4.12.2012

El día que la U salió campeón y descubrí a Capri


Por Ajenjo

Ese 14 de diciembre el día estaba extraño. Valparaíso, y Chile en general, andaba raro, como cuando una olla a presión está a punto de emitir ese pitazo que indica que las alcachofas están listas. Salía almorzar con mi brother oftalmólogo. El quería comer calugas de pescado y tratamos de llamar al Caruso, pero estaba ocupado. “Vamos para el Dominó”, pero le dije que el olor a fritura en la ropa era algo que no quería tener a las dos de la tarde. En mi memoria se pasó un lugar que siempre me dejaba pensando. Su nombre: Capri.
Está ubicado en Cochrane660. Tiene varias pizarras afuera que indican muchos platos. La lista dice: Entrada, chupe de guatita, cazuela de vacuno, merluza frita, ravioles caseros, plateada al jugo, ceviche de reineta, milanesa, escalopa, chacareros al plato, 1/4 de pollo asado al horno, longanizas de Chillán. Después de esa lista remataba, como para quedar más loco, con arroz, puré, tallarín y ensaladas. El final era sólo para valientes: conejo escabechado y chunchules.
El asunto es que por ¡2.800 pesos! uno elige ensalada o sopa y uno de los platos (no los extra). Mi socio pidió milanesa con puré. Yo me pedí una merluza frita con puré. Nos atendía una hermosa garzona. Como era hora de almuerzo nos mandamos dos bebidas. El ambiente era amigable.
Tiene dos salones. El dueño, al parecer, nos dijo que nos quedáramos en el primero, ya que el segundo estaba lleno. Ahí empezamos el mastique y la conversa. Llegaron varios parroquianos. Uno entró preguntando por el conejo. ¿Qué me aconseja para comerlo: tinto o blanco? Le pusieron un petróleo, pero el caballero antes se mandó un pisco sour,que el dueño se lo preparó por mil 500 pesos. Pudimos ver el conejo escabechado, que publicitan con un simpático y colorido cartel donde sale uno de esos animales pidiendo que se lo coman.Todo rico y abundante.
La carne de mi amigo blanda. Mi pescado con una cáscara suave. Mi brother me dice que en Perú todos los restaurantes de menú son así. Uno tiene una lista diversa de platos y siempre cuesta decidir que se puede comer.
Al final pagamos cuatro lucas por persona (incluida la propina) y salimos más que felices. En la tarde la presión de la olla siguió avanzando. El ambiente, antes del partido se hacía cada vez más insoportable. Pensé en mi hermano “el diputado” y mi otro hermano en Brasil, ambos chunchos de corazón. A las ocho de la noche no me quedó otra que salir a tomar un ron. El ambiente se cortaba con un cuchillo.
Pensé: el fútbol chileno no es tan malo como dicen .Y me quedé dormido.

ajenjoverde@hotmail.com

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