7.22.2008

Perro muerto


Por Ajenjo

Tengo un amigo que en los tiempos del colegio se jactaba por ser un experto en hacer “perro muerto”, que consiste en pedir para beber y comer en un lugar y después esfumarse sin pagar.
Nosotros le decíamos que lo que estaba cometiendo era un delito grave y que para más remate era el garzón quien tenía que pagar la cuenta. “Un día te van a meter preso por gil”, le repetíamos a coro.
La primera vez que nos hizo una de sus gracias fue en el ya extinto Liguria de Viña del Mar. Muy pocos se acuerdan que el ya mítico local santiaguino trató de instalar una sucursal en plena Avenida Valparaíso y le fue como las reverendas. Fue en ese Liguria que estábamos con mi amigo y otros socios de carrete y yo me levanté al baño. Al volver no había nadie en la mesa. Me vino un ataque de nervios y lentamente me asomé a la salida y alcancé a ver a mis amigos correr como locos y perderse en una esquina. Apenas tenía para pagar mi cuenta y también salí corriendo y nunca miré atrás.
Al rato nos encontramos todos en los juegos electrónicos Delta que estaban instalados en la calle Quinta y empapelé a garabatos al líder del “perro muerto”. Traté de aconsejarlos de volver y pagar la cuenta, pero todos estaban bastante asustados y calabaza, calabaza, todos se fueron para la casa.
La segunda y última vez que salí con este tipo fuimos a comer chorrillanas al J. Cruz Martínez. Al parecer el experto en “perros muertos” ya conocía el local y nos sentamos al lado de una ventana que daba al oscuro pasillo por donde se accede al restaurante. Como buenos viñamarinos llegábamos al Puerto en busca de exóticas aventuras y siempre, en las primeras veces, te llevaban a comer a este living-museo.
Pedimos harto vino y chorrillanas. Mi amigo se pidió unos rones con coca cola e invitó al grupo a pedir el bajativo que quisiéramos. Todos bebían de lo lindo, pensando que mi amigo era un alma millonaria y generosa. Toda la ilusión se rompió cuando a la hora de pedir la cuenta el tipo abrió la ventana y saltó hacia el pasillo en menos de un micro segundo. Todos quedamos impactados con la escena y el mozo llegó a preguntarnos por la extraña actitud de nuestro socio. A regañadientes juntamos moneda tras moneda y pagamos la abultada cuenta que nos dejó nuestro ex amigo.
Ahora, con la calma y prudencia que entrega la distancia temporal, me dan risa muchas de esas situaciones, sin embargo, nuestro amigo era un “barsa” de tamaño mayor y que ahora está con graves problemas económicos, con juicios por cheques rebotados y toda la mala experiencia del que vive sin tener ni uno en los bolsillos. “Árbol que nace torcido jamás se endereza”. La pura y santa verdad.

ajenjoverde@hotmail.com

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