12.29.2008

Nuevo manual para sobrevivir al Año Nuevo porteño


Por Ajenjo


Nadie quiere terminar como el tipo que sale en la fotografía superior de esta columna, ya que además de ser muy ordinario puede causar un severo daño en la salud mental y física, por lo tanto nuevamente daré algunos sabios consejos para que no anden pintado el mono en este Año Nuevo que se acerca en forma imparable.
Antes que nada recuerde que no hay que ponerse a tomar antes de las doce de la noche. Esta es una de las reglas de oro que siempre hay que cumplir, ya que he visto tipos babeando a las ocho de la noche y que pasan el Año Nuevo durmiendo, con fuegos artificiales que explotan desde su estómago hacia el exterior.
Váyase siempre con calma, pensando que hay gente a su alrededor. Tenga mucho cuidado con la traicionera champañita, ya que más de tres copas lo pueden llevar a un camino sin retorno. Las mujeres deben tomar este trago francés con mucha cautela, ya que tiene fama de ser afrodisiaco. Se ha escuchado cada historia por ahí... y la única excusa es que "se me subieron las burbujas a la cabeza". Evite a toda costa las champañas envasadas con fruta en su interior y si al final se atreverá con este licor bendito, trate de que sea "Brut".Otro dato importantísimo, y que impide andar "llamando a Guajardo", es comer con cautela.
No ande metiéndose medio kilo de pavo con ciruelas y papas fritas y un postre gigante de helado casata tricolor, para después andar devolviéndoselo a la gente. Eso es muy, pero muy feo.Hay que cenar suave, con calma y después rematar siempre con el mismo copete.
Si va a tomar ron, no ande mezclándolo con vodka, vino, pisco y whisky. Yo siempre he tratado al trago como a las mujeres: con fidelidad y respeto. Si me tiro ron con cocacolita, permanezco toda la noche bajo la bandera de Cuba Libre.
Esta fidelidad alcohólica asegura que en la mañana no duela tanto la cabeza y los fantasmas del malgenio y el pesimismo se pueden alejar más rápido posible.Además no se meta a fiestas pagadas (la fiesta es la calle). No se le ocurra comer mariscos en la mañana o tomar una cervezita para arreglar la caña.El mejor consejo es dormir y soñar que el 2009 será un gran año para todos.
¡Ojalá así sea!


ajenjoverde@hotmail.com

12.22.2008

El "paraíso" de Mauricio Celedón


Por Ajenjo

¿Se imagina una ciudad donde toma un trole y adentro está el escritor Marco Antonio de la Parra dando una charla a los pasajeros? ¿O Isabel Parra cantando gratis en medio de los vendedores de chupete helado? ¿O están proyectando una película?
Así seguramente se debe imaginar el Paraíso celeste el gran dramaturgo chileno Mauricio Celedón, quien el fin de semana pasado reventó la ciudad con una de las mayores intervenciones artísticas a que Valparaíso ha sido sometida en su historia.
Lamentablemente no pude asistir el domingo en la mañana a la avenida Argentina. Un fotógrafo me contó que se había armado el medio escándalo, ya que los vendedores de ropa usada no entendían los gritos que proferían decenas de mujeres forradas en plástico y con maletas rojas.
¿Será parte de la nueva propuesta del "Negro" Castro?, se preguntaban los más desubicados.
Yo me sumé a la intervención como a las 20.00 horas. Tomé un trole en la plaza Echaurren y me encontré de sopetón con Claudio Di Girólamo, que realizaba una fomeque charla sobre la importancia del teatro y "lo cara que son las entradas".
Me bajé junto a mi novia justo frente al monumento a Prat, donde se estaba preparando el montaje de la obra teatral "Paraíso", que era como la guinda de la gran torta de Celedón.
Estuve sentado en galería dos horas para esperar la función, que realmente me pareció muy críptica y "volada".
Mientras me tomaba un café, pensaba que podría haber traído mi petaquita y endulzar con ron mi bebida, sin embargo me tuve que mamar sobrio todo el espectáculo, que muchas veces me pareció más raro que "una gallina con orejas".
Sólo el final de la obra, que tenía que ver con la guerra del petróleo, logró emocionarme. Decenas de cuerpos con aceite y plástico se revolcaban en una sola masa en el suelo, mientras un niño completamente vestido de blanco, con una bandera con flores, pasaba por sobre el montículo humano.
Eso fue increíble y alcancé a ver atisbos geniales de ese Mauricio Celedón que cuando joven me voló los sesos con "Mala sangre".
¿Por qué no vuelve a esa intimidad tan elegante, preciosa y perfecta?
Vuelve a la realidad. Aquí te estamos esperando.


12.18.2008

Los poderosos sabores de Amaya


Por Ajenjo


Tengo en mi mano la boleta 0001 del recién inaugurado restaurante Amaya, ubicado en el pasaje Rudolph, en el cerro Bellavista de Valparaíso.
Es la noche de inauguración y junto a un simpático grupo de amigos nos sentamos en la terraza del local.
Pedimos unos pisco sour "Catedral". Seguramente su nombre proviene de los enormes vasos que llegaron y les puedo asegurar, sin exageraciones etílicas, que es una de las combinaciones de pisco y limón mejores que he tomado en mi alcohólica vida.
Después vino un piqueo peruano. Recuerdo un suave ceviche, trozos de pulpo a la oliva, jaiva y palta. Todo muy fresco y rico. Esa entrada alcanza en forma perfecta para dos personas.
Luego pedimos un tacutacu de mariscos, riñones al jerez y un ají de gallina de campo, que venía con grandes trozos de esa sabrosa ave.
Nos empipamos unos tintos y salimos más que satisfechos.
La ex chef peruana del restaurante Caruso, Úrsula Franco, junto a su socia Soledad Oviedo, sacaron las alas y se independizaron, creando este nuevo restaurante que seguramente se transformará en un nuevo ícono gastronómico de Valparaíso.
Yo les pedí que me regalaran la boleta 00001 y accedieron sin ningún problema. De esta manera mi fetiche colección de entradas a eventos y boletas exclusivas tiene un nuevo integrante.
Después de comer en el Amaya la vida se hace más ligera y divertida y decidí asistir a la función de "Monga: La mujer simio", que se está montando en la plaza Bismark y que se inserta en el festival de teatro container.
Siempre he sido un admirador de Monga y muchas veces, en los veraniegos juegos del estero de Viña del Mar, me asusté y grité como un loco cuando el gorila se escapaba de la jaula.
Muchas niñas decían que algunos tipos se dedicaban a "toquetearlas", en medio de todo el barullo y la corredera que se armaba.
Ahora la compañía de teatro OANI, que trabaja con muñecos, realiza un homenaje a Monga y monta un hermoso y terrorífico cuento que trata sobre la diferencia y la tolerancia entre los hombres.
Llevé a mi hijo de ocho años, quien comenzó a asustarse cuando del container apareció un muñeco deforme que invitaba a ingresar al espectáculo. El público estaba conformado sólo por 10 personas.
En un momento de la obra se repite el show de Monga y mi hijo empezó a emitir gemidos de terror, mientras yo le decía al oído que se calmara y que sólo era una obra de teatro. En un momento el gorila comenzó a golpear la reja, las luces se prendían y apagaban, y el corazón del niño ya se salía por la boca.
La función terminó y la cara de terror infantil no se podía disimular. Al salir les dije a los actores: "mi hijo no olvidará nunca esta función".
"Le vimos la cara de susto que tenía", dijeron entre risas.
Al final nos fuimos caminando por la Avenida Alemania, hablando sobre historias de gorilas y fantasma, como los dos mejores amigos que somos.


ajenjoverde@hotmail.com

12.10.2008

El señor de los helados


Dos grandes "cooler" llenos de latas de cerveza y hielo son la principal atracción de un paseo al lago Peñuelas, donde nuevamente con un grupo de amigos nos "tomamos" este hermoso Parque Nacional de Valparaíso.
La patota se junto en un supermercado, donde compramos las cosas que nos faltaban y partimos en un pequeño bus de transporte escolar.
Eran las 11.30 de la mañana y todos, con una latita de cerveza, entonaban canciones de paseo.
"En el fondo de la mar" (gritaba yo), mientras el coro repetía "paranpanpán".... Y así nos fuimos cantando y chacoteando hasta que llegamos al hermoso parque.
Los niños estaban felices ya que la naturaleza los saca de la sicótica urbe de cemento y caca de perro, mientras nosotros tirábamos choripanes, tutos de pollo y uno que otro pedazo de vacuno, que comíamos en pedacitos.
En la mitad del asado escuchamos el clásico sonido del cacho que tocan los antiguos heladeros.
Un vendedor, seguramente vecino del sector, con su caja de madera llena de paletas a 150 pesos recorría el lugar tranquilamente.
Lo llamamos, les compramos unos helados y con la humildad que entrega el vino tinto, lo invitamos a comerse su choripan.
El heladero se fue contento, pero al rato volvió a sentarse a la mesa y lo recibimos con un gran tuto de pollo.
"Ustedes son muy simpáticos, pero hay uno que está bastante curadito ya", decía entre risas, mientras el acusado se sonrojaba y seguía empinando el codo.
Yo conté la historia de un heladero de Quillota, a comienzos de la década de los 80, cuando las fábricas de estos productos no eran tan profesionales.
Los envoltorios no eran herméticos y corría el mito de que el heladero, debido al calor imperante, chupaba las partes finales de los helados. Los niños de la Villa Los Queltehues tenían que comprobar que el color del chupete no fuera blanco, ya que eso significaba que ya había sido repasado.
El heladero se enojó un poco y me dijo que nadie, en su oficio, podría hacer una cochinada tan grande. "Somos humildes vendedores, pero somos conocidos como Los señores de los helados, por nuestra noble tarea".
Todos le aplaudieron, mientras el más curadito del grupo trataba de tocar el cacho del heladero, en un acto que nos siguió sacando carcajadas toda la tarde.


12.03.2008

Y otra botella de Absenta cruzó el mar


Por Ajenjo


La más chica y revoltosa del clan Romero (que tiene como monarca a la famosa Carmen y su Teatro a Mil) llegó a mi casa con una botella de absenta debajo de su brazo.
Varias veces he hablado de ese licor, que también se llama ajenjo o absinthe, según el idioma o la preparación que se quiera utilizar.
La Romero chica se paseó por toda Europa y Corea con la obra de teatro "Neva" y me escribió un correo electrónico desde Barcelona. Inmediatamente le dije que por favor me trajera la botella de ese condenado licor que tiene más de 70 grados y un anisado color verdoso fosforescente.
Para pagarle su favor, preparé tres kilos de machas a la parmesana a la mediterránea, con unos ostiones y un ceviche de tres colores. Tomamos vino blanco y del otro, además de una buena dosis de humeante absenta.
La Romero relató que mientras estaba en una pieza de Seúl, la capital coreana, sintió que tocaban su puerta. Toda la compañía estaba reunida y el director le dijo: "Te tenemos que informar que tu padre ha muerto en Chile". Ella se trastornó un poco y trató de llegar al funeral de su amado progenitor, sin embargo, al final tuvo que seguir viajando y mientras se empipaba un absenta, señalaba que el fantasma de su viejito la acompañó hasta en los aviones.
Me fui a acostar esa noche pensando en la supuesta demolición del edificio de la Casa de Italia, en Viña del Mar.
Los efectos de la absenta me llevaron al pasado, a 25 años atrás, cuando fui a una fiesta de 15 años en ese castillo de la calle Alvares. Fue la primera vez que tomé champaña y con la fuerza de las burbujas doradas fui donde la niña que me gustaba, que danzaba con un cadete de la Escuela Naval. Le dije: "¿quieres bailar conmigo mejor?". Ella movió la cabeza negativamente, mientras su compañero de baile cerraba sus puños en señal de pelea. Totalmente mareado por el rechazo, terminé jugando videos y fliper en los Delta de calle Quinta, en un desesperado intento de no dejar la infancia.
¿A quién se le habrá ocurrido intentar demoler la Casa Italia, que está llena de recuerdos de numerosas generaciones de viñamarinos?
Al que tuvo esa idea, le recomiendo tomar absenta y ponerse a soñar por un buen rato y dejar de andar planificando estupideces arquitectónicas para la bella Ciudad Jardín.


ajenjoverde@hotmail.com

Tomándose los tragos con el Matías Bize


Por Ajenjo

Mi novia me invita al matrimonio de su mejor amiga del colegio y me dice que en la fiesta estará Matías Bize, el director de la película chilena "En la cama", quien también estudió en su colegio santiaguino.
El evento es en una casa campesre de La Reina, donde vive un connotado ginecólogo, padre de la novia.
Llego como a las siete de la tarde y después de la ceremonia civil empiezo a bajarme un pisco sour, mientras observo a Matías Bize, que se pasea tranquilamente conversando con sus ex compañeros de colegio.
A mi me hubiera gustado decirle en forma inmediata que en el tiempo que cubría el Festival de Cine de Viña del Mar pude observar la emoción del director Silvio Caiozzi, quien al término de la cinta "En la cama" lo abrazó como quien sabe que saluda a un pequeño genio.
La emoción en los ojos de Caiozzi era verdadera y honesta. A mi también me emocionó la película y lo di como ganador del certamen. No me equivoqué, ya que esa película ha obtenido más medallas que cualquier vino chileno.
Me hubiera gustado decirle que ojalá no se cumpliera la sentencia del poeta Jorge Teiller, quien afirmaba que cada artista sólo lograba una vez en la vida crear una joya y que después se diluía en el mar de la fama y los excesos.
Me hubiera gustado decirle muchas cosas y apuraba mi pisco sour para sacar fuerzas de flaqueza, sin embargo, en la ronda de conversación hablamos de moteles y él mostró una tarjeta VIP para ingresar al mítico Hotel Valdivia de Santiago.
Después vino la fiesta. Yo me senté en la mesa número 1, de los novios, y conversé con el simpático ginecólogo, quien me servía generosos pedazos de carne en mi plato.
Después los primos de la novia se mandaron el tremendo show travesti. Las mujeres disfrazadas de huaso y los hombres de china hicieron un baile que sacó carcajadas de los asistentes.
Como a las tres de la madrugada y con cinco "whiskolas" en el cuerpo, me acerqué a Matías Bize, quien bailaba como un trompo cucarro.
Le alcancé a decir algunas cosas, seguramente con una modulación muy peculiar. Me preguntó donde trabajaba como periodista, me quedó mirando por algunos segundos y dijo: "¡Grande La Estrella de Valparaíso!".
Salud por Matías Bize y sus próximas películas.

11.17.2008

San Antonio: ¡Qué puerto distorsionado!


Por Ajenjo

El dueño del bar Cinzano me envió un correo electrónico donde me dejaba claramente especificado que su vino con frutilla jamás se ha fabricado con licor de garrafa y que estaba un tanto sentido y enojado por la polémica crónica publicada hace un par de semanas.
El bar Cinzano debe ser uno de los más míticos y poderosos de Valparaíso y jamás fue mi intención desprestigiar a todo ese gran equipo humano que por años me han servido los mejores vodka naranja (con jugo natural) y suculentas parrilladas.
Todo fue un gran enredo que ya está subsanado ¡y que viva el Cinzano y todos sus cantantes!
Pensando en estos líos y confusiones tomé una micro hacia el puerto de San Antonio, que por esos azares de la vida jamás había conocido.
La obra de teatro del gran Andrés Pérez, “La Negra Ester”, había creado una imagen fuerte en mi cerebro, que estaba basada en prostitutas y travestis bastante caricaturescos.
Me bajé en la plaza principal, donde un payaso me recibió de golpe y me dijo: “Buenas tardes, señor ministro, lamentablemente no hemos terminado la construcción del casino, pero le aseguro que en unos meses más las obras estarán listas”.
Le di 200 pesos al gracioso payaso callejero y avancé hacia el puerto, en busca de una picada para comer.
Mucho público engullía ceviches en potes plásticos, sin embargo el olor que estaba en el aire no me invitaba a degustar nada.
Una de las imágenes más tremendas que pude ver fue a una mujer que le daba cabezas de pescado a unos gigantescos pelícanos, mientras un lobo marino con su gran cabeza y colmillos la miraba a punto de comerle todo el brazo. Era un loco zoológico marino.
“¡Que distorsionado!”, pensé, mientras entraba a “Donde Juanito”, una típica picada costera, donde me serví una empanada de macha queso y una pescada frita con ensalada, con varios botellines de cerveza. La atención, el precio y el servicio fueron excelentes. ¿Por qué en la Caleta Portales los precios son tan elevados para los mismos platos? ¿Cuál es la gran diferencia?
Sinceramente, creo que San Antonio es una urbe bastante rara, pero que ha logrado crear en su costa una franja gastronómica que invita, por su variedad y precios, a ingresar a sus picadas a comer y pasarlo bien. Eso sí, tenga cuidado con los animales salvajes que circulan por el agua las rocas y los cielos.

ajenjoverde@hotmail.com

11.11.2008

Me querían puro boxear en el Moneda


Por Ajenjo

Siempre he dicho que mi segunda casa, mi segundo hogar, es el porteño bar “Moneda de oro”, ya que desde hace muchos años he bebido el mejor cola de mono que se prepara en Chile, además de compartir con mis amigos gratos momentos de esparcimiento y ocio.
Además de todo esto, yo me siento como parte de la familia. Los garzones Ernesto, Alonso y Fernando son como hermanos y siempre me han servido generosas dosis de ron, además de exquisitas empanadas camarón queso , parrilladas, chorrillanas y sandwich de todo tipo.
Su dueño Don Rene (sin acento) y su bella señora siempre han sido muy cariñosos y han levantado uno de los bares bohemios donde pueden convivir rockeros, poetas, músicos y viejitos jugando al dominó.
Por esta razón me pareció muy raro que me llamaran desde el bar, muy enojados, por la nota que apareció la semana pasada, donde, por un error de entendimiento, aparecía que el vino con durazno de este local no era muy bueno.
Inmediatamente me retracté y en la noche fui al bar a conversar y aclarar en buenos términos esta confusión.
Entré a la cocina y hablé con DonRene. Los mozos me lanzaban irónicas tallas y me decían: “aquí le traigo su vinagrillo”, haciendo alusión a la maldita crónica que nos confundió a todos.
Mi jefe en el diario se reía a mandíbula batiente y me decía que “jamás hay que morder la mano que te da de beber”. Nunca fue mi intención y la nobleza obliga a retractarse, reconocer el error y bajar el moño.
“Te quieren puro boxear en el Moneda”, me aseguraba mi brother oftalmólogo, en medio de risas y tallas que ya me estaban entrando a molestar.
Al final me reconcilié con mi segunda casa, mi bar querido, que siempre estará en mi memoria junto a sus gigantescas banderas donadas por marinos que algunas vez invadieron este distorsionado puerto latinoamericano.
Ahora, con mi ron en la mano y mi pedazo de chacarero en la otra, pienso en lo guantes de box que hay colgados en una de las murallas del bar.Me imagino al garzónFernando instalándose estos guantes y saliendo a un ring a defender el honor de su vino con durazno.
Sólo les puedo decir a todos que me ganarían por nocaut y que ahora queda seguir bebiendo, comiendo y carreteando en este Valparaíso que como una bizarra caja de sorpresas tiene de todo para seguir adelante y con toda la familia reunida y feliz.

ajenjoverde@hotmail.com

11.06.2008

Violenta apología al vino con frutilla


por Ajenjo

Estoy jugando al “cacho” con mis dos brothers en una casa en la localidad de San Pedro. Los dados rebotan en la mesa al mismo ritmo que un vino con frutilla baja por nuestras gargantas. ¿Han visto las hermosas frutillas que ofrecen este año las ferias? Bueno, les recomiendo comprar medio kilo, sacarles el pequeño y duro tallo, lavarlas bien, cortarlas en cuatro y depositarlas en un jarro. Después bañarlas con un vinito de luca embotellado, tirarle unas cucharas grandes de azúcar y dejar reposando el material dentro del refrigerador un par de horas. El resultado es un líquido que se bebe como “agüita de la llave” y que para más remate quita el hambre.
La última recomendación es guardar todas las frutillas que quedan en el jarro y comérselas con crema. Cada fruto es una esponja que chupa todo el vinito (¿no tendremos una gran frutilla en el estómago?) y se convierte en un pequeño bombón de licor.
El problema es que la temporada de frutillas dura muy poco, por esta razón recomiendo comprar un par de kilos y congelarlas. De esa manera, y a mediados del caluroso febrero, puede beber esa mixtura y acabar con todos los problemas de la vida.
En Valparaíso existen varios locales que tiene grandes jarras de vino con fruta en sus barras. Algunas tienen frutilla y otras durazno. Se ven muy bonitas e hipnotizantes, sin embargo el vino que le tiran encima es de tan mala calidad que al final se convierten en tragos bastante desagradables. He visto cómo los mozos levantan garrafas de plástico y llenan los jarrones con fruta con un vinagre de muy mala ley.
He probado el vino con frutilla en el Cinzano y los preparados de vino blanco y durazno en el Moneda de Oro. Ninguno de los dos son bebidas recomendables. Para qué les voy a contar como se amanece... ¡Elhachazo de Michimalonco es poco!
Conocí una vez un hijo de pescador, en Maitencillo, que siempre decía que a su padre lo había matado el vino con frutilla. “¿Pero cómo?”, le preguntábamos nosotros, “¿acaso se alcoholizó tanto que le reventó el hígado?”.
El muchacho movía la cabeza en forma negativa y decía que a su padre le dieron un vaso de vino con frutilla en un asado. Se lo tomó rápidamente y levantó el vaso, empezando a golpear la parte de abajo para que la fruta descendiera; terminó cayéndose violentamente de la silla y pegándose en la cabeza. Resultado final: tec cerrado y muerte.
¿Podrán matarnos a nosotros los litros y litros de vino con frutilla?

10.27.2008

Otra agitada noche en Santiasco


Por Ajenjo


Salgo de la obra "Sin sangre", que están dando en el Teatro de la Universidad Católica de Santiago, en Ñuñoa, y es como si me hubieran dado un mazazo en el cerebro.
Apenas puedo articular palabras para expresar la fuerza y belleza de esta pieza teatral que, personalmente, se convertirá en un referente estético a la hora de hablar de vanguardia bien hecha en Chile. Así como una vez me emocioné hasta las lágrimas con "La Negra Ester", aquí me impacté por la violencia del texto y una de las puestas en escena más impecables que he visto en mi vida.
En las afueras del teatro me espera Dióscoro Rojas, con quien decido conocer un poco del barrio de Ñuñoa, más conocido como Ñuñork por la taquilla de Santiasco.
Vamos a Las Lanzas, un local famoso, pero donde nos atienden después de media hora de sentarnos . Los tragos son cortos, los sandwich chicos y en una de las mesas hay un tipo que "atraca" literal y violentamente con una chica que parece ser su secretaria .
Dióscoro me dice que tiene que juntarse con Pablo Mackenna, el ex animador de "CQC", que choca borracho, que dice ser poeta y que se casó con una de las mujeres más bellas y sexies del país.
Lo acompaño en taxi hasta Providencia, donde entra al bar Normandie, lleno de famosos y políticos. Mi timidez provinciana no se la puede con este cuadro y le digo a Dióscoro que volveré más tarde.
Cruzo la calle hacia uno de los famosos Liguria. Me pido un arrollado con puré picante y una botella de vino. Todo rico, bien atendido y la música excelente. ¡Qué buen local!
Ya son las dos de la mañana cuando vuelvo a juntarme con Dióscoro, quien conversa animadamente con el tal Mackenna. Los saludo, mientras el rey guachaca me explica que el ex animador escribirá un libro de poesía.
¿No será el libro de las papas cocidas?, le pregunto yo, mientras el tipo me responde algo como: "No, éste es nuevo y se llamará la esencia de la intrascendencia de las profundidades del ser humano".
Después de escuchar el título decido largarme al Barrio Bellavista a esperar a mi novia que venía de su fiesta con puros abogados. Llego a un bar, cuyo nombre ya no puedo recordar, y el mozo me dice que hay una oferta para los trasnochados de dos rones a cuatro mil pesos. "¿Qué le hace el agua al pescado", me dice mi conciencia interior y mientras el dulce licor baja para adormecer mi dañada cabeza, siento una mano que se posa en mi hombro. Era mi novia que llegaba justo al rescate de la anestesia total en esta nueva aventura en Chantiasco.



10.20.2008

Los erizos me están matando


Por Ajenjo


Después de hacer un asado dominguero con longanizas argentinas, pollo y entrañas a la hora de almuerzo, en la bella localidad de San Pedro (cerca de Quillota), decidimos realizar un juego antiestrés con una botella de plástico llena de piedrecillas.
La idea era lanzarla contra una muralla mientras los participantes gritaban lo que más odiaban. Debido al exquisito vino tomado, los gritos eran bastante chistosos. Mi novia lanzó un alarido que decía: "odio no ser millonaria", mientras mi hijo azotaba la botella y decía con su tierna voz: "odio el italiano".
Por motivos de discreción no diré lo que dijo mi brother médico. Tampoco publicaré lo que yo odio: son cosas personales.
La cuestión es que después de ese largo fin de semana desperté el lunes y estuve literalmente arrastrando los pies. Me sentía muy raro y mal y tuve que darme un baño de tina con coquitos de eucaliptus para calmarme un poco.
¿Qué me está pasando?, me preguntaba cada segundo, hasta que recordé que nuevamente caí en el pecado del erizo, ese marisco que lentamente me está dejando pasado a gladiolo. Cada vez que como, termino con un violento ataque de gota y mi pie derecho no soporta ni siquiera el peso de la sábana. El dolor es muy violento.
Ahora tomo remedios para esa enfermedad y pienso que puedo cometer algunos excesillos, como los erizos.
Este sábado partí con un platillo de ostras con el borde negro y una champaña numerada que mi brother sacó del refrigerador, para brindar por las nuevas vidas que invaden el mundo. Después vino una panzada de erizos con pan con mantequilla y en la noche una bandeja al horno llena de ostiones a la parmesana, con unos pequeños cubos de tomate en su concha. ¡Qué banquete marino!
Al otro día rematamos con ese asado, donde todos terminamos jugando a la botella y al odio que tenemos acumulado en el cuerpo y en la conciencia.
Sinceramente odio no poder comer erizos a destajo. Odio no poder mandarme kilos y kilos de ese marisco tan particular.
Con mucha nostalgia recuerdo cuando bebía, en unos puestos de la ciudad de Talcahuano, un elixir fabricado con jugo de erizos, de picoroco y aguardiente. ¡Era algo ultrapowermetal para el estómago y el cerebro!
Pero finalmente es mejor no odiar. La experiencia me ha llevado a pensar que el amor es más entretenido y buena onda. Aunque todos sabemos que estos dos conceptos muchas veces se mezclan y se confunden en un pastiche bastante alucinante. Amo lo que odio y odio lo que amo. ¡Salud!


ajenjoverde@hotmail.com

10.14.2008

Chuchi en la Plaza Victoria


Por Ajenjo


Cerca del famoso “Sexy Show”, donde gordas con cicatrices de cesárea bailan desnudas entre oficinistas ebrios y estudiantes excitados, está una restaurante japonés llamado Kuukai, que lleva varios años ofreciendo sushi a los porteños y turistas que se acercan a las inmediaciones de la plaza Victoria.
Nunca había entrado ya que no soy fanático de estas preparaciones de pescado crudo y sabores raros, pero mi novia, con su mágica influencia en mi cerebro, me terminó convenciendo para conocer el local.
Un garzón, que al parecer llevaba horas trabajando en el lugar , nos ofreció la carta y nos instaló dos platitos con servilletas de tela húmedas y calientes. ¿Qué onda?, digo, mientras trato de mirar a otras mesas y percibo que debe ser una costumbre oriental para lavarse las manos.
También instalaron unos envases con verduritas aliñadas y pedimos una tabla de nueve lucas con muchos rolls y tipos de “chuchi” diferentes.
El plato que llegó a la mesa era digno de una fotografía. Sus colores y el diseño de cada bocado era perfecto. Daba pena meterse a la boca los pedazos de salmón con arroz y destruir la obra de arte del cocinero japonés.
Yo me entusiasmé con un sake sour. El sake debe ser como el pisco para los japoneses y por dos lucas me bebí un excelente y estimulante trago nuevo.
A la hora de irnos le pasé una luca de propina al mozo, que preguntaba al dueño cada 5 segundos que significaban los platos de la carta. El garzón se lo entregó al japonés propietario del restaurante. Yo le insistí que ese dinero era la propina, ganada por su esforzada atención, sin embargo me contestó, en un tono bastante bajo “que todo el dinero debo entregárselo a él”. Seguramente, pensé, después se los distribuirán entre todos los trabajadores. Ojalá así sea.
Con este nuevo descubrimiento culinario viajé a Chantiasco para tratar de levantarle el ánimo a mi suegra con un buen asado.
Me llevé de la calle Pirámide alcachofas, paltas, queso de cabra y queso fresco, ya que todo es el doble más barato que en Las Condes. Le saqué la comida a cada hoja y molí toda la carne, incluido el “potito” de las alcachofas. Compré ricota y rellené las paltas con esa mezcla.
Después encontré una oferta de filete y me mandé dos asados en 10 horas. Terminé tratando de cruzar una puerta de vidrio que estaba cerrada. El golpe sonó fuerte y por suerte no atravesé el cristal. Ahí me di cuenta que ya era hora para irse a dormir y volver a mi querido Valparaíso.


ajenjoverde@hotmail.com

10.05.2008

Nacimiento, muerte y despedida


Le cuento a Dióscoro Rojas que mi cuñado se va a estudiar un doctorado en historia a París por cuatro años y que le voy a regalar unos euros . Mi intención era colocar los billetes en un sobre bonito o en una caja con diseño para que la cosa no fuera tan fría.
El Gran Guaripola de los Guachacas me dice que cuando sus amigos se largan de Chile, él tiene la costumbre de regalarle una caja de fósforos donde sale la Cordillera de Los Andes y así pueden recordar estos grandes cerros nevados y no olvidarse de la patria querida.
Decido hacer lo mismo y compro una caja de fósforos grande, le meto los euros adentro, y le escribo un texto para que entienda las razones del peculiar envase.
Las despedidas siempre emocionan y tienen una alta carga de sensibilidad, especialmente cuando la gente se va por mucho tiempo.
Con este daño neuronal llego al Moneda de Oro, donde mi brother me cuenta que será papá por primera vez a los 37 años de edad. ¡A brindar por la nueva vida que llega al mundo!, le digo, mientras el garzón Fernando carga los tremendos vasos de ron y hielo para celebrar tamaña declaración.
“Ser padre es la experiencia más trastornante del mundo compadre y la más hermosa y hay que prepararse para querer por toda la vida a la pequeña criatura que viene en camino”, le digo con una parada de consejero sabio que ni yo mismo me la creo.
Entremedio de la conversación me cuentan que se murió el Tío Pin, quien durante la década de los ‘80 nos prestó su casa en Maitencillo para veranear y pasarlo bien.
“¡Qué triste!”, le digo a mi brother, mientras recuerdo todas las aventuras vividas en esa casa, que era la única que tenía un sauna en esa época y que nosotros le sacamos el jugo y tuvimos nuestros primeros acercamientos amorosos frentes a las cuicas santiaguinas que pululaban por ese balneario.
Pienso en la muerte, la vida y las despedidas y me doy cuenta que la vida pasa como un tren desbocado y que todo puede cambiar en un par de segundos.
“No somos nada, no somos nada”, me digo para mí mismo, mientras le exijo al garzón otro vaso de ron que anestesie esta histeria existencialista que a mis casi 40 años me ataca con todo.
Ahora sólo queda prepararse para pensar en las nuevas vidas que vendrán a poblar este maravilloso y asombroso planeta llamado Valparaíso.


10.02.2008

Unas “Rari” Fiestas Patrias en Colbún


Ya casi es medianoche y estoy entrando por un camino de tierra hacia el Lago Colbún, en la Séptima Región. Veo un pequeño negocio rural con un cartel que dice “Tome Rari Cola”. Me explican que es una bebida de fantasía propia del lugar, que se hace en el pueblo de Rari y que es muy sabrosa. Aburrido de los tacos infernales y de las ocho horas que llevaba viajando desde Valparaíso pienso en el gentilicio del pueblo de Rari y mi mente se dispara hacia un gran vaso de ron con cualquier bebida cola.
Llego a una casa sacada de la más cuica de las revistas de vivienda y decoración. Es una pequeña mansión moderna de madera, enclavada a la falda del lago, en un bosque de árboles originarios. Su living está gobernado por una gigantesca pintura colonial, que según me contó la propietaria, era el cielo de una casa donde había vivido el santo Alberto Hurtado y que la encontraron en una demolición abandonada. ¿Será verdad?, me pregunto, mientras me invitan a dar un paseo en lancha por los alrededores del lago.
Colbún es muy hermoso, pero su belleza depende radicalmente de la cantidad de agua que tenga el lago. Ahora estaba bastante lleno y con la cordillera nevada de fondo proyectaba una imagen perfectamente sureña.
El 18 de septiembre el anfitrión sacó el trozo de carne más grande que había visto para un asado. Era un sólo pedazo de lomo que fue cocinado “a la Argentina”, con carbón y leña y su grasa recubriendo la carne. Compraron empanadas de pino fabricadas en horno de barro por lugareños y podría afirmar, sin caer en frases gastronómicas exageradas, que fueron las más ricas de mi vida. El 19 fue el turno del pollo y el 20 del chancho.
Para entretenerse había una videoteca con decenas de películas, una consola XBox 360 y el famoso Wii. Nunca había tenido la posibilidad de jugar con esta tecnología, que te deja agotado de practicar tenis, boxeo o bowling. Armaron una mesa de pinpón de verdad y di “cancha, tiro y lado”, percatándome que ese deporte es como andar en bicicleta: jamás se olvida.
Para tomar había un gran bar, sin embargo, los habitantes de la casa eran recatados en ese sentido. Yo soy de los que hago sobremesa de las dos de la tarde a las dos de la mañana, pero aquí la cosa era bastante contenida.Tomé vinos exquisitos, daiquiris y uno que otro ron loco. Fueron unas Fiestas Patrias etílicamente sobrias, pero donde comí y descansé rodeado de gente buena y de una arquitectura natural que jamás podré olvidar.
ajenjoverde@hotmail.com

9.27.2008

De nuevo grito: ¡Que viva el Inacap!


Chile está goleando a la selección de fútbol de Colombia y, junto a mi brother fotógrafo, nos bebemos unos rones a la espera de asistir a un nuevo encuentro culinario con los muchachos del Inacap. Hace algunos años titulé una crónica de la misma manera y no tengo empacho en volver a hacerlo. ¿Por qué?, se puede preguntar el lector desprevenido. Simplemente porque los jóvenes que ahí estudian materias gastronómicas son espectaculares y nuevamenten nos entregaron una cena llena de sabor.
Lamentablemente tengo la memoria corta bastante dañada y generalmente no puedo recordar a perfección que fui lo que bebí y comí y, cuando se me ocurre anotar en una libreta, lo más probable es que jamás la encuentre. ¡Es que uno termina bastante chispeado y emocionado en este tipo de tertulias!
Nos recibieron con un trago de ron con crema. Exquisito. Después nos sentamos a la mesa y nos llegaron unos finísimos trozos de lengua con una suave salsa verde. Sólo les puedo decir que se deshacían en la boca. Después una entrada de salmón cuyas características no recuerdo mucho y el remate final fue de película: pato. Muy pocas veces he comido esa ave en mi vida. En Venezuela, un italiano muy simpático nos invitaba a cenar el resultado de sus aventuras de caza. Había que tener cuidado en no tragarse las municiones que portaba la fina carne. Ahora los estudiantes nos entregaron un plato estrella, con un hongo shiitake que coronaba la sabrosa carne.
Envalentonado por el vino blanco Sutil y por un mosto tinto de muy buena ley llamé al futuro chef de nombre Juvena ly le dije: 'este es el mejor pato que me he comido en mi vida. Te felicito'. El, muy humilde, me señaló que era un trabajo grupal y que el reconocimiento había que hacerlo expansivo a todos.
Desde esta columna nuevamente los felicito a todos. La atención, el empeño, la dedicación extrema, los detalles, son cosas que quedan grabadas en la memoria de este sibarita porteño. Ahora se viene el II Congreso Gastronómico Hotelero Internacional del Cono Sur y seguramente será un evento magnífico. Por eso, y por muchas más, vuelvo a gritar: ¡Qué viva el Inacap!

9.21.2008

La pequeña España en Urriola



Me salgo de la mitad del concierto de Sol y Lluvia en el Teatro Municipal de Valparaíso para acompañar a mi brother oftalmólogo, quien me había convidado a degustar unas “tapas” a un restaurante de la calle Urriola.
El local se llama “383” , por el número de la calle, y es atendido por su bella dueña. Yo conocía a su ex pareja, Rafael Estica, un excelente chef que había estado en Japón y que ahora trabaja en Reñaca y siempre le juré que iría a verlo a su local, que en ese tiempo se llamaba Delicattesen o algo así. Llegué placé, como dicen los “burreros”, ya que la pareja se desarmó, pero el restaurante sigue vivo.
El asunto es que me comí algunas cosas exquisitas, como “tapas” con alcachofa y queso de cabra. Incluso salimos con un tarro de mermelada de naranja, que la dueña fabrica en forma casera.
Luego de cerrar subimos un poco más por Urriola y pasamos por el “Poblenou”, sin embargo, no entramos y avanzamos unos metros llegando a otro local de “tapas españolas”.
El nombre no me acuerdo, pero está en la intersección de las calles Urriola con Alvaro Besa.
El asunto se nota que está manejado por argentinos (al parecer) y es bastante bonito y bueno. No barato.
He tenido la posibilidad de comer estas “tapas españolas” en Madrid, Barcelona, Segovia y otras ciudades hispanas. Es un invento de este pueblo que a las 12 del día está tomando trago en todos los bares y café y que para no curarse deben ingerir algo de alimento.
Son pequeñas pero sabrosas dosis de comida, que no cuestan muy caro. Esa es la gran diferencia con las “tapas urrolianas” que están ofreciendo en esa calle.
Las “tapas chilenas” parecen canapés y valen cerca de 5 mil pesos cada uno. La idea no es salir a comer hasta quedar con el ombligo parado, pero si es necesario llenar el estómago un poco para no emborracharse con el vino y el ron que uno se manda para adentro.
Todo en Urriola es muy bonito y bastante estiloso, pero están aplicando mal el concepto de “las tapas”. Creo que se enredan en sabores, especies y aliños rebuscados.
Uno quiere conversar con los amigos, reírse, tomarse unas copas y que la vida pase en forma feliz y sin grandes sobresaltos, pero todo se complica cuando llega la abultada cuenta a la mesa.
En Urriola hay buena atención y mucho estilo. Sólo falta más simplicidad.
ajenjoverde@hotmail.com

9.08.2008

El Señor del Choripán


Por Ajenjo

Generalmente, cuando se termina un asado de amigos, siempre sobran cosas: ensaladas, pollo, carne o vino.
Fue precisamente con esas sobras que se nos ocurrió ver el final de “El Señor de la Querencia” en mi casa, junto aun grupo de socios que quería pasarlo bien por un rato.
Lo único que había quedado de la fiesta en Peñuelas era un gran paquete de chorizos y decidimos hacer un choripanada gigante, y de esta manera observar cómo el villano mataba y mataba gente.
Las mujeres presentes eran las más interesadas en la exitosa teleserie, pero cuando empezó el último capítulo y apagamos la luz de la cocina, nos dimos cuenta de que había varios amigos que se sabían al dedillo el argumento del culebrón criollo.
Entre cervezas y vinos, el señor de la querencia eliminaba a sus adversarios con la vista totalmente perdida en la sangre y yo aprovechaba las tandas comerciales para meter pan batido en el horno y acomodar los chorizos en la parrilla eléctrica.
Esto de juntarse a comer y chupar reunidos en torno a la televisión es algo que mi generación tiene en los genes. Recuerdo cuando era muy pequeño y me despertaban para observar peleas de Martín Vargas en exóticos países orientales. Mi padre, amante del box, nos ordenaba frente al televisor y realizaba una larga ceremonia de preparación. Sólo bastaban algunos segundos para que el púgil chileno cayera al suelo inconsciente y todo el proceso se derrumbaba en forma inmediata y había que volver a la cama con la boca amarga .
Los partidos de fútbol, especialmente los de la selección chilena, son un clásico para todos y muchos se reúnen en torno a la parrilla para mirar como, generalmente, golean a los muchachos.
Ahora es una teleserie, protagonizada por un súper sicópata, que nos tiene con un choripán con mayonesa en una mano y un vaso con vodka en la otra.
Al terminar todos opinan. “Que fue poco creíble”, “que se les pasó la mano con los asesinatos”, “que lo deberían haber torturado”. La charla prosigue y prosigue, mientras los embutidos siguen emitiendo su chirrido y la gente come y come y bebe y bebe.
Son los nuevos tiempos, donde los amigos se juntan y comparten amistosamente, gracias a un sicópata latifundista ardiente de sangre y sexo.


ajenjoverde@hotmail.com

9.04.2008

La reingeniería del Danubio Azul

Me llega un correo electrónico del actor transformista Alejandro Cid invitándome para un evento en el renovado Danubio Azul, de la calle Esmeralda, en Valparaíso.
Ya había escrito algunas líneas sobre el cambio que estaba sufriendo esta fuente de soda, que luego de una profunda manito de gato, donde el verde pistacho se tomó el lugar, ahora es un “restobar”.
El asunto es que llegué al Danubio Azul y una niña me cobró mil pesos de entrada, con derecho a un trago, para tener acceso al tercer piso del nuevo pub.
Al llegar me encontré con unos amigos y nos sentamos en unos taburetes a la espera del show. El transformista Cid salió vestido de mujer (la media novedad) y se sentó. Luego habló algunas cosas relacionadas con un feriado religioso y eso fue todo.
¿Qué onda?, nos preguntamos. Para variar yo estaba bajo el influjo del ron con bebida energizante y no me quedó otra que tomar la batuta del espectáculo y me puse a contar historias de ciencia ficción mística, además de recitar el único poema que tengo en mi agujereada memoria. En síntesis: empecé a dar jugo y del bueno.
Después la gente me aplaudió y me quedé callado, pidiendo otro roncito al mozo, mientras en mi interior una voz, relacionada con la vergüenza y la adultez, me decía que dejara de andar siempre pintando el mono.
El asunto es que pusieron música y se largó una fiesta. No había mucha gente pero el ánimo era bueno.
Creo que este local tiene todo para poder convertirse en un clásico de la noche porteña. Tiene tres pisos para crear varios ambientes y realizar todo tipo de actividades culturales. Su dueño tiene el ánimo por delante y debemos apoyarlo, ya que proyecta una buena onda, alejada completamente de los locales de reggaetón o de falsos artistas santiaguinos.
Ojalá que se llevaran a cabo actos artísticos un poco más complejos que el del feriado pasado. Yo vi a Alejandro Cid descendiendo en una tina llena de espuma en el medio del Teatro Mauri, impactando al público. Eso es lo que nuevamente queremos ver.
Y no estoy hablando de una nostalgia chabacana onda “todo lo pasado fue mejor”, sino que retomar la fuerza y la chispa que una vez estuvo presente en todos nosotros y que por el tiempo, los golpes de la vida, el deterioro físico y mental, a veces se apaga.
Todo piloto de califont puede volver a prenderse.

8.22.2008

Paraíso en Peñuelas


Valparaíso siempre ha sido una ciudad donde no existen las áreas verdes, los parques o jardines botánicos, donde uno pueda salirse del estrés de la urbe y respirar, sino que siempre hay que estar inserto en los cerros o el plan.
Hace poco celebramos el cumpleaños de mi brother fotógrafo y lo mejor fue hacer un paseo a Peñuelas, ese lago que muchos porteños sólo conocen por la ventana de los autos y las micros, cuando viajan a Chantiasco.
La llegada es bastante complicada ya que hay letreros en la ruta que anuncian Peñuelas, que es un mínimo caserío, y lo que uno verdaderamente busca es una reserva nacional.
Al final hay que pagar luca quinientos y uno tiene acceso a unas mesas y un lugar para hacer asados, con una vista espectacular, que me recuerda las postales que algunas vez el gráfico Tomate me envió desde Canadá.
El grupo comenzó a llegar desde las doce del día. Destapamos las tradicionales latitas de cerveza para comenzar la anestesia cerebral que estuvo acompañado de pollito, choripanes, carne y otras menudencias.
Los niños corrían por el pasto y visitaban la orilla del lago donde cientos de peces celebraban la crecida del agua.
Yo, insuflado por el quinto vaso de vino, agarré una pelota de fútbol y me transformé en un deportista amateur. Los niños lloraban de la risa, ya que agarraba el balón y no pasaban más de cinco segundos que estaba masticando pasto en el suelo. Mis pantalones quedaron verdes y recordé momentos de infancia, en que mi madre se apestaba porque tenía que sacar esa tintura verde de la ropa.
Después me tomé unos vasos de ron e invitamos a los niños a una excursión por el bosque de Peñuelas.
Para lo’s pequeños, que viven pegados a las pantallas, una aventura de este tipo es magnífica. Encontramos unos hongos gigantes, con un hoyo en el medio, que al tocarlos con un palo expulsaban una nube rojiza que invadía mágicamente el ambiente.
Cruzamos charcos y algunas acequias, nos perdimos, nos hicimos heridas con ramas secas, en el fondo fuimos muy felices.
Al retorno de la expedición me tenían un nuevo y refrescante vaso de ron. Eran las cinco de la tarde y el frío comenzó a bajar en el parque.
Nos retiramos con una gran sonrisota en la cara, con promesas de un pronto retorno ya que descubrimos que tenemos un paraíso a sólo 20 minutos de Valparaíso y no lo estábamos aprovechando para nada.

8.18.2008

Las antropólogas y Juana Fe


por Ajenjo


Estoy herido de guerra. No puedo apoyar mi pie derecho por los intensos ataques de gota, mi mente está dañada y mi cuerpo terriblemente resentido.
Las culpables de mi grave situación son cuatro jóvenes antropólogas santiaguinas, que llegaron este fin de semana para que les mostrara parte de la mítica bohemia porteña.
Me invitaron a un departamento a comer pizza, mientras me daban cerveza, vino, daiquiri (un trago de ron con jugo de frambuesa) y otros elíxires.
¿A dónde voy con cuatro antropólogas de 21 años?, me preguntaba mientras el calor de los licores recorría mis venas.
Mientras reflexionaba sonó mi celular. Era Dióscoro Rojas que me avisaba que el grupo Juana Fe, después de su actuación en el Teatro Municipal, se iría a carretear a su restaurante.
"Ya chiquillas, les tengo el tremendo panorama: serán las grupies de los músicos de Juana Fe". El grupo de bellas muchachas se rió a mandíbula batiente y partimos en una micro rumbo al Primer Ascensor a la Luna. En el bus las alcohólicas antropólogas sacaron una botella de plástico llena de ron y Coca Cola. "Es que hace mucho frío", me dijeron, mientras se empinaban el líquido.
Dióscoro estaba con algunos de los Juana Fe, quienes dichosos se pusieron a conversar con las jovenzuelas. Los músico salieron al escenario y todos cantábamos "lleve de lo bueno, lleve de lo bueno..."
Nos zampamos dos jarras de terremoto, ese combinado que actúa como un borrador neuronal y seguimos la fiesta en El Huevo, donde nos invitaron los músicos pachangueros.
Las antropólogas bailaban como si el mundo se fuera a acabar. Estábamos en una sala de música ochentera y yo encontré una barra donde me vendían los medios shop a mil pesos.
A las cinco de la mañana la fiesta paró. Yo bailaba reggaetón con dos de las antropólogas y retorné a mi casa sin sentir las heridas físicas y mentales que posteriormente me acosarían toda la semana.
Las antropólogas volvieron a a las 10 de la mañana a su departamento. Por lo que supe terminaron en un "after hour" e incluso unas hasta les robaron algunos besos a los Juana Fe.
Ahora estoy un poco arrepentido de haberme metido en la "juguera del carrete". Ya no tengo 21 años, pero tampoco tengo la capacidad para frenar las ganas de seguir la juerga . ¿Qué puedo hacer?


ajenjoverde@hotmail.com

8.11.2008

Los Fans de Ajenjo

Por Ajenjo

Estoy en mi casa... Perdón, comenzaré de nuevo. Estoy en el Moneda de Oro (mi verdadero hogar), sentado junto a mi brother oftalmólogo, cuando se acerca un joven a nuestra mesa.
“Perdón , ¿es usted Ajenjo?”
Lo miro algo extrañado y muevo la cabeza en forma de afirmación.
El muchacho extiende su mano y me pregunta si puede sentarse unos minutos con nosotros. Yo no le pongo ningún obstáculo, mientras él acomoda su silla y aprovecha de llamar a un socio que estaba sentado en una mesa vecina.
“Estamos tomando cola de mono ya que la recomendó tanto en su columna que siempre estamos leyendo”, me dice.
Le presento a mi brother médico, al que ya conocían literariamente. Ellos me explican que son estudiantes de sicología (parece) de la Universidad Arcis y que hace meses que querían llegar a este bar y conocerme personalmente.
Hablamos sobre el licor Ajenjo y sus propiedades y después comenzó un partido de fútbol y les pedimos a los muchachos que si podíamos interrumpir la conversa, ya que nosotros estábamos interesados en ver el encuentro.
Los jóvenes se despidieron y emigraron a su mesa a seguir bebiendo el lechoso licor, mientras nosotros levantábamos los vasos con ron y Coca Cola, como un signo de una incipiente amistad.
Los jóvenes se fueron del bar y se acercó el mozo Fernando, quien me explicó que los estudiantes habían llegado preguntando por Ajenjo, y él había decidió revelar mi identidad física cuando ingresé al local.
“Los jóvenes eran buena gente, pero a veces hay gente más penca, por lo tanto, si es que esto llega de nuevo a suceder, avísame antes de apuntarme con el dedo”, le digo en forma precavida, recordando los primeros años de esta columna, cuando la famosa dueña de una discoteca bisexual llegó hasta la redacción del diario, junto a un abogado, pidiendo que le revelaran la identidad de Ajenjo.
Obviamente nadie la pescó.
No puedo mentir y no puedo mentirles. Después que los jóvenes se retiraron, el ego que siempre estoy tratando a patadas y combos, me quedó un poco hinchado.
¡Pucha que es necesario que a veces sucedan este tipo de cosas ! Es que en este país lo malo te lo refriegan en la cara con placer, mientras los triunfos o las cosas buenas que suceden se integran a una envidia a enfermiza y galopante.
Vuelvan cabros al bar a conversar. Hay muchas cosas de que hablar y cientos de vasos de cerveza y ron que bajar.
¡Muchas gracias!


8.03.2008

No más cumpleaños


Por Ajenjo


“Chuata, se me olvido la torta”, me dice mi novia en el bar Moneda de Oro, donde estaba celebrando mi cumpleaños número 39 con mis mejores amigos, además de dos parrilladas llenas de chunchules, prietas y carnes de todo tipo.
Yo le puse cara de pena, ya que una cumpleaños sin pastel no tiene ninguna gracia, sin embargo, todo se solucionó con la creatividad del cocinero, quien en un gran pan amasado, decorado con ketchup, mayonesa y mostaza, puso algunas velitas, mientras me cantaban la tradicional musiquilla del festejado.
La mesa era larga y yo tenía que ir a sentarme con cada invitado, como un buen anfitrión, y meterle conversa. Mis amigos, como una ofrenda cumpleañera, me rellenaban mi vaso con sus rones, por lo tanto siempre el dorado licor cubano me acompañó gratamente en la noche.
La gente conversaba y conversaba mientras le hincaba el diente a su chunchules o a su pedazo de pollo. Algunos emitían brindis en mi honor, pero la modulación era bastante extraña. El dueño del bar, en un gesto muy hermoso, destapó una botella de champaña y la sirvió en copas, que alegraron todavía más la regada velada cumpleañera.
Al otro día, con los chunchules saltando sombre mi estómago y el ron, el vino y la champaña azotando mi cabeza con su recuerdo amargo, no valía ni un peso y me fui a Santiago, donde me esperaba otra celebración.
Aquí mi nueva suegra, con sus amigos brasileños, me prepararon una exquisita feijoada. El almuerzo empezó a las dos de la tarde y terminó a las dos de la mañana, mientras algunos bailaban cueca y otros realizaba una interesante exposición sobre Walt Disney y la mejor forma de cocinar huevos de pescado.
Al final de la semana ya no me podía mover y decididamente no quería más celebraciones, sólo descansar y comer zanahoria rallada fina.
Ahora, con el cuerpo sano y salvo, sueño con mi celebración de los 40 años. Una micro recogerá a los 36 invitados, quienes cantando odas a la alegría y felicidad eterna, se bajarán en un balneario costero, donde tomaremos vino en la playa y reiremos por horas. Luego el chofer nos traerá de vuelta a Valparaíso, donde la celebración seguirá y seguirá sin parar.
¿Llegaré a los 40? En realidad no lo sé, pero lo que verdaderamente me interesa ahora es prender la tele y sumergirme en las imágenes de “El Señor de la Querencia”, quien se ha convertido en mi sicópata admirado y preferido. ¿Lo invitaré a subirse a la micro?


ajenjoverde@hotmail.com

7.29.2008

Adorando a Baco en Maitencillo


¿Habrá algún lugar más hermoso para comer machas a la parmesana que la terraza del Chiringuito, en Zapallar? Sinceramente no lo creo y tuve la oportunidad de experimentar esa sensación en una semana de estadía en Maitencillo, donde me relajé haciendo dolorosos sacrificios al dios Baco.
Partí comiendo empanadas de macha queso en "Las Deliciosas", en Concón, que se convirtió en una introducción gastronómica que explotaría en los próximos días.
Llegué a Maitencillo y me preparé para recibir a mi brother fotógrafo, que junto a su novia y mi hijo, se convirtieron en cómplices de esta aventura que nos dejó a todos con el ombligo parado, tocando batería y peinados para atrás.
Una tarde partimos a conocer el bello Papudo y a comer empanadas de ostión queso. Después la parada en el "Chiringuito", donde nos zampamos machas a la parmesana y unos locos , mientras las gaviotas y pelícanos se lanzaban al ataque. La vista es una de las más hermosas de Chile y comer en ese lugar se convierte en una experiencia sobrenatural.
En la noche llegó mi novia, quien también exigía ingresar al culto de Baco. Se comió unas machas al librillo en el restaurante de La Caleta de Maitencillo y nos preparamos para el segundo round.
Al otro día conocimos el restaurante chileno "Caballito de palo", ubicado en Puchuncaví. Pastel de choclo, lomo vetado y empanadas fueron parte del menú. Al final nos trajeron unos bajativos de menta que le llamaron mucho la atención a mi hijo. El mozo, alertado por la curiosidad, le consiguió una copa de granadina, para que también pudiera brindar con ese grupo de simpáticos locos.
El último día fue el remate de oro. Mos sentamos en una mesa del restaurante Punta Mai, ubicado en Maitencillo, y me comí dos platos de erizos que me dejaron pensando por mucho rato.
En ese local sirven las machas a la parmesana en unos calientes platos de greda y los chupes de loco son mezclados con queso, convirtiendo todo en una grata experiencia culinaria.
En ese restaurante nos pilló una lluvia dominguera, pero las salamandras encendidas permitían a los comensales andar con polera y mirar como el mar se juntaba con el cielo.
De retorno a Valparaíso pienso en el paraíso que tenemos a sólo una hora de viaje y creo que cuando el cuerpo y la mente quieran jubilarse, el mejor lugar para ver las últimos años de realidad podría ser esta zona costera.
¡Y viva Baco y todos sus seguidores!




7.22.2008

Perro muerto


Por Ajenjo

Tengo un amigo que en los tiempos del colegio se jactaba por ser un experto en hacer “perro muerto”, que consiste en pedir para beber y comer en un lugar y después esfumarse sin pagar.
Nosotros le decíamos que lo que estaba cometiendo era un delito grave y que para más remate era el garzón quien tenía que pagar la cuenta. “Un día te van a meter preso por gil”, le repetíamos a coro.
La primera vez que nos hizo una de sus gracias fue en el ya extinto Liguria de Viña del Mar. Muy pocos se acuerdan que el ya mítico local santiaguino trató de instalar una sucursal en plena Avenida Valparaíso y le fue como las reverendas. Fue en ese Liguria que estábamos con mi amigo y otros socios de carrete y yo me levanté al baño. Al volver no había nadie en la mesa. Me vino un ataque de nervios y lentamente me asomé a la salida y alcancé a ver a mis amigos correr como locos y perderse en una esquina. Apenas tenía para pagar mi cuenta y también salí corriendo y nunca miré atrás.
Al rato nos encontramos todos en los juegos electrónicos Delta que estaban instalados en la calle Quinta y empapelé a garabatos al líder del “perro muerto”. Traté de aconsejarlos de volver y pagar la cuenta, pero todos estaban bastante asustados y calabaza, calabaza, todos se fueron para la casa.
La segunda y última vez que salí con este tipo fuimos a comer chorrillanas al J. Cruz Martínez. Al parecer el experto en “perros muertos” ya conocía el local y nos sentamos al lado de una ventana que daba al oscuro pasillo por donde se accede al restaurante. Como buenos viñamarinos llegábamos al Puerto en busca de exóticas aventuras y siempre, en las primeras veces, te llevaban a comer a este living-museo.
Pedimos harto vino y chorrillanas. Mi amigo se pidió unos rones con coca cola e invitó al grupo a pedir el bajativo que quisiéramos. Todos bebían de lo lindo, pensando que mi amigo era un alma millonaria y generosa. Toda la ilusión se rompió cuando a la hora de pedir la cuenta el tipo abrió la ventana y saltó hacia el pasillo en menos de un micro segundo. Todos quedamos impactados con la escena y el mozo llegó a preguntarnos por la extraña actitud de nuestro socio. A regañadientes juntamos moneda tras moneda y pagamos la abultada cuenta que nos dejó nuestro ex amigo.
Ahora, con la calma y prudencia que entrega la distancia temporal, me dan risa muchas de esas situaciones, sin embargo, nuestro amigo era un “barsa” de tamaño mayor y que ahora está con graves problemas económicos, con juicios por cheques rebotados y toda la mala experiencia del que vive sin tener ni uno en los bolsillos. “Árbol que nace torcido jamás se endereza”. La pura y santa verdad.

ajenjoverde@hotmail.com

7.18.2008

Aznar y las Sex and the City


Hace más de cuatro años escribí una columna llamada “Aznar el antirockero”, donde describía un encuentro con este gran músico argentino en el Cinzano.
Ahora la historia vuelve a repetirse y nuevamente me encontré con Pedrito, a quien le pinté un poco el mono debido a la emoción y las copas de una noche más de agitada bohemia porteña.
Ese sábado andaba con mi novia y tres amigas santiaguinas que eran las clones de las Sex and the City. Las cuatro muchachas caminaban por las calles del cerro Bellavista y las confundían con “europeas” por su belleza y su áurea de cuicas buena onda.
Mi amiga productora me avisó que Pedrito Aznar, junto a sus amigos, visitaría primero el restaurante Caruso y luego el Cinzano, donde realizaría un homenaje a Carmen Corena.
Les avisé a las Sex and the City, y una de ellas me encargó un disco para que el artista lo firmara, ya que su hermana era fanática.
Hicimos “la previa” en el departamento de mi novia, tomando un Vodka Absolut con aroma de pera y unos wiskachos.
Llegamos al Cinzano que, para variar, estaba repleto, pero en menos de una hora ya nos habían conseguido una mesa y vimos la aparición del antirockero argentino. Con su tremenda humildad me firmó el disco y luego posó junto a las Sex and the City, quienes sonreían felices por estar cerca del artista.
Como agradecimiento le besé la mano y me miró con asombro, empezando a percatarme de que ya estaba bastante chispeado, por decir lo menos.
Aznar salió a cantar tango y remató con el Chipi-Chipi. Salí a bailar y arengaba a la gente del restaurante con gritos bastante desproporcionados.
Después salió un mozo y se puso a cantar el himno del Santiago Wanderers y, como ya es mi costumbre, rematé gritando por el campeón Everton.
Alfredo Troncoso, de la productora Macondo y responsable de la venida a Chile del artista trasandino, le explicó mi osadía.
Las Sex and the City ya me habían bautizado como el “hiper” (por hiperventilado) y el remate final fue cuando pasé, como un feliz cometa, por arriba de la mesa y aterricé junto a Pedro Aznar. “Te recitaré un poema dedicado a las prostitutas de la región”, le dije modulando a duras penas. El poema se me diluyó en la mitad de la recitada y jamás olvidaré los ojos de huevo frito que me ponía el famoso artista, mientras yo volvía a la mesa conCarrie, Charlotte, Miranda y Samantha, quienes se reían a mandíbula batiente de mi humilde persona.


ajenjoverde@hotmail.com

7.07.2008

Carreteando con los ABC1

Por Ajenjo

Entro al restaurante “Delicias del Mar”, de Cochoa, con el padre y la madrastra de mi novia, una pareja de famosos arquitectos santiaguinos que calzan perfectamente en el estrato social ABC1, es decir , con mucho dinero.
Les recomiendo almorzar el plato denominado “Reineta viñamarina”, que es una especialidad de ese local gastronómico que pronto se convertirá en el “Congrio margarita”, que es una preparación que se repite en toda la costa chilena.
Fuimos a bajar el almuerzo al Cementerio Parque del Mar, donde aproveché de visitar la tumba de mi padre, a quien tengo bastante abandonado debido a la distancia del camposanto.
En la noche invité a mis nuevos suegros al restaurante “Caruso”. Ahí comimos de todo al ritmo de unos buenos tintos y nos fuimos a acostar.
La pareja de arquitectos andaba con su hijo y se quedaron a dormir en el hotel Robinson Crusoe, del cerro Bellavista, ya que estaba a sólo cuadras del departamento que arrendó su hija, quien dejo Santiago en busca de suerte y amor en estas tierras porteñas.
En la mañana fuimos a la feria de antigüedades del Parque O’Higgins, donde pude comprobar el nivel adquisitivo de los ABC1. En un par de horas se gastaron casi todo mi sueldo en muebles de madera y mármol, que con mi mejor cara tuve que cargar hacia el automóvil gigante.
Cerca de la una de la tarde recorrimos la bahía que festejaba a su patrono SanPedro. Subimos por el ascensor ElPeral y decidimos entrar al restaurante “Apolo 77”. Eran las 15.00 horas y el local estaba casi vacío. Un mozo nos ofreció una carta metálica que tenía muy pocos platos a unos precios exorbitantes. Salimos arrancando hacia “La Colombina”, que mantenía exactamente el mismo panorama, salvo que por una carta más nutrida.
Finalmente terminamos en el “Café Turri”, donde a pesar de las malas críticas que siempre recibe este restaurante, nos comimos unos ricos caldillos de congrio y chuletas de cordero a la menta.
Durante todo el fin de semana casi no desembolsé plata de mi bolsillo y participé de cenas y almuerzos bastante suculentos y caros. La familia de arquitectos santiaguinos pertenecía al segmento ABC1, pero al momento de la conversa y de tirar talla eran bastante buena onda, transformando las veladas en momentos agradables y para nada siúticos o tensionantes.
En síntesis, eran buena gente y buenas personas, desmitificando los fuertes prejuicios que algunos tenemos.


ajenjoverde@hotmail.com

7.01.2008

Luto

Por Ajenjo

















Q.E.P.D.
CARMEN CORENA
1936 - 2008
















PD: En uno de los momentos más tristes y confusos de mi vida, Carmen Corena me apoyó como una segunda madre. Fue mi "mamá bohemia" y no tengo palabras para escribir sobre su muerte.



6.23.2008

Fomingo en el Fellini


Por Ajenjo

Tengo la certeza de que la creación del "Día del Padre", de la "Madre" o del "Niño", más allá de un asunto comercial, sirven para liberarse de la terrible fomedad de los días domingos, donde la mitad del país está durmiendo la caña del sábado y la otra no sabe qué hacer con el tiempo que pasa y pasa.
El domingo pasado fue el "Día del Papá" y mi hijo me despertó con una tarjeta donde me aseguraba que su amor hacia mí era inmenso e infinito. Tratando de detener las lágrimas de cariño recibí un llamado de mi madre que nos invitaba a los dos a comer al ya tradicional restaurante "Fellini" de Viña del Mar.
Ese local era uno de los preferidos de mi padre, que falleció hace varios años, y de esa manera podíamos hacer un doble homenaje. Llegamos a las 13.30 horas y el restaurante, como siempre pasa los fomingos, estaba repleto de gente. Nos acomodaron en un segundo piso, frente a una ventana por donde escurría agua constantemente en un efecto onda "catarata".
Mi hijo se llenó inmediatamente con unas empanaditas de queso que pusieron de aperitivo y que se agradecieron mucho. También, y sin pedirlo, llegó un antipasto bastante sabroso. Yo pedí mi pisco sour a la vena, mientras mi madre tomaba su vaina.
La carta de este restaurante es bastante grande. Su especialidad son las pastas y por eso decidí comer unos ñoquis con atún, anchoas y alcaparras. Mi mamá se comió una albacora con salsa de camarones. Los platos son terribles de grandes y llenan en forma inmediata.
¿Por qué el "Fellini" existe hace más de 10 años en un barrio gastronómico donde aparecen y desaparecen restaurantes como callampas en el invierno?
Creo que la respuesta está básicamente en que sus platos son grandes y casi todos los comensales que almuerzan no tienen necesidad de tomar once o de cenar. No vamos a decir que su comida se encuentra entre las mejores de Chile, pero tiene la cualidad de dejarte, como decía un primo, "con el ombligo parado".
Hay muchos locales de comida, especialmente en Valparaíso, que cobran siete lucas por un plato y que cuando llega a la mesa sabes perfectamente que te quedará en una muela y que al final tendrás que ir al "Sibarítico" a comerte esos completos donde la mayonesa te chorrea por los brazos.
Lograr la amalgama de un plato suculento y sabroso debe ser difícil, sin embargo creo que el "Fellini" se la ha jugado por lograrlo y los que quieran sobrevivir en este rubro deben imitarlo.



ajenjoverde@hotmail.com

6.19.2008

Trevien: Todo un acierto


Por Ajenjo


Dos jóvenes con Síndrome de Down se besan profundamente en un mural instalado en el recién inaugurado "Restorán Trevien".
El autor de la instalación, que lo conocí garzoneando en el Caruso, me invitó a la inauguración de la exposición, pero además me convidó a participar de una cata y degustación que el restorán realizaría en la noche.
Subí el hermoso ascensor Peral (¡que todavía cuesta 100 pesos!) junto a mi novia y llegué a este local donde antes funcionaba una tetería que nunca logró despegar. Eran las 20.30 del martes pasado y el ambiente estaba muy bueno y entretenido.
El dueño del boliche es Andrés, un chef que dejó una profunda marca en el Caruso y que ahora, con las alas de la independencia, montó su propio restorán.
Con su aspecto físico de un neo punk tímido, este chef agarra un rollizo y lo transforma en un ceviche invernal, donde el merkén y la palta juegan un rol fundamental.
Después nos sirvió salmón en crema de coco y azafrán, dejando en claro que el estilo tailandés será el que predominará en este lugar.
Sirvieron petróleo del bueno y unos blancos para lamerse los bigotes. Esto ayudó a que los comensales se pusieran dicharacheros y buenos para la talla.
Entre los invitados estaba la dueña del restaurante Caruso, a quien con mucho respeto llamo la Nicole Kidman de los cerros porteños. Lleva en su cuerpo a dos gemelas que pronto saldrán a conocer la luz del sol.
Ella, junto a su pareja, perfectamente podrían pensar que este nuevo local afectaría la fama y clientela del suyo, sin embargo, ahí estaban, apoyándolo. Eso demuestra que la sicopática competencia a que nos lleva este sistema capitalista puede doblarse. Antes de arrancarse los ojos, hay que dar la mano, ayudar a los demás a enrielarse en la búsqueda de la felicidad. ¡Qué bonito ejemplo de amistad y buena onda!
Al otro día invité a mi brother oftalmólogo a almorzar y el chef nos atendió personalmente. Sirvió una ensalada de repollo morado con pimentones asados y queso de cabra y de segundo un salmón a la naranja. Todo a un preció terrible de económico, más barato que muchos menú del centro de la ciudad.
Aprovechamos el adictivo sol invernal y comimos en el balcón, mientras la buena conversa, la sabrosa comida y la risa nos hizo pasar otro día más en este Valparaíso que siempre está con sorpresas.
ajenjoverde@hotmail.com

6.06.2008

Casi me vuelvo loco


Por Ajenjo

En el primer gol de Everton me volví loco. Salté de mi silla reservada en el Moneda de Oro como si tuviera una epilepsia extrema. Di vueltas los copetes de la mesa, mientras me paraba en la silla y miraba que casi todo el bar tenía poleras blancas de Colo Colo.
Al sentarme recibí varias tallas relacionadas a la "ilusión" y "espérense un poquito", pero aguanté tranquilo, agarrado a mi vaso de cerveza, mientras mis amigos me sugerían que les comprara una ronda de tragos a todos, ya que se los había dado vuelta.
En el segundo ya no me acuerdo mucho, ya que la adrenalina provoca una especie de amnesia. Lo bueno fue que no boté ningún vaso.
En el tercer gol casi me paro arriba de la mesa y estuve a punto de hacerles un "Pato Yáñez" a los colocolinos que ya miraban al piso y sus gritos y risotadas se habían convertido en un murmullo perdedor.
Es que el partido había empezado difícil. Yo llegué al bar 15 minutos antes que empezara la final entre Everton y Colo Colo.
A lado de mi mesa estaba Papito y su esposa periodista. El ex presidiario y actual agitador cultural era de los indios, sin embargo, su hidalguía lo llevó a felicitarme después de que conquistáramos el triunfo.
También estaba Dióscoro Rojas, el Guaripola Guachaca, que se declaraba de Rangers de Talca, pero también había una estela perdedora en sus ojos.
El diputado Esteban Valenzuela, junto a su socio René Alinco, también miraban el partido por TV. El parlamentario de Rancagua terminó dándome la mano y diciéndome: "bravo por los equipos de Provincia".
Yo abrazaba a mi brother oftalmólogo y a mi novia, mientras mi garganta seguía gritando: "¡Ever for Ever... Ever!".
Pedimos una chorrillana con longaniza, más cervezas y algunos rones para seguir la fiesta, mientras los pocos colocolinos que quedaban nos exigían que compráramos champaña para aumentar la potencia de la celebración...¡Hay que ser muy patudo!
Después salí a la calle para tomar aire, mientras algunos indios bromeaban con que me "romperían una botella en la cabeza". Pobrecitos, decía mi espíritu campeón, ya que no les quedaba otro recurso que amedrentar a quien ya tenía la copa en sus manos.
Tenía seis años cuando el Everton salió campeón la última vez. Ahora tengo 38 años y grito a todo pulmón: "¡ahora queremos la Libertadores cabros! ".


6.02.2008

Sólo nos queda tener fe


Por Ajenjo

Jamás he escondido o reservado mi condición de hincha evertoniano y en esta ocasión lo único que atino a decir es: sólo nos queda tener fe.
Fui a ver el partido contra los indios en el Moneda de Oro. El garzón Alonso reservó una de las principales mesas del recinto y colocó una gran estrella en el centro para dejar en claro que sería ocupada por funcionarios de este diario.
Un reportero gráfico y mi amigo el oftalmólogo conformábamos el grupo que fue creciendo con el tiempo. A nuestra mesa se adhirió Sandra Horn, esa mujer que siempre maneja un jeep rojo con un perro adentro y que anda armando chimuchinas en los concejos municipales de Viña del Mar y Valparaíso.
El recinto era un 80 por ciento del Colo Colo y los demás guatas amarillas sufrían con el paso del tiempo, mientras el asunto iba cero a cero.
En la conversa se recordaban episodios de Everton 1976 o cuando al paraguayo Caballero se le fue un penal, dejando a los ruleteros lejos de la copa.
También se recordó el gran dibujo que hizo Lukas en la década de los ‘80, donde muestra a los árbitros dando la vuelta olímpica junto a los jugadores del Colo Colo.
Ahora nuevamente el arbitraje fue pésimo y además casi me provoca una úlcera, ya que insuflado por la cerveza y la pasión oro cielo grité el anulado gol de Everton con todas mis ganas frente a los rostros de los indios, pero al final me tuve que tragar mi celebración, provocándome malestares estomacales.
Ahora, y vuelvo a insistir, sólo queda tener fe, ya que si a los 15 minutos del primer tiempo el Everton logra meterle un gol al Colo Colo, el Sausalito se transformará en una caldera hirviendo.
Quiero celebrar con los guata amarilla en las calles de Viña del Mar. Quiero destapar botellas de champaña y ron y emborracharme de triunfo y alegrías. Quiero marchar gritando Ever for Ever hasta quedar ronco.
¿Sucederá esto?
Tenemos que confiar en los jugadores evertonianos, quienes ya tienen experiencia en revertir este tipo de resultados. Ya estamos cansados de mirar al suelo y de no poder levantar la copa y dar la vuelta olímpica.
Hay algo en el aire que dice que ganaremos, a pesar de todas las brujerías, hechicerías y aquelarres que digan lo contrario.


5.26.2008

Girando en 300 grados


Por Ajenjo

Mi novia se mudará de Santiago a Valparaíso ya que encontró trabajo en la región (¡milagro!); por lo tanto, decidí llevarla a conocer el restaurante giratorio de la ciudad, para que admirara la belleza del mar y sus cerros y se diera cuenta del gran cambio estético urbanístico que asumirá dentro de las próximas semanas.
Nos acompañó mi hijo, que estaba muy emocionado por conocer una restaurante que diera vueltas en la cima de un gran edificio.
Obviamente realicé una reserva que se respetó a totalidad. A las 14.00 horas estábamos instalados en una mesa del Coco Loco con una vista de la bahía y el portaaviones "George Washington" en su máximo esplendor.
Me pedí una cervecita para relajarme y de entrada un plato de locos con salsa al gusto y machitas a la parmesana. Todo bien y normal.
Yo conocí este restaurante hace nueve años aproximadamente, cuando llevé como agradecimiento a una amiga que me acogió muy bien en Europa y me pareció espectacular la vista que ofrecía a los turistas: el mar y el frontón de cerros con sus casitas coloridas.
Después mi madre me invitó a tomar una once, pero al parecer no logramos ingresar a la zona que da vueltas y vueltas.
Ahora había un cambio. El restaurante gira, pero hay un buen trozo de paisaje que fue eliminado por una extensión que se le agregó al local. De los 360 grados que uno gira, hay más de 60 grados donde sólo se miran sillas, pasillos y más sillas ¿Estaba eso antes? No lo recuerdo, pero es bien fome.
Para olvidar la vista pedimos un vinito tinto y los platos de fondo. Avestruz para ella (que quería experimentar nuevos sabores) y un congrio relleno para mí. Los platos estaban buenos y bastante contundentes.
Cuando pedimos el postre justo estábamos saliendo de la "extraña vista" y volvíamos a los cerros de mi Valparaíso. Se comió un flan con sabor al trago Baileys, mientras yo le pedía un ron al garzón, que lo sirvió con bastante generosidad.
Después de eso la cabeza comenzó a transformarse en un restaurante giratorio. Muy chispeado y bromista me retiré del local, mientras mi hijo me exigía que lo llevará a ver "El Príncipe Caspian", en el Cine Hoyts.
Fue así que mientras ejércitos de minotauros, leones, tigres y seres bastante fantásticos protagonizaban violentas batallas por el control de Narnia, yo dormitaba un poco y recordaba que hay cosas que dan vueltas y vueltas, como la vida misma.
Por más que uno se empeñe en cambiar, siempre se llega al mismo lugar.


5.19.2008

De chunchules y erizos


Por Ajenjo

La palabra colesterol casi no existió en la vida de mis abuelos y padres. Para ellos lo que más podía sonar como alguna enfermedad asociada a las grasas del corazón era el arteriosclerosis o algo así.
Ahora tengo amigos que se hacen exámenes médicos con la misma emoción que uno se devora un pernil con papas cocidas y ensalada de lechuga.
Lamentablemente soy un poco suicida en mi forma de vida gastronómica. Y mis amigos también.
Cuando nos ponen las parrilladas llenas de chunchules en el "Moneda de Oro" o los terribles platos de erizos de "La Gatita" en Concón, jamás hemos pensado en el colesterol bueno o malo o en nuestras arterias transformadas en una cañería a punto de explotar por el sarro acumulado. Simplemente le echamos "pa´ dentro no más".
Lo único que nos está salvando es la ingesta de vino tinto. Desde hace años que dicen que el Cabernet Pipeñón es bueno para la salud, pero "una sola copa al día" (ahí está otro de nuestros problemas).
Ahora, cuando me quedan un poco más de 400 días para cumplir los 40 años, estoy algo preocupado y seguramente tendré que someterme a los galenos y sus invasivos exámenes.
Recuerdo a mi padre sacando el bicho del erizo y tragándoselo frente a los ojos de sus asombrados hijos. Esa escena vuelve a mi cabeza cuando agarro un pan batido caliente, lo unto de mantequilla, le instalo una lengua anaranjada de erizo y me lo sirvo. Después una copita de vino blanco helado y ya estamos en el cielo.
Pienso en OrsonWells y Marlon Brando, dos colosos que terminaron cobrando por sus películas todo lo que podían comer, beber y fumar.
Siento que un médico me lanzará la media sentencia: "la grasa le está saliendo por las orejas y las venas, por lo tanto coma más sanito".
¿Tendré que renunciar definitivamente a los erizos y chunchules?
Creo en la ciencia y en sus grandes avances y estoy casi seguro que pronto saldrá a la venta una pastilla que elimine todo el colesterol malo y permita comer y beber a destajo.
Mientras tanto, y desconociendo el estado interno del cuerpo, sólo queda seguir conversando, mientras la parrillada de restaurante sigue emitiendo ese chirrido lleno de grasa, amistad y buena onda.
¡Qué vivan los chunchules y los erizos!