8.11.2005

Aplauso cerrado


Con todo el amor para Andrés Pérez

"La Negra Ester ha muerto, hagamos por favor un minuto de silencio",
declama uno de los actores. Un reflejo no controlado de mi pie
desplaza al suelo la botella de vodka de medio litro que mantengo
escondida al lado de mi asiento. El público se ríe algo nervioso,
mientras yo pongo la mejor cara de que no tengo idea de lo que
está pasando.

La escena anterior es una pincelada de lo que me ocurrió el fin
de semana pasado en Santiago, donde partí junto a mi nueva novia
Jacobé al Teatro Oriente, para ver una reposición de La Negra
Ester, obra que catapultó a la genialidad al querido y ya desaparecido
Andrés Pérez, cuyo cuerpo descansa en un cementerio de Villa
Alemana.

La Chispi, productora del evento junto a su esposo, me invitó
al espectáculo, sin embargo, estaba repleto y nos tocó atrás
del baterista. Nos sugirieron que, cuando la función empezara,
nos ubicáramos en una mejor posición. Sonó la alarma y nos sentamos
al medio, pero la "ley de Murphy" volvió a atacarnos y tuvimos
que salir disparados ya que los verdaderos dueños de los asientos
llegaron con algo de atraso. Al final nos posicionamos bien y
la canción nacional chilena dio comienzo al divino espectáculo.

La primera vez que observé esta obra fue en una carpa en el estero
de Viña del Mar, hace muchos años Mi padre me regaló la entrada
y partí solo como un dedo. Me senté en las graderías y encendí
un cigarro a la espera que comenzara el show. Un actor salió
al escenario y avisó por un micrófono: " A la persona que está
fumando le advertimos que esta es una carpa inflamable y que
podemos morir todos quemados. Gracias". Lo apagué en medio de
ojos acusadores y me entregué finalmente a un espectáculo que
me hizo reír y llorar como nunca antes.

Desde ese momento firmé mi fanatismo por Andrés Pérez. Viajé
hasta Santiago para ver el Popol Vuh, con una polola que jamás
en su vida había visto hombres actuando en un escenario. El mismo
Andrés Pérez vendía las entradas en la carpa ubicada detrás del
Museo de Arte Contemporáneo, en el Parque Forestal, y le pedí
un autógrafo. Me escribió: "Para que la magia del teatro nos
una eternamente". Después vino su fracasado proyecto del Centro
Cultural Matucana 100, apagado por voces oficialistas y envidiosas
que vieron en él un peligro para sus intereses económicos. Y
finalmente su muerte, rodeada de polémica, escándalo y mucho
amor, como la mayoría de las personas que surfean con la genialidad.

Actualmente, La Negra Ester se exhibe en el Teatro Oriente y
termina con una gigantografía del desaparecido director-actor,
rodeada de velas y de los aplausos de todo el público. Los ojos
se nublan y Andrés Pérez resucita cada noche de bohemia y show.

Después del shock emocional me fui al Santo Remedio, en Providencia,
donde dos Rusos Negros me mandaron bastante intoxicado al sobre.
Al otro día desperté terriblemente dañado. Las bebidas energizantes,
sumado al licor de café, habían logrado abrir mi estómago. La
cabeza me daba vueltas, hasta que Jacobé llegó para recordarme
que teníamos reservas en el Nolita, uno de los restaurantes más
elegantes y exclusivos de Santiago.

La miré con mi mejor cara y le dije: "Yo hago lo que tú quieras".
Al final del extraño almuerzo y mientras el mozo limpiaba la
mesa con un cepillo pensé en Andrés Pérez y en toda su familia
teatral.

Un aplauso cerrado y de pie.

ajenjoverde@hotmail.com

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