10.29.2009

Cuando llegan los hombres de blanco


Por Ajenjo


Podría contarles el excelente asado que tuve en el Jardín Botánico, donde escuché a la bella Pascuala Ilabaca interpretando canciones de la India que nuevamente me llevaron a las calles de Calcuta y Varanasi.
También podría comentarles las excelentes empanadas de cordero que cené en el Caruso; sin embargo me encontré en las calles de Viña del Mar con un brother fotógrafo que me contó la siguiente historia.
El 18 de septiembre, y motivado por algunos líos sentimentales, decidió comprarse cuatro botellas del licor Araucano y un pack de cervezas y se las tomó durante varios días en su pieza.
Por los grados de intoxicación no pudo ir a trabajar y siguió tomando licor para sentirse mejor.
Un día despertó como "escuchando una radio mal sintonizada", pero no entendía de donde provenía el ruido. Preocupado fue a ver a su polola, quien finalmente se lo llevó a un siquiatra.
El médico le dijo que estaba con alucinaciones alcohólicas y que tenía que tratarse. Le obligó a sacar todo el trago que tenía en su bolso, que era medio Araucano y una lata de cerveza, y le dijo que se las bebiera y que serían "los últimos tragos de su vida".
Después lo inyectó y le dio unas pastillas y ahí comenzó a nublarse totalmente la vida de mi amigo.
Despertó en un asilo de ancianos y después fue trasladado a una clínica de rehabilitación en Santiago.
En ese lugar vivió la parte más oscura y dura. Dos hombres de blanco se acercaron para llevarlo a un recinto y hacerse exámenes físicos. Mi amigo se asustó y le tiró un par de aletazos. Le pusieron la camisa de fuerza y despertó amarrado de la cabeza, de las manos y los pies.
Le pidió a una enfermera que lo desamarrara y esta le dijo que sólo "si se comprometía a portarse bien".
Después volvió a la clínica de rehabilitación, donde conoció a jovencitas de 16 años adictas a la cocaína y dueños de fundos sureños que eran jubilados del alcoholismo extremo.
Ahí comenzó sus trabajos de terapia y volvió a Viña del Mar.
Cuando me relataba la historia se subió la polera. Dos moretones en cada costado del estómago eran señales claras de las inyecciones que le habían colocado. Además me mostró unos envases con un remedio llamado Antabus y otro con pastillas para los nervios.
Me contó que no podía comer ciertas mayonesas, ni vinagre, ni siquiera colocarse colonias, ya que todo lo que contenga alcohol puede ocasionarle casi un ataque de epilepsia.
Me despedí dándole unos consejos de amigo, mientras pensaba en lo serio de la enfermedad del alcoholismo y las graves consecuencias que causa en algunos seres humanos.
Ojalá te mejores amigo querido.
Ojalá.


ajenjoverde@hotmail.com

2 comentarios:

Anónimo dijo...

tendrás que ayudarlo, no es un camino de facil retorno.... tendrás.

Anónimo dijo...

Yo me he bajado sin problemas dos araucanos al día... ¿4 por un par de días más unos packs? ¿pasaje directo al psiquiátrico?

A mí me hace que la cosa venía de antes... lo mejor hubiese sido no llegar donde la polola, que en sus "buenas intenciones" uno hasta a la hoguera puede llegar.

Saludos desde Osorno,