6.15.2012

Espíritu Santo: Mucha gastronomía y pocas nueces



Por Ajenjo

Cuando uno tiene un hijo recién nacido necesita urgente buscar ciertos espacios para reencontrarse con su pareja y tener momentos de intimidad, donde la conversa y los recuerdos se hacen ultra necesarios para seguir caminando.
Con mi bella esposa decidimos salir a conocer el ultra taquilla restaurante Espíritu Santo, que está en boca de todos debido al premio que le otorgó el Círculo de Cronistas Gastronómicos de Chile, quienes lo calificaron como el mejor lugar de regiones para comer.
Investigando por ahí y por allá me di cuenta que el premiado chef era el mismo que hace años montó el Apolo 77, donde con mi brother médico nos comimos unos ostiones a la parrilla que jamás pudimos olvidar por lo sabroso de su preparación.
Ahora está trabajando en la taquilla hostería Espíritu Santo, en el cerro Bellavista, y reservé una mesa para la noche del Viernes Santo. Me encontré con un lugar muy hermoso, blanco, con un mobiliario moderno, donde destacaba una escultura de corchos y alambres que me encantaría para mi casa.
De entrada me comí unas mollejas de ternera. Estaban espectaculares, se partían con el tenedor y se dispersaban en la boca en una gran fiesta. Para beber pedí un vino blanco sour. Ese trago tenía el nombre de una persona, al parecer el dueño de la viña desde donde provenía el mosto. De segundo me mandé un pescado de roca y mi señora unos cortes de pato.
Hay que ser claros: esos platos han sido uno de los más ricos que he probado en Valparaíso. Todo con personalidad, únicos,  peculiares. Lo mejor, de lo mejor.
El restaurante es de alta gastronomía y no hay duda de eso. El problema son las “nueces”. Primero le pregunté a uno de los garzones sobre los pescados, ya que sólo decía “de roca”. El muchacho me respondió : ”no se, eso lo sabe el chef”. Y no atino nunca a darme la respuesta. Después mi señora quería el pato más cocinado. Le habían advertido que el plato era “a punto” y el mozo llegó con la carne de vuelta y dijo: “dice el chef que no se cocinará más ya que queda muy dura la carne”. Está bien su argumento, pero al final de todo, la responsabilidad de lo que uno come es personal. Aunque el restaurante sea de 20 estrellas, el cliente tiene la razón y si se quiere comer una suela, cosa de él. Por algo está pagando, y no poco.
La guinda de la torta llegó al final. La cuenta traía 11 mil pesos de más, con tres platos que jamás habíamos consumido. Mi mujer se dio cuenta y ellos repararon en su error.  Mientras me tomaba un araucano que me trajeron de bajativo, pensaba en que si la cocina es tan perfecta, como no se avispan más a la hora de entregar las cuentas.
El restaurante es caro (pero no tanto) y sus platos valen lo que cuestan. Pero con los servicios que giran en torno a tan alta gastronomía hay que tener mucho más cuidado.


ajenjoverde@hotmail.com

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