10.18.2007

Reencuentro


"A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante".
Oscar Wilde.

Hace 20 años salí del colegio Seminario San Rafael de Viña del Mar. Todos mis compañeros se desperdigaron por el territorio y tuve la oportunidad de reencontrarme con ellos y hablar, hablar y hablar sobre un pasado que ya no existe, pero que marcó profundamente nuestras vidas.
Todos estábamos más o menos iguales. Algunos más pelados, algunos más guatones, pero ninguno presentaba severos cambios físicos radicales.
"Donde hemos cambiado es en la mente", aseguraba yo, filosofando en forma barata con la sexta copa de vino en la mano.
Mis compañeros arrendaron una casa por el día en Miraflores y contrataron unos compadres que hacen asados a domicilio. Los cocineros se vistieron con sus ropas de chef, mientras asaban la carne que realmente estaba en segundo plano, ya que las bocas de mis compañeros se batían como loros de siete lenguas para contar sus vidas, los hijos que tenían, las separaciones matrimoniales, sus trabajos, sus triunfos y sus derrotas.
Llegué nervioso, a la reunión pensando en el juzgamiento de los demás, en que sería puesto en una silla de tribunal y me condenarían por mi pésima conducta y mi vida licenciosa.Estupideces e inseguridades de uno no más.
Todos nos abrazamos, los amigos y los no tan amigos. Comencé a chupar cerveza para calmar la ansiedad y dos tarros heladitos se me desintegraron de la mano en cuestión de minutos.
Mis compañeras estaba todas muy buenasmozas y simpáticas. Uno recordaba todo el amor pasional, hormonal y platónico que sintió sobre ellas, pero ahora eran amigas que querían escuchar que había pasado en estos dos decenios de vida.
Con mi ¿octava? copa de vino en la mano me puse a recitar un poema en un pequeño living de la casa. El daño neuronal causado por el cabernet me impidió recordar el termino de mis versos. Ahí empecé a percatarme que estaba dando jugo y que la cosa se acentuaría en las próximas horas.
Después de hablar otras incongruencias observé que la reja de la casa estaba abierta y como un rayo transparente me largué corriendo sin despedirme de nadie. Atrás quedaban veinte años de todo tipo de experiencias juveniles. Al frente un futuro lleno de sorpresas, enigmas y misterios.

ajenjoverde@hormail.com

10.12.2007

El eterno retorno de Carmen Corena

Son como la una de la mañana y camino hacia el baño del bar Cinzano y me encuentro de frente con la cantante, y amiga personal, Carmen Corena, quien había dejado por un tiempo el escenario aquejada del corazón.
Mi impresión es bastante grande y la abrazo y la saludo como un soldado que vuelve sano y salvo de la guerra. "Yo estoy sentida ya que después que me fuiste a visitar al hospital con Dióscoro Rojas y el reportero gráfico después no me llamaste nunca más", me dijo con sus palabras como balas de metralleta para mi adolorida conciencia.
"¿Qué te puedo decir Carmencita?", le respondo y bajé mi vista al piso buscando alguna basura, algún signo en el suelo, pero que sólo era para evitar que sus ojos se entrecruzaran con los míos y me hicieran sentir más vergüenza.
Los chilenos somos bastante pencas en ese sentido. Nos envuelve siempre la contingencia, el trabajo, los hijos, los problemas económicos, el carrete. Cuando hay que visitar amigos medio enfermos, llamar por teléfono a quien necesita una voz de apoyo, siempre lo andamos dejando para el final. Pero bueno, seguramente con la misma moneda me pagarán algún día.
Invité a Carmencita a mi mesa y ella, como la gran dama de la bohemia porteña, se sentó sin mayores resentimientos. "Estoy bastante enferma del corazón y sólo una operación me ayudaría", dice un poco bajoneada.
"¿Qué te sirves Carmencita?", le pregunto, pensando que se tomará un tecito simple o una agua de hierbas. "Tráigame un whisky en vaso chico, ya que eso me ayuda a despejar mi corazón", contestó con voz segura y serena.
Después de eso se subió al escenario y empezó a entonar La Hiedra, mi bolero favorito, y tomé de la mano a mi nova y bailé bien apretadito, con una sonrisa de reencuentro y de alivio, ya que la reina Corena había vuelto en gloria y majestad.
Entrada la madrugada me contó que había grabado un nuevo disco con Titae Lindl, el famoso bajista de Los Tres, y que traía un DVD de regalo.
Me fui del Cinzano feliz del retorno de Carmencita Corena, pero un poco triste por el reto que me llegó al ser despreocupado y simple a la hora de ayudar a los que necesitan compañía y una voz de apoyo.
Es la hora de un cambio de actitud.

ajenjoverde@hotmail.com

10.05.2007

Flaitelandia


El pasado fin de semana visité el santiaguino parque de atracciones llamado Fantasilandia, que ya es conocido en varios ambientes como Flaitelandia, debido a la numerosa presencia de "flaites" que colocan su peculiar sello al ambiente de la "diversión total".
Mientras mi hijo y mi novia me esperaban con cara de asustados, yo hacía la fila para ingresar al "Castillo Encantado", una de las atracciones más populares del parque y que consiste en un tren fantasma sin carrito, donde la gente avanza caminado por estrechos pasillos y es acosado por actores que representan a lo más granado del cine de terror.
Solitario pensaba en que someterme a estados de miedo controlado es un placer que hay que aprovechar cuando la ocasión lo permite.
En la entrada del recinto te recibe un actor flaco y demacrado con un look onda "el cochero de la muerte", quien explica claramente que "por favor no toquen a nadie y nadie los tocará y no se suelten de sus compañeros".
El grupo estaba integrado por seis amigos. Yo quedé al final y más solo que un dedo. El primer encuentro es con una mujer tronco, que con una gutural voz grita: ¡todos morirán!
El ambiente era bastante oscuro y el grupo de amigos corría compacto, mientras yo quedaba sólo enfrentando a los monstruos. La escena de "El exorcista" es increíble. Mientras la niña, maquillada como la mejor Linda Blair, se retuerce y aúlla, su cama se levanta mágicamente en medio de temblores y estertores.
Hay un sicópata enjaulado, una doctor loco que tiene a una mujer cortada en pedazos y viva. La "cortadita" grita como salvaje que la ayuden y todos salen corriendo.
Drácula es bastante caballero y no mete mucho miedo, pero al final te está esperando "el loco de la motosierra" y uno tiene que salir arrancando para salvarse de quedar mutilado.
Realmente la cosa da mucho miedo, especialmente si uno no tiene compañía. La mejor frase que pude pensar cuando caminaba por los pasillos aguantando las ganas de evacuar fue "solito se metió, solito salió" y es la pura y santa verdad.
Después de la experiencia traté de que me hijo ingresara a la "casa fantasma", que es el tradicional juego con carritos y con monstruos "light". El pequeño aceptó, pero cuando estábamos llegando a la hora de meternos al carrito le vino el arrepentimiento que se exteriorizó en un fuerte llanto. Como pude lo saqué rápidamente de la fila, mientras le decía al oído: "solito se metió y el papá te tuvo que sacar".
He ahí la gran diferencia entre el niño y el adulto.

ajenjoverde@hotmail.com