9.09.2009

A las nanas de Chile con mucho amor


“A mi me crió mi nana y todos
los valores humanitarios
que tengo se los debo a ella”
(Mi brother oftalmólogo)



Llueve sobre Valparaíso y decido irme a Viña del Mar a ver, en su fin de semana de estreno, la película chilena La Nana, que se ha ganado numerosos premios en todo el mundo.
La película es buena, especialmente la actuación, donde se destaca la porteña Catalina Saavedra, que se manda un papel como para el Oscar. Las empleadas domésticas, asesoras del hogar y actualmente nanas, han sido
para muchas generaciones de chilenos las verdaderas madres, transformándose en las reales moldeadoras de nuestras personalidades finales.
La película ha generado conversaciones sobre este tema en todos los ámbitos y desde esta humilde tribuna yo les hago un homenaje muy grande y emotivo.
Actualmente mi hijo es criado por su nana Carmen, y está más claro que el agua que ella es una de las personas que el pequeño más quiere en el mundo y que ha forjado, en gran parte, su futuro comportamiento social.
En el mundo actual, donde las madres y padres trabajan, las nanas se han convertido en los primeros amigos de nuestros hijos y eso no tiene ningún precio que se pueda pagar.
Con todos estos pensamientos en la cabeza me largo un día de furiosa lluviosa a la localidad de San Pedro, en Quillota, donde me relajo jugando al cacho y comiendo un rico bistec a lo pobre con mis brothers.
Cerca de las 20 horas decidimos irnos del lugar y los caminos de tierra, convertidos en trampas mortales, nos dejaron atrapados en una zanja barrosa. Yo trataba de empujar el auto, mientras la rueda giraba como una borracha loca, mientras me escupía gran cantidad de barro en la cara.
Nos tuvo que rescatar un señor de apellido Torrejón, que con su jeep y una cuerda, nos sacó de esa lluviosa trampa. Con la ropa totalmente mojada y la cara manchada de fango, llegamos al bar Moneda de Oro para acompañar a mi hermano, fanático de la Universidad de Chile, a observar el partido contra unos colombianos.
Tomándome un consomé de huevo con un tinto Casillero del Diablo, recordé a todas las nanas de mi historia
personal y nuevamente me emocioné pensando en su valiosa y dura tarea.


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