2.16.2011

Tomando cerveza peruana hasta casi reventar




Por Ajenjo

Antes de partir a Buenos Aires la empresa peruana de cervezas Cusqueña nos invitó a participar de un evento culinario, donde un chef nos enseñaría a preparar ceviches al ritmo de las heladas chelitas.
El lugar era en el Club Árabe de Viña del Mar y junto a mi brother fotógrafo llegamos tempranito y con mucha sed.
Desde el comienzo la cosa se notaba atrasada. Nos llevaron a un sector de la piscina y nos dijeron: “chiquillos esperen que llegue la micro con los invitados santiaguinos y comenzamos. ¿Quieren tomarse una cerveza por mientras?”. La respuesta fue un rotundo sí.
Cada cinco minutos, y luego que nosotros vaciábamos los botellines, aparecían bellas promotoras con más licor espumante y helado. ¡Pasaba como agua de la llave!
A las cuatro de la tarde todos los invitados éramos amigos. Tuve la ocasión de conocer al periodista gastronómico Carlos Reyes y hablamos sobre el Caruso y muchos restaurantes de la zona. Una conversa de lujo.
Por motivos que no vale la pena detallar tuve que abandonar el evento antes que apareciera el chef y sólo se quedó el reportero gráfico, quien logró cocinar unos ravioles con pescado y centolla.
Me contó que cada invitado recibió todos los ingredientes y que poco a poco fueron armando los ricos platos.
El chef probó todas las preparaciones y entregó premios a los ganadores.
La idea fue muy buena y creo que todavía se realizará durante todo el verano.
Lo malo fueron las tremendas horas de atraso, que sólo fueron calmadas por los litros de cerveza que tragaron los participantes.
Por mi parte me sigo quedando con mi ceviche tricolor: pimentones amarillo, verde y rojo, más ají verde, cebolla morada limón y una buena reineta. Mientras lo prepara vaya bebiendo vinito blanco helado, del bueno.
¿Qué más felicidad?

ajenjoverde@hotmail.com

Infierno en Buenos Aires

Por Ajenjo

En la tele dicen que hay "alerta naranja" y que los niños y ancianos deben estar en lugares frescos y no deshidratarse. Hay una sensación térmica que supera los 40 grados en las calles de Buenos Aires y yo camino con mi hijo en busca de algún lugar que tenga aire acondicionado. El ambiente es irrespirable y tomamos un taxi a la Avenida Santa Fe, donde tenemos como destino la librería El Ateneo. El vehículo está fresco y su amable chofer nos habla del Loco Bielsa y la gran estupidez que cometería el futbol chileno si lo deja ir. Le señaló a Maradona, para seguir con su conversa deportiva, pero me dice que en su taxi esas palabras no se puede nombrar. Lo odia a muerte.
Al bajar del taxi nos llega un combo en el hocico de calor. Ingresamos a la librería y quedamos "peinados para atrás de la impresión". El recinto, un antiguo teatro, es más que hermoso. Es la librería más impresionante, enorme y estética en la que he estado en mi vida. Aprovecho de comerme un sandwich en una cafetería mientras hojeo libros. Mi hijo baja hacia la zona infantil y me dice que no se moverá de ahí hasta que pase el calor.
Después de un par de horas salimos hacia la galería Bond Street, también ubicada en Santa Fe. Hay gente tatuándose y otros poniéndose piercing en el rostro. Todos tienen cara de embrutecidos. Es el agobiante calor. Salimos a la calle y el pequeño se saca la polera. Camina como un flaite chileno, mientras me clama que le lance el agua mineral en la cabeza y el cuerpo.
Nos vamos al tradicional y cuico barrio de Recoleta, al Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba). Ahí quedamos nuevamente impactados con la muestra de la excéntrica artista Marta Minujín. Es una mujer totalmente loca y poderosa. Amiga de Andy Warhol. Levantó un Carlos Gardel del porte del Obelisco y lo quemó. Hizo un Partenón de libros tamaño natural en la calle Corrientes para celebrar el retorno a la democracia. En una sala había una pieza de colchones, donde nos metimos y descansamos largo rato.
Visitamos el zoológico, uno de los más amables del mundo con los animales y comimos empanadas de queso roquefort con crema en la pizzería Kentucky.
Al final del viaje cenamos en un restaurante llamado como la casa de la Nonna, en la calle Lavalle. Pido un bife de lomo a punto, donde la sangre en su centro se mezcla con una gran Quilmes heladita, que con ese calor tremendo, jamás tuvo alguna influencia cerebral y sólo actuaba como un sutil anestésico e hidratante.
Si el diablo quiere ir de vacaciones, sin duda que escogerá Buenos Aires en verano.
 
ajenjoverde@hotmail.com

Un padre y un hijo en la conquista del Río de la Plata


Por Ajenjo

Acabo de llegar a Montevideo. Partí en un viaje de mochila junto a mi hijo de 10 años a conquistar el Río de la Plata. Todo comenzó en Buenos Aires, que está convertido en un infierno. Caminamos con una sensación térmica de 40 grados. No se puede respirar y pasamos largas horas en librerías con aire acondicionado. Vivimos en un hostal en pleno centro, en una pieza que parece sacado de un centro siquiátrico: es muy pequeña y  está pintada completa de un amarillo canario.
Cenamos en el Palacio de la Papa Frita, donde mi hijo entró corriendo y se sentó sin que nadie lo parara. Ahí me tome la única cerveza Quilmes que llevo en mi cuerpo. Con la transpiración excesiva
siento que me estoy desintoxicando. Sin embargo, los bifes de chorizo le ponen el toque de  contaminación al organismo.
Tomamos un lento ferry hacia Uruguay, específicamente a la ciudad de Colonia. Creo que es lo más cerca que estaré de un crucero lujoso. Ahora, ya en Montevideo, me siento más tranquilo. Estamos en una pieza en el hostal Che Lagarto en la plaza Independencia, que está rodeada de edificios sacados de la película “Metrópolis”, de Fritz Lang. La gente es amable y el clima más pacífico. Fuimos a comer a un lugar llamado El Chivito de Oro, en alusión al sandwich más famoso de Uruguay: El Chivo, que lleva pan, carne, lechuga, tomate y huevo duro. El pequeño se comió un “panchito” (hot dog) con la salchicha envuelta en jamón y queso. Le dieron ganas de ir al baño y cuando llegamos al santo lugar
nos encontramos con una tamaña sorpresa: ¡no había taza! Dos marcas de zapatos y un hoyo eran todo lo imaginable.
El lugar estaba muy limpio y moderno y no entendíamos la situación. Al final, con lágrimas en los ojos de la risa, realizó sus necesidades en ese raro lugar.
Estamos en la mitad de la travesía. Viajar todo el tiempo con un niño es bastante loco. Yo le hablo desde mi mundo y él del suyo. Los dos nos cansamos, pero seguimos adelante, a pesar del calor que nos ha dejado casi desmayados. Lo importante es seguir caminando y continuar soñando con nuevos lugares, nuevos mundos y nuevas personas.

ajenjoverde@hotmail.com

2.15.2011

Reflexiones derivadas de empujar una silla de ruedas en Valparaíso



Por Ajenjo

Llevo a mi mujer en una silla de ruedas por la calle Lautaro Rosas del Cerro Alegre. Hacía varios días que la pobrecita estaba encerrada en la casa, producto de un accidente que la dejó inmovilizada de un pie por 45 días.
La llevó a almorzar a la pizzería Malandrino, donde comemos como reyes y bebemos un vino tinto Sutil Carmenere del Valle de Colchagua, donde están fabricando los mejores caldos de este país.
Estábamos celebrando que me gané una beca de creación literaria del Fondo del Libro, donde podré reunir las mejores crónicas y describir sin límites a los personajes y lugares más distorsionados de este Puerto maldito y bendito.
Yo me lancé unas cervezas Tiger y varias copas de vino, además de una pizza cuatro quesos de alto poder saborizante. Después saqué a mi señora del local y con el impulso del buen alcohol transportaba la silla de ruedas a gran velocidad por la avenida Almirante Montt.
Decidí parar en el Vinilo, donde me tomé un bajativo de ron, mientras mi señora degustaba su trago preferido: Kir Royal.
Salí bastante dañado y conducía la silla de ruedas como un loco. Me lancé a la calle y hacía sonar una bocina bocal (imitando a los camiones), para que nos dejaran pasar.
Los turistas nos miraban curiosos y muchos pensaron que terminaría con mi bella y paciente esposa, cuan larga es, tirada en el pavimento. El aparato crujía entero y en muchas ocasiones pensé que las ruedas explotarían o que las piezas reventarían violentamente. Al final llegamos sanos y salvos a la casa y dormimos una larga siesta.
Con esto de la silla de ruedas me he percatado lo difícil que debe ser para los que están postrados en estos aparatos andar por los cerros porteños. La geografía de las veredas y de las calles es terrible, más aún si uno se ha puesto algunos cañonazos cerebrales.
Debe costar mucho dinero adecuar veredas y calles para las sillas de ruedas, pero es un esfuerzo que debe finalmente ejecutarse.
Nadie ha elegido estar sentado en estas sillas.

ajenjoverde@hotmail.com

Con Madonna y Elvis Presley en el Lago Villarrica




Por Ajenjo


- A Baltasar, para que salga adelante con

todas las fuerzas de la vida -


El lago Villarrica se extiende como un delicado ojo de agua. En su superficie navega un gran velero chilote que trae en cubierta a una feliz pareja de novios. Ella viene con un vestido que lleva una red verde y el novio viene uniformado de Almirante.
Los invitados esperan en el muelle. Las mujeres portan unos delicados paraguas de madera que junto a un amigo tuvimos que repartir en una gran cesta. La escena corresponde a un matrimonio que asistí el fin de semana pasado en el verde sur chileno, donde tuve la posibilidad de conocer el bello y cuico Pucón y sus alrededores.
Llegue dos días antes de la fiesta y fui invitado a almorzar al restaurante Las Brasas, donde el anfitrión Cristian nos trasladó con sus videos musicales a la época del 60 y mientras desgastábamos unas ricas truchas con puré al merquen, Sandro y Elvis Presley nos cantaban en la oreja.
También tuve la posibilidad de cenar en el Senso de Pucón, donde la especialidad son las pastas italianas. Me mande unos fetuchinis con una salsa “al fileto”, que todavía me tiene soñando.
Nos estábamos quedando en el Hotel del Lago, donde era el matrimonio, por lo tanto me puse mi terno, caminé cuatro pasos y llegue a la ceremonia civil. Los novios ingresaron rodeados de bellas musas vestidas de rojo al ritmo de la canción del verano 2011: Soul Sister.
Después vino la fiesta donde el grupo musical Metrópolis se transformó en el plato fuerte de la noche.
El vocalista, quien es el carisma hecho artista, comenzó cantando una canción de Frank Sinatra y siguió por todos los éxitos bailables que uno pueda imaginar. Bromeaba constantemente (en vez de gritar“Américo” se declaraba “Alcohólico”), salió disfrazado de Elvis Presley, incluso hizo un tremendo cuadro travesti imitando a Madonna.
Yo tomaba Johnny Walker con energizante como agua de la llave y terminé saltando como mono de circo, como si estuviera en el mejor recital de rock.
Al abandonar el lago Villarrica, donde los anfitriones nos atendieron de lujo, me dio un poco de pena, pero pensé en mi Valparaíso querido y todo se calmó.

ajenjoverde@hotmail.com

2.14.2011

Esos extraños seres humanos llamados "santiaguinos"


Por Ajenjo


Estoy saliendo del restaurante Caruso donde realizamos la previa del Año Nuevo en un almuerzo lleno de calugas de pescados, empanaditas de mariscos y chorrillana. Por segundo año consecutivo almuerzo en este lugar el 31 de diciembre, para tratar de detener la ansiedad que se toma, no sólo mi cerebro, sino que también a Valparaíso completo.
Bebimos pisco sour, cerveza y vinito blanco, mientras los amigos santiaguinos de mi señora llegaban a instalarse a la casa. Fuimos a comprar unos botellones de cerveza para amenizar la tarde y nos encontramos con el dueño del bar Vinilo, quien nuevamente repitió el mismo y hermoso gesto del año pasado y sacó una poderosa champaña mendocina de su refrigerador y nos dejó totalmente locos. Mientras estábamos sentados en unas bancas en la calle Lautaro Rosas, pasó un grupo de “encantadoras” señoras santiaguinas que intentaron entrar a la casa de mi amigo bajo el argumento de que son tan lindas estas residencias antiguas”. Aquí todos saltamos inmediatamente y detuvimos la desfachatez capitalina con un “pero ubíquese por favor, no ve que es una casa particular y están los niños y su mujer”. La viejuja hizo como un desprecio y siguió su camino altanero.
Después volvimos a mi casa y bebimos toda la tarde a la espera de los fuegos artificiales. Los invitados subieron al altillo para tener una mayor amplitud de vista, mientras yo, ya cansado de ver lo mismo todos los años, comenzaba a prender el carbón en la parrilla y a preparar los choripanes, el pollito, el costillar y el lomo vetado.
Como a las dos de la mañana uno de los amigos santiaguinos de mi mujer me pidió que “si podía invitar unas personas a la casa, que estaban en la calle”. Le mandé un rotundo “no” y la situación me empezó a incomodar. Luego los invitados decidieron irse a beber a la calle con sus “amigos” y sacaban el trago de mi casa para bebérselos junto a sus compadres en la vereda. Ni siquiera participaron del asado en la mesa y fueron mis amigos, los porteños y viñamarinos, quienes levantaron el evento.
Fue en ese preciso momento que recordé que los santiaguinos son una raza especial y que hay que tener mucha paciencia y tolerancia. No todos son iguales, pero muchos cargan en los genes esa falta de educación y buen trato que nosotros, los provincianos, tenemos adosados en nuestro chip cerebral en forma natural y cariñosa.
Igual fue un Año Nuevo entrete, pero los he pasado mejores.

ajenjoverde@hotmail.com

Todo lo comido, lo bailado y lo gozado en este distorsionado 2010

Por Ajenjo

Es hora de los resúmenes y es mi obligación relatar lo mejor que comí y chupé en este año que estuvo bastante distorsionado desde cualquier punto de vista que se le mire.

Personalmente lo más importante fue mi matrimonio con mi bella esposa, a quien admiro y amo con todas las fuerzas que me da el roncito con cocacolita. La fiesta, según los invitados, estuvo re buena y hasta Dióscoro Rojas se pegó el tremendo discurso y dio hasta unos pequeños pasos de baile.
Durante el verano pasado volvimos a comprobar que el Bric a Brac (Isidro Gaete 25 esq. Av del Mar) sigue siendo lo mejor de Maitencillo y es un pecado no pasar a comer en ese rico lugar.
En el cerro Alegre nos encontramos con varias novedades que hay que destacar. Primero que todo el descubrimiento de Malandrino (Almirante Montt 532), que con un horno instalado len pleno comedor se está despachando las mejores pizzas de Valparaíso, en un ambiente acogedor y familiar.
También tenemos el Norma´s (Almirante Montt 391) , donde me comí unos de los mejores bistec a los pobre del año. Me encanta su nombre y la casa con las vigas al aire. Sus precios no son exagerados y la atención es de lujo.
En el cerro Concepción tenemos a Tama (Almirante Montt 60), donde hay un sushi fresco y original, especialmente los que son fritos. De ahí pasamos al Vía Vía Café (Almirante Montt 217), de propiedad de unos belgas, donde en su terraza están los mejores menú de almuerzo y hay unas cervezas internacionales para capear este calor veraniego.
El Altzaga (Papudo 416) también fue todo un descubrimiento y me mandé el mejor atún sellado a la pimienta de toda mi vida, donde la boca todavía me pica y el recuerdo del vino fue espectacular.
En el centro de Valparaíso me quedo con el nuevo Shawarcreps (Huito local 10) que ya lleva dos puestos. Aquí se reinventó esta comida árabe y le puedes echar todos los ingredientes inimaginables.
La resurrección del Bar Renato (Manuel Rodríguez 473) fue espectacular y también cabe dentro de lo mejor del año. Se quemó entero y sus dueños, en una titánica tarea, lo recuperaron para todos los amantes del borgoña y de los riñones al jerez.
Frente a los carretes es esencial nombrar la ramada de la Zuliana para el 18 de septiembre y los carretes del Forum de las Culturas, especialmente Los Jaivas y Pedro Aznar gratis en la plaza Sotomayor.
Como también no nombrar la tremenda paella española que nos ofreció Tatiana y Gino, los padres del mejor amigo de mi hijo.
Ahora sólo queda abrazar a los seres amados y pensar que en este año conquistaremos todos nuestros sueños e ilusiones.
¡Salud a todos los hombres de buena voluntad!

ajenjoverde@hotmail.com

Sabios consejos para llegar sanitos al 2011


Por Ajenjo

Durante varios años, en estas fechas, trato de dar algunos consejos a los porteños y visitantes que llegan a la ciudad para poder sobrevivir a las fiestas de fin de año, especialmente la noche de Año Nuevo, que en Valparaíso siempre es como una especie de "acabo mundo".
Ante todo hay que tener claro que la ciudad se transforma en un gran parque mutante de diversiones, por lo tanto no es necesario estar pagando 15 o 20 mil pesos para ingresar a una fiesta.
Los eventos pagados en estas fechas están colapsados. Hace algunos años se me ocurrió pagar por una fiesta que prometía "bar abierto toda la noche". Para poder conseguir un ron en vaso de plástico tuve que matar a cuatro tipos. En los afiche de estas fiestas la imaginación puede proyectarse hasta casi el infinito y se promete "todo, todo, todo", pero al final casi nada resulta como lo planificado.
Lo mejor es quedarse en alguna fiesta en la plaza, en la calle, en la casa de un amigo o en algún bar muy piola.
Otra cosa importante es no dañarse mucho el 30 de diciembre. Generalmente la ansiedad causa que uno se pegué un tremendo carrete en esa fecha y el 31 amanezca dando la tremenda pena, con arcadas y chuteando las ojeras.
La cosa se trata de estar presentable y poder abrazar a la pareja amada, la familia y los amigos con dignidad y en buena presencia.
El 31 de diciembre tampoco hay que ponerse a empinar el codo muy temprano, ya que conozco casos que a las 10 de la noche están abrazando a la taza del water y todo termina mal, muy mal.
Como siempre les advierto, no hay que mezclar mucho. Si uno parte con una cerveza tipo seis de la tarde, para después ponerse unos pisco sour a la vena (como dice mi querida suegra), bajarse una botellita de vino en la cena, y rematar con fuertones, la pintada de mono no la despinta nadie.
Hay que beber con moderación y buena onda y no recibir el nuevo año llamando al despreciable Guajardo.
Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo a todo el mundo y ojalá sigan mis consejos, especialmente yo, que generalmente terminó como el muy querido Padre Gatica.

La historia de un perrito llamado Pampero


Por Ajenjo

La dueña del bar Moneda de Oro se comunicó telefónicamente conmigo para avisarme que el bar Renato sería reinaugurado "y debe venir con los periodistas y el oftalmólogo, ya que serán invitados de honor".
El equipo llegó hasta la calle Rodríguez, donde justo en ese momento estaba hablando el alcalde. El barman nos puso unos buenos pisco sour y varios canapés de crudo y paté. Después le siguió el vinito y terminamos en una mesa con una botella del venezolano ron Pampero, bebidas y un gran plato de pichanga.
A las 11.30 de la noche el daño en nuestras cabezas era casi total. Saqué fuerzas de flaqueza y recité mi tradicional poema a las prostitutas de Valparaíso. Saqué aplausos en la concurrencia y decidimos retirarnos en paz y calma.
Tomé una micro en la Avenida Pedro Montt y llegué hasta un carrito de comida, ubicado a un costado de un supermercado en Bellavista.
Decidí comerme un sandwich y sobrellenar mi estómago y de esta manera engañar a la mareada cabeza. Me senté con mi churrasco palta tomate en un asiento de cemento y apareció un cachorro, negro, pequeñísimo, y me miró con esa cara que parte el corazón de los más duros del Viejo Oeste. Saqué la carne de mi sandwich y se la entregué. En un par de segundos se la había devorado. Le di un poco de pan y comencé a caminar. El pequeñín me seguía como a su amigo más fiel. Lo volví a mirar, lo tomé entre mis brazos, lo instalé en mi hombro y partí rumbo a mi casa con mi nuevo compañero.
Una punki alcohólica, de esas que pululan por ese sector, gritó de alegría porque me llevaba al perro y me aplaudió por varios segundos.
Crucé la plaza de la Intendencia, tomé un taxi, abrí la puerta y lo deposité en el pequeño patio. Saqué un poco de leche del refrigerador y se la di, mientras junto a mi bella y paciente señora le preparábamos una caja como improvisada cama.
El pequeño fue bautizado Pampero (es obvio su nombre) y ya fue al veterinario y come esos pelet especiales para cachorro.
Ahora, mientras saco su olorosa caquita del patio me pregunto: ¿No aparecerá pronto un gato llamado Stolichnaya?