11.22.2011

¡ No es una apología al alcoholismo! (Los copetes de mi vida. Parte Final)



Por Ajenjo

La semana pasada me llamó por teléfono un caballero para demostrarme su enojo: “su columna en el diario es una apología al alcoholismo... tenga cuidado con lo que escribe ya que puede dañar a personas”.

A este hecho se le suma una simpática señora que, durante años, ha llamado a la secretaria de nuestro diario para advertirme que si sigo en la senda del trago y el carrete me moriré más temprano que tarde.
Hoy, que cierro la saga Los copetes de mi vida, les aclararé que mi intención jamás ha sido convertir este espacio en una apología al alcoholismo, que básicamente es una enfermedad crónica y habitualmente progresiva producida por la ingestión excesiva de alcohol etílico.
Primero que todo, y aunque les duela amuchas personas, hay que dejar en claro que el alcohol es una droga, igual que la marihuana, la pasta base, la cocaína y el éxtasis. La ingesta de estas sustancias cambia el estado de los seres humanos. La única diferencia es que el alcohol se consume desde los tiempos de Sócrates y es legal, por lo tanto se puede comprar en cualquier lado.
Debido a estos factores, el alcohol es la droga más evolucionada que existe y de esta manera podemos encontrar un whisky de 30 años de antigüedad, que cuesta 200 mil pesos la botella, o un pipeño de mala muerte a 150 el medio pato.
El asunto es que dentro del mundo de las drogas existen los drogadictos, y del copete, los alcohólicos. Estas personas, al parecer, traen un terrible gen de la adicción, que se les despierta con el tiempo y que los convierte en personas enfermas y que causan mucho sufrimiento en su entorno familiar.
En nuestro grupo de amigos juveniles, muchos tomaron trago desde las extremas fiestas universitarias.
Ahora la mayoría tiene su familia y su profesión y siguen bebiendo ron y tinto como verdaderos cosacos. Otros amigos, lamentablemente que tenían el gen de la adicción, terminaron presos o muertos.
Agradezco a Baco que nací sin el gen de la adicción y que me ha permitido beber sin tener los graves problemas que tiene un alcohólico. Esto es como una gran ruleta rusa y el que lo trae debe cuidarse y refugiarse. También deben protegerse los que se toman dos tragos y quieren teñir de puño el carrete, golpean a sus mujeres, a sus hijos o terminan enterrados en su automóvil, en un poste de cemento.
A mi el ron, el vino tinto, la champaña, el whisky, los pisco sour, me dejan feliz, muy feliz. Hablo, hablo y hablo, me río a carcajadas y el tiempo se pasa como en un arco iris de amistad. No sé manejar y jamás me he agarrado a combos.
En síntesis,mis queridos amigos, jamás he realizado una apología al alcoholismo.

ajenjoverde@hotmail.com

11.03.2011

Soy petrolero ¿y qué? (Los copetes de mi vida 9° parte)



Ser petrolero en Chile significa que uno es bueno para el vino tinto. Onda que uno funciona con esos cañones de tintolio y no de bencina (que sería el vino blanco). A mi me gusta el vino blanco, pero me declaro petrolero de tomo y lomo.
Todo comenzó con un profesor del colegio, con quien armamos uno de los grupos más entretenidos y choros en que he participado. Nos juntábamos los fines de semana a ver películas y las analizábamos.  Discutíamos de la contingencia social y hablamos en contra de la dictadura. El sacó por primera vez vasitos de vidrio y descorchó una botella de tintolio. Al tomar el brebaje todos nos pusimos más inteligentes, nuestras lenguas se activaron, las ideas se hicieron más claras y la risa llegó para quedarse.
De ahí para adelante que me dijeron... y me convertí en un fanático del vinito.
Cuando estudiaba filosofía en la Universidad Católica de Valparaíso, en el convulsionado año de 1988, mis compañeros me pedían que le sacara botellas de vino a mi padre y las llevara a la escuela. Lo hice un par de veces, hasta que mi papá reclamo por la falta de su brebaje. Después comprábamos, a 99 pesos, una botella de tinto en el supermercado, ya que tratábamos de hacerle el quite a las cajas.
Actualmente puedo dar cátedra en el vino tinto. Conozco de cepas, de marcas, de botellas, de corchos, de formas de guardarlo, de los efectos que provoca. Puedo recomendar que tomar para la comida que hay en la mesa y mis papilas reconocen el buen vinito al vinagrillo barato en solo segundos.
Una de las cosas que me da más orgullo de ser chileno es por el vino. Siempre que viajo llevo mi botellín y lo defiendo a muerte en todos lados. ¿Saben porqué en Chile está prohibido tomar alcohol en la calle y en casi toda Latinoamérica si se puede? Por el vino. Esa ley es del tiempo de la Colonia, donde los campesinos y el pueblo en general tomaban tanto vino (que era tan rico) que nadie llegaba a trabajar y todos andaban curados.
Creo que el vino tinto, en su dosis exacta, es sabiduría envasada. Tengo la certeza de que el mundo sería mejor si muchas decisiones se tomaran junto con una buena copa de mosto.
¡Salud!

ajenjoverde@hotmail.com