11.10.2006

El cumpleaños de la Ronca


Por Ajenjo

Una amiga que vive en un edificio en el corazón del cerro Alegre me invitó a su cumpleaños el lunes recién pasado.
A ella la bauticé cariñosamente como La Ronca, ya que su cajetilla diaria de cigarrillos, que consume compulsivamente, la han convertido en una fémina con un erótico timbre de voz.
Le compré el libro de Dougland Coupland, "Todas las familias son sicóticas". Este escritor canadiense se hizo famoso por redactar "Generación X", un libro de culto que me emocionó en los comienzos de la década del ‘90.
Llegué cerca de las nueve y media a su departamento y la mesa ya estaba llena de simpáticos y conversadores locos.
Destacaba un arquitecto que aprovisionado de cuatro botellas de champaña, las iba destapando lentamente, generando un griterío y huidas del público femenino.
Desde su balcón se observa la bahía de Valparaíso en todo su esplendor. Alguien gritó: ¡está saliendo la luna! Un inmenso huevo amarillento empezaba a asomarse entre las dunas de Concón. Fue un verdadero e impactante amanecer lunar y muchos bromearon que habíamos contratado un show de efectos especiales para la cumpleañera.
Entre los invitados estaba una simpática y bella argentina, de Rosario, quien me contaba que en su ciudad habían nacido maravillosos locos, como el Che Guevara, Fito Paez y Fontanarrosa. Una buena tripleta.
Yo me bajaba las copas de champaña rápidamente, mientras conversaba animadamente bajo el influjo del vino espumante.
En realidad todos los invitados conversaban y el departamento, al parecer, se empezó a convertir en un parlante gigante que causaba molestias al vecindario.
La primera alerta fue una llamada telefónica de la portería del edificio, que advertía que algunos vecinos estaban molestos por la bulla. Nadie pescó y siguió la conversa.
Los temas eran variados y La Ronca, ya bastante dañada, se puso a recitar unos textos de un poeta uruguayo. Sus estrofas fueron interrumpidas por el timbre. Era el cuidador, quien ahora de cuerpo presente, trataba de explicar que si no bajábamos el volumen corporal, la situación se tornaría más compleja.
Todos acordaron hablar más bajito, sin embargo a los pocos segundos las reflexiones sicopoliticas aumentaron de nivel.
En eso llegó la torta y el cumpleaños feliz cantado hasta en mapudungún. Ahí el griterío aumento. Se destapó la última botella de champaña . La fiesta estaba rebuena, hasta que sonó el timbre fuerte y claro.
Yo me asomé por el ojo de pescado de la puerta y grite: ¡hay un carabinero! A la Ronca le fueron a lavar la cara, mientras otros preguntaban graciosamente: ¿quién es?
Al final la sentencia fue clara y definitiva: "si no se callan, a la segunda les sacó el parte". El policía se fue y la conversa siguió en penumbras, pero yo pronosticaba que quedarse era un error.
Solitariamente tomé mi chaqueta y me fui . Ya en la calle miré la luna y le agradecí vivir en una casa donde puedo hacer hasta un combate de titanes del ring y a nadie le molesta.
Cosas de la arquitectura.

ajenjoverde@hotmail.com

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