3.30.2009

Un “kabaret” en el Barrio Chino


Por Ajenjo


Hace varios años que dejé de ir a carretear al Barrio Chino de Valparaíso; esencialmente, esta decisión fue tomada porque no poseo la fuerza para enfrentar a pandillas de flaites en busca de celulares y carteras.
Hace cuatro años mi novia sufrió un robo en el "Éxodo" y hasta hablé con los ladrones por teléfono celular, quienes me invitaron cordialmente a la Iglesia La Matriz, donde lanzarían la cartera con los documentos inservibles.
Después visité el restaurante Journal, donde me comí unas machas a la parmesana preparadas con un tremendo pedazo de queso gauda en su interior. Mal, muy mal.
Siempre iba en taxi y me retiraba en taxi, pero al final ya no valía la pena seguir intentando ingresar a este barrio. ¡Ni siquiera la inauguración de la discoteca Blondie me motivó un poquito!
Hace pocas semanas, tuve la valentía de volver al Barrio Chino y simplemente por la invitación de mi amigo personal Alejandro Cid, a quien siempre he respetado por su postura consecuente en torno a la bohemia porteña.
Este artista tiene fe en lo que hace y se cree el cuento, lo que causa motivación entre el público que hace años sigue sus performances y actuaciones teatrales.
Después de ver "Slumdog millionaire", con mi correspondiente petaquita de ron, tomé la micro y me dirigí al "Club Cigale", encontrándome con una de las mayores sorpresas de los últimos tiempos.
Como diría mi brother oftalmólogo, "¡éste sí que es una local de categoría!".
Todo el decorado fue traído desde Santiago por el propio Alejandro Cid, quien escogió desde las telas para forrar los muebles hasta la ubicación de la barra.
En la recepción hay garzones vestidos a la antigua que te llevan a tu mesa (yo me fui al segundo piso) y te ofrecen una variada carta de tragos en un ambiente de relajo, lejos totalmente del bullicioso mundo de las piscolas a 600 pesos y las cervezas de litro.
Los baños son de antología (no hay diferencia entre hombres y mujeres) y me ofrecieron participar gratis de la degustación de un pastelillo.
El edificio es una bodega antigua y uno se siente como en esos loft de Nueva York.
Aquí hay buen gusto, seguridad y tranquilidad. Además hay teatro, coreografías (a mí me tocó una de los tiempos del nazismo) y muy buen público.
¡Todo un hallazgo que ojalá triunfe y recupere definitivamente este barrio porteño!


3.24.2009

Un matrimonio de alto vuelo...


Por Ajenjo


Nuevamente voy camino a la localidad de Pirque, al matrimonio de mi gran amiga "La Marilyn Manson", quien después de vivir muchos años en la Isla de Pascua, decidió dar el paso definitivo y casarse en el continente con su "yorgo".
El novio, un gran brother, es un pascuense de tomo y lomo, y obviamente el matrimonio tuvo características polinésicas que aquí, mis queridos lectores, les paso a detallar.
Pero antes les contaré sobre algunos de mis compañeros de mesa, con quienes me tocó convivir y reírme a mandíbula batiente. Una de las parejas era Papito, el ex presidiario y ahora agitador cultural de la ex Cárcel, junto con su señora periodista. Después estaba "El Kaleidoscopista", quien integró por muchos años el grupo de teatro La Patogallina y quien era el único que no era de Valparaíso.
Papito, antes de empezar a comerse la entrada de ceviche de atún de la Isla de Pascua, le dijo al Kaleidoscopista: "Tú no soi choro porteño". El santiaguino, quien aseguró que era porteño de adopción, tomo una gran copa de vino blanco y se la bebió entera en un microsegundo, sacando aplausos de la concurrencia y presagiando lo que sería una noche bastante etílica.
Tomé blanco y del otro y después me empecé a tirar unas whiskolas, que es mi trago preferido en los matrimonios. Una orquesta se lanzaba las medias cumbias y de repente salió un grupo pascuenses y todos empezamos a bailar onda sau sau. Es que con el estanque lleno, pueden poner la música más extraña del mundo y soy capaz de sacarle el ritmo (obviamente dejando a la vergüenza ajena sentada en la mesa).
Se tocaron "Flaca", de Calamaro, en versión Rapa Nui. Yo estaba que lloraba, pero mis lágrimas de curadito se aguantaron hasta que salió la novia, con un erótico y power vestido pascuense y, junto a una isleña, que era profesora de baile, se mandaron una coreografía que dejó a todos turulatos.
Después el novio, con otros pascuenses, hicieron una danza ritual de gritos y movimientos violentos, que también sacó aplausos de una concurrencia que estaba feliz y con un trago en la mano.
En la fiesta había todo tipo de invitados, y pude visualizar hasta una ministra, que también le hacía empeño al baile polinésico.
También había un chicoco terneado, que tratada de bailar pascuense a todo ritmo, pero que nos dejó con arcadas de tanto reírnos.
Como a la seis de la mañana nos retiramos con rumbo a Santiago. En el auto iban todos tirando tallas y comentando que el matrimonio había sido "de categoría y de alto vuelo" . Yo pensaba en que el novio no tiró la liga de la novia, pero lo que más recordaba era la playa de Anakena, donde conocí a la mujer más bella del mundo, y el amor volvió a mi vida para no despegarse nunca más.
¡Felicidad al nuevo matrimonio y que vengan los "yorgos" chicos a este mundo!


3.17.2009

¿Quién vigila a los vigilantes de Valparaíso?


-¿Sabes qué me gustaría? Me gustaría que toda la escoria de la Tierra estuviera en una sola garganta, y tener mis manos en torno a ella.
Rorschach, personaje de la película "Watchmen".


Voy por la calle Salvador Donoso, una de mis preferidas de Valparaíso, y me meto a las empanadas "Famosas". El negocio está a punto de cerrar y me zampó rápidamente una empanada frita de queso y una cerveza chica.
Me preparo para ir a ver la película "Watchmen: Los Vigilantes" y para seguir mi tradición, llego hasta la botillería Caruso a comprar una petaquita de ron y endulzar mi bebida en el cine.
El dueño del local, con una polera del Everton, discute con un empleado wanderino. El ambiente está futbolizado, ya que los oroycielo juegan contra Lanus en Sausalito. El caturro grita que "la única vez que llenan el estadio es cuando juegan con el Wanderers".
Yo patudamente me introduzco en la discusión y le explico que el fútbol no se gana por la cantidad de espectadores que se lleve, sino que por los goles. El dueño me felicita y sigue la conversa, mientras me pasa mi botellín de un licor denominado irónicamente "Flor de caña".
Llego al cine y me compro una bebida mediana y lentamente la voy regando con el alcohol, mientras veo las tremendas sinopsis de "Transformers 2" y "X-Men: Wolwerine".
Después comienza a desfilar una de las mejores películas de superhéroes que he visto en mi vida, donde frases de Nietzche se mezclan con escenas de violencia y sexo.
El trago me pasaba feliz por el gaznate mientras uno de los personajes, llamado ElComediante, le disparaba a una turba de hippies pacifistas que protestaban y pedían amor y paz para el mundo.
También es estéticamente power ver un tipo azul, de 15 metros de estatura, haciendo explotar a soldados vietnamitas, en la famosa guerra donde intervino Estados Unidos.
Los superhéroes han sido trascendentales en mi vida cinematográfica, pero lejos esta es la película más torcida, extraña y bella que ha pasado por mis ojos .
La cinta dura cerca de tres horas y tuve que ir dos veces al baño, provocando la pifiadera de las butacas.
Después salí con fuegos artificiales en el cerebro y pensaba en la frase "¿Quién vigila a Los Vigilantes?", que aparece varias veces en la película. Me fui a "El Moneda de Oro" y me senté en la barra, donde me consumí una cerveza chica, mientras me hablaban sobre el partido del Everton.
Después mi novia me avisó por teléfono que estaba con unas amigas en el bar karaoke Acqualuna y llegué a sentarme en una mesa y zamparme el último ron nocturno, mientras un animador me ponía un micrófono y yo cantaba "Flaca", de Calamaro, en un tono muy parecido al de un cordero degollado en un matadero clandestino.
Me fui a acostar sólo pensando que tengo que ir a ver la película de nuevo y estar atento, muy atento y vigilante.

ajenjoverde@hotmail.com

3.08.2009

Reconciliación y sacrificio


Por Ajenjo


Toda reconciliación, de cualquier naturaleza, tiene una cuota de sacrificio.
En esa frase, y en la muerte del poeta Miguel Serrano, pensaba mientras esperaba a mi novia debajo del reloj Turri, para celebrar su cumpleaños y tratar de reconciliar nuestras diferencias.
Una de las cosas que más le gusta en la vida es conocer restaurantes caros, por lo tanto decidí desempolvar la tarjeta de crédito y nuevamente empezar a usarla, sabiendo perfectamente los dolores de cabeza y bolsillo que me traerá más adelante.
Vamos subiendo por el ascensor y trato de mantener a raya los dolores estomacales que me invaden como si fuera un quinceañero en mi primera cita. Le advierto que no tengo reserva para el restaurante "Pasta e Vino", pero que tratare de "tollar" para encontrar una mesa. En la entrada se ubica una pareja con un computador. Parecen modelos sacados de alguna publicidad de Benetton. Ella, con un dejo de esperanza, revisa la pantalla y pone una cara que me alegra, sin embargo el tipo le dice otra cosa y lamentablemente nos quedamos afuera.
De regalo llevaba el libro "Valparaíso a la mesa", del periodista Carlos Reyes y de ahi sacamos la información de un restaurante llamado "Montealegre", ubicado precisamente en esa calle que lleva el nombre de árbol.
Partimos y me di cuenta que ese lugar pertenece al hotel más cuico de Valparaíso, y que antes de transformarse, fue la casa de una amiga donde se realizó mi primer matrimonio.
Con ese nervioso dato entró al restaurante y me encuentro en otra dimensión. Lejos y sin ninguna duda, este sitio es el más refinado y complejo lugar para cenar de Valparaíso. Todo es perfecto, desde la terraza con una vista amplia y singular de la bahía, hasta sus servilletas de género negro y su servicio que brilla hasta hipnotizar.
Me lance un pisco sour perfecto y helado. Ella bebía cerveza y pidió de entrada un plato denominado Machas y Machas. Eran tres pocillos llenos de lenguas, donde algunas estaban marinadas en vodka y menta, mientras otras desarrollaban una estética espuma marina.
De fondo me comí unos filetes de congrio fritos espectaculares. La cobertura dorada y crujiente de mi pescado es la más sabrosa de toda mi vida. Ella devoraba unos canelones gigantes verdes rellenos con pulpo. Inlcuso el plato traía un baby o mini pulpo, y me lo devoré recordando la cinta "Old Boy".
Tomamos vino y hablamos de nuestras diferencias y de las posibilidades reales de reconciliación. El futuro es incierto y la única certeza es la cuenta que me llegará a fin de mes, pero claro: "toda reconciliación exige sacrificio".


ajenjoverde@hotmail.com