9.04.2008

La reingeniería del Danubio Azul

Me llega un correo electrónico del actor transformista Alejandro Cid invitándome para un evento en el renovado Danubio Azul, de la calle Esmeralda, en Valparaíso.
Ya había escrito algunas líneas sobre el cambio que estaba sufriendo esta fuente de soda, que luego de una profunda manito de gato, donde el verde pistacho se tomó el lugar, ahora es un “restobar”.
El asunto es que llegué al Danubio Azul y una niña me cobró mil pesos de entrada, con derecho a un trago, para tener acceso al tercer piso del nuevo pub.
Al llegar me encontré con unos amigos y nos sentamos en unos taburetes a la espera del show. El transformista Cid salió vestido de mujer (la media novedad) y se sentó. Luego habló algunas cosas relacionadas con un feriado religioso y eso fue todo.
¿Qué onda?, nos preguntamos. Para variar yo estaba bajo el influjo del ron con bebida energizante y no me quedó otra que tomar la batuta del espectáculo y me puse a contar historias de ciencia ficción mística, además de recitar el único poema que tengo en mi agujereada memoria. En síntesis: empecé a dar jugo y del bueno.
Después la gente me aplaudió y me quedé callado, pidiendo otro roncito al mozo, mientras en mi interior una voz, relacionada con la vergüenza y la adultez, me decía que dejara de andar siempre pintando el mono.
El asunto es que pusieron música y se largó una fiesta. No había mucha gente pero el ánimo era bueno.
Creo que este local tiene todo para poder convertirse en un clásico de la noche porteña. Tiene tres pisos para crear varios ambientes y realizar todo tipo de actividades culturales. Su dueño tiene el ánimo por delante y debemos apoyarlo, ya que proyecta una buena onda, alejada completamente de los locales de reggaetón o de falsos artistas santiaguinos.
Ojalá que se llevaran a cabo actos artísticos un poco más complejos que el del feriado pasado. Yo vi a Alejandro Cid descendiendo en una tina llena de espuma en el medio del Teatro Mauri, impactando al público. Eso es lo que nuevamente queremos ver.
Y no estoy hablando de una nostalgia chabacana onda “todo lo pasado fue mejor”, sino que retomar la fuerza y la chispa que una vez estuvo presente en todos nosotros y que por el tiempo, los golpes de la vida, el deterioro físico y mental, a veces se apaga.
Todo piloto de califont puede volver a prenderse.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pero nombra las partes la concha de madre