4.13.2010

Mi matrimonio en Santiago (Parte 2)

Por Ajenjo
Antes que empezara el ritual civil del matrimonio realizaron dos discursos. El primero fue de una amiga de mi novia y el segundo de Dióscoro Rojas, quien se mandó el medio “speach” sobre el amor, Valparaíso, las sirenas y los marineros. La gente aplaudió a rabiar y a mí se me pasaba el susto ya que la cantidad de cuicos presentes tenía algo nervioso al Gran Guaripola de los Guachacas.
Después comenzó la formal ceremonia y apareció mi novia, quien como un ángel blanco bajó por una gran alfombra roja, bella, bellísima, del brazo de su padre, mientras yo comenzaba una lucha por mantener las lágrimas en forma desesperante.
La oficial habló sobre el terremoto y otras cosas, mientras yo apagaba mis dos celulares que se me habían quedado prendidos (menos mal que me di cuenta ya que uno de los ring tones es un niño gritando: “¡Nos destruirán a todos, nos destruirán a todos!”). Nos entregaron la libreta de familia y llamaron a mi hijo para que nos trajera las argollas, mientras yo le preguntaba insistentemente a la jueza: ¿Nos podemos besar ya?
A los minutos tuve que salir caminando abrazado a mi novia, mientras una mosca se me metía en el ojo (cuento para echar el lagrimón tranquilo) y comenzó la sesión de fotos y los canapés. Me empipé uno o dos pisco sour, lo que me causó un poco de relajo. Ahí pude observar a Dióscoro Rojas conversando animadamente con la modelo Paola Camaggi, quien es pareja de un querido primo mío.
Nos avisaron que la gente estaba en el comedor y que había que ingresar, sin embargo, la cosa de demoró algunos minutos porque unos familiares se habían colado en la mesa principal de los novios y sus padres. Los sacaron lo más disimuladamente posible.
Entramos con “Alta Suciedad”, de Calamaro, mientras el estúpido del animador me cambió mi nombre como si fuera femenino. Justo iba pasando por la mesa de mis colegas periodistas, que me lanzaron el típico grito: ¡ayyyyyyyyyyy!, para burlarse del error.
Me pegué un discurso rápido y me lancé a la mesa principal, donde pude lanzarme dos copas de tinto, mientras mi novia me tironeaba para sacarme las fotos oficiales con todas las mesas. “Paciencia, paciencia”, pensaba dejando la copa en la mesa... (continuará).

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