5.03.2011

El pintor Mena

Por Ajenjo

Me encuentro con el pintor Mena cerca de la puerta de mi casa. Viene a buscar a su hijo para salir de paseo. Está leyendo La Estrella, donde aparece una entrevista y una gran foto de su última gran obra: el mural en el edificio de la Contraloría.
A Mena lo conozco superficialmente desde hace muchos años y siempre me ha proyectado una visión de un tipo muy repiola, pacífico, pensante y agradable. Tiene un tono lento de conversación, como si cada palabra fuera pensada dos o tres veces antes de salir de su boca. Bromeó con que mi perro se había comido mis libros y mis discos compactos y me sacó una sonrisa mientras bajaba al plan de la ciudad.
Yo ya había visitado la tremenda exposición que montó en el subterráneo del Consejo de la Cultura, junto al maestro Loro Coirón y un escultor. Entré con mi hijo y quedé "peinado para atrás".
A Loro Coirón le he visto muchos de sus trabajos, pero el cuadro de Carmencita Corena me voló los sesos. La desaparecida artista salé cantando con su rostro en gloria y majestad, mientras la bohemia se dispersa por los restos de la obra. ¡Que bonito homenaje Loro Coirón, muchas gracias!
Después llegué donde no sólo están los cuadros de Mena, sino que su vida escrita en las paredes por su mismo pincel. Ahí cuenta de sus primeras pinturas desaparecidas, de que después de una fiesta gitana creo una obra con los dedos y no paro más. También relata de sus profundos enamoramientos, de su hijo, de los viajes a México, y muchas cosas más.
Me quedé pegado en una pintura que muestra al desaparecido bar "Los Cotetos". Ese lugar era más tóxico que la planta nuclear de Fukushima. En sus alrededores se movía cualquier droga y adentro era un verdadero zoológico humano. Vi muchas cosas en ese lugar en mi época juvenil, que por respeto verguenza es mejor que se pierda en los intrincados laberintos de la memoria negra. El cuadro, a pesar de reflejar oscuridad, muestra el lado humano de "Los Cotetos", algo que sólo los artistas puedan descifrar de estos lugares que ya no existen.
Felicité a Mena varias veces por su trabajo y me fui pensando, con sana envidia, en el poder de decir tantas cosas con la pintura. Personalmente trato de dibujar una casa y me sale un perro y me hubiera gustado mucho tener ese power metal en mis manos y mi cerebro.
Eres grande Mena, como tu último cuadro, como la esperanza que todavía anda desparecida en esta triste ciudad llamada Valparaíso.

ajenjoverde@hotmail.com

1 comentario:

felipon dijo...

Excelente vision de Eduardo Mena, el justiciero de fantasia, q tanto nos asombro con sus pinturas del pueblo, amigo qepd