11.23.2012

Cosecha láctea




 Por Ajenjo

Cuando vi a un grupo de mujeres amamantando a sus hijos en forma libre y abierta afuera del Congreso Nacional, en Valparaíso, en una actividad llamada “Tetada”, recordé el fin de semana que viví en Santiago, donde después de un año mi mujer, que hace cuatro meses tuvo a nuestra hija Sara, pudo carretear libremente.
Desde hacía varias semanas que la veía congelando mamaderas con leche materna en el refrigerador. Le pregunte: ¿qué onda? Me respondió que la idea era irnos a una noche romántica en el Hotel San Francisco, en Santiago, para revivir esa llama que está algo apagada y además comer rico y tomar  buenos vinos.
Y así fue como partí a Santiago, dejando por primera vez sola a nuestra pequeña hija, que quedó feliz  con su cooler lleno de leche congelada y en los brazos de mi bendita y querida suegra.
Llegamos al hotel y nos fuimos a una piscina temperada.
Después llegamos a la habitación y nos habían dejado una botella de champaña (que ahora se llama espumante) y decidimos mezclarla con Red Bull, para tener fuerzas y bajar al restaurante Bristol, donde habíamos reservado para cenar. “Yo voy a sacarme la leche y botarla, ya que está contaminada”, me sentenció mi señora, mientras yo empinaba el codo.

En el restorán, que es uno de los más pulentos que he ido en mi vida, desde el punto de vista gastronómico, pedimos una entrada de locos en tres versiones, dos platos de pescados y un postre.
El mozo nos rellenaba las copas de vino con un mosto de alta calidad y mi mujer bebía como un camello en el desierto.Tenía que aprovechar.
Cuando el mozo vino a pedir el bajativo, mi esposa apenas modulaba.Yo hice de traductor (ella siempre lo hace) y le expliqué al garzón que no quería nada, cuando verdaderamente estaba diciendo que la decoración del local era como un restorán austriaco de los años 20.
Después volvimos a la habitación, donde en cuestión de segundos mi señora cayó (no en mis brazos), sino en los de Morfeo. Dormía plácidamente y en su cara había una sonrisa de oreja a oreja.

En la mañana nos mandamos el tremendo desayuno, conocimos el centro cultural GAM y el Barrio Lastarria (¡qué bonito!) y rápidamente fuimos a reencontrarnos con nuestra hija, a quien ya casi no le quedaban sus mamaderas congeladas.
Ahora habrá que esperar una nueva cosecha láctea para poder revivir estos momentos que estuvieron muy entretes.

ajenjoverde@hotmail.com

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