Los textos de "El fondo tiene un vaso" han sido y se siguen publicando en el diario "La Estrella de Valparaíso" (www.estrellavalpo.cl) todos los viernes y consisten en una crónica urbana, personal y literaria de la actual bohemia de este puerto chileno. En el periódico se editan bajo el título de "Crónicas de Medianoche". Se publican hace nueve años.
8.09.2005
Escarbando el pasado en Las Dunas
Estoy en un supermarket de la Avenida Libertad, en Viña del Mar, comprando varias latas de una bebida energizante holandesa que tienen un diablo rojo tatuado en su envase. Voy con rumbo a un cumpleaños en un flamante edificio construido en las dunas, justo arriba de la playa Cochoa.
El festejado es un joven médico oftalmólogo y el evento se desarrolla en un salón especial del edificio, ubicado en la parte más baja, donde está instalada una parrilla a gas y varias mesas para los invitados.
Al llegar tuve que participar del ritual del saludo con varios brothers que durante años no abrazaba. Entre las caras nuevas y viejas, apareció el rostro de mi primera polola: una hermosa crespa playanchina que me tuvo en las cuerdas durante varios meses.
Mi mujer ya estaba advertida de la situación y realmente no le preocupaba mucho la presencia de la crespa. Ya van 10 años de convivencia y mucha agua ha pasado bajo el puente como para ponerse nerviosa por una antigua novia, pensaba yo.
Después de comerme unas hamburguesas y de seguir saludando gente, fui rumbo al bar. Ahí me sentí como un pirata abriendo el cofre de sus sueños. Varias botellas de ron Bacardi, vodka Absolut y Stolichnaya y whisky Jack Daniels me seducían con sus golletes dorados. ¡Qué felicidad más grande!
Me dejé tentar por una lata de energizante más una fuerte dosis de Absolut. Con mi trago en la mano, miraba al sediento público que celebraba los treinta y tantos del exitoso oculista.
¡Cómo nos cambia la vida! Muchos de los invitados, especialmente un arquitecto italiano, ahora más gordo y pelado, fueron compañeros de extremas juergas a finales de la década de los '80. Recuerdo que comprábamos botellas de tinto y blanco de marca Cánepa, que jamás tuvieron cepa o año de producción. Las bebíamos en las escaleras de Valparaíso como si fueran ambrosía y jamás preguntamos si eran Merlot, Carmeniere o Syrah.
Mi antigua novia me hablaba sobre su hijo y recordaba los escándalos que habíamos protagonizado en varias fiestas, donde ella terminaba tirándome la chasca por violentos arrebatos de celos, en medio de las risas de mis amigos, que ahora bebían sus sabrosos tragos.
Camino por el salón de eventos y llego hasta una enorme piscina temperada. Está sin agua y se pueden observar las diversas salidas de chorros masajeadores que convierten la pileta en un gigantesco jacuzzi. Me imagino tomando un Jack Daniels en traje de baño, a la dos de la madrugada, mirando la arena y el mar negro.
Miro a la gente, a mi ex novia, a mis brothers, a seres humanos y todo se dispersa en una neblina dorada. Mi amigo Jack estaba haciendo su efecto y sólo me quedaba abrazar a mi mujer y seguir entregado a esta escalerita mecánica llena de alcohol y amistad.
ajenjoverde@hotmail.com
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