11.24.2006

Pan tostado con mantequilla

Por Ajenjo

Estoy sentado en el Play Back Estudio del Parque Arauco de Santiago. Es una mezcla entre un estudio de grabación, restaurante y bar. Puedes grabar tu disco, comerte unos sandwich y tomarte los copetes.
Esas son las raras mezclas que hacen los santiaguinos (¿o chantaguinos?) en sus hermosos mall, que copiamos en forma desesperada en la sana y verde provincia.
Estoy en la capital porque estoy expiando mis culpas amorosas. Aprovecho un gigantesco y moderno cine (¡que tienes salas con sillones de cuero reclinables y bar!) para ver "Los infiltrados", de Martin Scorsese.
Obviamente no les voy a contar la película, sin embargo la imagen de Jack Nicholson con una pecera llena de cocaína de alta pureza lanzándola a una cama para agasajar a una modelo negra es algo que queda tatuado en las neuronas.
Terminé tomando cerveza y Kir Royal, el trago preferido de mi bella novia, en el bar-estudio, mientras relacionaba en mi mente el nombre de este famoso centro comercial: Parque Arauco.
¿A quién fue el que le cortaron las manos? ¿A Lautaro o Colo-Colo? ¿Y a quién sentaron en la pica? Le pregunto a mi acompañante, mientras asumo que a los indios los españoles los hicieron polvo, pero nosotros en homenaje levantamos un gigantesco templo del consumo y lo bautizamos con el nombre de las víctimas. Bonito detalle de estos chantaguinos.
La reflexión indígena me siguió dando vueltas y nuevamente me encontré con el tema por el partido de Colo-Colo. Junto a Dióscoro Rojas, guaripola de los guachacas, y otros amigos, vimos el encuentro en el Moneda de Oro. A la octava botella de cola de mono el mozo advirtió: "Se acabo chiquillos, así que hasta aquí no más llegaron". Justo el partido había terminado y los colocolinos saltaban de alegría por el triunfo.
Dióscoro quería comer pan tostado con mantequilla . Entramos a más de cinco fuentes de soda y en todas nos dijeron que vendían sandwich de todo tipo, "pero de ese estilo no tenemos". ¡Cómo puede ser posible!
En el bar Mi Casa nos atendió una hermosa señorita que gentilmente accedió a tostar el pancito, "pero le vamos a poner manteca no más, ya que aquí no se trabaja con mantequilla". Dióscoro aceptó la oferta, sin embargo en la cocina se apiadaron del gran guaripola y le pusieron paltita molida y su correspondiente taza de te.
Yo me empipé una cerveza de tres cuartos y transmitiendo en frecuencias extrañas terminamos la noche hablando, como siempre, de política y de la ajetreada contigencia nacional.
Me fui a la casa caminando, mientras mascullaba para mi interior un grito desesperado: ¡Cómo es posible que no vendan pan tostado con mantequilla en las fuentes de soda de Valparaíso!

ajenjoverde@hotmail.com

11.20.2006

Gracias Carpintero!


"Estoy cansado de buscar,
algún lugar encontraré,
estoy malherido,
estuve sin saber que hacer, en algún lugar... te espero".

Algún lugar encontraré, Andrés Calamaro.


El vocalista de "La Radio Carpintero" se lanza al suelo y empieza a temblar como si tuviera un ataque epiléptico. Es el único imitador de Sandro que he visto en vivo y directo y es excelente.
Estoy en La Tertulia, en Valparaíso, tratando de pasar las penas amorosas con este show que me levantó un poco el ánimo. "Tira para arriba", me decían las Chicas Superpoderosas, que me ponían ron tras ron para que volviera a convertirme en el de siempre.
La banda "La Radio Carpintero" tenía la media explosión en el escenario. Tocaban temas de Zalo Reyes y cumbias famosas, y todo salían a contornearse.
Bastante dañado me voy al Cinzano, donde me encuentro con el humorista Palta Meléndez. Son las cuatro de la mañana y el cómico está en el mismo estado en el cual me encuentro yo.
Me voy para la casa arrastrando la pena y entonando canciones de Calamaro. En la mañana decido pedir perdón y viajar a Santiago en busca del beso que ya no tenía.
Antes de tomar la micro pase a comprar un perfume para que fuera mi escudo de entrada a la hora de la conversación que no quería escuchar. El regalo tenía la forma de una manzana roja que al abrirse entregaba su rico aroma.
Mi bella novia me recogió en el metro Manuel Montt y me dijo: "ahora tenemos que hablar". Saqué el envase plateado con una cinta blanca y la miré a los ojos con cara de perro degollado.
Ella entendió a la perfección y me dejó besarle su cuello y una breve comisura de sus labios. ¡Estaba perdonado y más enamorado que nunca!
Nos vinimos a nuestro Valparaíso querido y pensé: "Para rematar esta reconciliación sólo falta una rica cena con vinito tinto".
Nos fuimos a buscar sushi al nuevo restaurant de la calle Esmeralda, que está de moda. Mi novia, adicta a esa comida japonesa, pidió varias manjares que fueron devorados con ansiedad, mientras un rico tintolio nos amasaba las neuronas.
Después a la casa a terminar la reconciliación definitiva. Al otro día un desayuno con palta y huevos revueltos me dejaba como un rey, sin embargo las heridas cierran lentamente y hay que usar un buen cicatrizante.
Creo que el mejor Hipoglos para el amor es la comida, la bebida y los regalos, además de un buen show de un imitador de Sandro.
Agradezco públicamente a la orquesta "La Radio Carpintero", quienes al ritmo del cantante argentino y de Zalo Reyes, me dieron la fuerza de asumir las culpas y de rescatar lo prioritario y esencial que tengo en mi vida.
Muchas gracias.

ajenjoverde@hotmail.com

11.10.2006

El cumpleaños de la Ronca


Por Ajenjo

Una amiga que vive en un edificio en el corazón del cerro Alegre me invitó a su cumpleaños el lunes recién pasado.
A ella la bauticé cariñosamente como La Ronca, ya que su cajetilla diaria de cigarrillos, que consume compulsivamente, la han convertido en una fémina con un erótico timbre de voz.
Le compré el libro de Dougland Coupland, "Todas las familias son sicóticas". Este escritor canadiense se hizo famoso por redactar "Generación X", un libro de culto que me emocionó en los comienzos de la década del ‘90.
Llegué cerca de las nueve y media a su departamento y la mesa ya estaba llena de simpáticos y conversadores locos.
Destacaba un arquitecto que aprovisionado de cuatro botellas de champaña, las iba destapando lentamente, generando un griterío y huidas del público femenino.
Desde su balcón se observa la bahía de Valparaíso en todo su esplendor. Alguien gritó: ¡está saliendo la luna! Un inmenso huevo amarillento empezaba a asomarse entre las dunas de Concón. Fue un verdadero e impactante amanecer lunar y muchos bromearon que habíamos contratado un show de efectos especiales para la cumpleañera.
Entre los invitados estaba una simpática y bella argentina, de Rosario, quien me contaba que en su ciudad habían nacido maravillosos locos, como el Che Guevara, Fito Paez y Fontanarrosa. Una buena tripleta.
Yo me bajaba las copas de champaña rápidamente, mientras conversaba animadamente bajo el influjo del vino espumante.
En realidad todos los invitados conversaban y el departamento, al parecer, se empezó a convertir en un parlante gigante que causaba molestias al vecindario.
La primera alerta fue una llamada telefónica de la portería del edificio, que advertía que algunos vecinos estaban molestos por la bulla. Nadie pescó y siguió la conversa.
Los temas eran variados y La Ronca, ya bastante dañada, se puso a recitar unos textos de un poeta uruguayo. Sus estrofas fueron interrumpidas por el timbre. Era el cuidador, quien ahora de cuerpo presente, trataba de explicar que si no bajábamos el volumen corporal, la situación se tornaría más compleja.
Todos acordaron hablar más bajito, sin embargo a los pocos segundos las reflexiones sicopoliticas aumentaron de nivel.
En eso llegó la torta y el cumpleaños feliz cantado hasta en mapudungún. Ahí el griterío aumento. Se destapó la última botella de champaña . La fiesta estaba rebuena, hasta que sonó el timbre fuerte y claro.
Yo me asomé por el ojo de pescado de la puerta y grite: ¡hay un carabinero! A la Ronca le fueron a lavar la cara, mientras otros preguntaban graciosamente: ¿quién es?
Al final la sentencia fue clara y definitiva: "si no se callan, a la segunda les sacó el parte". El policía se fue y la conversa siguió en penumbras, pero yo pronosticaba que quedarse era un error.
Solitariamente tomé mi chaqueta y me fui . Ya en la calle miré la luna y le agradecí vivir en una casa donde puedo hacer hasta un combate de titanes del ring y a nadie le molesta.
Cosas de la arquitectura.

ajenjoverde@hotmail.com

11.03.2006

Cumming in the night


Por Ajenjo

¿Quién se acuerda cuando en la pérgola de flores de la subida Cumming vendían la mejor malta con huevo de la ciudad?
Ahora ya no funciona, sin embargo, ese sabor espumoso de un buen vaso mañanero era una experiencia guaripolo.
Los gringos toman Bloody Mary (jugo de tomate y vodka) para pasar las cañas. Aquí lo mejor es una rica maltita con huevo y un aliado jamón queso para no despedazarse el estómago.
Ahora la subida Cumming está toda taquilla. En el cajón de recuerdos universitarios tengo la imagen del calvo dueño de la botillería Las Rejas, quien antes de las restricciones horarias vendía copete hasta las seis de la mañana, ¿o las ocho? Varias historias corrían detrás de esta botillería, que hasta la actualidad sólo atiende tras las rejas. No hay mesón, ni la posibilidad de verle las etiquetas a los vinos. La reja siempre abajo , al parecer, le han salvado la vida en varias ocasiones a su propietario.
La subida Cumming comienza con el hermano del Moneda de Oro. Se llama Grill Moneda y con su pantalla gigante es el favorito de los amantes del fútbol, especialmente los domingos, ya que abre todos los días del año.
Después viene El Dominó y su eterno aroma a papa frita. Más arriba asoma el taquilla Mi Casa, que hasta un par de años era un reducto de viejos vinagreros y perdedores poetas. Ahora siempre está lleno y son famosas sus empanadas y un negro que con su trompeta llena de música el cervecero ambiente.
Este fin de semana conocí un nuevo restaurante peruano instalado en Cumming. Se llama Carpe Diem y al parecer está involucrado el antiguo chef del Journal. Ofrecían por tres mil 500 pesos, a la hora de almuerzo, un pisco sour, unas papas a la huaicaína, un ají de gallina y un postre. Me tomé mi pisco y el de mi novia, que estaba reguleque, además de una botella de vino marca Veo y que tenía su etiqueta en inglés.
La comida es rica y la música peruana resuena todo el tiempo, especialmente una canción que a cada rato decía "cachís, cachís". Mi hijo, que se aburre en los restaurantes, comenzó su estadística de los chicles debajo de las mesas, lo que obviamente significaba que había que marchar.
También está el viejo Canario, ese minúsculo bar que cuando está lleno cierra la puerta y la gente grita por los barrotes de la ventana que le abran la puerta.
Está el Troley, uno de los pocos bares temáticos de Valparaíso, y uno cuyo nombre no puedo recordar, pero que tiene el símbolo de Los Jaivas pintado en su escenario. Ahí se reúnen jóvenes de izquierda que cantan a todo pulmón los viejos temas revolucionarios.
De todas maneras, aunque muchos digan que es cuico, mi preferido es el Caruso. Una de sus dueña es la Javi Luco, conocida por algunos pocos como la Nicole Kidman de Valparaíso, quien siempre está atenta a todo lo que sucede. De ese local he salido con mi panza llena de ceviches y he sido atendido con una amabilidad y generosidad .
Cumming in the night: un clásico de la actual bohemia carretera de Valparaíso.

ajenjoverde@hotmail.com