12.30.2010

El retorno a Pedro Aznar y al mítico Bar La Playa

Por Ajenjo


Mi bella esposa me dice que estoy bebiendo mucho en las actividades sociales y que siempre terminó “transmitiendo” y que sería bueno que me calme un poco. Como un buen esposo. le hice caso y decidí asistir al recital gratuito de Pedro Aznar, por el Forum de las Culturas, en la Plaza Sotomayor, muy compuesto y ordenado.
Incluso me corté el pelo y mis patillas setenteras fueron derribadas por mi peluquero Pablo, en un cambio de look veraniego. Llegamos muy temprano al recital y nos sentamos en las blancas sillas, mientras una folclorista entonaba un trote nortino en el escenario.Después de una hora de actuación la mujer seguía cantando a la geografía chilena. Iba como por Puerto Montt cuando escuché la frase: “Podríamos ir a tomar unas cervecitas a la espera de Pedro Aznar”. “¿Pero cómo es la cuestión?”, le dije, mientras desocupábamos
nuestras sillas y caminábamos hacia el mítico Bar La Playa.
Hacía años que no entraba a este reducto noventero, que fue la sede principal del retorno del carrete a Valparaíso, luego de años de toque de queda y represión fiestera. Recuerdo haber entrado a una gigantesca masa humana que bailaba sin parar en todas las esquinas del adornado bar. Ahí aprendí a comer chorrillana, a beber vino tinto barato y conversar hasta que los pajaritos advirtieran la presencia de los rayos solares.
En el Bar La Playa (llamado por todos El Playa), también recité varias veces, en unos llamados miércoles de poesía, y conocí mucha gente interesante y divertida.
Pedimos unas cervezas y volvimos al recital. Pedro Aznar ya cantaba sus poéticas tonadas. Se mandó “Media Verónica”, de Andrés Calamaro, y me embargó la emoción, provocando que la sed sacara terreno en mi cerebro.
Antes que terminara de cantar nos fuimos al “Moneda de Oro” (ahora más famoso que nunca por el caso Alinco) y me tomé unos rones con cocacola, mientras hablaba y hablaba del mundo y sus consecuencias.
Bastante dañado tomé el taxi a mi casa, mientras mi esposa recriminaba nuevamente mi estado.
“Llevarme a un bar es lo mismo que traer un niño a una dulcería”, alcancé a decirle antes de que se me cerraran los ojos.

ajenjoverde@hotmail.com

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