5.26.2008

Girando en 300 grados


Por Ajenjo

Mi novia se mudará de Santiago a Valparaíso ya que encontró trabajo en la región (¡milagro!); por lo tanto, decidí llevarla a conocer el restaurante giratorio de la ciudad, para que admirara la belleza del mar y sus cerros y se diera cuenta del gran cambio estético urbanístico que asumirá dentro de las próximas semanas.
Nos acompañó mi hijo, que estaba muy emocionado por conocer una restaurante que diera vueltas en la cima de un gran edificio.
Obviamente realicé una reserva que se respetó a totalidad. A las 14.00 horas estábamos instalados en una mesa del Coco Loco con una vista de la bahía y el portaaviones "George Washington" en su máximo esplendor.
Me pedí una cervecita para relajarme y de entrada un plato de locos con salsa al gusto y machitas a la parmesana. Todo bien y normal.
Yo conocí este restaurante hace nueve años aproximadamente, cuando llevé como agradecimiento a una amiga que me acogió muy bien en Europa y me pareció espectacular la vista que ofrecía a los turistas: el mar y el frontón de cerros con sus casitas coloridas.
Después mi madre me invitó a tomar una once, pero al parecer no logramos ingresar a la zona que da vueltas y vueltas.
Ahora había un cambio. El restaurante gira, pero hay un buen trozo de paisaje que fue eliminado por una extensión que se le agregó al local. De los 360 grados que uno gira, hay más de 60 grados donde sólo se miran sillas, pasillos y más sillas ¿Estaba eso antes? No lo recuerdo, pero es bien fome.
Para olvidar la vista pedimos un vinito tinto y los platos de fondo. Avestruz para ella (que quería experimentar nuevos sabores) y un congrio relleno para mí. Los platos estaban buenos y bastante contundentes.
Cuando pedimos el postre justo estábamos saliendo de la "extraña vista" y volvíamos a los cerros de mi Valparaíso. Se comió un flan con sabor al trago Baileys, mientras yo le pedía un ron al garzón, que lo sirvió con bastante generosidad.
Después de eso la cabeza comenzó a transformarse en un restaurante giratorio. Muy chispeado y bromista me retiré del local, mientras mi hijo me exigía que lo llevará a ver "El Príncipe Caspian", en el Cine Hoyts.
Fue así que mientras ejércitos de minotauros, leones, tigres y seres bastante fantásticos protagonizaban violentas batallas por el control de Narnia, yo dormitaba un poco y recordaba que hay cosas que dan vueltas y vueltas, como la vida misma.
Por más que uno se empeñe en cambiar, siempre se llega al mismo lugar.


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