8.18.2011

Mi nostálgica relación con el pisco. (Los copetes de mi vida 1° parte)



Por Ajenjo


Cuando siento el dulzón olor del pisco con Coca Cola y hielo se me viene a la mente un montón de recuerdos de mi ya desaparecida juventud física, donde éramos capaces de bajarnos un Capel de 35 grados a medias con un amigo y salir a la calle pensando que estábamos súper bien (y dejábamos las medias embarradas).

Mi socio, que actualmente es un arquitecto que trabaja en la muni de Viña, vivía en la calle Quillota y tenía (todavía la tiene) una mamá súper buena onda. Ella nos advirtió que si seguíamos tomando en las escaleras de Valparaíso o en las plazas terminaríamos detenidos o asaltados por delincuentes. “Beban en la casa, si ustedes son todos estudiantes universitarios e inteligentes”, nos dijo la tía. Fue así como todos los viernes llegábamos con la roja botella de Capel o la negra botella de Control a la casa de mi brother, donde charlábamos y hacíamos la previa, antes de tomar la micro a Valparaíso y llegar al Proa al Cañaveral, lugar donde bailábamos y seguíamos bebiendo.
Recuerdo una botillería, en los alrededores de 15 Norte, en Viña, donde nos vendían los combinados preparados. Era una señora que mezclaba las botellas altiro, por un poco más de plata, y uno salía con su cantimplora lista para la foto. Muchas veces las tomábamos en la misma micro, con el vasito plástico.
Era el final de la negra década del 80 y el comienzo de los agitados 90. En los supermercados sólo se vendía pisco (a un precio alcanzable para universitarios) y era controlado por dos empresas. Pronto empezaron a subir de graduación alcohólica y terminamos tomando uno de 45 grados, que era súper doradito y que te dejaba terrible de loquito.
Desde que era niño le preparé los tragos a mi padre. El tomaba whisky, que duraba los diez primeros días del mes, y después pura piscolita. Yo se las preparaba y mientras subía la escalera a su pieza me pegaba la probada. “Está muy débil”, decía dentro de mi cerebro y bajaba a tirarle más agua de fuego.
Ahora ya no tomo pisco. Creo que si uno bebe mucho de un trago específico termina por llenar la cuota y después ya no lo puede ver más. Hace un par de año no soportaba ni el olor, pero ahora, como que me viene la nostalgia y las ganas de mandarme mi piscolita.

ajenjoverde@hotmail.com

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