2.15.2010

Carta abierta al Dj que pondrá música en mi matrimonio

Por Ajenjo

Sr. Dj que pondrá música en mi matrimonio:


Quiero contarle que nací el año 1969, algunos días después que el hombre llegará a la luna y antes de que se realizara el Festival de Woodstock, lugar y evento que conocería muy bien en mis primeras correrías de juventud.
Por esta razón me gustaría escuchar alguno que otro tema de Jimi Hendrix, Joe Cocker y mi querido Santana.
Después estuve habitando la rara década del 80, donde forjé mi personalidad musical en base al rock y a la música folclórica. A mi grupo de amigos nos llamaban los "Intillimaiden" por esa extra fusión entre Inti Illimani y Iron Maiden. Por eso me gustaría algún temita de esos dos grupos, seguramente cuando ya la gente se esté retirando (tipín 4 de la mañana).
A la hora del cóctel y mientras los invitados esté comiendo quiero al grupo más importante de mi vida y que es la banda sonora de mi alcohólica existencia: Los Jaivas. Con sus temas versionados de Violeta Parra, más el Alturas de Machu Pichu ya me siento en las nubes.
Entrando a la década de los 90 la cosa se pone más rockera. Cuando estén todos bastante achichados me gustaría que instalara el tema más conocido de Rage Again The Machine y hacer un gran slam con todos los locos terneados y caerse al suelo en medio de una alegría de wiskhy, vodka y "ron" and roll.
Ya para la década del dos mil me quedo lejos con Andrés Calamaro. Me gustaría bailar bien apretado con mi novia el tema "Soy Tuyo" y después terminar tirado, con la lengua afuera, con "Sexy y Barrigón".
Señor Dj, yo no le quiero imponer nada, sólo decirle que estoy un poco nervioso por mi segundo matrimonio y la música siempre ha actuado como una ambrosía para mi cerebro.
Pienso que esos temas me calmarán y podré vivir este importante momento de mi vida sin caerme al frasco. Muchas gracias.



Twitter: @ajenjoverde

La infinita amabilidad del sur chileno

Por Ajenjo

Dedicado con inmensa gratitud a Martín, Ani y Nidia

Estoy bebiendo sidra, un licor obtenido del jugo de manzana que venden en Argentina y que mi anfitrión en Puerto Montt se trae cuando viaja al país trasandino. Debo decir que si el cariño y la amabilidad se encarnaran en seres humanos, seguramente lo harían en esta familia que nos acogió por 10 días y nos sirvió de centro para conocer los bellos paisajes alrededor del lago
Llanqihue.
Como buen turista visité las cocinerías de Angelmó, donde me comí un curanto a medias con mi novia, mientras me bajaba solitariamente un botellín de vino blanco (el antiguo tecito) y varios pisco sour de regalo. Mi hijo se hizo adicto al salmón, que lo preparan en diversas formas y en “El Roco II”, donde almorcé, lo sirvieron a la plancha y era un manjarcillo de categoría internacional.
Chispeado con el mosto albo me compré el respectivo chaleco de lana chilota y decidí prepararle machas a la parmesana y ceviche a mis anfitriones. Adquirí cien machas gigantes y una merluza austral bien pelada y seguí bebiendo en forma abundante y cariñosa esa refrescante sidra de manzana.
Uno de los lugares más espectaculares que visité, además del Parque Nacional Alerce Andino, fue el nuevo teatro que se está construyendo en Frutillar y que está inserto dentro del lago. La obra, de una hermosura arquitectónica sin palabras, logra transportar a paisajes europeos a sus habitantes y turistas. Me imagino tomando una fría botella de colemono y escuchando la obra Jupiter, mientras del volcán LLanquihué se asoma una gigantesca luna.
A veces sacamos pecho por las bellezas de Valparaíso, sin embargo Chile tiene paisajes maravillosos y licores fantásticos que se amalgaman para crear gente maravillosa, como esa cariñosa familia puertomontina que nos abrió su casa y su corazón.


Twitter: @ajenjoverde

Revisitando el Bric a Brac o en busca del Alerce milenario

Por Ajenjo

Acabo de llegar hace tres horas a la ciudad de Puerto Montt, desde donde saldré en busca de un alerce que tiene dos mil años de antiguedad. Me acompaña mi bella novia y mi hijo, quien se compró una reproducción plástica de una tremenda caca de perro y se entretiene instalándola en la vereda, mientras la gente mira “el lulo” con cara de asco. Su rostro lleno de carcajadas es algo impagable.
No tengo muchas cosas para relatar todavía de este viaje, por esta razón les contaré una visita que realice a Maitencillo, donde nuevamente pude comprobar que el restaurante Bric a Brac es lo gastronómicamente más poderoso que tenemos en esta parte del litoral costero.
Mi hermano, que vive en Brasil, está de visita y armamos un viaje a la playa de Cau Cau para pasar un sábado relajado y feliz. Tuvimos que llegar hasta Puchuncaví para sacar plata de un cajero automático y fue ahí donde se me iluminó la ampolleta y me dije: “ya que estamos tan cerca de Maitencillo, vamos a comer al Bric a Brac”. Llegamos como a las 13 horas y nos instalamos en la misma mesa de la vez anterior, cerca de la terraza. Pedimos empanadas (que no están en la carta) de macha queso, machas a la parmesasa y dos sopasBullavesa, divididas en tres platos.
Uno de los mozos, que nos había atendido la vez anterior, me miró por algunos segundos y se acercó tímidamente. Con voz de duda me dijo: “usted vino en el invierno y escribió en el diario sobre el restaurante”. Le dije que tenía una memoria privilegiada y que estaba en la razón. El garzón, ya muy emocionado, fue a buscar al dueño del restaurante, quien llegó con una amabilidad extrema y nos conversó sobre su proyecto culinario y el nombre Bric a Brac.
Después a la mesa llegaron el doble de las machas a la parmesana, las sopas estaban increíbles y de regalo nos dieron unos postres de berrys con helado y unos conitos de masa que nos dejaron, para variar, tocando batería y con una sonrisa de felicidad que no te la podían sacar ni a palos.
Y ahora a buscar el alerce milenario…
Twitter: @ajenjoverde

Me saco el sombrero por Cristóbal Gaete Araya

Por Ajenjo

Una vez andaba buscando azufre. Mi intención no era realizar un rito satánico, por el contrario, quería espantar a más de diez gatos que orinaban y defecaban en mi patio de la antigua casa de Yerbas Buenas. Alguien me dijo que el azufre servía y partí al Mercado Cardonal a buscar el amarillento polvo.
Mientras curioseaba por los puestos sentí que alguien me llamaba desde una caseta de madera. Era el escritor y periodista Cristóbal Gaete que estaba trabajando atendiendo el negocio de su padre. Conversamos unos segundos sobre el azufre y los gatos porteños y seguí mi camino.
Ahora tengo en mis manos el libro “Mercado Cardonal”, una belleza de texto, que relata la historia de muchos personajes que rodean este mítico edificio porteño. Cristóbal debe haber pasado horas escuchando y mirando, con su peculiar lentitud reflexiva, la vida de este mercado y finalmente ejecutó un valioso testimonio de rescate humano.
Recuerdo que cuando estudié filosofía y derecho en la Católica de Valparaíso, me paseaba por el mercado Cardonal y encontraba rarísimo que al lado de donde se formaban los futuros profesionales chilenos, se tranzaran lechugas, tomates, quesos y huevos, de una forma caótica y desordenada.
El Cardonal es una de las puertas de entrada para el visitante que llega desde Viña del Mar, esa suciedad vegetal que cubre el pavimento es una de las esencias de este puerto maldito.
Ahora supe que Cristóbal Gaete y sus compinches (agrupados en Ediciones Perro de Puerto) estarán en los Carnavales Culturales armando libros y resistiendo al sistema.
Destapo una botella de vino virtual y la descorcho en nombre de Cristóbal Gaete Araya, quien en estos tiempos de internet, televisión, consumismo extremo y egoísmo humano, todavía es capaz de escribir sobre estos mutantes seres de Valparaíso, que son parte del ahora llamado “patrimonio humano”, pero que simplemente son seres que aman y sufren alrededor de este ensamblado recinto comercial porteño.


Twitter: @ajenjoverde