2.14.2011

Esos extraños seres humanos llamados "santiaguinos"


Por Ajenjo


Estoy saliendo del restaurante Caruso donde realizamos la previa del Año Nuevo en un almuerzo lleno de calugas de pescados, empanaditas de mariscos y chorrillana. Por segundo año consecutivo almuerzo en este lugar el 31 de diciembre, para tratar de detener la ansiedad que se toma, no sólo mi cerebro, sino que también a Valparaíso completo.
Bebimos pisco sour, cerveza y vinito blanco, mientras los amigos santiaguinos de mi señora llegaban a instalarse a la casa. Fuimos a comprar unos botellones de cerveza para amenizar la tarde y nos encontramos con el dueño del bar Vinilo, quien nuevamente repitió el mismo y hermoso gesto del año pasado y sacó una poderosa champaña mendocina de su refrigerador y nos dejó totalmente locos. Mientras estábamos sentados en unas bancas en la calle Lautaro Rosas, pasó un grupo de “encantadoras” señoras santiaguinas que intentaron entrar a la casa de mi amigo bajo el argumento de que son tan lindas estas residencias antiguas”. Aquí todos saltamos inmediatamente y detuvimos la desfachatez capitalina con un “pero ubíquese por favor, no ve que es una casa particular y están los niños y su mujer”. La viejuja hizo como un desprecio y siguió su camino altanero.
Después volvimos a mi casa y bebimos toda la tarde a la espera de los fuegos artificiales. Los invitados subieron al altillo para tener una mayor amplitud de vista, mientras yo, ya cansado de ver lo mismo todos los años, comenzaba a prender el carbón en la parrilla y a preparar los choripanes, el pollito, el costillar y el lomo vetado.
Como a las dos de la mañana uno de los amigos santiaguinos de mi mujer me pidió que “si podía invitar unas personas a la casa, que estaban en la calle”. Le mandé un rotundo “no” y la situación me empezó a incomodar. Luego los invitados decidieron irse a beber a la calle con sus “amigos” y sacaban el trago de mi casa para bebérselos junto a sus compadres en la vereda. Ni siquiera participaron del asado en la mesa y fueron mis amigos, los porteños y viñamarinos, quienes levantaron el evento.
Fue en ese preciso momento que recordé que los santiaguinos son una raza especial y que hay que tener mucha paciencia y tolerancia. No todos son iguales, pero muchos cargan en los genes esa falta de educación y buen trato que nosotros, los provincianos, tenemos adosados en nuestro chip cerebral en forma natural y cariñosa.
Igual fue un Año Nuevo entrete, pero los he pasado mejores.

ajenjoverde@hotmail.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajajaja, muy cierto. No seré tan comedido como tú y diré que en realidad lo único que se puede hacer en el verano cuando se es de la V Región es arrancar a cualquier parte del país -que no sea Santiago- para huir de los atorrantes de la capital, que curiosamente cuando andan por estos lados son igual de flaites los que tienen y los que no tienen. Un asco todos. ¿Cuándo caerá por accidente una bomba atómica en Santiago? Después en vez de reconstruir mejor plantan pasto hasta el cajón del Maipo, sería más útil y sano.