12.22.2007

Stop al consumismo


Tengo muy claro que debo escribir sobre bares, fiestas y carretes en la zona, pero ahora me pregunto metiéndome la manos a los bolsillos: ¿Con qué plata puedo carretear si hay que comprar regalos, regalos y más regalos?
Tuve la mala ocurrencia de ir a meterme al mall de Viña del Mar a comprar un par de obsequios para la Navidad y me encontré con una jauría sedienta que arrasaba con todo a su paso.
"¿Para que servirá eso? En realidad no sé, pero se vería bonito en la pieza del niño". Diálogos de este tipo se pueden escuchar en gente que peina sus tarjetas de crédito en estas fechas.
Hace más de una década trabajé en La Calera como reportero de un pasquín y una radio. Cerca de la Navidad tuve que ver en la calle a un famélico Viejito Pascuero desmayarse en la vereda y tuvo que ser trasladado al hospital. El hombre se había conseguido un disfraz y con 30 grados de temperatura salió a tocar su campanita sin comer nada.
Después de reportear esa noticia me di cuenta que en estas fechas las diferencias sociales se hacen cada vez más abismantes y peligrosas. El que tiene mucho compra mucho y el que no tiene nada mira como gato afuera de la vitrina de una pescadería.
Los niños son los que más sufren ya que tienen que recibir un bombardeo mediático de juguetes inalcanzables para muchas familias. Pero ahí está el crédito y las 20 cuotas que invitan a pagar el triple por cada producto.
"La Navidad pasa pero las deudas quedan", reza un papelógrafo pegado por manos anónimas en la avenida España y que alerta a las personas a detener esta enfermiza fiebre de consumo.
Está claro que estas palabras rebotarán en la nada y mi propia inconsecuencia me llevará a endeudarme para observar la cara de mi hijo feliz al abrir su regalo y encontrar lo que tanto desea.
¿Qué nos pasó en el camino? No tengo muy clara la película y muchas veces prefiero pensar en el rico colemono heladito que se fabrica en esta época y que invita a la conversa y a la buena onda.
Si le sobra platita cómprese una botella en el Moneda de Oro. Yo lo tomo todo el año y a mi grupo de amigos lo bautizaron como los "terneros". Ese líquido lechoso puede adormecer este consumo que cada vez nos consume más y mas.

12.17.2007

Un Jaiva del pueblo


Hace unos tres años publiqué una columna llamada "Secuestrando un Jaiva", donde escribí la hermosa visita que Eduardo Parra realizó a mi casa, luego que lo raptáramos junto a un brother amante de este grupo rockero, cósmico y andino
Algunos días atrás pasé a tomarme una cerveza chica al Liberty y nuevamente me encontré con Eduardo, quien se bebía unas cañas de vino blanco con algunos conocidos del bar y de Valparaíso en general.
Esta vez no me acerqué y sólo tome mi chelita apoyado en la barra, mientras escuchaba el vozarrón de este talentoso poeta y músico, que con su risa llegaba a estremecer los cimientos de unos de los tugurios alcohólicos más antiguos del Puerto.
Eduardo Parra genera en la gente una empatía muy grande, pero especialmente en los seres humildes, en las personas que llevan el estigma del miserable, del marginado, del que ya no quiere pensar mucho en esta vida llena de dolor y sufrimiento.
Fue así como en cuestión de segundos Eduardo estaba rodeado de guachaquitas porteños, quienes lo miraban como un héroe, como un milagro dentro de sus vidas donde el medio pato de 200 pesos es el eterno protagonista de los días sin sentido. Eduardo los abrazaba y les hablaba. Ellos reían y reían, mientras las cañas de turbio vino blanco eran despachadas a granel.
Como testigo de un hecho milagroso, yo permanecía en la barra, mientras pedía otra cerveza más para disfrutar de la visión. En cosa de segundos el grupo se desarmó y Eduardo salió disparado y se juntó con unos amigos que venden pescado al lado del Mercado Puerto.
Aquí apareció otro grupo de indigentes y habitantes del Barrio Chino, quienes hicieron muy buenas migas con el Jaiva mientras vivió frente a la Iglesia La Matriz. Ahora se juntaban para recordar viejos tiempos al ritmo de cajas de vino blanco que eran despachadas en grises vasos de plástico, en plena calle.
Mi última visión, como espejismo surrealista, fue ver a Eduardo rodeado de estos seres marginales, que extendían sus manos para recibir alguna moneda o un gesto de cariño. En estos tiempos que corren, donde todo es de plástico y falsedad, donde la mayoría de los hombres sólo están preocupados de su cuenta corriente y de su tarjeta de crédito, hay personas talentosas, humanas y humildes de verdad.
¡No te mueras nunca hermano Eduardo Parra!


12.07.2007

Ramo asesino

Por Ajenjo

Estas fechas son buenas para los matrimonios. Al parecer la primavera invita a las personas a comprometerse "hasta que la muerte los separe" y comienzan las fiestas, las comidas, el baile y el exceso en general.
El fin de semana pasado fui aun matrimonio en la famosa CasaPiedra, en Santiago. El día anterior al evento mi hermano médico me había inyectado penicilina ya que mis amígdalas estaban al borde de la pudrición.
Con el ánimo bastante bajo llegué a la fiesta, donde conocía al uno por ciento de los invitados. A pesar de las recomendaciones de que no se puede beber con antibióticos me mandé varios pisco sour, vinos blanco y del otro y algunos vodka con tónica para adentro. Honestamente el ánimo se me compuso un poco y hasta pude salir a bailar temas de Rafaella Carra y Village People que el dj de turno colocaba a discreción.
Llegó el momento de que la novia lanzara el ramo. Según mi distorsionada visión la muchacha vestida de blanco se encontraba un poco excedida de copas. Las solteras se agruparon y bailaron la colita. En cuestión de microsegundos la novia disparó el ramo como una bala loca y le llegó al rostro de una pobre solterona que no alcanzó a levantar sus manos. Un hilo de sangre empezó a correr por su dañada nariz. Al parecer el ramo tenía rosas, que son bellas, pero que tienen muchas espinas.
El camarógrafo y el fotógrafo trataban de tomar imágenes del suceso, sin embargo la invitada de la nariz tajeada estaba con su rostro desencajado y bastante apestada. Saqué un pañuelito desechable y se lo pasé para que se limpiara la sangre, mientras una persona de la organización la llevaba al baño.
Decidí irme a las tres de la mañana. Una cuidador de autos me ayudó a pedir un taxi y mientras esperaba el vehículo le contaba la historia del ramo asesino. Me miraba con cara de incredulidad y en sus ojos estaba la interrogante: "¿cuántos tragos se habrá tomado este loco?".
Al final me fui de CasaPiedra con la imagen de la nariz sangrando y el ramo asesino, que son gajes del oficio de las bodas chilenas.
Ahora sólo me queda "desenvainar la espada del texto" y prepararme para el recital del gran Andrés Calamaro, este domingo en Santiasco.
¡Cómo quedarán las gargantas!

12.03.2007

El hada verde en Valparaíso

Por Ajenjo

Me lo habían dicho varias veces: "oye se puso un bar en Valparaíso que será de todo tu gusto. Es un local temático sobre el ajenjo y hasta colocan a Calamaro. Se llama Verde Absenta".
Me costó creerlo y después de empiparme un Casillero del Diablo con mi brother fotógrafo partí a la calle Salvador Donoso en busca de este nuevo bar porteño.
Una luz verde que emana desde el local al exterior es la señal para detenerse y entrar. Todo el local está pintado de un verde ajenjo, hermoso, tranquilizador, opiáceo, que lleva a la calma neuronal e invita a soñar.
Las mesas tienen bellos cuadros. A nosotros nos tocó Oscar Wilde, que al final yo lo observaba hablarme directamente. ¡Es que el ajenjo tiene 70 grados!
La atención es excelente. El ajenjo casero cuesta 2 luquitas y el embotellado de marca el doble. Pedimos el caro para comenzar y nos trajeron las copas, el azúcar, el agua, y el vital líquido verde en su interior.
Mojamos los terrones de azúcar, los instalamos en las cucharas especiales y las encendimos. Hacía más de un año que no probaba ese sabor. La última vez fue en Barcelona, en el bar Marsella, donde después de beber ron viendo un partido del "Barsa" por TV terminé rayando la media papa con dos ajenjos vaciados en mi mente.
Ahora estaba mucho más relajado y mientras el licor espirituoso bajaba por la garganta comenzó a salir Calamaro desde los parlantes. ¡Que cosa más deliciosa! El trance fue violentado por el maldito sonido del celular y me percaté que ese aparato muchas veces es una condena a la realidad más que una ayuda.
Después de bebernos el absinthe ( como dicen los europeos) decidimos probar el casero. Sólo una copa dividida en dos. A esa altura la cosa ya se estaba moviendo.Me levanté al baño y ahí reafirmé que el ajenjo tiene su fama porque golpea a los pensamientos de una manera violentamente aterciopelada.
Nos fuimos contentos y con la esperanza de que el local aguante los embates de la oferta y la demanda y para terminar sólo nos queda la frase de la novela de Bram Stoker dicha por el conde Drácula: "…Absenta es el afrodisíaco del alma. El hada verde que vive en la absenta quiere tu alma".