2.23.2009

Mi cuerpo es una celda



Por Ajenjo

"Soy incapaz ante las relaciones de dinero y las relaciones de influencia, y no puedo resistir el amor: es algo mucho más fuerte que todas mis fuerzas, y me las ha desbaratado".
Andrés Caicedo.


Voy en tren rumbo a Limache leyendo el libro "Mi cuerpo es una celda", que corresponde a textos, manuscritos, críticas de cine y cartas del colombiano Andrés Caicedo y que recopiló nuestro taquilla escritor Alberto Fuguet.
Desde hace mucho tiempo que no leía textos tan honestos, donde la tristeza más profunda y la desesperación por no sentirse integrado a la sociedad son la tinta de una pluma que vale la pena leer.
Muchas veces he sostenido que la honestidad al escribir literatura o periodismo es un factor fundamental a la hora de tener lectores. Si uno cuenta la verdad sin muchos adornos, tal como sucedió, la gente quedará atrapada en esa realidad y para más remate se entretendrá.
El libro "Mi cuerpo es una celda" es eso: honestidad pura. Parte con una hermosa carta suicida dirigida a la madre de Andrés Caicedo, donde el atormentado muchacho explica que la muerte será la liberación de su dolor interno. Al final el joven colombiano tomó 60 pastillas de seconal y se despidió del mundo a sus 27 años.
Personalmente, jamás he pensado seriamente en el suicidio y creo que si tuviera que tomar la extrema decisión, seguiría los pasos del personaje Ben Anderson en la lacrimógena película "Adiós a Las Vegas".
Para los que no la han visto, se trata de un loquito que cobra su indemnización laboral y se la gasta toda en trago fuerte. Para amenizar su suicidio, se enamora de una prostituta.
Yo creo que llegaría con un camión aljibe al Moneda de Oro y pediría que me lo llenaran de cola de mono. Contrataría un chofer para que subiera el vehículo hasta mi casa y con una manguera me serviría el lechoso licor hasta que mi cerebro emitiera la última luz de realidad.
El suicidio es algo serio y no es una situación para tomarla a la chacota. Tengo un primo que se ahorcó en su casa y su madre jamás pudo recuperar la luz de sus ojos. Por ahora no tengo ni la plata ni las ganas para contratar el camión aljibe y llenarlo de colemono. Sólo me queda seguir juntándome con los brothers en el bar y ver el sangriento noticiario de Chilevisión, jugando al cacho y murmurando sobre fútbol y política y de esta manera tratar de encontrar un pequeño sentido a esta extraña aventura que llamamos vida.





ajenjoverde@blogspot.com

2.17.2009

Divorcio on the rocks


Por Ajenjo


El juez golpea con su martillo en la mesa y exclama: "Ha lugar al divorcio".
Mi abogada me mira con cara de felicidad, mientras de mi espalda se extienden dos grandes alas que desempolvan muchos años de amor y conflictos.
Les digo a mis testigos con voz emocionada: "los invito a todos a almorzar al Cinzano", sin embargo un sólo amigo, junto a la joven abogada, aceptaron la propuesta.
Fue así como los pisco sour y el vino tintolio fueron los primeros golpes que recibimos esa tarde, donde celebrábamos el término jurídico de una relación.
Al salir del Cinzano nos pasó la típica de los buenos para el trago: se nos calentó el hocico. A las cuatro de la tarde bebíamos ron con cocacola como si fuera agua de la llave en el Moneda de Oro, mientras la legüleya nos advertía que se había emborrachado sólo cuatro veces en su vida y nunca de día.
Su afirmación nos sacó risas y decidimos subir a mi casa de Yerbas Buenas y destapamos unas botellas de champaña y le agregamos licor de cassis, para continuar bebiendo Kir Royal.
Después rematamos con unas copas de ajenjo y fue ahí que noté que uno de los testigos amigos ya necesitaba dormir, mientras la abogada pedía un taxi a grito limpio para retornar a su hogar.
Todo se solucionó rápidamente y se cumplieron los deseos de ambos, mientras yo hablaba con mi celular con gente que seguramente entendió la mitad de las cosas que trataba de explicar.
En la noche me habían invitado a un cumpleaños en un pub llamado Alimapu, donde apenas pude tomarme unas cervezas reponedoras.
Como a la una de la mañana el grupo decidió ir a un local llamado El Tablón Rufino, que es como El Huevo, pero con loquitos en su mayoría entre 30 y 40 años.
Extendí mis alas de mi nueva soltería y como un ave fénix que renace al carrete porteño me lanzó a una nueva aventura bohemia.
El local, llamado también Área, es bastante entretenido. Lo que más me gustó fue el primer piso, donde una banda en vivo tocaba temas ochenteros y el vocalista cantaba a ras de piso, mientras dos señoritas le bailaban pegadas a su cuerpo.
El grupo cumpleañero transpiraba bailando reggaeton y yo nuevamente extendí mis alas y fui en busca de mi almohada para soñar con un futuro lejano a todo conflicto y pelea y donde el amor, mis amigos, mi familia, mi hijo y las buenas personas estén siempre a mi lado.


2.10.2009

¿Cuál es la capital mutante de Chile?


Por Ajenjo


Llegué de regreso a mi querido Valparaíso, ciudad a la que he calificado durante muchos años como "la ciudad más mutante de Chile", sin embargo ahora tengo mis serias dudas relacionadas con ese término, ya que estuve algunas horas en Calama y puedo asegurar que ese también es un territorio terrible de freak.
Don Aníbal, quien fue el taxista que me trasladó a diversos lados, me aseguraba que Calama era conocida en todo el país por el sobrenombre de "Jalama", ya que la cocaína y la pasta base han causado estragos en estos lados.
Me quedé a dormir en una residencial llamada "Casa de Huéspedes", a escasas cuadras de una de las plazas principales. Era atendida por un antiguo trasher de cara gorda y completamente calvo. Tenía un perro enano y de pelo crespo de nombre Asesino. Las piezas costaban 5 lucas por persona y se notaba bastante limpio y decente. Mi hijo no reclamó por el lugar y sólo le molesto el baño comunitario.
Una noche salimos a recorrer la plaza y un grupo de bailarines religiosos se abalanzó frente a nosotros y nos gritaban "tómense unas fotos para que las pongan en el facebook". Los locos bailaban con sus trajes multicolores y gritaban como borrachos felices.
Otro día se nos ocurrió ir al mall de la ciudad. Queríamos engullir comida chatarra ya que los 10 días en San Pedro de Atacama nos habían dejado flacos y débiles. No se si habrá sido una coincidencia, pero casi todos los muchachos que nos atendieron en los negocios tenían un aspecto de gay. Las personas que se paseaban por el centro comercial eran todos raros. Los hombres se visten con gorra, polera y pantalones ajustados y de marca. Las mujeres son tímidas y caminan siempre atrás de sus esposos, juntos a su camada familiar.
En la ciudad se respira siempre algo raro, como si fuera a pasar algo malo, sin embargo lo único que siempre está presente es un sol potente que atonta a los habitantes y turistas.
¿Será Calaa más raro que Valparaíso?
Honestamente no lo podría asegurar, pero tengo la certeza de que en el ranking de rarezas humanas están dos ciudades entran fijo a la pelea y quizás Calama podría destronar a Valparaíso como la capital del Patrimonio Mutante de la Humanidad.


2.05.2009

La maldición de Valparaíso me persigue


Por Ajenjo


No se si es una maldición o una bendición, pero Valparaíso me persigue a todos lados.
Ahora estoy en un centro de internet en la calle Caracoles de San Pedro de Atacama, en el extremo norte chileno, y quiero escapar de todos los fantasmas porteños que me acosan y vigilan sin darme tregua.
Con mi hijo estamos acampando en las afueras del pueblo, en el camping Los Chañares que cuesta tres mil pesos diarios por persona. Cansados de comer fideos que se cocinan en cinco minutos, decidimos cenar en una fuente de soda de comida rápida. La mesera, con sus bellos rasgos altiplánicos, me dice: ¿Quiere probar nuestra especialidad llamada chorillana? Obviamente no acepté la propuesta, pero pude observar como al lado se engullían un generoso plato de papas fritas, carne, longaniza, y tres huevos fritos con la yema bien dorada. Al parecer la chorrillana es un plato que proviene del Perú, específicamente del barrio limeño de Chorrillos y no es una invención porteña. ¡Vaya uno a saber!
Decidimos visitar el “Pozo 3”, que es un oasis donde existe una gigantesca piscina setentera. Nos lleva un fletero que tiene una camioneta y que se autodenomina “El Tata”. El conductor nos pregunta de donde venimos y lanza un grito de emoción: ¡Yo viví 30 años en Playa Ancha! Al anciano no lo detuvo nadie y con su bla, bla, bla, nos dejó mareados y sólo el agua nos calmó de su verborrea porteña y buena onda.
Un día partimos a la plaza del pueblo ya que se había montado una feria. Había títeres y nos pusimos a ver la obra muy animados. El argumento era sobre un pescador que se enamoraba de La Pincoya y que sufría de amor en los… ¡cerros de Valparaíso! Era la compañía porteña “La Matiné” montando uno de sus espectáculos. En una parte de la obra el pescador se iba a un típico barucho del plan de la ciudad y bebía hasta emborracharse, para después mandarse la media vomitada.
He visitado el Valle de la Luna, la impresionante laguna Cejar y el Salar de Atacama, las cavernas de sal y otros maravillosos paisajes, sin embargo la maldición porteña ahí está, acechándome, como un gato salvaje a punto de arrancarme los ojos.


ajenjoverde@hotmail.com