11.15.2010

El bar Renato se pondrá de pie

 
Por Ajenjo


El bar Renato fue uno de los primeros locales porteños emblemáticos y patrimoniales que conocí en mi vida. Su cercanía al cine Metro (actual Hoyts) lo convertían en una parada obligatoria para comentar las películas.
Una de las primeras en llevarme fue una crespa polola que tenía en Playa Ancha. Fuimos a ver juntos “Malas influencias” y después (para hacerle honor al título de la película) me dejé arrastrar hacia este recinto.
Cuando ingresé quedé peinado para atrás. Era como entrar a la máquina del tiempo, donde viejitos jugaban a las cartas enclavados en la década del ‘50. En el segundo piso habían reservados con una cortina de tela que permitía un poco de privacidad.
Recuerdo haber pedido una botella de vino y calugas de pescado. Después me hice más habitué del local.
Me encantaban dos garzonas que atendían muy amablemente. A una la apodamos “La Giganta” ya que media como metro 78 y usaba largas trenzas como de huasita sureña. Sus piernas eran dos grandes torres que nos hipnotizaban y muchos quedaban prendados a su cortita falda.
En ese local vi jugar cartas varias veces a un enigmático hombre con un parche en el ojo, que tomaba wiskhy desde una botella instalada en una pequesa mesa a un costado. El grupo que lo rodeaba siempre estaba en silencio, concentrados en su juego. A los años ese hombre habría de protagonizar un sangriento hecho policial, pero es mejor no hablar de ciertas cosas.
Con mi brother fotógrafo decidimos hacer un Chorrillanómetro para un reportaje del diario. Durante cinco días seguidos almorzamos y cenamos chorrillanas en diversos locales para buscar la más sabrosa. El Renato ganó lejos por su blanda carne, su papa frita consistente, su cebolla a punto, el huevo bien revuelto y cocido, entre otros secretos que ya no puedo recordar.
El crítico de arte Carlos Lastarria, quien frecuentaba también este local, señalaba que uno de los errores era que seguían sirviendo cañas de vino tinto a los curaditos del sector y no se concentraban en la gastronomía popular y porteña. Perfectamente podrían haberse convertido en un referente a nivel local, pero el estigma del bar de Puerto lo llevaba muy marcado y no pensaba en deshacerse de su onda.
Entrevisté una vez al penúltimo dueño, un hombre muy joven que estaba un poco deprimido ya que cada vez entraba menos gente al local. Le tocó la crisis y tuvo que vender.
Hablé con los dueños actuales del Renato y muy emocionados me dijeron que lucharán por levantarlo de nuevo y reconstruirlo del incendio que acabó con todo. Desde esta tribuna les doy mi humilde apoyo.

ajenjoverde@hotmail.com

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ahora tienes que contar qué hizo el tipo del parche, la curiosidad me mata!!!

Anónimo dijo...

Entiendo que ya reabrió sus puertas ...
Volveré por unos chunchules apanados

Anónimo dijo...

Has completado unos buenos puntos allí. Hice una búsqueda sobre el tema y encontró la mayoría de las personas tendrán la misma opinión con su blog.