2.05.2009

La maldición de Valparaíso me persigue


Por Ajenjo


No se si es una maldición o una bendición, pero Valparaíso me persigue a todos lados.
Ahora estoy en un centro de internet en la calle Caracoles de San Pedro de Atacama, en el extremo norte chileno, y quiero escapar de todos los fantasmas porteños que me acosan y vigilan sin darme tregua.
Con mi hijo estamos acampando en las afueras del pueblo, en el camping Los Chañares que cuesta tres mil pesos diarios por persona. Cansados de comer fideos que se cocinan en cinco minutos, decidimos cenar en una fuente de soda de comida rápida. La mesera, con sus bellos rasgos altiplánicos, me dice: ¿Quiere probar nuestra especialidad llamada chorillana? Obviamente no acepté la propuesta, pero pude observar como al lado se engullían un generoso plato de papas fritas, carne, longaniza, y tres huevos fritos con la yema bien dorada. Al parecer la chorrillana es un plato que proviene del Perú, específicamente del barrio limeño de Chorrillos y no es una invención porteña. ¡Vaya uno a saber!
Decidimos visitar el “Pozo 3”, que es un oasis donde existe una gigantesca piscina setentera. Nos lleva un fletero que tiene una camioneta y que se autodenomina “El Tata”. El conductor nos pregunta de donde venimos y lanza un grito de emoción: ¡Yo viví 30 años en Playa Ancha! Al anciano no lo detuvo nadie y con su bla, bla, bla, nos dejó mareados y sólo el agua nos calmó de su verborrea porteña y buena onda.
Un día partimos a la plaza del pueblo ya que se había montado una feria. Había títeres y nos pusimos a ver la obra muy animados. El argumento era sobre un pescador que se enamoraba de La Pincoya y que sufría de amor en los… ¡cerros de Valparaíso! Era la compañía porteña “La Matiné” montando uno de sus espectáculos. En una parte de la obra el pescador se iba a un típico barucho del plan de la ciudad y bebía hasta emborracharse, para después mandarse la media vomitada.
He visitado el Valle de la Luna, la impresionante laguna Cejar y el Salar de Atacama, las cavernas de sal y otros maravillosos paisajes, sin embargo la maldición porteña ahí está, acechándome, como un gato salvaje a punto de arrancarme los ojos.


ajenjoverde@hotmail.com

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