6.06.2008

Casi me vuelvo loco


Por Ajenjo

En el primer gol de Everton me volví loco. Salté de mi silla reservada en el Moneda de Oro como si tuviera una epilepsia extrema. Di vueltas los copetes de la mesa, mientras me paraba en la silla y miraba que casi todo el bar tenía poleras blancas de Colo Colo.
Al sentarme recibí varias tallas relacionadas a la "ilusión" y "espérense un poquito", pero aguanté tranquilo, agarrado a mi vaso de cerveza, mientras mis amigos me sugerían que les comprara una ronda de tragos a todos, ya que se los había dado vuelta.
En el segundo ya no me acuerdo mucho, ya que la adrenalina provoca una especie de amnesia. Lo bueno fue que no boté ningún vaso.
En el tercer gol casi me paro arriba de la mesa y estuve a punto de hacerles un "Pato Yáñez" a los colocolinos que ya miraban al piso y sus gritos y risotadas se habían convertido en un murmullo perdedor.
Es que el partido había empezado difícil. Yo llegué al bar 15 minutos antes que empezara la final entre Everton y Colo Colo.
A lado de mi mesa estaba Papito y su esposa periodista. El ex presidiario y actual agitador cultural era de los indios, sin embargo, su hidalguía lo llevó a felicitarme después de que conquistáramos el triunfo.
También estaba Dióscoro Rojas, el Guaripola Guachaca, que se declaraba de Rangers de Talca, pero también había una estela perdedora en sus ojos.
El diputado Esteban Valenzuela, junto a su socio René Alinco, también miraban el partido por TV. El parlamentario de Rancagua terminó dándome la mano y diciéndome: "bravo por los equipos de Provincia".
Yo abrazaba a mi brother oftalmólogo y a mi novia, mientras mi garganta seguía gritando: "¡Ever for Ever... Ever!".
Pedimos una chorrillana con longaniza, más cervezas y algunos rones para seguir la fiesta, mientras los pocos colocolinos que quedaban nos exigían que compráramos champaña para aumentar la potencia de la celebración...¡Hay que ser muy patudo!
Después salí a la calle para tomar aire, mientras algunos indios bromeaban con que me "romperían una botella en la cabeza". Pobrecitos, decía mi espíritu campeón, ya que no les quedaba otro recurso que amedrentar a quien ya tenía la copa en sus manos.
Tenía seis años cuando el Everton salió campeón la última vez. Ahora tengo 38 años y grito a todo pulmón: "¡ahora queremos la Libertadores cabros! ".


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