8.08.2005

Carreteando con la yegua


"Yo una vez tuve sexo con un cuchepo, que es una persona que no tiene ni brazos ni piernas", dice relajadamente Francisco Casas, sentado en la alfombra de mi casa, con una copa de champaña en su mano. ¿Será verdad?

Pancho Casas, artista visual y escritor, logró una polémica fama en los años '80 y '90, al protagonizar radicales performances con su socio Pedro Lemebel, con quien fundó el colectivo "Las Yeguas del Apocalipsis". Ahora había presentado su documental "La memoria herida", dirigido a medias con Yura Labarca, en el Festival de Cine de Valparaíso, y mi hogar en el cerro Alegre se había transformado en la sede de la celebración.

Llegué temprano a la exhibición de la película. Junto a un amigo aprovechamos de tomarnos una petaca de ron mientras en la pantalla desfilaban los horrores cometidos contra un ejecutado político en los '70. El documental terminaba con un conjunto de música clásica tocando el "Venceremos" en pleno desierto.

Al terminar, Pancho Casas saludaba al público. Le entregué los ejemplares de sus libros "Sodoma Mía" y "Yo, yegua", para que me los autografiara. El artista estaba muy contento escribiendo las dedicatorias y me preguntó por algún lugar para carretear. "Vamos para mi casa y nos tomamos unos vinitos", le dije.

Así fue como nos encontramos arriba de una micro con una corte de ocho personas, incluída la yegua y Yura Labarca, rumbo a la botillería de la plazuela San Luis. Compramos ron, whisky y champaña, y muy bien aperados nos instalamos en la cocina de mi casa a conversar sobre literatura, cine y pelambres en general.

Entre los invitados se encontraba un ex integrante del FPMR que estuvo más de tres años preso. También destacaba una bella alumna de un doctorado de literatura en Harvard, que era encargada de organizar un festival de cine latino en Boston.

Obviamente, Pancho Casas se refirió a su herida relación con Pedro Lemebel, "con quien hemos explotado el sello editorial Planeta". Yo recordaba el bello performance sobre el cuadro de Frida Khalo o su atrevida entrada al estreno de "Palomita Blanca" en el Teatro Municipal de Viña, vestido de mujer, con tacos altos y traje apretado.

Ahora se notaba un poco más relajado y tranquilo, sin embargo sus agudos e inteligentes comentarios sobre el estado actual del arte y la política chilena nos hacían reír y pensar en la alcohólica mesa.

La noche fue avanzado y las conversaciones se fueron mutando hacia lugares más ilógicos e incoherentes. Decidí exhibirles unas diapositivas de hombres con deformaciones humanas para impresionarlos y entretenerlos por un rato. A las dos y media de la mañana, la corte de la yegua se retiraba de mi casa. Yo y mi mujer respirabamos felices por haber compartido con uno de los performanceros más extremos de Chile y que con su trabajo audiovisual mantiene abierta y sangrante la triste memoria herida de nuestro país.



ajenjoverde@hotmail.com

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