9.14.2006

Septiembre extremo


Por Ajenjo

Todavía no se inauguran las ramadas y me encuentro bastante destruido. Siempre culpo a este maldito mes que me agudiza mis nervios y me provoca una ansiedad que sólo puede ser calmada por el trago.
La semana pasada comenzó con mi participación en un campeonato de bowling de los periodistas en el mall Marina Arauco. Para afinar la puntería, junto a mi socio de equipo, entre bola y bola nos mandamos dos petacas de ron panameño marca El Abuelo. Terminamos en el Exodo bebiendo whisky 100 Pipers a mil pesos el vaso.
Al otro día me fui a la cata del restaurante Caruso, donde el vino chileno homenajeaba a la comida peruana. Llegué tarde, cuando repartían brochetas de corazón, y me mandé varias copas de vino y remates de limonchelo que me dejaron el ciberespacio del alcohol.
El viernes me fui a Santiago, donde mi joven novia me llevó a una reunión de sus compañeros de curso. Tenía diez años más que todo el lote que participaba en un karaoke en el living de una casa.
Para mí el karaoke es símbolo de un carrete decadente, donde cuatro japoneses ebrios cantan "Nueva York Nueva York". Después de beber, vino, whisky, ron y pisco (exactamente en ese orden), no había nadie que me quitara el micrófono. Me canté una de Calamaro y otra de Charly y terminé recitando arriba de la mesa de centro mi poema dedicado a las prostitutas de Valparaíso. Lo único desagradable de esa noche fue que un tipo me puso "el Julio César Rodríguez". ¿Parecido físico? ¿Mucho tollo? No se, personalmente encuentro a ese tipo asqueroso, por lo tanto la tallita me cayó como patá en la guata.
Al mediodía del sábado partí a conocer a mi suegro. Es un calmado arquitecto que se rajó con un almuerzo en El Parrón del Parque Arauco. Me engullí tres prietas con ensalada de apio palta y sorbí un vino reservado que pasaba como agüita de la llave. En un momento del almuerzo les relaté la realidad porteña vista desde las levas de perro y les pareció bastante interesante. ¿Habré estado bien?
El domingo desperté en la casa de mi novia y mi suegra ya estaba preparando el almuerzo. Una sopa de tomate, unos tallarines con camarones y dos botellas de vino me dejaron nuevamente colocado. Mi novia apareció con una botella de whisky JB de bajativo, y luego de chuparme un par de vaso me dije: "Esto se acabó, llevo días bajo la suave anestesia del alcohol y debo parar".
Salimos de la casa y nos fuimos directo a la exposición de Nicanor Parra debajo del palacio de La Moneda.
Conozco bastante la obra de este poeta e incluso mi hijo lleva por segundo nombre Nicanor, sin embargo nada nuevo brillaba bajo ese subsuelo capitalino, salvo ver ahorcado a Pinochet y Allende juntos.
En la micro devuelta a mi Valparaíso querido apoyé mi cabeza en el asiento mientras desde los parlantes salía una cueca...
¡A juntar fuerzas para lo que viene!

ajenjoverde@hotmail.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que mala k aun no escribes del real valparaiso bohemio, aquel k en las noches pesa y arde...
Estas callendo en lo rutinario, siempre cinzano, caruzo(q a mi opinion es unos de los locales mas fachos k puede haber;por si no lo conocias antes), moneda de oro y eso, y que pasa con el verdadero valpariso, no te pongas como esos santiaguinos q creen ser artistas hepys y todos de derecha, por favor no caigas en lo mismo.
Fiel lectora tuyo, y porteña.....