4.13.2012

Centro Cultural de la Ex Cárcel de Valparaíso y las incomodidades del nuevo traje urbano



Por Ajenjo

Cuando a uno le regalan un pantalón o una chaqueta nueva y la usa por primera vez se siente algo incómodo. El olor, la dureza de la tela, la forma en que comienza a envolver el cuerpo, es algo que requiere un proceso, que con el tiempo se va transformando y muchas veces termina como una segunda piel.

Tuve la oportunidad de conocer el Centro Cultural Ex Cárcel de Valparaíso y me pareció que es un hermoso traje nuevo para la ciudad, un terno impecable, pero que recién está en esa etapa de inserción, de acomodamiento, de convertirse en parte de ese distorsionado Puerto.
Me había negado a ir. Me invitaban a actividades, pero siempre inventaba una excusa. No me sentía preparado mentalmente para enfrentarme a este traje nuevo, pero finalmente lo hice. Mi relación con este centro cultural es de larga data. En el año 2002 me facilitaron el pabellón completo de celdas para intervenirlo en el lanzamiento de mi segundo libro de poesía. Fue un acto heavymetal, calificado de pornografía política y que fue muy trascendental para mi, ya que culminaba un ciclo con la poesía que nunca más volví a retomar. Invité al poeta Moro a que fuera al acto y me dijo que no podía ingresar a este centro cultural, “ya que ahí se torturó mucha gente y hay algo muy poderoso queme impide traspasar ese umbral”.
Y no fue. No se si ahora conocerá este nuevo lugar.
El asunto es que vi muchas obras de teatro y recitales. Tuve el privilegio de observar una compañía que le ponía a cada espectador una camisa de fuerza y te trasladaban a un manicomio escenario. Vi Alicia Underground, cuando el director Celedón todavía tenía esa pasión y lucidez mental. Los primeros Rockodromos y una larga lista de filetes culturales.
Ahora el edificio es tremendo. Todo blanco y un gran cuadrado de pasto con estúpidos letreros de “no pisar el césped”, onda pasto de adorno. Valparaíso no tiene áreas verdes.
¡Dejen por los menos a los niños correr por ese pastito!
También le falta color. Valparaíso no es blanco, por el contrario, es plomo y colorinche. Le lloran murales a las gigantescas paredes blancas. Murales no onda Brigada Ramona Parra, más modernos. A lo mejor el gran Claudio Francia podría trabajar con su potente pincel.
Me dicen que a cargo de este edificio está el santiaguino Justo Pastor Mellado. No lo cacho mucho, pero se que es un reconocido curador, muy sabio. Aquí en Valparaíso estuvo su hermano, Marcelo Mellado. Recuerdo que unos poetas lo agarraron a chuleta limpia y salió hasta en la tele. Fue un lío grande, pero que ya pasó.
La tarea que tiene Justo es titánica y ojalá se pueda retomar esa actividad cultural que una vez nos amplió la mente en forma gratuita y este nuevo traje logre convertirse en la segunda piel de este raro Valparaíso del nuevo milenio.

ajenjoverde@homail.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

El triste Valparaíso ahora tiene un centro cultural para gente con estudios en Universidades Santiaguinas.
Otra vez, los porteños no entienden nada de su ciudad, que no es una ciudad compleja tal y como la ha definido Ajenjo, sino una ciudad de contradicciones. Una ciudad con una mayor representación de los ricos y para el turismo (cerro Concepción y Alegre) de seguro el escenario ideológico del tal Ajenjo; y una ciudad de los pobres con sus multitud de cerros, tal y como bien la plasmó el gitano Rodriguez.
Esa hueá del Centro Cultural Carcel, con el papito incluido (huevón vende pomás y delincuente cultural) fue un contexto para conchesumadres pendejos y drogadictos, adictos al arte mediocre.
Ahora bien, con centro Cultural de lujo, se acrecientan las contradicciones de una ciudad que nunca fue fundada.
El Filósofo Leiva