4.15.2010

Mi matrimonio en Santiago (Tercera parte y final)


Siempre he definido los matrimonios chilenos como “un acto tribal donde una pareja se une eternamente (en teoría), mientras sus familiares y amigos chupan y comen como dementes, hasta llegar al trance que se refleja en bailes epilépticos”.
Es justo el momento de “los bailes epilépticos” con el que finalizaré la larga historia de mi matrimonio.
Todo comenzó con el tradicional vals que cambiamos por el bolero La Hiedra, interpretado por mi gran mamita Carmencita Corena. Dimos unas vueltas, saludamos al público y danzamos muy apretados, como los antiguos lentos de los años 80.
Después bailé dos cuecas bien zapateada y comenzó la cumbia con La Noche y Américo como protagonistas sonoros de la danza tribal.
A medida que los wiskhies con bebida energizante ingresaban al estómago y la mente el baile se iba poniendo cada vez más cuático.
En un momento detuve la música y realizamos el momento de la Isla de Pascua,donde invité a mi amigo el oftalmólogo y varios compinches a bailar pascuense, con unos collares emplumados. (Conocí a mi esposa en esa Isla)
Yo le ponía cualquier color al asunto y la música era la versión Rapa Nui de la canción Flaca, de Calamaro. Después llegó el momento de la borrachera extrema. Eran las 4 de la mañana y casi realizamos un pogo gigantesco (esos que hacen los punk en los recitales) al centro de la pista.
El animador me dijo que la novia haría un “koala” conmigo y después la cosa se armó
y yo traté de hacer un koala con un amigo y el gil se corrió, quedando tirado cuan largo soy en la pista. El alcohol no sólo duerme la mente, sino que también el cuerpo, por lo tanto el chancacazo ni lo sentí.
Todos andaban medio disfrazados en la fiesta por la onda “cotillón” y a las 5 de la mañana los mozos empezaron a limpiar las mesas y nos sugerían con sus movimientos que nos largáramos, mientras yo parloteaba y parloteaba sobre la diversas gimnasia sexual que haría en la luna de miel.
Mi suegra querida llegó a la mesa y me
mandó una mirada asesina y tuve que cambiar el tema rápidamente.
Ahora soy un hombre casado, feliz y responsable y no tomaré más... “¿A dónde la viste?”.

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