8.08.2005

Reconciliación en Irlanda


En pleno proceso de reconciliación con mi mujer decido limar todas nuestras asperezas y fundirnos en un gran abrazo de amor, sin antes tomarnos unos buenos tragos. Planifico una salida por Valparaíso para conversar sobre espinudos temas del corazón.

La primera parada es el Vinilo, en el cerro Alegre. Pido dos pisco sours e invito a las amables y bellas chicas que atienden que instalen un disco de Charly Garcia en el tornamesa. El pisco sour, de una escala de uno al diez, estaba en cinco y preferimos salir a probar otros líquidos.

Entramos a la penumbra del Hotel Brighton, en el cerro Concepción. Pido dos piscos sours peruanos, que cuestan tres mil 200 pesos cada uno y saco una lata de bebida energizante para calmar los bostezos de mi bella compañera. Un cantante sale a interpretar famosos tangos, mientras nosotros hablamos sobre los conflictos que aparecen luego de diez años de matrimonio. Al parecer nos concentramos mucho en la charla, ya que el cantante me grita "Cambalache" en mi oreja. Es la hora de retirarse.

Bajando por el pasaje Wagner recuerdo una invitación a un recién inaugurado bar llamado "El Irlandés" y decido ir a probar dorados manjares provenientes de la tierra de los duendes y del IRA.

Un guardia gigante, parecido al de la rusa Lola Melnick, custodia la puerta del local, que está ubicado al lado del Blockbuster. Antes funcionó el bar "Emile Dubois" y su anterior dueño estaba instalado en las mesas recitándole poemas a bellas jovencitas.

De irlándés el bar tiene un notorio color verde en su decoración, además de una nutrida barra provista de los más variados whiskey y cervezas.

Nos sentamos en una mesa muy cercana a la puerta de entrada. A una barwoman le pedí dos pintas de amaretto Disaronno con whiskey marca Teacher. Los dos tragos estaban exquisitos y sólo habían costado tres mil pesos.

A esa altura de la noche la conversación con mi pareja ya había entrado a terrenos muy profundos. El trago color almendra bañaba nuestras neuronas cariñosamente y provocaba la presencia de más de alguna lágrima.

Mientras ella visitaba el baño tomé la carta de tragos del bar "El Irlandés", donde me enteré que en 1830, el inmigrante Andrew Blest instala en Valparaíso la primera planta cervecera de Chile. La carta, que a esa altura se había transformado en un documento con muchas estadísticas, agregaba que en Alemania se consumen 137 litros per cápita de cerveza y en Chile sólo 28. Pienso en el vino, y estoy seguro que bebiendo tinto y blanco nadie nos ganará nunca.

Bastante dañados salimos de "El Irlandés". La lluvia mojaba nuestras cabezas. Corremos hacia la parada del taxi. En el auto sólo la miro y pienso en un cielo lleno de whiskey y amaretto. Ella me mira y su sonrisa se escapa del taxi y se pierde en un futuro atractivo y misterioso.



ajenjoverde@hotmail.com

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