8.11.2005

Mujeres Rapa


Para María José Bowen Silva

"No sabe aquél lo que gana un hombre cuando pierde una mujer"
Andrés Andwanter, "Especies intencionales"

Una de las mujeres más poderosas de la Isla de Pascua es Berta.
Es una fémina maravillosa que tiene un restaurante llamado "La
reina de las empanadas". Ella es rapa (nacida y criada en la
isla). Vivió en la década del '50 en el cerro Alegre, en el pasaje
Gálvez. Es una mujer "power metal", que nos metió en un Vitara
y nos hizo recorrer las cuevas más profundas de Rapa Nui. Ella
bautizó a mi amigo como el "tahote mata tahero" y fue una compañera
fiel en una poderosa aventura. En su local tiene la pintura de
una mujer rapa joven, desnuda, exquisita. Era una de sus hijas.

En su restaurante trabajaba Nati. La más bella de la isla. Es
una morenaza de temer y los hombres continentales caían arrodillados
a sus pies. La pude observar cortar un gigantesco pescado con
un afilado cuchillo y la sangre corría por su cuerpo. Ella tenía
un buzo enamorado que la cortejaba débilmente, mientras "tahote"
le hablaba de viajes fantásticos y promesas de reencontrarse
en la tierra.

Titi es una de las maravillosas hijas de Berta. Tiene 19 años
y un hijo llamado Maratiri. Nos sirvió erizos crudos y me decía
"si sacas una roca de esta isla, te condenarás por siempre, tú
y toda tu familia". Tenía que devolver las piedras volcánicas,
mientras le explicaba que yo profesaba un ateísmo materialista
extremo. Ella es mágica, profunda, misteriosa y letal. Tuve ocasión
de bailar con ella en la disco "Piriti", donde su vista jamás
se posó en mis ojos y sus pupilas danzaban al ritmo del zuko,
música oficial de la isla marciana.

Otra de las hijas de Berta es Tita. Vive con un surfista francés
y su casa es un museo viviente. Llegamos muy ebrios a su hogar
y nos sacamos los zapatos en la entrada de la casa, en la más
oriental. Sus hijos jugaban Play Station, mientras ella se reía
de las raras anécdotas recogidas durante el día.

La última hija de Berta que conocí, fue la Sofía. Su esposo es
un verdadero sumo que relató cómo se había tomado tres pitcher
en una visita a Santiago. Eran jarras de cerveza para seis personas,
pero en su mano eran un dedal de agua. Ella me habló sobre el
Kava Kava y me abrió los ojos al misterioso mundo que una vez
existió en el ombligo del planeta azul.

Una buzo de Galápagos trató de conquistarme. Era rubia, pequeña,
con un cuerpo muy potable. Arrendó un auto y me llevó por la
carretera hacia la playa de Anakena. Todavía no entiendo qué
me pasó. No la pude besar. Me gustaban las isleñas, no las rubias
franco ecuatorianas.

También estaba Eliana, la madre de Mario, nuestro anfitrión.
Tenía un restaurante camino a la playa y durante un almuerzo
me mandé el plato de lentejas más poderoso del mundo. Quedé peinado
para atrás, tocando batería, con el ombligo parado y muy agradecido.
Entre la bruma de la memoria, aparece la vendedora de completos
del carrito azul y la Mary, esposa de uno de los taxistas más
elevados del lugar. También recuerdo a la esposa del Ipe, un
viñamarino loco que había estudiado en el Mackay y que se enamoró
hasta los huesos de ese mágico terruño marino.

Y así fueron desfilando en las noches polinésicas las mujeres
Rapa. Lindas, hermosas, llenas de un perfume inigualable y de
una capacidad de seducir hasta el hielo. Las quiero y les tengo
miedo. Pueden embrujar y llevarte a lugares insospechados.

Se dice, entre los hombres de la isla, que las mujeres Rapa manejan
un gran secreto sexual. Yo no lo descubrí, pero ganas no me faltaron.
Estoy juntando platita para volver. Espérenme.

ajenjoverde@hotmail.com

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