5.03.2011

Echando de menos al diputado René Alinco

Por Ajenjo


Estoy junto a mis brothers en mi segunda casa: El Moneda de Oro. Mientras mis amigos hablan y discuten sobre la realidad nacional, miro alrededor del bar y veo a los caballeros que juegan dominó. También escucho al cantante que entona una canción de Calamaro, mientras el garzón Ernesto sirve un tremendo congrio con papas fritas.

Sigo observando y hay algo que echo de menos. Pienso que a lo mejor sacaron las banderas gigantes o Don René, el dueño del local, realizó algún cambio estético o de diseño, pero nada. La parte física, arquitectónica y decorativa está igual. ¿Qué pasa entonces?
Veo a mis tres amigos, los mismos de siempre. Está el vendedor de gas licuado y el supuesto siquiatra de los bomberos en la barra. Están casi todos los parroquianos... y ahí se me cae recién la teja: falta el diputado René Alinco.
Durante años este popular parlamentario visitaba el local y nos alegraba la vida a todos.
Primero hay que decir que jamás lo vimos pasado de copas o en algún estado cuático. Siempre se sentaba con nosotros y nos hacía reír con sus bromas. Pelábamos de lo lindo y el tiempo corría feliz en la noche porteña.
Recuerdo que los primeros años venía acompañado del díscolo diputado Esteban Valenzuela, que actualmente vive con una tribu de indios en un país centroamericano.
Valenzuela era más serio, mientras que Alinco siempre se nos acercó a conversar y juntos fueron testigos de ese glorioso 3 de junio cuando el Everton derrotó a Colo Colo en Sausalito y salió campeón el 2008.
Estaba con mis brothers viendo la tele del Moneda de Oro y de pura alegría dimos vuelta la mesa con todos los rones encima. ¡Qué locura!
La última vez que lo vimos fue en la despedida de Bielsa. Conversamos mucho y nos sacó grandes carcajadas y después sucedió el incidente, el que ya todos olvidamos.
Que no se tome esta columna como una incitación a que el parlamentario beba, sino por el contrario, como un llamado para que vuelva a conversar sobre lo humano y lo divino con todos los amigos que dejó en ese lugar.
Cuando el parlamentario Alinco entraba al restaurante, siempre el lugar se conmovía. A veces venía acompañado por el sindicato de trabajadores del Congreso, que él mismo creó, o con amigos de la pega.
Aunque ni el mismo diputado nos crea, lo echamos de menos y esperamos que alguna vez vuelva, donde será recibido con un gran apretón de manos y un fuerte abrazo.

ajenjoverde@hotmail.com

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