8.31.2006

¡Salud, Miguelito!


Los que han visto en cine o leído el libro de Alberto Fuguet, "Tinta Roja", saben a la perfección que la relación entre un periodista, el reportero gráfico y el chofer del automóvil es profunda e intensa. Es un equipo que debe funcionar como un reloj, donde cada pieza es fundamental para buscar noticias y plasmarlas finalmente en el diario.
Hace algunos días fuimos a enterrar al cementerio de Playa Ancha a uno de los reporteros gráficos más famosos de la vieja guardia: Miguel Contreras.
Tuve la posibilidad de trabajar muy poco con este caballero de la fotografía, sin embargo, los recuerdos que atesoro están llenos de risas y de historias de la bohemia porteña de mediados del siglo pasado. Cada vez que me encontraba con Miguel en la calle, le pedía que me contará una experiencia en particular: la marcha de las prostitutas.
No tengo la seguridad sobre el presidente que ordenó cerrar las casas de prostitución en Valparaíso. ¿Alessandri o Ibáñez del Campo? La cuestión es que con esa ley quedaban sin pega muchas personas, quienes organizaron una desfile por las calles de la ciudad para exigir la derogación de la norma.
La marcha estaba compuesta por prostitutas y travestis del Puerto, quienes, con carteles, reclamaban por sus derechos. Miguel, que en ese tiempo trabajaba en el diario La Unión, sacó las fotografías correspondientes, que fueron publicadas en el periódico. La ley terminó siendo derogada y toda la bohemia realizó una gran fiesta para agradecer a todas las personas que habían ayudado.
Nuestro reportero gráfico relataba con lujo de detalles cómo llegó a Los Siete Espejos y en una larga mesa había tres pelelas llenas de cocaína pura, que los mayores traficantes de la ciudad habían entregado para festejar la reapertura de las casas de huifa. Las prostitutas más bellas estaban a disposición gratuita de los comensales. Miguel, obviamente, se retiró del lugar, sin embargo las imágenes que alcanzó a observar le quedaron grabadas en su memoria fotográfica.
Las historias de Miguel eran muy entretenidas. Podías pasar horas escuchando a un hombre apasionado por el periodismo, y por quien el siglo XX pasó, dejando imborrables huellas en su vida.
A pesar de que políticamente siempre estuvimos en veredas opuestas, eso no fue un obstáculo para generar una amistad donde las historias de un pasado lleno de bohemia fueran el caldo de cultivo para ser amigos.
Miguel me decía con tono irónico y cariñoso Pablito Neruda, por mis ínfulas de escritor y poeta. Yo me reía en la calle Cumming, mientras le entregaba unos minutos de mi tiempo para que me contara más historias. La del negro de Nueva York es para morirse de la risa, sin embargo, la autocensura me impide relatarla.
Ahora sólo queda decir adiós y empinarse un vaso de tinto en el Cinzano, mientras se mira una de las fotografías más impactantes de la fuerza del mar en Valparaíso.

ajenjoverde@hotmail.com

8.18.2006

Sin cigarrillos no hay bares


Todo este alboroto por la nueva ley de cigarrillos me tiene algo nervioso... ¿Y si después les viene con el trago y hay que andar tomando escondido en el baño?
Creo sinceramente que en la esencia del bar está el humo del cigarrillo. El entrar a un recinto con aire limpio, sin gente que tosa, sin ceniceros repletos, sin la oportunidad de decir: "¿te enciendo el cigarillo, nena?", no tiene sentido alguno. Seguramente en un lugar así venderán leche o tecito o jugos naturales, pero no trago.
Personalmente, yo sólo fumo cuando bebo. Hace muchos años que no prendo un cigarro si no tengo al lado un vaso de cerveza, ron, vodka o una copa de tinto. No tiene sentido, para mi peculiar razón de la vida, estar fumando por nerviosismo, ansiedad o para pasar el tiempo.
Los vicios están encadenados. Al primer trago de piscola empiezo a mirar a mis brothers para que me suelten un tubo de nicotina. Nunca compro cajetillas, a menos que sea un evento especial, onda matrimonio o recitales de música, por eso siempre ando pidiendo tabaco.
El domingo pasado, antes de que la nueva ley empezara a regir, pasé por el Vinilo, en la subida Almirante Montt. Tenía ciertas dudas sobre la definición de ese local que los gringos aman tanto. ¿Sería un recinto para fumadores o no? Aproveché la presencia del dueño, quien no estaba muy al tanto de las nuevas medidas. "Sabes, yo creo que a la hora de almuerzo será no fumadores y en la noche fumadores". Le dije que estaba loco (siempre le digo lo mismo), ya que la ley obliga a definirse. "Es que los vendedores de cigarrillos me dijeron que podía usar ese método", replicó, generando las risas de los que escuchaban la conversación.
Está más que claro que la mayoría de los bares de Valparaíso serán declarados fumadores, incluso esta ciudad es como de fumadores empedernidos, ¿o acaso se imagina escuchando tango sin estar bebiendo un buen vino y fumando un cigarrito?
Los bares que se declaren no fumadores están perdidos, según mi humilde opinión.
Los fumadores empedernidos son como personajes de novelas. Tengo una amiga socióloga que se mete más de una cajetilla diaria. En el ambiente carretero se le conoce como "La Ronca". Su voz es muy sexy, sin embargo, desde la perspectiva médica debería dejar el vicio.
Cuando era joven y subía por Agua Santa rumbo a mi universidad a estudiar periodismo siempre encendía un cigarrillo Life. En esa época me gustaba echarme humo para dentro desde las ocho de la mañana y la cajetilla de 20 costaba cien pesos.
Una mañana, donde seguramente me encontraba con una caña severa, prendí el cigarrillo y una gran arcada casi me tira al piso. El organismo me estaba avisando, sin dobles lecturas, que ya estaba harto de ese tóxico humo.
Decidí sólo fumar cuando bebiera y lo he cumplido hasta hoy. Por esta razón, y muchas otras, abandonaré radicalmente los bares que no sean definidos como fumadores.
Es una promesa de vida y muerte.
ajenjoverde@hotmail.com
http://ajenjoverde.blogspot.com

8.15.2006

Dinosaurios Animalcoholic


Por Ajenjo

Una nueva visita a Santiago con mi hijo tenía como meta principal poder visitar la exposición "Dinosaurios Animatronic", que se instaló en la Estación Mapocho para el divertimento de todos.
Antes de visitar la muestra, llegamos hasta la casa de mi novia, en Las Condes, donde se había preparado un rico almuerzo para festejar la integración del pequeño al nuevo grupo familiar. Había varios invitados, todos muy simpáticos, además de comida y bebida a destajo. Mientras el niño se entretenía pegando figuritas de un álbum, yo me dedicaba a tomar generosas copas de vino y transmitir mi visión porteña de la vida a estos comensales santiaguinos.
Como pasa en casi todas las casas chilenas, cuando las visitas son muchas, los anfitriones sacan las sillas, pisos, sillones y todo lo que sirva para estar cómodos, aunque estén medios endebles. A mí me tocó una silla que no resistió mi excesiva gesticulación y tuve mi propio megaterremoto, mientras las carcajadas en la mesa ya eran un signo de relajo etílico.
Uno de los invitados, que es dueño de un restaurante, sacó de sorpresa un amareto sureño, y terminamos la jornada bebiendo en pequeños vasos esta dulce ambrosía que proviene de las almendras o de los cuescos del durazno, ya que ambos dejan el mismo sabor en la boca y en las neuronas. Para ser sinceros no recuerdo el número de vasitos que empiné, sin embargo me detuve cuando alguien dijo: "A ese ritmo verán en la exposición no sólo tiranosaurios, sino que además elefantes rosados".
Un grupo de bellas jovencitas nos acompañó a la muestra de los dinosaurios y para ser responsables pedimos un taxi que nos dejara en la primera estación del metro. Mi hijo iba bastante emocionado, sin embargo, la enorme cantidad de gente que se apiñaba como ovejas en los carros del metro lo estresó un poco.
La exposición era bastante impresionante y se podían ver videos y reproducciones reales de estos bichos. Me percaté de mi estado de confusión cuando fui al baño y al salir me perdí. No podía encontrar la entrada de la muestra hasta que un guardia de seguridad, amablemente, me señaló la ruta correcta.
Al salir mi hijo me empezó a reclamar por que su dinosaurio preferido, el terodáctilo, no tenía su modelo animatronic, y me pidió que le comprara uno. Encontré una bolsa con animales plásticos, que en todas las tiendas valen 500 o mil pesos, y que aprovechando la curiosidad infantil, los comerciantes lo vendían al triple. A esa altura sacaba billetes arrugados de mi bolsillo y no me importaba nada, ya que con la resaca siempre viene el conteo de lo gastado y se suma a los terribles dolores de cabeza.
Salimos de la Estación Mapocho y me di cuenta de que estaba frente a La Piojera. Mis cuicas amigas, a pesar de ser santiaguinas de toda la vida, no conocían ese hermoso templo del terremoto y el pernil. Pasamos a servirnos unos vasos de pipeño con fernet y helado de piña y nos fuimos para la casa bastante dañados.
La sonrisa en la cara de mi hijo y mi dolor de cabeza en la mañana se fundieron en un solo gesto de amistad filial.
ajenjoverde@hotmail.com

8.08.2006

Esperando a Los Tres


"Gastaré toda mi vida
en comprar la tuya"
("Amor violento", Los Tres)


Por Ajenjo
Nunca me he sentido muy fanático de Los Tres, sin embargo la canción "Amor violento" formó parte esencial e intensa de mi vida y la convertí en un himno personal e íntimo.
Por esta razón decidí esperar a Los Tres en el bar Cinzano, junto a los boleros y los tangos, mientras los fanáticos bailaban y gritaban a cero grados de temperatura en el Valparaíso Sporting Club.
Antes de llegar al recontra conocido bar me fui a comer unas exquisiteces mexicanas en el restaurante "Delicias del mar", donde me engullí unas fajitas con frijoles y unos solomillos con mole verde. Mi novia se tiró unas "pechuguitas deliciosas", haciendo honor a una de las partes más hermosas de su cuerpo.
El menú incluía "bebidas y licores a placer", por lo tanto deben imaginarse cómo salimos de ese hermoso local de Reñaca, que tiene uno de los museos del vino más completos de la región.
Con ese exquisito aperitivo nos fuimos directo al Cinzano, donde nuestro barman Rodolfo nos preparó ron colas y vodka naranjas, para que nuestra espera de Los Tres se hiciera menos larga.
El Cinzano estaba lleno de santiaguinos que estaban en la misma y se paseaban nerviosos mientras los ágiles mozos les exigían que debían consumir el mínimo para permanecer en el local.
La cantante Carmen Corena me contó que el violinista que muchas veces los acompañó tocando en escenarios de la región había fallecido. Ricardo Puga, uno de los grandes hombres del tango bohemio del Puerto, se había ido para siempre.
"Te voy a escribir su vida en unas servilletas y tú, si puedes, la publicas en el diario". Fue así como la cantante del "Chipi Chipi" me entregó un bello texto redactado con pasión y recuerdos fuertes, que me emocionaron profundamente y que dejaban entrever que además de tener una bella voz, Carmen Corena guarda una escritora en su interior.
Al Cinzano llegó mi amiga Marilyn Manson, que vive desde hace dos años en la Isla de Pascua, y la fiesta interminable seguía y seguía.
Como ya es la costumbre, bailé bien apretadito "La hiedra" y seguí agitando el cuerpo con "Mejillones". La cosa estaba tan re buena que tuve que salir disparado al bancomático de la Intendencia, a sacar más plata para seguir chupando.
A las cuatro de la mañana la cosa empezó a calmarse. El licor ya reposaba en el estómago y las neuronas y el cansancio se hacía evidente entre los comensales.
Fue en ese momento en que alguien preguntó: "¿Y Los Tres?".
Nunca llegaron.

ajenjoverde@hotmail.com