10.29.2005

Comiendo y chupando con Anthony Bourdain


Voy al terminal de buses de Valparaíso a retirar una caja que
me llegó desde Barcelona. Al tomarla , me doy cuenta de que trae
libros. No aguanto las ganas de saber los títulos y me voy a
un bar, al lado del Teatro Municipal, y me pido una cerveza de
litro, mientras comienzo a sacar las benditas sorpresas.
Un libro de lujo, de la delicada editorial Taschen, con fotografías
históricas de París me llama la atención. Son escenas de la Primera
Guerra Mundial, de mayo del 68, del barrio bohemio y de otras
esquinas de mi amada ciudad luz. La cerveza baja por mi gaznate
y mis labios quedan empapados de espuma blanca, mientras mis
ojos siguen viajando a través de las páginas.

En una esquina de la caja venía toda una relevación. En su edición
de bolsillo llegaba a mis manos "Confesiones de un chef", de
Anthony Bourdain. Empecé literalmente a devorarlo, mientras me
pedía un sándwich y la segunda cervecita de la calurosa tarde.
Es que, como dice el cineasta Raúl Ruiz, "antes de tomar siempre
hay que tener algo en la guata".

¿Quién es Anthony Bourdain? puede preguntarse el lector. El tipo
es un cocinero que está más loco que yo.
"Confesiones de un chef" es una autobiografía, donde relata su
vida ligada a las cocinas de los restaurantes de Estados Unidos.
El cocinero es capaz de comparar la primera vez que devoró una
ostra con su primera relación sexual. Obviamente gana
la ostra.

Su vida es enfrentarse al mundo tradicional de la cocina. Prepara
manjares con la misma habilidad que se bebe una botella de whisky
o se droga profusamente con sus amigos de la cocina. Es duro,
un Bukowski de la alta gastronomía, un Syd Vicious con gorro
de chef. Actualmente es muy respetado en Nueva York, donde trabaja
como chef ejecutivo de Brasserie Les Halles, un lugar que se
puede calificar como la taquilla de la taquilla.

Cenando en el Bar Inglés con un amigo, me relata que Bourdain
tiene un programa de cable en televisión. "Ese loco ha probado
el corazón aún palpitante de una cobra viva, ha cenado con gángsters
en Rusia, y ha bebido los tragos más extraños que te puedas imaginar",
me dice con ojos de admiración. Me doy cuenta de que el tipo
tiene sus fans y que ya es conocido entre los freaks del mundo.

Voy subiendo hacia mi casa y prendo la tele cerebral. Me imagino
que Anthony Bourdain viene a Valparaíso y me mandan del diario
a entrevistarlo. El famoso chef me pide que le haga un recorrido
culinario por la ciudad. ¿Adonde lo llevaría?
Podría perfectamente acompañarlo al Apolo 77 a comer ostiones
a la parrilla o al Caruso, para que se deleitara con el ceviche
mixto. Sin embargo, creo que con la fama de duro, habría que
entrar hacia el lado más salvaje de la ciudad.
Una buena chorrillana en el Renato podría ser la entrada típica
a la comida porteña. Creo que es la más rica y tiene la cualidad
de que no se repite durante la noche. Después, a comer al San
Carlos un cauceo de patas para tres personas con un botellón
de buen tinto. Ahí creo que podría flaquear, no obstante el muchacho
tiene estilo hardcore y continuaríamos nuestra travesía culinaria.
Unas calugas de pescado en el Dominó, un Barros Luco en el Bar
Inglés en pan batido (uno de los sándwiches más ricos que se
pueden consumir en Valparaiso) y unos huevos duros en un carrito
callejero terminarían la ronda nocturna.
Después lo dejaría ir solo al Barrio Chino a buscar ya no material
para su estómago, sino que para su mente distorsionada y ávida
de nuevas sensaciones.

Yo me iría a la casa a tomar un botellón de antiácido y a dormir.

ajenjoverde@hotmail.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

Grande Tony Bourdain; yo he visto su programa en el cable. Una vez dijo que "la mejor comida es la que se sujeta con una sola mano, para en la otra sujetar el tarro de cerveza". Nada de foi grass y verduritas en miniatura...si las hamburguesas verdaderas y el costillar asado jejejeje

Buena tu nota, sigue asi!

Gabriel