6.29.2007

Paola Volpato y el pato francés


Por Ajenjo


Ver a la inspectora Zanetti, interpretada por mi querida Paola Volpato, abriendo un refrigerador y mirando cuatro envases con corazones humanos en su interior es un símbolo claro que las teleseries chilenas tuvieron un giro inesperado de la mano de Pablo Illanes.
Hace poco me encontré sumergido en la siguiente situación: " Oye, ¿vamos a tomarnos unos copetes al Moneda?", "no puedo, es que ayer la teleserie del asesino quedó re buena compadrito y me voy a verla acostadito y con la estufa prendida adentro de la pieza", respondí.
Así esta la realidad en la serie nocturna "Alguien te mira" de TVN y creo que todo se debe a la retorcida imaginación de Illanes, quien ya me había deslumbrado con la novela "Una mujer brutal" y ahora, libre de la mano de cualquier censura, se lanza un piquero con un guión donde la cocaína, el sexo torcido, los asesinatos, los sicópatas cuáticos y los homenajes escondidos a directores bizarros (como el apellido Argento, que suena y suena) son pan de cada día. Ver a Paola Volpato en ropa interior negra amarrada a un catre metálico es para aplaudir de pie ¿O no?.
¿Y qué tiene que ver Paola Volpato y el pato francés?, nos preguntamos todos con cara de gil.
En realidad nada, pero este fin de semana bajamos, junto a mi hijo y mi novia, a comer al centro de Valparaíso. Yo quería zamparme dos completos por luca, pero ella insistió en ir a conocer un restaurante francés que está en Salvador Donoso. "Si tú invitas, yo feliz", repliqué.
Se trata del "Port D’Avignon" , que la revista Wikén le instala 5 tenedores todas las semanas.
Me pedí un pato francés confitado, mientras a mi hijo le regalaron un "Boeuf Strogonov". Obviamente no le gustó, pero mi pato se lo devoró, al igual que un creme brulee. Nos zampamos un vino San Damián para chuparse el corcho, mientras el propietario del local nos metía conversa y nos relataba su experiencia culinaria en este alucinógeno Valparaíso.
Al final un mozo sacó un cepillo y limpió las migajas de la mesa, mientras, inspirado por San Damián, me imaginaba afilando cuchillos y preparándome para cortar en mil pedacitos a mi actriz preferida: Paola Volpato.
Al final terminé haciendo una cola con cientos de niños que gritaban como locos en el cine Hoyts para ver Shrek 3.
Es la realidad más real y no hay más.


ajenjoverde@hotmail.com

6.21.2007

Neva en Santiago


por ajenjo


Estoy afuera del ultrataquillero Centro Mori, en Santiago, donde Jenny, una de las integrantes del poderoso clan Romero (donde la reina es Carmen, la del famoso "Teatro a Mil"), me espera con invitaciones para ver la obra "Neva".
Llego con una botella de vino tinto envuelta en celofán y con una gran cinta blanca. Es su regalo por ser buena onda.
Antes de que empiece la obra de teatro nos vamos a un bar donde en cuestión de minutos nos bajamos unos pisco sour y un kir royal. ¡Es que el frío santiaguino es terrible!, dice la conciencia para justificar el tragullo.
Entramos al bello teatro, propiedad de Benjamín Vicuña y Gonzalo Valenzuela, y pasamos por el restaurante "Amorío", donde la clase alta come y bebe al ritmo de sus tarjetas de crédito.
La obra de teatro es un filete de alto nivel. Aquí no hay saltimbanquis, orquestas, desnudos o garabatos baratos. Aquí hay teatro puro, donde el texto y la actuación se amalgaman para emocionar a los espectadores.
Una de las actrices declama: "todas las mañanas me despierto con ganas de matar un rico, pero después almuerzo y se me pasa".
La obra está situada en SanPetersburgo, en Rusia, donde el río se llama Neva. Es en plena revolución, donde la contingencia política es fuerte y los textos pasan del amor al anarquismo en cuestión de segundos.
Los actores terminan agotados y el aplauso es sincero y emocionado.
Dañados por la obra nos vamos a una cena que unos amigos habían preparado en su hogar santiaguino. Un aperitivo de ron, un risotto de champiñones, vino tinto y piscolita para rematar fueron parte de la hermosa velada.
Lo más impresionante de la noche fue la decoración de la casa donde cené. Pertenece a dos amigos, quienes la tienen como un museo lleno de grabados y adornos bellísimos.
Uno de los dueños me hizo un recorrido por las piezas, donde me mostró grabados de artistas brasileños y uruguayos y un mueble lleno de diminutos artículos.
Volví a la mesa del comedor emocionado por lo que mis ojos habían visto y terminé más impresionado, al observar como una perra salchicha se bebía copas y copas de vino tinto.
"Sólo toma cerveza y vino, ya que los destilados no le gustan", me dice unos de los amigos. "Hay de todo en la viña del Señor", respondo, y me replican: "sobre todo en las viñas".

6.16.2007

Apagando velas en el Club Árabe


Para variar, y aunque suene lo más repetido del mundo (pero así es mi rutina) les relataré que estoy en el bar Moneda de Oro tomando una cerveza. A mi alrededor hay dos mesas con japoneses que hablan si parar en un idioma incomprensible. Beben un vivo tinto de Exportación, y por sus caras lo están haciendo "chupete".
Una vez leí en un sección de este diario llamada "Lo curioso y pintoresco" que la mayoría de los asiáticos eran alérgicos al alcohol y se ponían colorados. ¿Tendrá certeza científica esa afirmación? No sé, pero de que los ojos rasgados estaban colorados, estaban.
Mientras bebo mi cervecita recordamos, junto a mi brother médico, el cumpleaños del fin de semana, donde "El Lolo" celebró sus cuarenta primaveras tirando la casa por la ventana.
El lugar elegido fue el hermoso Club Árabe. La cosa era igual que un matrimonio: mesas redondas, vinito tinto, comida rica y conversación con gente que uno conoce en el momento.
Mi mesa estaba muy simpática. Un chileno, que había vivido muchos años en Ecuador, se comía todo el queso rallado con la mano. Otro comensal hablaba como locutor del Discovery Channel, mientras yo contaba anécdotas de asaltos y otras aventuras.
Llegó el momento de cantar el Feliz Cumpleaños y Lolo salió al centro y con micrófono en manos se mando su tradición bolero picante que sacó aplausos y risas. Ya son años que este muchacho entona esa canción con partes tan famosas como "la Juana Cepeda", "el maestro estucador" y "empleador particular".
Después aparecieron unas chicas bailando la danza del vientre. Tenían muy poco aspecto de árabes, pero eran muy empeñosas.
Una chimenea gigante, al lado del bar, nos llamó cariñosamente. Se podía beber todo el trago que uno quería y unos wiskachos, además de un vodka naranja de remate, pusieron el fin para una noche inolvidable. Yo tenía ganas de tirar algunas fichas al casino, pero mi estado económico atentó contra la idea. Mejor poca platita, pero segura.
Ahora sólo queda decir: ¡güena po' Lolo te la mandaste con le media fiesta!
Y, ¿que voy hacer yo para celebrar mis 40 años?


mailto:ajenjoverde@hotmail com

6.07.2007

El eterno resplandor de una almeja


Existen lugares y objetos que se transforman en paisajes esenciales del recuerdo humano particular. He visto gente guardando trozos de pelo, dientes de niño, entradas de cine, boletos de micro y una interminable lista de cosas que tienen, para el sujeto individual, una connotación maravillosa y mágica, pero para el resto son basura.
A mí me pasa esta situación con un lugar y un objeto: Maitencillo y las almejas.
Me ha tocado estar comiendo ese bicharraco marino en las rocas ubicadas frente a la caleta de pescadores en diferentes situaciones de mi vida. Una vez estaba tan trastornado por los remezones emocionales que no escuchaba ni siquiera el ruido del mar. Mis amigos me hablaban y sólo observaba su boca moviéndose rítmicamente, sin embargo no existía sonido alguno. Grave.
Hace algunos días volví, como un ritual sagrado, al mismo sitio. Con mi novia y mi brother oftalmólogo compramos un kilo y medio de almejas. Yo me fui a mi querido ex negocio "Paranga" y me llevé unos limones y una cervecita en lata para mi bella compañera.
Sabiamente había sacado un vino blanco del refrigerador y lo había metido en una bolsa con hielo para beberlo con las almejitas.
Mi amigo sacó un cuchillo y un sacacorchos y nos mandamos casi toda la bolsa de moluscos. Algunas fueron ofrendadas a las gaviotas, ya que el estómago estaba para tocar batería.
Alguien gritó: "¡vámonos pa’ Zapallar" y partimos a conocer el mítico restaurante César, donde políticos democratacristianos gastan sus lucas en ricos manjares.
Los mozos nos atendieron como si fuéramos parroquianos de toda la vida. Nos convidaron cigarrillos y pusieron en la mesa locos, camarones y empanaditas de mariscos. Pisco sour, kir royal, vino blanco y mucha menta de bajativo confirmaron un cuadro bastante elevado a nivel cerebral.
"Aceptan cheque o tarjetas", le preguntó mi brother a los mozos. "Lo siento muchacho, aquí sólo efectivo", fue la respuesta. "Debe ser porque viene mucho politiquillo", replicó el médico envalentonado por la bebida. Las risas fueron generales y tuvimos que ir a un servicentro en las afueras de Zapallar a buscar los malditos billetes.
Después tratamos de ver el famoso rayo verde del atardecer y terminamos en una eventualidad que estas páginas no pueden revelar. Me autocensuro por el bien de todos.

6.01.2007

Miss Ron y Verso


Desde hace una buena cantidad de años nos juntamos, con mi brother, todos los miércoles en el Bar Inglés para charlar y tomar algunos tragos que calmen la desesperación de vivir.
Sin embargo, hay algunos días de la semana que esa desesperación se une a una sed implacable y a nuevos cahuines que hay que contarse por obligación y la cita se adelanta para poder descargar el material cerebral y tranquilizar al hígado que clama por más toxicidad.
Este pasado lunes nos juntamos en el Moneda de Oro y nos topamos, sin saber, con el tradicional concurso Miss Universo, donde las mujeres más bellas de la galaxia desfilan en trajes de baño.
Nos comimos unos sangüches de queso caliente y Alonso, el garzón del local, nos trajo dos rones potentes que asustaban de sólo verlos.
Hay locales que sirven rones mínimos y cobran una millonada. "Es que tenemos una medida obligatoria señor", señalan los mamones garzones de los nuevos y plásticos bares.
En el Moneda la cosa es distinta. Aquí los rones se sirven con generosidad. Nada de pequeños chorritos del dorado licor. El vaso hasta la mitad y que se salven los valientes.
Con ese panorama empezaron a desfilar, cual caballos en la troya, las minitas más ricas del planeta.
Los señores del dominó, que como estatuas vivientes juegan muy concentrados, giraron sus cuellos y emitieron algunas sentencias sobre las carnes en exposición que salían por el televisor.
A medida que el concurso avanzaba los gritos del público aumentaban. Todos los presentes, insuflados por el espíritu del ron, quedaban extasiados con la presencia de esas largas piernas y esos rostros siempre sonrientes que hacen soñar con amores imposibles.
"¿Donde estarán esas mujeres ?", grita un parroquiano. Otro le contestaba: "En Viña compadrito, en Jardín del Mar". Las tallas, inocentes para el local, generaban risas, pero a la vez hacían reflexionar sobre la belleza humana.
Las mujeres siguen desfilando y uno se da cuenta que la frase de Phineas Fletcher es la más pura verdad: "la belleza, cuando menos vestida, mejor vestida está".
Al final una de las candidatas se sacó la contumelia en el escenario, mientras Alonso nos llevaba la cuenta y sólo quedaba irse a dormir y soñar con esas largas e interminables piernas de mujer bonita.

ajenjoverde@hotmail.com