4.20.2009

Cuando la tele se apaga...



Por Ajenjo

Siempre he escuchado con bastante curiosidad que mis amigos relatan que estaban en una fiesta y "se les apagó la tele", producto de la excesiva ingesta de alcohol.
Es como una especie de rara amnesia que hace actuar a los individuos de una curiosa y extraña manera, donde el pudor, la decencia, las buenas palabras, la cortesía y el buen trato con las damas se esfuman en un etílico aliento.
Durante mi vida universitaria pude ver a muchos compañeros que me pedían por favor que les relatara "que había pasado la noche anterior", ya que no se acordaban. Les decía que lamentablemente habían pasado abrazados a la taza del guater o que después de hablar como loros de siete lenguas fueron conducidos a dormir.
Una vez un compañero de filosofía se puso a pololear con "la tele apagada" y al otro día, cuando la niña lo vino a buscar a la sala de clases, salió corriendo y jurando que no tomaría más.
Todo este discurso de la amnesia alcohólica lo estoy transmitiendo ya que el sábado pasado, y por primera vez en mi vida, tuve un cortocircuito cerebral.
Estábamos con un grupo de amigos santiaguinos (un brasileño, un uruguayo y mi suegra), quienes llegaron a mi casa con dos botellas de vodka, una de ron, dos de whisky y dos de Baileys, además de pequeños botellines de cervezas de las más variadas marcas.
Los recibí con pisco sour, empanadas de Las Famosas de horno de pino y marisco, machas y ostiones a la parmesana, ceviche de tres colores de salmón y reineta y torta de tres leches.
Empezamos a almorzar a las 5 de la tarde y a las 9 de la noche yo estaba transmitiendo y con graves interferencias neuronales.
Después me dijeron que llegaron visitas y que yo las atendí con gran esmero y que, además de ofrecerles ceviche, les di jugo, mucho jugo.
En un momento me encontré tomando una bebida energizante en el Club Cigale, mientras modelos vestidas de vírgenes (entre ellas la hija de Bastián Bodenhofer, ¡qué era una belleza!) desfilaban por la pasarela.
Ahí me di cuenta que habían pasado varios minutos y mi televisión interna se había apagado. No pregunté nada y bailé mucho para recuperarme.
Al otro día, en el desayuno, levanté la vista con temor y un poco de verguenza, sin embargo todos se rieron y me golpearon la espalda.
¡A todos nos pasa alguna vez!, me dijeron cariñosamente, mientras yo tomaba agua, mucha agua.


ajenjoverde@hotmail.com

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