico lemoncello de bajativo, que potenciaba los pisco sours y el vino blanco que habíamos consumido junto a los platos, y nos dejaba transmitiendo de lo lindo.
Su dueña, Javi Luco, a quien yo llamaba cariñosa y respetuosamente, la Nicole Kidman de los cerros porteños, fue hasta candidata a reina guachaca y yo le habría dado la corona, ya que mujeres tan simpáticas y bellas hay muy pocas.
Hay lugares que se convierten en parte de uno, así como el hígado, el cerebro o los ojos, el Caruso se integró a mi vida en forma amable y buena onda, dejándome ser, sin mayores trabas o complejos.
Participé de la creación de este restaurante desde un comienzo y luego lo vi convertirse en un joven famoso, que aparecía en la mayoría de las revistas de gastronomía de Chile y donde siempre se alabó la increíble calidad de los vinos que ahí se servían.
Ahora, en la soledad culinaria más grande que he tenido en toda mi vida sólo me queda decir: ¿qué hago con mis cuarenta años y sin tener a mi Caruso querido?


Dura apología al Dandy Chileno

Por Ajenjo

Me cae bien el Dandy Chileno. Es raro el loco, pero hay algo que me recuerda a un gran amigo de la juventud. Desde niño que me he rodeado de gente que está media rayada y que tiene problemas para insertarse socialmente. Mi padre me decía que me gustaba juntarme con "los pobres", ya que llegaba con mis compañeros de filosofía a tomar once a la casa y eran todos bastante hippies y arrasaban con el pan con palta y la leche chocolatada. Después que le empezamos a sacar las botellas de vino de la despensa se enojó de verdad y nunca más fueron.
En el colegio me hice amigo de un compadre que estaba loquísimo y que a veces se ponía violento. Varias veces
me trató de golpear y se rapaba la cabeza dejándose unos pelos parados. Fue uno de los primeros punk que conocí. Después terminó preso.

En la universidad me reunía con un lote bastante extremo. Nos decían los "mutantes" y siempre armábamos fiestas con mucha cerveza y ron. También me junté con gente de la literatura porteña, especialmente poetas, y
también estaban rayadísimos.

Actualmente estoy con gente más normal, sin embargo, siempre quedan resabios de la locura pasada. Ahora, que me pongo a ver "Pelotón" con mi vaso de ron a mi lado y veo al Dandy, además de retorcerme de la risa,me proyecta una imagen amigable, casi hasta de hermandad.
Saber que ha tenido dos o tres pellet puestos en el cuerpo para superar el alcoholismo es algo duro, pero que lo acerca a las personalidades extremas, que se alejan de la mediocridad y que al final la soledad sólo la pueden aplacar con un buen vaso de whisky. Es simpático el loco, pero como lo dije en un comienzo, está bastante rayado y seguramente
lo atacarán mucho en los próximos días y yo lo defenderé.
Y como ya me puse a escribir sobre la televisión, sólo me queda decirles que el compadre que tiene raptada a la Elisa en la teleserie nocturna de TVN obviamente es el comisario Camilo Rivas. Pablo Illanes, que es el guionista del exitoso thriller, es un admirador del cineasta Darío Argento, donde las manos enguantadas en negro siempre han sido las protagonistas. En este caso todo apunta a que la esposa del policía fue asesinada en extrañas circunstancias y el tipo quiere vengarse de los supuestos culpables, entre ellos Raimundo Domínguez.
¿Cómo? Enamorándole a la mujer y raptándole a la hija, para después hacerlo pasar como culpable.
Saben que más, mejor me voy a tomar ya que me estoy rayando como mi amigo, el Dandy Chileno.


7.14.2009

¿Quién alguna vez tomó Ron Silver?


Por Ajenjo


Cuando era un joven estudiante universitario, hace 20 años aproximadamente, tenía un compañero que estaba obsesionado con un ron de marca Silver.
El brebaje, que valía como 400 pesos, tenía un pirata en su etiqueta y según mi amigo, después de dos o tres tragos, podías conversar seriamente con el hombre del parche en el ojo y mano de garfio.
Estos recuerdos me invaden luego que observara el programa de televisión "Informe Especial" que estuvo dedicado a los tragos que beben los jóvenes y que son muy tóxicos.
Tengo imágenes bastantes distorsionadas de estudiantes en la playa de Caleta Abarca rellenando una botella de ron Silver con jugo en polvo para que "pasara más suave por el gaznate".
Creo que cuando uno es joven (y con pocas monedas en el bolsillo) puede darse estas licencias alcohólicas. El hígado recién está comenzando su aventura en la vida y puede recibir cualquier veneno que se lance para adentro.
Recuerdo un verano en Maitencillo, junto a un actual arquitecto del municipio viñamarino, con quien bebíamos un ron llamado "Siberia" y que nos costaba 500 pesos la botella.
Sentados entre las rocas y filosofando de lo lindo terminábamos bailando en la Disco Pool con santiaguinas que se enamoraban de nuestra extrema distorsión.
También estaban los licores Caribean, que se fabrican en una ciudad al interior de la región, y que dejaban a muchos estudiantes completamente nockout.
Las cervezas mañaneras eran bastante frecuentes y había un grupo que siempre estaba buscando las de marca Escudo que tuvieran 5.5 grados de alcohol, ya que existían otras que tenían algunas décimas menos y no eran "tan poderosas".
Cuando estudié filosofía tenía un compañero, amante de Nietzsche, que nos invitaba a su casa y sacaba una botella de gin marca Booths, de litro, y la metía a la juguera junto a un tarro de piña. Después aseguraba que era el mejor licor del mundo.
Varias veces me comí el gusano que traían las botellas de mezcal, sin embargo ahora me ponen algún trago con olor a tequila y me voy directamente a la cama, pálido y con dolor de estómago.
Hay que educar a los jóvenes en el arte del beber. Por suerte yo tuve un profesor jefe en el colegio, de sobrenombre Tomacho, que junto a un selecto grupo de amigos, tuvo la delicadeza de enseñarnos a destapar buenos mostos desde chicos.
Tener cultura alcohólica es importante y no sólo sirve para distinguir entre un Carmenere o un Merlot, sino que sirva para beber bien y de manera moderada (¡sí, claro) y poder extender la vida y seguir conviviendo con los amigos y arreglando el mundo en torno a un buen vaso de vino o ron.


¿Pero si esos platos nosotros no los pedimos?


Por Ajenjo


A pesar de que desde el cielo lanzaban baldes y baldes de agua, el sábado pasado decidimos ir a conocer el restaurante “Oda Pacífico”, que queda en el cerro Florida y que de boca en boca se ha convertido en todo un suceso gastronómico de Valparaíso.
Junto a simpáticos amigos llegamos hasta el segundo piso del hermoso local, donde la brillante madera tiene un rol protagónico y provoca que uno se sienta muy cómodo. Les pedimos unos tradicionales pisco sour al mozo, que siempre mantenía una voz bastante teatral para explicar los aperitivos.
Nos percatamos que tenían una onda con el arándano, ya que nos ofrecieron arándano sour, jugo de arándano y mantequilla al arándano. El trabajo del mozo era apoyado por un anfitrión, que se paseaba por las mesas con ojos vigilantes y que trataba de ser amigable con los comensales, pero también con ese mismo tono teatral.
Pedimos para comenzar unos tiraditos de pescado de roca con salmón ahumado, un carpaccio de avestruz y unos mariscos en sus salsas y su correspondiente botella de vino blanco y una copa de tinto para mi novia, que es petrolera hasta la muerte. La orden llegó con una falla: en vez de los mariscos apareció una bandeja de ceviches,
sin embargo se veía tan rico que no quisimos reparar la falta.
Se lo hicimos notar al anfitrión, que en tono de broma dijo que traería un martillo y que golpearía los dedos al mozo. Luego nos preguntó que íbamos a comer de segundo y le dijimos que estábamos pensando en seguir pidiendo cosas para picar entre todos o a lo mejor atacábamos los postres.
A los 10 minutos apareció el mozo con tres “piqueos marinos” que nosotros jamás habíamos pedido. “Esto es por el error cometido en la primera pedida”, dijo una de las inocentes comensales en la mesa. Con ese pensamiento atacamos los platos y después pedimos la cuenta y nos percatamos que nos habían cargado
esos tres “piqueos” (con un costo de más de 15 mil pesos). Toda una “genialidad” de los mozos y el anfitrión.
Oda Pacífico es un excelente restaurante, pero no pueden servir algo que uno no ha pedido.


ajenjoverde@hotmail.com

7.03.2009

La vejez no está hecha para los cobardes




Por Ajenjo



Con está dura frase de la actriz Betty Davis y que titula esta crónica comienza la película La Elegida, que es una joyita que uno se encuentra en los clubes de DVD y que sirven para reflexionar por un rato con un buen vaso de tintolio al lado.
En algunos días más cumpliré cuarenta años y realmente es algo que me está quitando parte de mi sueño ya que tiene una especie de carga simbólica, que afecta la mente y que al parecer es la entrada definitiva al mundo adulto, además de marcar la mitad de la vida.
A veces pienso en la gente que asegura que la edad es una situación mental, pero yo no estoy tan de acuerdo ya que los achaques físicos comienzan a surgir y seguramente la mente también tiene un proceso de mutación y cambio.
Pienso por ejemplo en mi Tía Quety, que cumplió 80 años de edad. Participé de un almuerzo por sus festejos
y cuando supo que viajaria a la India me dijo que visitara el Templo del Loto, ya que ella es practicante
de la fe Bahai.
Mi tia siempre ha sido optimista y le ha tocado, como a casi todos los seres humanos, vivir situaciones bastante extremas y dolorosas. Su mente están lúcida y su espíritu sigue igual de fuerte.
También visite hace algunos días a las hermanas de mi abuela en el cerro Placeres, donde también me encontré
con personas que tiene más de 90 años y que me conversaron sobre política y actualidad nacional, me hicieron preguntas sobre mi viaje y mantuve una conversación muy interesante y amable ¡Qué admirable tener cabezas
tan lucidas y optimistas a esa edad!
Ahora, mientras grito por los nuevos triunfos del Everton con litros y litros de ron en el estómago, en el
bar Moneda de Oro, me doy cuenta que estoy más viejito y que las locuras de la juventud las recuerdo con
cariño y ternura.
A veces estoy con mi hijo y le relato historias y los ojos se me llenan de lágrimas, especialmente si me he tomado algunos vasitos de vino al almuerzo. No quiero ser un viejo que se toma dos tragos y anda llorando por todo, pero siento que existe una barrera emocional que se adelgaza día a día y que me deja indefenso frente a los demás.
Ahora sólo me queda pensar en la frase de Tolstoi "la mayor sorpresa de la vida es la vejez" y seguir pidiendo
que me llenen mi vasito con más ron y alegría.




6.18.2009

Recordando la mirada del rinoceronte indio


Por Ajenjo


Estoy parado frente a una vitrina de una tienda en Valparaíso y miro los objetos que hay dentro de ella. Realmente no estoy viendo nada y mis pensamientos están en otro lado, en otro país, en otro mundo. De repente me doy cuenta que llevo más de media hora en esa posición y me percato que el viaje a la India me está cobrando una boleta mental.
Es como si el cerebro tratara de seguir viajando, pero el cuerpo ya está detenido en un solo lugar y la rutina lo inmoviliza como a una momia egipcia.
Dentro de mis pensamientos el recuerdo más fuerte es el del safari en Jaldalpara, donde estuve una hora recorriendo una espesa selva a lomo de elefante.
Nos citaron a las 8 de la mañana y llegamos, junto a una simpática familia india, a una estructura muy parecida a las escaleras que ponen en los aviones, pero en esta ocasión uno terminaba sentado en el lomo de un elefante.
El paquidermo, de gran tamaño, llevaba una estructura de fierro sobre su lomo donde cabían cuatro personas cómodamente sentadas. A nosotros nos subieron junto a la familia india y entre mi novia y yo nos chantaron a una niñita de tres años.
Una fuerte llovizna caía sobre nosotros y yo saqué un paraguas para proteger a la pequeña. El elefante arrancó y comenzó a meterse en la espesura de la selva.
El animal pasaba muy rápido entre espesos árboles y el paraguas quedó convertido en un inservible estropajo. De ahí para adelante la lluvia nos mojaba libremente y le ponía una nota aún más aventurera a la situación.
El chofer del elefante está sentado en la cabeza y al mover sus piernas en las orejas el paquidermo avanza. En un momento se nos pidió silencio y entramos a un charco donde pudimos observar, en gloria y majestad, a un rinoceronte de un solo cuerno.
El tremendo animal era imponente y por algunos minutos lo pude mirar directamente a los ojos.
Después salimos a una estepa libre de árboles, para luego internarnos en ríos, charcos y barro, que el elefante con sus grandes patas lograba traspasar fácilmente.
Al final uno se baja en la misma escalera especial donde se subió y puede tocar la piel del animal, quien muy bien domesticado recogía billetes desde el suelo.
Todos esos recuerdos me pasan por la cabeza mientras me doy cuenta que estoy pegado, como con el disco rayado y que debo dejar de mirar vitrinas e insértarme nuevamente en Valparaíso.
Se que no es fácil superar un jet lag con diferencia de 10 horas y estoy consciente que debo amalgamarme a mi vida laboral y porteña de una buena vez.
El partido de Chile, donde derroto 4 a 0 a la selección boliviana de fútbol, fue un buen comienzo. Lo malo fueron los dos shop y los cuatro rones que me dejaron bastante abatido, cansado y pensando en la seria mirada del rinoceronte de un solo cuerno.


ajenjoverde@hotmail.com

Perdido en el raro Reino de Bahrein


El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, toma té con los jeques de Arabia Saudita. Yo estoy solo a algunos kilómetros de este evento, semi perdido en el Reino de Bahrein, luego que me cancelaran un vuelo turístico y tuviera que permanecer en forma obligatoria por 14 horas en este país, catalogado como la nación más pequeña del Golfo Pérsico.

Mi salida de la India es bastante heavy. Después de andar a lomo de elefante, observando rinocerontes de un solo cuerno y tigres de Bengala, termino en una extraña sala de espera, con mi cara larga y un MP4 con el juego Tetris, esperando que la línea aérea solucione su error y me saque de una buena vez de Nueva Delhi.

Despues amanezco en el raro Reino de Bahrein, que personalmente lo encuentro muy extraño, extrañísimo. Es como caminar dentro de una maqueta de un estudiante de arquitectura de Valparaíso. No hay ningún cerro, el calor es fuerte pero existe una niebla en el cielo que enrarece mas este lugar. No hay veredas y la poca gente se mueve en autos carísimos onda Rolls Royce. Los edificios son todos de un color cafe claro y hay unas torres ultra modernas.

Todo es artificial, como recien creado y me siento parte de un reality, como si fuera el protagonista de la película "Truman Show".La mayoría de los habitantes se visten con el tradicional traje árabe y mientras entro al hotel, donde tenía almuerzo y cena asegurada por la línea aérea, pienso que esto no es un país real y que es parte de la gran escenografia de los reinos petroleros que comercian con Occidente. En el pasaporte me dieron un permiso por 24 horas con un sello que señala "felicidad para sus negocios". Con eso queda todo más o menos claro.

En el aereopuerto, rumbo a París, me entero que el tenista chileno Fernando González esta jugando la final de Roland Garros. Mientras escribo esto planificamos ir a ver el partido a la plaza de Notre Dame por pantalla gigante (cuando se publique esta crónica ya todos conocerán el resultado).Me quedan muy pocas horas en esta hermosa ciudad, sin embargo el cansancio de los 20 días por la travesía en la India está bastante presente y sólo quiero calma y descanso.Ya en el recuerdo quedan esas extrañas ciudades.

En un pequeño resumen podria señalar que Nueva Delhi es como si la plaza Echaurren de Valparaíso la habitaran más de 15 millones de personas. Agra es el Taj Majal, que como ya lo he señalado, es la obra arquitectónica más impresionante que he visto en mi vida. Varanasi es la locura del río Ganges y sus dioses, donde todavía tengo tatuada en mi retina la imagen de los cadaveres quemándose en busca del término de las reencarnaciones y en busca del Nirvana. Calcuta es tranquila, a pesar de su gran cantidad de población, y todavía se respiran aires británicos en esa zona. Darjeeling es la calma absoluta con los Himalayas de telón de fondo y sus monjes tibetanos (además del ciclón Aila) y el safari arriba de un elefante fue el punto final del viaje más distorisionado, extraño y maravilloso de toda mi vida.

Recorrer la India fue enfrentar un gran desafio, que en el fondo es la esencia de cualquier viaje. Si no podría viajar más creo que me moriría y no me importa si es un paseo al lago Peñuelas o una aventura en el Orinoco salvaje.Lo importante es moverse, entretenerse y disfrutar.

Machuca en Calcuta


Por Ajenjo


Estoy en la mítica ciudad de Calcuta, visitando el templo de la diosa Kali.

Me despierto a las 5 de la mañana para tratar de observar los sacrificos de animales que se anuncian en ese lugar. La visita fue guiada por los mercenarios del templo, que son falsos sacerdotes que se instalan para embaucar a los turistas. Me hicieron sacar los zapatos y calcetines y caminar por una inmunda calle. El templo es pequeño y los indios se amontonan para ver una pequeña imagen con tres ojos. Me llevan donde se sacrifican a los animales y lamentablemente este sangriento ritual comienza supuestamente a las 9 de la mañana. Los falsos sacerdotes comerciantes me empiezan a pedir mucho dinero para que Kali me ayude. Les contesto que sólo les daré un poco de rupias (como 5 lucas chilenas) y la cosa se empieza a poner violenta. Vuelvo por mis zapatillas y me sigue un tipo que seguramente me insulta, junto a toda su familia y muchos niños. La onda es pesada y corro al taxi. El chofer no avanza y la familia completa me exige mas dinero desde la ventanilla del auto. Al final el conductor apretó el acelerador y la calma volvió a mi mente.

Calcuta es una ciudad amable, menos los mercenarios de Kali.

Vuelvo al hotel bastante cargado y enciendo el televisor. Son las siete de la mañana en Calcuta y por un canal de cable estan emitiendo la pelicula chilena Machuca. Tiene subtíitulos en inglés y la veo completa, bastante emocionado. Al final, cuando empiezan a salir los créditos, la canción de Los Jaivas Mira Niñita me pone muy nostálgico y cierro los ojos para dormir soñando con mi país.

Dejo Calcuta y viajo a Darjeeling, una ciudad que no tiene nada que ver con la India que acabo de conocer.Es como si en los demás lugares anduvieran todos locos y aqui la paz se hubiera instalado para siempre.

Llegué en un viaje en una todoterreno de tres horas, en medio de selvas. Estoy alto, muy alto, encubrado en grandes montanas y muy cerca del Everest, que todos los días trato de avistar en un cielo nublado y lluvioso.En Darjeeling el rollo es el té. Como en Chile hay catas de vino, aqui todos andan tomando los mejores té del mundo. Tambien hay muchos tibetanos dando vueltas y aproveche a visitar un refugio de exiliados, donde entrego mi apoyo moral para que Tibet sea libre de la dictadura China de una vez por todas. Visité un templo budista con niños vestidos como monjes que cantaban angelicalmente.Al final quede cuasi atrapado en este bella ciudad. Me atacó el devastador ciclón Aila, que mató a varias personas, dejó caminos cortados y sin electricidad por dos días a toda esta urbe montanosa y sus alrededores. Ahora voy rumbo a la reserva natural de Jaldhapara, donde me esperan unos elefantes que serviran de transportes para observar tigres y rinocerontes...


6.09.2009

Poderosa India


Por Ajenjo


Camino por el barrio de Conaught Place, en Nueva Delhi, la capital de India.

Llevo tres horas en la ciudad y pienso que todas las personas que me miran con curiosidad son posibles y pequeños estafadores. De repente me miro la zapatilla derecha y me encuentro con una gran mierda humana, asquerosa, vomitiva, licuada y recuerdo la cita textual de la Lonely Planet (Libro de Viajero) de la India donde se advierte claramente de este asqueroso ataque a los afuerinos, que consiste en que te manchan el zapato con un gran mojón para que después un limpiabotas te lo saque por una fuerte suma de dinero. Meto la zapatilla en un montón de tierra, mientras me nublo de rabia. Termino en el bar mas cuico de la ciudad, bebiendo una helada cerveza Kinfisher y escuchando musica electronica, que actua como un sedante para olvidar el horrible acto de lavar mi zapatilla en el lavatorio del baño.

Llego a la entrada del Taj Majal, en la ciudad de Agra, que es descrito, y sin exageracion alguna, como la obra arquitectónica basada en el amor más poderosa del mundo. Después de pasar un estricto control policial llego al monumento. Mi novia me seguia emocionada frente a la gigantesca y curvosa masa de belleza blanca construida de marmol y dolor (¿no es siempre el amor algo doloroso y fuerte que nos traspasa más que nada en este mundo?).

Luego de recorrer sus cuatro costados nos sentamos a descansar. Las pupilas debian recogerse ante tanta belleza.

Varanasi, la ciudad sagrada de la India.

Veo un cuerpo quemandose en el Ganges. Veo un hombre con el cuerpo blanco gritando. Hay olor a asado. Un perro busca carne debajo de las aguas de este rio. Me siento radicalmente extranjero. La gente se rapa la cabeza. Aparece un nino con labio leporino. Un hombre pasa su pierna sobre su cabeza. La musica que se escucha es de tambores. Todos rezan.

Entro al Templo de Vinshu, me saco los zapatos y camino por dentro pisando un agua barrosa. Un guía me lleva y me presenta a todos sus dioses, son varios. Hay un roca por donde sale un agua lechosa. Me dice que la toque y que frote mis ojos. Me dice que reze por mis parientes y me presenta un viejo flaco y barbudo. Voy dejando billetitos en todas las alcancías y me voy del templo con mi frente manchada de un color amarillo y una corona de flores en mi cuello.

Y sigo viajando rumbo a Calcuta. Al templo de la Diosa Kali, donde se sacrifican animales, en una de las pocas deidades que se adoran y que no es muy buena.

El viaje continua y cada vez me amalgamo mas a los indios.


ajenjoverde@hotmail.com

Me arrodillo nuevamente ante París


Por Ajenjo


Cuando usted esté leyendo esta columna seguramente estaré caminando por las calles de Nueva Delhi, la capital de la India, en uno de los viajes más alucinantes y distorsionados que he planificado toda mi vida.

Antes de tomar el avión de la línea aérea Gulf Air, que pertenece al Reino de Bahrain o algo así, tuve que pemanecer dos días en París, que personalmente la calificó como la ciudad más hermosa y acogedora del mundo.

Me recibió en un su cálido y minúsculo departamento el hermano de mi novia, quien lleva siete meses en esta maravillosa ciudad y está sacando un doctorado en historia en la Escuela de Altos Estudios de París. Llegué con unos botellones de pisco y el primer día nos mandamos unos sour para recordar el suelo chileno. Después salí a recorrer esta urbe y sin ponerle mucho color tuve que aguantarme las lágrimas en los ojos varias veces.
Cuando estuve cerca de la tumba de Napoleón me di cuenta que en el Gran Palacio estaba montada la tremenda muestra de Andy Warhol, la más completa de este artista norteamericano que creo el concepto de pop. La exposición, que costaba 11 euros (casi 10 lucas chilenas) era espectacular. Estaba Marilyn Monroe, Lenin, Elvis y toda la iconografía setentera y ochentera en su máximo esplendor. Se proyectaban películas, se mostraban diarios de vida y muchas de las paredes estaban revestidas con el famoso mural con una vaca como símbolo principal. Salí bastante golpeado cerebralmente y me fui a acostar en busca de recuperar el sueño perdido por el cambio de horario.

Al otro día me enontré con la torre Eiffel iluminada. ¿Existirá alguna obra arquitectónica tan potente y que sea tan simbólica en el mundo? La mejor vista está en la estación de Metro Trocadero, donde tuve la mala idea de meterme a un baño público en forma de caseta que estaba más hedionda que la parte de abajo de la pasarela de Bellavista, en mi querido Valparaíso. Ahí permanecí un par de horas mirando esa gigantesca masa de fierro y luces y pensaba en el futuro.

Las últimas horas las pasé en el Centro Pompidou, que es el museo de arte moderno más completo de la Tierra. Vi una exposición individual de Kandisky, pero la muestra estable de ese centro artístico le puede volar los sesos al más desprevenido. Hay un Roberto Matta espectacular y todos los pintores han marcado la vanguardia artística están presentes. Esta Pollock, Matisse el gran orinal de Duchamp, entre otras obras que siempre vi en los libros y que jamás soñé con estar junto a los originales.

Después de ese castigo artístico, donde las neuronas todavía festejan tanta belleza, voy rumbo a uno de los países más raros del mundo. El plan es recorrer Nueva Delhi y Agra, donde está el Taj Majal. Después a la ciudad santa de Varanasi donde pienso raparme al cero y observar la quema de cadáveres. También llegaré a Calcuta, donde ingresaré al templo de Kalhi, donde todavía sacrifican animales y seguiré a Darjeeling.Todo eso es un plan, pero al parecer en la India no hay que planificar nada y ni siquiera tengo la ceretza de que podré enviar esta columna desde estas lejanas tierras.

Ojalá pueda.


4.28.2009

No me olvides


Por Ajenjo


La gula es un pecado castigado por los dioses, sin embargo al parecer los visitantes del restaurante "No me olvides", en la Quebrada Alvarado de Olmué, tienen la indulgencia eterna ya que, sin exagerar, es el local que sirve los platos más grandes que he visto en mi vida.
Mi brother oftalmólogo, al parecer, ya conocía esta picada y partimos como a las 13 horas del domingo pasado con rumbo del famoso restaurante. El lugar está bastante escondido y hay que saber meterse en los caminos rurales para acceder a esta bastión de la gula regional, donde un plato fácilmente alcanza para tres o cuatro personas.
Al llegar tuvimos que esperar unos diez minutos a que las mesas se desocuparan. El recinto es bastante grande y tiene zonas de fumadores y no fumadores.
A uno le asignan un número y un mozo se encarga de gritar "¡el 45!" y la gente se distribuye en las mesas que ya están listas para el castigo gastronómico.
De partida a uno le sirven una panera con amasados calientes, en forma de bollos, con mantequilla y dos clases de pebre. Ni se le ocurra ponerse a picar el pan (que es una mala costumbre arraigada en el alma nacional), sin embargo es casi imposible dejarse tentar por la miguita caliente y humeante y la mantequillita derritiéndose lentamente.
Después llegó un mozo bastante divertido, y con excesiva personalidad. a quien le pedimos un humita, una empanada de queso y otra de pino para calentar la tripa. Las empanadas no son tan grandes, pero son llenadoras.
Decidimos pedir dos platos para los cuatro presentes. Yo me fui por unas entrañas a lo pobre, mientras mi brother apuntaba por una carne al jugo con puré.
Mi plato era de antología. Cuatro largas fajas y gordas de entrañas, más un plato lleno de papas fritas y otro que traía la cebolla y los huevos fritos conformaban el cuadro.
El sólo mirarlos causaba que los ojos llenaran el estómago. Me castigué durante varios minutos, pero al final el plato, que también era consumido por mi novia (que en estas cosas del comer y beber es una excelente compañera), quedó en la mitad.
Al final mi amigo y su mujer también dejaron mucha comida en el plato y le dijo al mozo, con seria voz, que le pusiera los restos en una cajita: "es que son para el Bobby", agregó.
Mi brother no tiene perro y al parecer se consumió los restos en la noche.
El que sabe sabe.


4.20.2009

Cuando la tele se apaga...



Por Ajenjo

Siempre he escuchado con bastante curiosidad que mis amigos relatan que estaban en una fiesta y "se les apagó la tele", producto de la excesiva ingesta de alcohol.
Es como una especie de rara amnesia que hace actuar a los individuos de una curiosa y extraña manera, donde el pudor, la decencia, las buenas palabras, la cortesía y el buen trato con las damas se esfuman en un etílico aliento.
Durante mi vida universitaria pude ver a muchos compañeros que me pedían por favor que les relatara "que había pasado la noche anterior", ya que no se acordaban. Les decía que lamentablemente habían pasado abrazados a la taza del guater o que después de hablar como loros de siete lenguas fueron conducidos a dormir.
Una vez un compañero de filosofía se puso a pololear con "la tele apagada" y al otro día, cuando la niña lo vino a buscar a la sala de clases, salió corriendo y jurando que no tomaría más.
Todo este discurso de la amnesia alcohólica lo estoy transmitiendo ya que el sábado pasado, y por primera vez en mi vida, tuve un cortocircuito cerebral.
Estábamos con un grupo de amigos santiaguinos (un brasileño, un uruguayo y mi suegra), quienes llegaron a mi casa con dos botellas de vodka, una de ron, dos de whisky y dos de Baileys, además de pequeños botellines de cervezas de las más variadas marcas.
Los recibí con pisco sour, empanadas de Las Famosas de horno de pino y marisco, machas y ostiones a la parmesana, ceviche de tres colores de salmón y reineta y torta de tres leches.
Empezamos a almorzar a las 5 de la tarde y a las 9 de la noche yo estaba transmitiendo y con graves interferencias neuronales.
Después me dijeron que llegaron visitas y que yo las atendí con gran esmero y que, además de ofrecerles ceviche, les di jugo, mucho jugo.
En un momento me encontré tomando una bebida energizante en el Club Cigale, mientras modelos vestidas de vírgenes (entre ellas la hija de Bastián Bodenhofer, ¡qué era una belleza!) desfilaban por la pasarela.
Ahí me di cuenta que habían pasado varios minutos y mi televisión interna se había apagado. No pregunté nada y bailé mucho para recuperarme.
Al otro día, en el desayuno, levanté la vista con temor y un poco de verguenza, sin embargo todos se rieron y me golpearon la espalda.
¡A todos nos pasa alguna vez!, me dijeron cariñosamente, mientras yo tomaba agua, mucha agua.


ajenjoverde@hotmail.com