9.08.2011

Esos típicos bajativos chilenos. (Los copetes de mi vida 5° parte)



Por Ajenjo


Quién no se ha tomado una menta, un amaretto, una manzanilla o un fernet en esas copitas chicas que sirven en los típicos restaurantes chilenos?

Personalmente tengo que declarar que a mí me encantan y siempre trato de exigir mi copita de menta frappé o del mítico licor Araucano, que se fabrica secretamente en la calle Yungay de Valparaíso.
Tuve un amigo reportero gráfico que terminó en una clínica de desintoxicación por el licor Araucano. Se compraba un botellón, con ese indio cara de loco en la etiqueta, y lo distribuía en petacas que guardaba en su bolso y que iba tomando a diversas horas del día para, según su versión, calmarse. Ahora ya no toma nada de nada y todos lo apoyamos.
Una vez, en el bar Inglés, tuve la oportunidad de beber una menta que cuesta 18 lucas la botella. Fue exquisito y la garzona Celia lo sirvió en copones llenos de hielo picado. La menta frappé siempre ha sido asociado con “las mujeres alegres”. Yo la encuentro bueno y refrescante.
El amaretto es bueno, pero muy dulce. En Chile lo fabrican con los cuescos de los duraznos, pero los buenos, buenos, son de almendras.
De todos estos bajativos, el que me dejaba más loco y que, hasta este momento, no le encuentro competencia, era el limonchelo del Caruso de Javi Luco. Recuerdo haber salido “en andas” de ese local, luego que Hugo Navarro (quien se pegó el tremendo viaje a Ibiza) nos sirviera tres rondas seguidas.
Mi santa y hermosa esposa no bebe estos bajativos, pero la tengo totalmente adiestrada para que siempre pida el suyo y así me lo bebo yo, sin mayores problemas.
En el último tiempo he estado abusando de la menta frappé de La Gatita, en Concón.
Si fuera millonario siempre me tomaría de bajativo un buen vaso de whisky, con un chorro de amaretto y grandes rocas de hielo, pero ahora me conformo con mi pequeño vasito de licor verde con su pajita tricolor.

ajenjoverde@hotmail.com

9.02.2011

Los peligros del vino blanco (Los copetes de mi vida 4° parte)



Por Ajenjo

Creo que existen muy pocas cosas que superen un erizo fresco sobre un pan con mantequilla y una copa de Sauvignon Blanc helado.

De los vinos blancos, esa cepa es la que más me gusta, ya que siento que tiene un punch power cerebral bastante potente y que, en cuestión de segundos, anestesia el cerebro y llama a la conversa entrete.
Me costó aprender a tomar vino y especialmente el de color blanco. Lo encontraba muy ácido, muy fuerte y creo que fueron experiencias que estaban relacionadas a malos mostos, de esos que se le echan a los melones en largos y distorsionados días de playa. Las cañas eran terribles.
Cuando el billete permitió comer y tomar mejor tuve la oportunidad de probar los J. Bouchon, que la ex dueña del Caruso (a quien ahora le llamo “la Camila Vallejos de los cerros porteños”) tenía en la carta. Esos ceviches mixtos con ese vino provocaban que los pensamientos se convirtieran en luciérnagas de placer.
Para mi los vinos blancos son peligrosos, ya que son mucho más acelerados que lo tintos. A veces llegó a un restaurante y como aperitivo me tomó un copón y quedó transmitiendo como recién operado. Muchas veces quedó con un leve dolor de cabeza que me hace arrepentir de la elección. He probado el Sauvignon Gris y es totalmente recomendable. También he pedido el Kir, que es vino blanco con licor de cassis y que si lo cambias por champaña se llama Kir Royal.
Otra de las características es que hay que mantenerlo siempre helado. No soporto cuando en los restaurantes dejan la botella solitaria, sin su correspondiente hielera, ya que el vino blanco caliente es intomable.
Ahora que se nos viene el verano es exquisito mantener una botella del año metida en el refrigerador (no en el congelador). Así se puede comprar unas machas y prepararlas a la parmesana, mientras se bebe en forma tranquila.
A pesar de los peligros, me encanta el vino blanco helado y sobre todo, su rápido y poderoso efecto.

ajenjoverde@hotmail.com