
Por Ajenjo
Ya había relatado en esta humilde columna que el 18 de septiembre pasado me fui a meter a la fonda guachaca que el famoso Dióscoro Rojas había instalado en su restaurante en Valparaíso, y no lo encontré. Desde las seis de la tarde hasta las doce de la noche, el conocido Guaripola estaba desaparecido y ni siquiera su compadre Porto sabía de su paradero.
Cansado de su ausencia me retiré y terminé en otros lados, zapateando y tomando. El 21 de septiembre recibí un llamado telefónico de Dióscoro pidiendo las disculpas correspondientes y me invitó a almorzar al restaurante el sábado, "y vaya con su novia y su amigo el oftalmólogo".
Fue así como me encontré sentado con un salpicón de carne como entrada, un bistoco a lo pobre de segundo y un duraznito en cubos con crema de postre. Me empipé varios vasos de cerveza negra y unas suaves piscolitas de bajativo, mientras escuchaba la historia del guachaca.
Todos saben que Dióscoro no toma hace muchos años. El doctor le sentenció lo que un día nos llegará a todos: "Un trago más y pa’l camposanto, hermano". Ha cumplido con estricta disciplina; sin embargo, este 17 de septiembre algo pasó.
"De repente vi un vaso de pipeño en la mesa y me lo mandé para adentro no más. Fue simple la cosa. Empecé a tomar de a poco y de repente me percaté que estaba medio curado", relata el guaripola.
"Los mozos del restaurante se dieron cuenta y cuando pedía otro vaso de pipeño me servían un poco solamente. Yo me enojaba, pero me daba cuenta que no querían que se me pasara la mano. Después me tiré unos wiskachos, pero aquí la situación se pone algo oscura y me acuerdo de las cuecas, la gente saludándome, el local lleno y de repente eran las diez de la mañana" .
Dióscoro se fue acostar. Durmió y durmió varias horas el 18 de septiembre, mientras el sol estaba colocado. Después, como un buen vampiro, salió de la tumba con sábanas y se fue al local donde le contaron el show.
Todos hemos jurado no tomar más en la vida. Todos hemos despertado dañados física y cerebralmente, sin embargo siempre hay recaídas en la vida.
Una anécdota más en el rostro del Dióscoro y en la vida de todos los guachacas de Chile.
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