10.02.2008

Unas “Rari” Fiestas Patrias en Colbún


Ya casi es medianoche y estoy entrando por un camino de tierra hacia el Lago Colbún, en la Séptima Región. Veo un pequeño negocio rural con un cartel que dice “Tome Rari Cola”. Me explican que es una bebida de fantasía propia del lugar, que se hace en el pueblo de Rari y que es muy sabrosa. Aburrido de los tacos infernales y de las ocho horas que llevaba viajando desde Valparaíso pienso en el gentilicio del pueblo de Rari y mi mente se dispara hacia un gran vaso de ron con cualquier bebida cola.
Llego a una casa sacada de la más cuica de las revistas de vivienda y decoración. Es una pequeña mansión moderna de madera, enclavada a la falda del lago, en un bosque de árboles originarios. Su living está gobernado por una gigantesca pintura colonial, que según me contó la propietaria, era el cielo de una casa donde había vivido el santo Alberto Hurtado y que la encontraron en una demolición abandonada. ¿Será verdad?, me pregunto, mientras me invitan a dar un paseo en lancha por los alrededores del lago.
Colbún es muy hermoso, pero su belleza depende radicalmente de la cantidad de agua que tenga el lago. Ahora estaba bastante lleno y con la cordillera nevada de fondo proyectaba una imagen perfectamente sureña.
El 18 de septiembre el anfitrión sacó el trozo de carne más grande que había visto para un asado. Era un sólo pedazo de lomo que fue cocinado “a la Argentina”, con carbón y leña y su grasa recubriendo la carne. Compraron empanadas de pino fabricadas en horno de barro por lugareños y podría afirmar, sin caer en frases gastronómicas exageradas, que fueron las más ricas de mi vida. El 19 fue el turno del pollo y el 20 del chancho.
Para entretenerse había una videoteca con decenas de películas, una consola XBox 360 y el famoso Wii. Nunca había tenido la posibilidad de jugar con esta tecnología, que te deja agotado de practicar tenis, boxeo o bowling. Armaron una mesa de pinpón de verdad y di “cancha, tiro y lado”, percatándome que ese deporte es como andar en bicicleta: jamás se olvida.
Para tomar había un gran bar, sin embargo, los habitantes de la casa eran recatados en ese sentido. Yo soy de los que hago sobremesa de las dos de la tarde a las dos de la mañana, pero aquí la cosa era bastante contenida.Tomé vinos exquisitos, daiquiris y uno que otro ron loco. Fueron unas Fiestas Patrias etílicamente sobrias, pero donde comí y descansé rodeado de gente buena y de una arquitectura natural que jamás podré olvidar.
ajenjoverde@hotmail.com

2 comentarios:

Anónimo dijo...

super rari's tus fiestas patrias...
o no sera un "pany" dieciocho?

Anónimo dijo...

hace rato que está todo rari...y sobretodo cada vez más aburguesadas sus experiencias