8.13.2009

Besando a un pingüino embalsamado


Por Ajenjo


Estoy en el restaurante Chiringuito de Zapallar con una corona roja y besando a un pingüino embalsamado, como parte de las festividades de mis cuarenta años. La patota que llegó al local era muy selecta y yo, como era el invitado de honor, estaba a cargo de elegir los platillos que degustaríamos en tan importante fecha.
A mi hijo, que no come mariscos, le pusieron una pechuga de pollo grillada y picada con puré. Nosotros nos lanzamos con dos dosis de machas a la parmesana, erizos, camarones, pastel de jaiba, ostiones, un congrio colorado con papas fritas y otras sabrosuras que no puedo recordar.
Mi brother oftalmólogo, que llegó cuando estábamos tomando el primer pisco sour, le vino la grandilocuencia y se pidió un plato de centolla para picar, lo que aumentó la cantidad de comida en la mesa.
Pedimos unos mostos blancos para bajar tanta delicia, mientras la conversa era talla tras talla. Cuando llegó la hora del postre mi querida y bella novia fue a buscar una torta que tenían guardada en la cocina. La torta llegó acompaña de cuatro mozos y una bolsa llena de trompetas, gorros y serpentinas. Los mozos entonaron varias canciones festivas, incluido el Cumpleaños Feliz y yo apagué las cuarenta velas,
mientras otro garzón me acercaba un pingüino embalsamado para que lo besara.
La gente que estaba almorzando se mataba de la risa del performance de los mozos, que se agradeció mucho y que le dio un toque de humor inesperado a la celebración.
Después vino un fin de semana lleno de buena gastronomía en el Punta Mai y con un inolvidable remate en el Cesar, ese restaurante que está enclavado en la playa misma de Zapallar y donde se bebe y se come en forma excelente.
Para terminar con broche de oro mi largo y celebrado cumpleaños, fui a la despedida del restaurante Caruso, donde bebí unas cervezas, pisco sour y unos remates de lemonchello que me dejaron en el ciberespacio más alejado de la realidad.
En un momento de la noche la gente que estaba también despidiendo al restaurante me pidió que hablara, sin embargo no pude entonar palabra y me corrieron unas lágrimas.
¡Parece que se nos entonó el amigo!, fue lo último que alcancé a escuchar antes de retirarme de las pistas y volvera la rutina, ahora con cuarenta años muy bien cumplidos.


ajenjoverde@hotmail.com

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ajenjo Ajenjo, sabes lo que más me gusta de tus crónicas, es que al parecer no tienes rollos de ningún tipo ni de edad ni amorosos ni sociales, etc... Me gustaría llegar a los cuarenta ( me faltan algunos años todavía ) y poder ver la vida cómo la ves tú, seguir yendo a los lugares que describes con tanta gracia y familiaridad, seguir disfrutando el encanto que sólo los amantes de este puerto herido ,como dice la canción, sabemos apreciar; las noches de este Valparaíso gastado, descuidado, mal mirado a las que no temo y espero nunca temer.
En fin... gracias por hacer volar mi mente y visitar lugares y sentir sabores sólo con la imaginación.
Sólo una observación, no te lo tomes a mal, pero creo que con la misma facilidad con la que expresas tus afectos, expresas también tu desprecio ( Secretarias solteronas patéticas en la Piedra Felíz y bailarinas con cicatrices de cesárea ) Recuerda que en este mundo todos tenemos cabida mientras no dañemos a los demás.-
Cariños.-

Anónimo dijo...

Gracias