8.11.2005

Alucinando con Luciana


“Te regalo mi locura y las pocas neuronas que me quedan ya”, retumba Shakira en los fonos de mi discman. ¿Qué hago escuchando el disco de grandes éxitos de esa cantante colombiana, mientras camino por mi Valparaíso querido?

La culpa la tiene la famosa modelo Luciana Salazar, a quien entrevisté en el Festival de la Canción de Viña del Mar. Bastaron unas miradas y nos hicimos grandes amigos. Después de grabar un programa de televisión en Santiago, la rubia me llamó al celular para avisarme que quería pasar unos días en Valparaíso “y como me contaste que tú casa es grande, igual que tu corazón, pensé en que me podías alojar, che”.

Al principio dudé, pero después le dije que la esperaba el viernes, a las 22 horas, en una mesa en el “Cinzano”, “para que conozcas a la mejor cantante de Valparaíso y bebamos vino al ritmo del tango y los boleros”.

Fue así como me encontré con un pisco sour en la mano, esperando nervioso la llegada de Luciana. Apareció radiante, con diez minutos de atraso, y le pedí otro sour. Lo bebimos lentamente mientras le ordenaba al mozo dos paltas cardenales, “para que comamos liviano”. Siguió un vino Santa Emiliana y un remate con ron.

Una de las chicas superpoderosas entró al “Cinzano”, quedando congelada al verme con tamaña compañía. Se sentó durante algunos minutos y comprobé que la rubia era amigable y amable.

La noté algo cansada y me dijo que quería irse a dormir temprano para aprovechar todo el sábado conociendo la ciudad. En su auto subimos a mi casa, donde nos esperaban dos Budweiser de litro en el refrigerador, que es la única marca de cerveza que bebe la hermosa modelo.

Charlamos sobre nuestras vidas sentados en la alfombra. Después ella se levantó, sacó de su cartera el disco de Shakira y marcó una canción árabe. Se puso a bailar sensualmente por algunos minutos, hasta que cayó rendida.

Al otro día le llevé desayuno a la cama y me dijo que le comprara otra Budweiser, “para empezar el día a tono, che”. Bajamos caminando por Almirante Montt y la llevé al “Vinilo” y después al “Café del Poeta”, donde seguimos bebiendo cerveza al aire libre.

Unos amigos se acoplaron y nos acompañaron al “Moneda de Oro” y después al “Liberty”, en la plaza Echaurren, terminando con enormes vasos de araucano con hielo. “Este lugar me encantó, tiene mucho poder y esos sombreros de marino son muy chic y la gente que atiende es muy amable”, me decía Luciana, ya un poco mareada.

Rematamos esa noche en el cumpleaños de la líder del grupo Maiziping, sin embargo Luciana no compartió mucho y se dedicó, junto a mí, a tomar cerveza en la cocina de la casa.

El domingo dormimos hasta tarde. Le volví a traer desayuno y conversamos durante largas horas, hasta quedar agotados. Un fuerte temblor nos sacó de nuestra hipnosis. La despedí desde el portal de mi casa, mientras instalaba a todo volumen el disco de Shakira, que dejó olvidado en la biblioteca.

Y desperté de ese extraño sueño. Un alucinante sueño con Luciana.



ajenjoverde@hotmail.com

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