4.03.2009

¿Han comido costillar ahumado de Sethmacher?


Por Ajenjo


Mi gran amigo Tísico, conocido con ese apodo porque hace algunos años padeció de una flacura extrema, decidió irse a probar suerte a Nueva Zelanda y le organizamos una gran despedida.
El lugar elegido fue El Tabito, que son unas cabañas ubicadas en el litoral sur de nuestra región.
Todos los invitados eran santiaguinos y yo, junto a mi novia, éramos los únicos porteños y pensamos llevarles una gran sorpresa: costillar y longanizas de la tradicional chanchería Sethmacher, ubicada en el corazón del Barrio Chino.
Me habían dicho que había que reservar la carne, por lo tanto llamé por teléfono y les dije que me guardaran un par de costillares. "¿Lo quiere ahumado?", fueron las palabras mágicas que emitió el teléfono. ¿"Ahumado"?, respondí con tono de duda y reflexión. "Sí, muchacho, y le aseguro que a todos los comensales les dará mucha sed"...
Fue así como llegué a la carnicería a buscar mis reservas y me encontré con la gran sorpresa de que sólo el costillar ahumado, que era de tremendas dimensiones, me salía más de 18 lucas.
Le pedí la mitad del costillar ahumado y del normal, más diez longanizas blancas, diez longanizas rojas, seis prietas y cuatro gordas.
Con ese tremendo paquetito llegué a la fiesta, donde la parrilla se encendió un viernes en la noche y se apagó el domingo en la mañana.
Uno de los invitados, que tiene el apellido como mi seudónimo, se convirtió en el "guardián de la parrilla" y dejó en claro que cualquier persona que se acercara podía, fácilmente, recibir un golpe.
El costillar ahumado salió como a las cinco de la tarde. El experto asador (a quien catalogo como el mejor parrillero de Chile) lo dejó a fuego lento y por un par de horas.
Con varios litros de cerveza y vino en el cuerpo atacamos la presa y le sacábamos grandes pedazos con un cuchillo y, sin exagerar, les puedo afirmar que era como comer jamón-jamón de primera clase.
Con Tísico lo devorábamos, mientras yo ya estaba en un estado cercano al nirvana y hacía imitaciones, contaba chistes, recitaba poesías y hablaba estupideces como una orate metralleta.
Cerca de la una de la mañana me fui a acostar y al otro día casi llamo a una ambulancia para que recogiera las partes de mi estómago y cerebro que habían quedado esparcidas en El Tabito.
¡Adiós, Tísico, y buena suerte en tu aventura!


ajenjoverde@hotmail.com

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