8.11.2005

El show debe continuar


(Para Kayla, hija de Juanita y nieta de Gabriel Parra)

Junto a mi brother reportero gráfico, estábamos destapando una botella de colemono en el "Moneda de Oro" cuando el celular me avisó que mi amiga santiaguina venía bajando por Santos Ossa y estaba a punto de llegar al terminal de buses, para pasar otro fin de semana violentamente porteño.

"Vamos a tener que bajarnos este licor rápido", le dije al sediento fotógrafo. "Qué le hace el agua al pescado", me respondió, y en diez minutos teníamos la botella seca y nuestras neuronas en la puerta de entrada de la anestesia alcohólica.

Recogí a la muchacha en el rodoviario y tomamos la "O" para llegar a mi casa en el cerro Alegre. La santiaguina se mareó un poco, sin embargo se calmó después que terminamos sentados en una mesa del "Caruso", con dos pisco sours, un ceviche mixto y una botella Sauvignon Blanc J. Bouchon Chicureo 2004, mi vino albo preferido.

En la mesa de al lado estaba Juanita Parra, baterista de Los Jaivas, junto a su esposo y un hermoso coche donde dormía plácidamente un bebé. No soporté la tentación y fui a mirar a la recién nacida. El marido me cuenta que la niña se llama Kayla y significa en hebreo "coronada por olivos". En sus pupilas veo los diablillos de la Tirana bailando suavemente. Es la nieta de Gabriel Parra y la leyenda continúa viva en el espacio sideral.

Emocionados salimos del "Caruso" y nos estacionamos en el "Cinzano". En la barra del local, un anciano sufrió un violento ataque. Totalmente pálido, el hombre permanecía tirado en el suelo, mientras yo le gritaba a Carmen Corena: "El show debe continuar, queremos el Chipi-Chipi". Un mozo pasó suavemente por mi lado pidiéndome tranquilidad. Al final nos retiramos, mientras una ambulancia se llevaba al pobre viejito.

Al otro día pudimos salir del sopor sabatino a las siete de la tarde. Mi amiga quería tomarse unos vasos de ron en un mirador y una banca del Gervasoni nos acogió amigablemente. Después nos encaminamos hacia el bar "Renato", donde la mesera "giganta" nos atendió con más cuba libre.

Una periodista me había invitado a su cumpleaños en el "Rincón de las Guitarras". Ese reducto era totalmente desconocido en mi agenda carretera y partimos con curiosidad y una petaquita de ron en nuestros bolsillos. En el recinto, ubicado en la calle Freire, cantan cuecas choras y se come uno de los pescados fritos más sabrosos de la zona. El cantante popular Jorge Farías se subió al escenario y se mandó dos tremendos boleros. Me acerqué a saludarlo y me dijo que estaba listo para cantar en la Cumbre Guachaca que este fin de semana se inaugura en la Estación Mapocho.

Después de ese bálsamo artístico y gastronómico nos fuimos al sector Puerto, donde observamos a varios jóvenes disfrazados de "vampiros dark", entrando a un subterráneo. Mi amiga me empujó hacia el local, que se trataba de "La Secta", donde un ejército negro se movía al ritmo de Placebo.

El recinto era de lujo y fuimos atendidos con cariño y amabilidad. Un simpático empleado, de nombre Ariel, nos llevó hasta un guardarropía donde dejamos nuestras chaquetas. Terminé bailando sin polera en una sección llamada "dark room", donde el tecno violento resonaba explosivamente.

Llegamos casi de amanecida a rematar nuevamente al Cinzano. Los mozos sólo atendían a Eduardo Parra, poeta e integrante de Los Jaivas, y me aseguraban que "el viejito del ataque se salvó y hoy apareció de nuevo".

Estaba más que claro: el show debe continuar.

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